La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

domingo, 6 de febrero de 2011

Humanamente divinos y divínamente humanos

Un punto en el cosmos, unas coordenadas espacio-temporales latitud y longitud: el Atlas argelino y, en él, un pequeño y pobre pueblo y en ese pueblo un pequeño y pobre monasterio cisterciense y en él, nueve hombres sencillos y dentro de ellos, nueve grandes corazones. De ellos, siete murieron tras su secuestro el 26 de marzo de 1996.

El 31 de mayo se hallaron las cabezas cortadas de estos siete monjes, no así sus cuerpos que nunca fueron encontrados. Fue el GIA (Grupo Islámico Armado) quien los secuestró, sin embargo, no está claro si quienes los asesinaron fueron sus secuestradores o el propio ejército argelino con el objetivo de culpar al GIA desacreditándolo dentro y fuera de Argelia. Esto último es lo que piensan los monjes de Notre Dame de l’Atlas Midelt (Marruecos), fundación hermana del monasterio de Tibhirine.

Hasta aqui una noticia más dentro de las miles de noticias sobre asesinatos oscuros y terribles en la humanidad. Pero tras aquello que a los lejanos nos es presentado como mero titular de una noticia, siempre hay rostro concretos, vida, emociones y, muchas veces, luces que perfilan la realidad más triste y cruel con contornos insospechados.

Esa luz es la que atraviesa la magnífica película "De dioses y hombres". Desde el punto de vista cinematográfico se trata de una obra de arte. El ritmo pausado que nos permite conocer una jornada en la vida de aquellos monjes (la película se abre con el rezo de los maitines "Señor, ábreme los laibios y mi boca proclamará tu alabanza" y cierra la primera escena con la oración de la noche: "Salve Regina") y nos deja adentrarnos suavemente en las opciones vitales de unos hombres de diferentes edades y temperamentos. En pocas pinceladas, el director explica de forma brillante y clara la irrupción del fundamentalismo en medio de la cotidianeidad tranquila y sencilla de una pequeña población y de toda una nación.

De tal modo que, a medida que avanza la película, el espectador es testigo del proceso interior de cada uno de los monjes ante el riesgo de ser atacados por los integristas islámicos. Proceso no ajeno a las personas con las que convive la comunidad cisterciense. Hay una frase que se clava en el corazón. Se trata del momento en el que el abad del monasterio y otros monjes conversan con unos de sus vecinos sobre los acontecimientos dramáticos que están teniendo lugar en muchos puntos de Argelia. Los monjes plantean entonces la posibilidad de irse de allí. Uno de los monjes define el momento diciendo más o menos algo así: "somos unos pajarillos apoyados en una ramita... No sabemos cuando echaremos a volar". Una mujer le responde con contundencia: "Ustedes son la rama sin la que nosotros, los pajarillos, no tenemos donde apoyaros". La interdependencia queda patente. A lo largo del film se percibe que no sólo los monjes son necesario para el pueblo por su labor asistencial, por su presencia amable y amorosa, sino que para los propios monjes ese es su pueblo su lugar, la concreción de Dios en sus vidas, podríamos decir "su lugar teológico". Es allí en Tabharit donde unos  y otros aprenden a ser personas, musulmanes  unos, cristianos otros.

Escena tras escena, diálogo tras diálogo, somos introducidos en la interioridad de los acontecimientos. y este es, a mi modo de ver, el gran acierto de la película: no nos presenta hechos grandiosos, no hay alharacas. Todo se nos presenta en la cotidianeidad y la rutina, Como dirá el prior en el momento en el que todos deciden quedarse, lo que les salva es el cumplimiento de sus obligacioes día tras día: los rezos, la campana, la atención a su pueblo...

 En medio de esa cotidianeidad es donde el director descorre ante el espectador el velo de lo más profundo de aquellos monjes. Aparece su humanidad con sus miedos, dudas, inquietudes... Llega la noche oscura: el hermano que cuida la huerta y que grita  a Dios por la noche "No me dejes, ¡ayúdame!" escuchado con compasión y respeto por sus hermanos. Asistimos a los momentos de discernimiento del prior en su paseo por el bosque hasta llegar junto al lago y ver volar una bandada de patos salvajes, quizá percibido como signo de la necesidad de marchar o quizá como un signo para alzar la mirada y ver más allá de los hechos concretos y de los miedos que generan...

