La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 29 de abril de 2011

Ecos desde Galilea II

Hay lugares y tiempos que dejan huella. San Asensio y el curso de formación de formadores de La Salle han dejado huella en mí. Pero son las personas las que cincelan la huella. Como ya me pasó en setiembre, tras la primera parte del curso, evoco ahora rostros, sonrisas, voces, gestos... Todo lleno de vida, todo lleno de humanidad transida de divinidad.

Imposible que nos reencontráramos en mejor momento: con la experiencia de la Pascua recién estrenada, en la presencia de Jesús Resucitado. Vosotros, educadores y educadoras, laicos y hermanos, habéis sido para mí esta semana el rostro del Resucitado que ha salido a mi encuentro y me ha dicho "la paz contigo".

Intensos días... Habéis dado hondura a cada actividad, llevándome a mí más allá. GRACIAS.

Estoy segura de que nos volveremos a encontrar. Seguiremos "conspirando" juntos por el bien de nuestros chavales, de los otros educadores, de la familia, como servicio a una sociedad en la que las personas necesitan restañar heridas, reencontrar el hogar interior, disponer de estrategias para vivir más positivamente, más humanamente y para perder el miedo a abrirse a Aquel que nos ha ha hecho así, como somos, humanos y que elige esa humanidad, no otra, para manifestarse.

Un abrazo a cada uno, a cada una, uno de esos abrazos especiales que sólo se dan en San Asensio. PAZ.

lunes, 18 de abril de 2011

¡DES-VÍVETE!

Dentro de muy pocos días los cristianos entraremos de lleno en la celebración de tres días de un calado único. El Triduo Pascual que confluye en la celebración más importante de todo el año: la Vigilia del sábado santo, la noche santa que nos lleva a la Resurrección haciendo memoria de la actuación de Dios en la Historia de los hombres y de las mujeres. 

Permitidme que os diga que no deja de llamarme la atención la forma en la que se resalta el viernes santo y la manera en la que olvidamos la Vigilia y los 50 días de celebración de la resurrección de Jesús. En medio queda el jueves santo como el día del lavatorio, gesto litúrgico original, pero sin más carga vital y más con la total asepsia con la que se realiza en muchos lugares.

Para mí estos días son aterradoramente revolucionarios. Desde mis 15 añitos en los que viví la primera pascua joven con mis monjas de Sta. Ana, no he dejado de retirarme ni un solo año para darme la oportunidad de contemplar la Pascua de Jesús. Dejé atrás la Pascua de jóvenes y encontré otras formas de vivir el Misterio. Pascuas en Manresa, en silencio absoluto, con celebraciones sorprendentes, hermosas. Mi primera Pascua "urbana" en una parroquia de Barcelona que fue algo mágico por los ecos que generó y, actualmente la pascua en la Parroquia de S. Juan, en Vitoria. Otro regalo precioso.

No sé si los que nos decimos seguidores de Jesús caemos de verdad en la cuenta de la densidad de estos días. Del mismo modo que la Navidad se nos desdibuja vestida de regalos y comilonas, quizá la Pascua se nos transforma en la oportunidad de unas vacaciones primaverales o en un ir y venir de procesiones.

Ayer, Domingo de Ramos, resonaron de nuevo esas palabras arrolladoramente retadoras de Pablo: "Tened los mismos sentimientos de Cristo, el cual, no se aferró a su condición divina, al contrario se vació de sí mismo haciéndose uno de tantos y el servidor de todos..." 

¿Podemos escuchar algo así y continuar manteniendo imágenes de Dios como las de Juez, Señor feudal, Dios enfadado que exige que alguien pague el pato por el pecado original?

En el umbral de la Semana Santa se nos propone contemplar el vaciamiento de Jesús, del hijo de Dios. El vaciamiento de la Palabra que no da lugar a una palabra vacía sino a una palabra calladamente rotunda, rotundamente callada. Será el cuerpo de Jesús la palabra final, cuerpo entregado y atravesado...CUERPO RESUCITADO. Juan, el discípulo amado, sabrá ver en el crucificado al Resucitado... Nosotros, generalmente, nos quedamos en la cruz... nos cuesta llegar a la alegría inconmensurable de la Resurrección de Jesús, promesa y realidad de nuestra propia resurrección.

Pero, atravesando todo ello, se encuentra el camino del vaciamiento, del despojamiento, del "hacer espacio". Desde el momento mismo de la Encarnación, Dios acontece en la Historia vaciándose de sí. Si leemos todo el evangelio "kenóticamente" (kénosis significa vaciamiento), cada momento de la vida de Jesús, cada palabra, cada milagro, cada parábola, se reviste de un significado nuevo, interpelante...

