La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Llamados a amar, creados para amar

Permitidme que profundice un poco más en el tema anterior. Arriesgarse a amar es todo un reto que cada persona soluciona como puede. Sin embargo, para mí como cristiana, hay un elemento clave: He sido creada por el Amor para amar. Cada religión tiene su forma de definir a Dios, los cristianos tenemos una definición para mí única, magistral, increible: DIOS ES AMOR. Así resulta que mi fe me dice que soy hija del Amor. Todo hijo se parece a sus padres, así pues... ¿puede ser que en mis genes resida la capacidad de amar? Creo que si. 

El Abbá que nos manifiesta Jesús, es Padre/Madre que ama locamente a sus hijos. Él nos llama a amar ("amaos unos a otros como yo os he amado") porque estamos creados por amor y en el amor. No podemos creer que el amor sea algo imposible en nosotros. Pero, ciertamente, constatamos que además del amor, en nuestro interior perviven el egoísmo, el miedo... y eso nos dificulta dejar fluir armoniosamente el amor que se nos ha dado. Ahi viene en nuestra ayuda Papá/Mamá Dios. Nos lo ha dado todo: a su Hijo que nos señala el camino y el Espíritu que es el mismísimo Amor de Dios vivendo en nosotros.

El sacramento del matrimonio es un signo muy hermosos de todo ello. Los esposos son los ministros del sacramento, pero el sacramento está ahí para completar, para dar fuerza al amor. Junto con la llamada, Dios siempre da fuerza, regala el "plus"que nos hace falta para vivir aquello a lo que somos llamados. "Te basta mi gracia, mi fuerza se realiza en tu debilidad" es lo que Dios dice a Pablo cuando éste experimenta su radical pequeñez e incapacidad. 

Amar a Dios también es permitirle que nos capacite para aquello para lo que nos llama. Cerrarse en los propios miedos nos acerca a Judas, que fue incapaz de creer en el poder de Dios para perdonar todo. Judas, embebido en su pecado, se aleja de la misericordia y se hunde en el abismo de la desesperanza que le lleva al suicidio. El contrapunto es Pedro: se deja mirar y surge el llanto sanador. Soy Judas cuando sólo me miro a mí y sentencio mi incapacidad para amar. Soy Pedro cuando, consciente de mi pequeñez, me dejo sin embargo mirar y sanar por la mirada amorosa de Dios. 

Así pues, mi fe me dice que "todo es posible para Dios", hasta que alguien imperfecto y frágil como yo pueda amar de corazón a otros. Mi fe me dice que soy hija del Amor y por ello capaz de amar. Dios me ha creado por amor y Dios me llama a amar. Podré quejarme y poner excusas, pero lo cierto es que si le dejo, Dios me dará todo cuanto necesito para saber amar. ¡Qué buena noticia!

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