Se suceden las reuniones comunitarias presididas por la sencilla vela en medio de la mesa. Reuniones serenas, donde se dice lo que se piensa y se siente, donde se habla de lo divino y de lo humano de forma pacífica. Las votaciones se suceden y. tras el periodo de discernimiento que cada uno vivirá a su manera, llega la decision unánime de quedarse.

Es entonces cuando brilla la luz de lo divino en lo humano y lo humano concreta lo divino. La noche oscura da paso a la paz interior. Se nos permite de nuevo presenciar la ínima oración antes de dormir del hermano que ha superado la noche. Una sublime declaración de amor a Dios, en lo que parece la página de su diario escribe un "te amo" apasionado que genera un abandono en Dios gestado atravesando sus opacidades.

Cada monje escribe y reflexiona internamente sobre su decisión. y cada una de esas escenas parece descubrirnos algo de nosotros mismos.

Cautiva y emociona la deliciosa ternura que emana de estos hombres. La forma en la que se quieren y se cuidan en los más mínimos detalles, como el "masaje" que el más anciano de la comunidad da a un hermano más joven asustado aún por la llegada de los fundamentalisatas al monasterio, o la escena en la que el prior se levanta de la cama para ir a apagar al luz al hermano médico. Son hombres recios con alma de niño. En ellos se puede reconocer la bienaventuranza de Jesus: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios". No hay recriminaciones a los hermanos que se han escondido, no hay recriminaciones ni enfados cuando uno manda literalmente a la mierda a otro. Sólo se respira un amor sencillo de los unos por los otros, la acogida del otro en sus luces y en sus sombras.

Junto a estos monjes oramos y celebramos una deliciosa liturgia de nochebuena. junto a ellos fregamos el suelo, asistimos a una circuncisión, hablamos del amor y sentimos miedo y ansiedad en las visitas que los integristas hacen al monasterio. Recibimos una lección de lo que es el auténtico diálogo interreligioso cuando el prior cita para el cabecilla del grupo armado una aleya del Corán: Hablando el lenguaje que el otro entiende se da el encuentro auténtico.

Se acerca el final y somos invitados a la última cena de la comunidad. El hermano médico trae buen vino y una música especial: la muerte del cisne del Lago de los Cisnes de Tchaikovsky. La cámara recorre los rostros de cada monje. Sus expresiones son de una alegría y una paz que sólo pueden provenir de una experiencia fontal de amor. Se mezclan el goce del paladar tomando un buen vino, el disfrute de una música que embriaga y unos corazones que han gustado internamente algo más allá de las palabras, y así, la cámara se concentra en sus ojos, unos ojos que han visto, de verdad, han visto. Una escena sobrecogedora plena de calidez, hondura, humanidad y divinidad.

Al terminar la película, se tiene la convicción de que lo que se ha visto es el reflejo de una vida verdadera, que ser persona tiene que ver con las actitudes de esos hombres. Como dice, Christian, el prior, vivir es ir "de nacimiento en nacimiento". La película nos enseña lo que quiere decir nacer: la apertura al otro/Otro. Nos muestra también que lo divino y lo humano nunca van separados: “Sois dioses, hijos del Altísimo todos” (Sal 82,6), ese es el pórtico de la película y quizá su resumen.

Un dato interesante y esclarecedor: el director de la película, Xavier Beauvois, es ateo, lo cual a mi modo de ver es una invitación a que nadie se adueñe de la aventura humano-divina de los monjes de Argelia. La película no toma partido, no señala "buenos" ni "malos". En realidad es un gran icono que quiere llevarnos a entrar nosotros en esa experiencia de ser personas pacificadas y pacificadoras, tengamos la fe que tengamos o no tengamos ninguna.



