La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 4 de octubre de 2010

Loado seas, mi Señor, por la hermana muerte

Octubre se abrió con el recuerdo de Teresa del Niño Jesús y hoy nos invita a recordar a Francisco de Asís, quizá el santo más universal. De la vida de Francisco algunos se quedan con la idea de una vida un tanto anti-sistema o hippie. Una vida en contacto armónico con la naturaleza (es el patrono de los ecologistas) y con unas relaciones basadas en una fraternidad sencilla y amable. Sin embargo, la vida de Francisco está atravesada por líneas de dolor, por opciones que le llevaron a romper con personas y contextos amados por él. Francisco asistió a la crisis entre sus muy numerosos hermanos que le exigieron una regla a él que nunca pensó tal cosa. Experimentó la noche oscura y tanto se adentró en el sufrimiento del mundo que su cuerpo quedó señalado con las llagas de Jesús, nada menos agradable y romántico.

Uno de sus poemas más conocidos y hermosos es el "cántico de las criaturas". En él, Francisco alaba a Dios por las cosas creadas denominándolas "hermanos y hermanas": Hermano sol y hermana luna, hermana agua, hermana-madre tierra... Y una de esas alabanza la refiere a la hermana muerte-corporal de la que dice que "ningúan vivente escapa a su persecución". y es que la muerte forma parte de la vida, no las podemos separar. Los hombres y las mujeres sabios al igual que las culturas sabias, saben convivir con la muerte y acogerla como parte de ciclo de la vida. Pero, antes de la experiencia final de la muerte corporal, hemos de vivir las pequeñas o grandes muertes que conlleva el crecimiento personal, entre ellas, la más importante y difícil  la muerte del ego, la muerte a esa parte de nosotros que nos cierra a los demás, que nos lleva a cerrarnos a la verdad y a buscar falsas seguridades. El ego que todo lo ve como separado, el ego que vive en el dualismo y etiqueta la realidad por su apariencia sin saber ir al fondo profundo, más allá de los fenómenos.

Sólo el dinamismo de la parte espiritual del ser humano le permite acceder a esos fondos profundos de la realidad, allí donde se es adentrado en el descubrimiento de una realidad no-dual y transpersonal. Espiritualidad y religión no son sinónimos. Se puede ser muy religiosos y escasamente espiritual y se puede ser profundamente espiritual y nada religioso. Los hermosos significados de la palabra "religión" (re-ligar o re-leer) han quedado tantas veces trabados y anulados en el sí de las religiones cuando estas se cierran en sí mismas.

Creo que los hombres y las mujeres realmente espirituales, es decir, abiertos y dóciles al dinamismo de vida que hay en el espíritu, siempre suponen un revulsivo para las visiones cerradas y seguras de sí mismas que hay en el seno de las religiones, de los sitemas filosóficos y políticos,. Los seres auténticamente espirituales saben morir a sí mismos y a todo aquello que empequeñece la grandeza del ser humano. La auténtica espiritualidad nos arraiga a la vida haciéndonos críticos y libres, capaces de acoger la evolución inherente a la Vida aunque tal evolución nos lleve a revisar nuestros esquemas continuamente y a morir a nuestras seguridades abriéndonos, sin embargo, a los horizontes infinitos de la Vida.

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