La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El enemigo de la fe: el miedo

El miedo, el gran agujero negro en la vida de toda persona. El miedo lo fagocita todo cuando le damos espacio. El miedo busca sus disfraces para ganar la partida a la confianza: los celos son una forma de miedo, miedo a no ser amado en exclusiva o a no ser tenido en cuenta, el miedo se viste de agresividad para protegerse, otras veces mordisquea nuestro ego y le pone en guardia contra enemigos no existentes, pero él se encarga de presentárnoslos como muy reales.

Y, si el miedo es absolutamente destructivo en la vida de toda persona, aún lo es más en el terreno de la fe y...¡de qué manera tan impresionante se cuela el miedo en el camino de fe! Pero su peor rostro asoma en las estructuras religiosas, en la dimensión institucional de la fe. Ahí parece que el miedo encuentra un caldo de cultivo paradójicamente perfecto, y digo paradójicamente porque las religiones nacen de la fe que es justo la antítesis del miedo.

¿En qué o en quién confía un creyente? En Dios. De él afirmamos que es el Creador, que todo viene de él y hacia él va...¿por qué temer que algo quede fuera de el? A excepción del mal que destruye al hombre y a la mujer, ¿podemos decir que algo en este mundo está fuera de la esfera de Dios, de su mirada amorosa? A Juliana de Norwich, en el siglo XIV le fueron reveladas estas palabras en su corazón "Todo es necesario, todo, incluso el pecado y todo acabará bien" ¿nos lo creemos? ¿dejamos a Dios ser Dios hasta el límite de confiar en que esta historia nuestra acontece dentro de un plan salvífico, a pesar de todo?

En otro orden de cosas: ¿Puede un creyente auténtico temer el contacto profundo con otros creyentes, con otros caminos espirituales o incluso ateos? Desde mi experiencia respondo un radical NO. 

Creo que en el ámbito cristiano actual urge una revisión de muchas categorías teológicas  y de caminos pastorales que nos están conduciendo a una esterilidad grande, a arrastar unos lastres que nos dificultan sobremanera dialogar fecúndamente con el mundo actual y con las otras religiones

El siglo XXI se está manifestando como un siglo que nos llama a las religiones a purificarnos de todo lo que son lastres históricos de búsqueda de poder, de número, de significatividad basada en cánones humanos. El siglo XXI nos invita a los creyentes de todas las tradiciones religiosas y caminos de sabiduría a aunar esfuerzos, a crear espacios en este planeta, espacios visibles y concretos que sean una parábola de fraternidad. El diálogo interreligioso es hoy como nunca, una exigencia, no una mera necesidad, y nunca debiera ser ya una mera anécdota en la vida de fe.

El diálogo interreligioso no puede limitarse a algunos encuentros entre los líderes religiosos más relevantes o entre expertos de unas y otras religiones. Para que sea significativo, para que geste de verdad un cambio en nuestra forma de vida, en nuestra forma de sentir las otras religiones, debe acontecer en la vida de todos los creyentes con la misma naturalidad con la que se viven otras propuestas. Mientras el hombre y la mujer " de a pie" no podamos acceder con facilidad a experiencias de diálogo, oración y convivencia con creyentes de otras tradiciones religiosas, no podremos hablar de auténtico diálogo interreligioso.

Hoy deberíamos tener el valor y la creatividad suficiente para crear comunidades-receptáculo, espacios capaces de acoger la hondura de la vivencia humana y espiritual de todos y de todas.

Ayer veía la larga cola de hermanos musulmanes que esperaban a las puertas de la parroquia que hay junto a  mi casa para recibir alimentos de Cáritas, hermosa labor, hermoso símbolo: a todos damos, sin mirar su credo o raza...Sí... pero ¿imagináis qué hermoso si además de compartir los alimentos se ofreciera un espacio en esa parroquia para alabar a Dios bajo diferentes nombres por los dones compartidos, por la generosidad de quienes nos los dan...? Eso crea problemas pastorales en muchos. Aparecen el miedo al sincretismo religioso, a la pérdida de identidad... de esta manera, seguimos cada uno en nuestras parcelas más o menos grandes o pequeñas, pero sin transitar los caminos del auténtico encuentro...¿Quién enseñará a las nuevas generaciones el valor del diálogo entre la religiones si nadie da el paso de favorecer espacios visibles y claramente interreligiosos? y si las nuevas generaciones no son educadas en tal capacidad de diálogo, los fundamentalismos seguirán encontrando abonado el camino.

Estoy muy cansada de escuchar todo tipo de críticas contra los musulmanes, generalmente en boca de personas que casi no tienen contacto con la realidad islámica. Mi gran inquietud es que, si seguimos poniendo dificultades al verdadero diálogo interreligioso que pasa por orar con el otro, por conocer al otro, por escuchar, por dejar fluir la amistad personal, por abrirse... si eso no comienza a darse, entonces seguiremos para siempre jamás sospechando unos de otros, juzgándonos unos creyentes a otros y nada cambiará.

Desde aquí pido valentía a los líderes religiosos, a los pastores, a los que pueden apoyar oficialmente el diálogo interreligioso. Os pido que no tengáis miedo. La fe es don de Dios, nadie se la da a nadie. Orar con otros hermanos de otras tradiciones no me resta un ápice de mi  fe cristiana, es más, la hace crecer, la enriquece, me lleva a revisar mis creencias...

Pido valentía a los creyentes, que nos abramos al Espíritu. Este mundo nuestro está enfermo de división, de violencia, de pobreza causada por unos pocos que lo quieren todo... Las religiones atesoran palabras y experiencias que son bálsamo e inspiración para la familia humana. Si las religiones conviven en paz, la paz será más posible.

Y... por desgracia, creo que el miedo está ganando el terreno a la fe. Lo percibo a mi alrededor en las zancadillas, obstáculos y críticas que se dirigen hacia los grupos que asumen el diálogo interreligioso con todas sus consecuencias. Sí, por desgracia, parece que el miedo puede aún más que la fe en este terreno.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo. Miedo, pánico, pavor por parte de la jerarquía eclesial a mirar valientemente la nueva realidad del cristianismo. Cuánta gente está sintiendo la necesidad de buscar algo en su vida, cuánta gente esta volviendo a viajar hacia ella misma. Son tiempos de espiritualidad y es una pena que llegaremos a esa masa crítica que pudiera potenciar cambios y se va a perder...el mensaje de Jesus está vivo pero la Iglesia no quiere verlo. Va a desaprovechar una gran ocasión de acercar a Jesús a muchos que vuelven a buscar. y no lo hace por miedo y por una visión cortoplacista y que no lee ni interpreta los signos de los tiempos. La iglesia está pecando de soberbia, solo mira al pasado y aduce que peores cosas ha superado la Iglesia y la receta sigue siendo la misma.... miedo a dar respuestas, miedoa volver al mensaje genuino de los 3 primeros siglos de cristianismo. Y mientras tanto muchos que buscan de nuevo serán atraidos hacia fórmulas de espiritualidad vacuas, vacias de sentido. Es el momento de que la iglesia - pueblo, la común - unión de los creyentes sea verdadera luz, mas allá del cortoplacismo y cortedad de miras de nuestra Iglesia. Qué gran reto.
Un beso Elena

Elena Andrés Suárez dijo...

De acuerdo contigo, Javi. De todas formas... tampoco desearía menospreciar la fe de otros, lo que critico es que se conviertan en rémoras de todo esto tan necesario y bueno por simple miedo, o como indicas, deseos de voler a tiempos pasados que, ciertamente, nunca volverán.

¿Dónde nos situaremos nosotros?

Un abrazo.