9 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa reflexión en torno a una bellísima,emocionante y profunda película.Algo cambia en el interior después de verla...Un ejemplo de talento puesto al servicio de la
tolerancia. Mientras que otros parecen regocijarse en las desgracias y miserias del alma humana, el director opta por un ejercicio de enseñanza sin dobleces, más interesado en la "Verdad" tras las imágenes que en la Historia.

Feliz tarde de domingo

AMAIA dijo...

Preciosa reflexión en torno a una bellísima,emocionante y profunda película.Algo cambia en el interior después de verla...Un ejemplo de talento puesto al servicio de la
tolerancia. Mientras que otros parecen regocijarse en las desgracias y miserias del alma humana, el director opta por un ejercicio de enseñanza sin dobleces, más interesado en la "Verdad" tras las imágenes que en la Historia.

Feliz tarde de domingo

AMAIA

Unknown dijo...

Querida Elena... menudo viaje por la película... no cabe duda que la veremos... nos dejaremos coger por ella... gracias por tu profundidad y sensibilidad. ¡conectados!

Toni Moreno dijo...

Ayer al finalizar la película mi mujer me hizo caer en la cuenta que en el mismo mes y año que nos casábamos asesinaban a los “Dioses encarnados” en el Atlas argelino.
“VIDA” en dos extremos del atlas escolar, “Vida de entrega” para aquel que llama a la puerta e invita a decir “Tú eres mi amado” y “VIDA” creada por el Dios de todos, para estar juntos para siempre.
Todavía resuenan en mi interior los cantos de la auténtica comunidad del Dios de la Vida. Me sentí muy identificado con el monje en esa noche de dolor, cuando su grito de oración fue: ¡Tengo miedo!. Porque yo como él tengo miedo a que Dios ya no sea el centro de la persona, tengo miedo a que Dios deje de ser un rumor, tengo miedo a… Pero la pequeña comunidad me dio un mensaje claro, no necesitamos grandes estructuras, grandes liturgias, grandes cosas para vivir con intensidad a Dios. Ellos en su pequeño desierto-oasis aprenden a confiar, y esto es lo que a mí me hace falta. Confiar de Dios incluso en el absoluto silencio, confiar en Dios como si no estuviera.
La comunidad hace una profunda conversión, un profundo proceso personal y comunitario. Durante toda la película tuve miedo a que les pudieran hacer daño, que pudieran sufrir, pero como uno de ellos dice: el sufrimiento, el dolor, el abandono nos acerca más a Dios. Mi miedo se desvaneció en el momento de su última cena y oración comunitarias, fue entonces cuando la conversión se hace entrega total. Porque Aquel que llama a la puerta puso la mesa en medio de TODOS.

Un abrazo y seamos como la comunidad: Oremos juntos para después decidir.

Cor esperanza.

Toni Moreno

Elena Andrés Suárez dijo...

¡Qué hermosa esa sincronicidad! GRacias por compartir tu experiencia viendo la película. Un abrazo.

Elena Andrés Suárez dijo...

Natxo... La verdad es que me salió un comentario bastante extenso, pero es que no tiene desperdicio. ya me dirás que ves tú. Un abrao y seguimos entrelazados.

Elena Andrés Suárez dijo...

Querida Amaia:

Hay que reconocer que la peli tambien gana mucho si la compañía es buena... Me encantó verla contigo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Regreso a casa después de contemplar esa película. Gracias Elena, por tu oración contemplativa ante ella.

- "Cuando se va el Sol las flores no se mueven. Dios se encarga de fecundarlas allí donde están".

" - ¿Cómo se sabe si se está enamorado?
- Porque conTigo va una Presencia. Eso no se piensa. Es un hecho. El corazón late por vivir en todo y con todos".

Pues eso, que confiemos plenamente en el Misterio de ese Dios que vive enamorado de nuestra humanidad. Que aprendamos a abrazarnos en Su Luz...

Soy tu 'hermanita' Eva.

Elena Andrés Suárez dijo...

¡¡¡¡Hermanita!!!!

¡Qué alegría escucharte aqui! GRacias por tu comentario, por recordar esas hermosas frases. Un beso, un abrazo.