Lo que sucede el viernes santo, no es sino la consecuencia de un camino de "dejar de ser siendo". Jesús se pertenece por completo a sí mismo porque pertenece por completo al Padre. El Abbá, Padre/Madre y Jesús, son Uno. Jesús se entrega absolutamente al Abbá, se vacía en Él y de Él lo recibe todo, por ello puede dar-se entero, partirse y repartirse... El jueves santo, cuando contemplemos esa cena última, primer icono de la mesa del Reino en la que todos tienen alimento y amor, veremos que Jesús puede ser como el pan porque en él no hay durezas, no hay opacidades, no hay deseos de conservar su ser a precio del ser de los demás. Jesús puede ser como el vino porque su esencia es sabrosa, esencia de fiesta y alegría, no de tristeza y autocompasión.

Por eso, este año, en la parroquia, hemos puesto por lema a la Pascua ¡DES-VÍVETE! y lo hemos hecho porque estamos en tiempo de crisis, una crisis económica, sí, pero que pone al descubierto una crisis de humanidad. Ante ello, los cristianos debemos echar mano de la raíz revolucionaria del cristianismo: la revolución de la toalla: ceñirse la toalla y SERVIR... Servir compartiendo, conviviendo, empecinándonos en la pervivencia del amor que tiene como favoritos a los crucificados de mundo, a los silenciados. Por eso la invitación es a des-vivirse: dejar de vivir centrado en mí para permitir que Jesús sea mi centro, mi raíz. Me des-centro para centrarme, me abandono para ser recogido, me olvido de mí y me reencuentro en los demás que son "lo otro de mí".

Des-vivirse es vivir como nuestras madres, en clave de amor gratuíto. Des-vivirse es entregarse sin alharacas, sencillamente, como dice Lluís Espinal, "gastar la vida sencillamente, sin protagonismos, como el agua que brota de la fuente, como la madre que da el pecho a su bebé..."

Ojalá la contemplación (que no la mera "ojeada", la mirada superficial y rutinaria) de la vida de Jesús, de su divina humanidad, de su humanidad divina, nos arrastre irremediablemente hacia los demás. Ojalá Jesús nos queme dentro, su Amor loco y nos dejemos quemar para luego poder prender fuego al mundo con nuestra esperanza, con nuestro amor, con nuestra confianza en Dios y en el ser humano.

Os deseo una Semana Santa ardientemente profunda...

jueves, 7 de abril de 2011

DIAGNÓSTICO EQUIVOCADO

La reciente propuesta de la presidenta de la Comunidad  de Madrid de construir un centro educativo para los alumnos de bachillerato "excelentes", está suscitando todo tipo de debates en los medios de comunicación. Escuchándolos, una vez más me confirmo en mi opinión de que en este país de la piel de toro no atinamos jamás con el diagnóstico en lo que a educación se refiere.

La cuestión no es, como señalan unos, que un centro de esas características cree "gethos" y señale divisiones: listos-tontos, educación pública-educación privada, ricos-pobres, base-élites.

La cuestión tampoco es, a mi modo de ver, que necesitemos de la "excelencia" como clave educativa y de mejora social.

Todo este asunto lo deberíamos entender en el contexto exacto en el que estamos: España, Europa, Primer mundo.

El contexto español: el debate que se genera a partir de la propuesta de Esperanza Aguirre, es un debate en el contexto español. España no se ha caracterizado casi nunca por su cuidado de la Educación. Los profesionales de la educación, los educadores, seguimos siendo en este país un colectivo denostado, mal mirado, culpabilizado y, desde luego, mal pagado (por más que muchos nos critiquen por al cantidad de días de vacaciones que tenemos, tópico manido donde los haya). Además nuestro país padece la oleada de sucesivas reformas educativas al albur del resultado de las eleciones: a tal gobierno, tal ley educativa. Tales leyes no han sido gestadas en el seno de debates educativos profundos en los que estén representados todos los ámbitos educativos; no sólo la escuela educa, educan los padres, educa la sociedad y, hoy más que nunca, educa inernet. Mientras que en Washintong no hace mucho se celebraba un congreso sobre educación en el que no sólo participaron educadores, sino también psicólogos, neurocientíficos e incluso el Dalai Lama desde la aportación del mundo de la contempalción al desarrollo de la persona, en nuestro país son escasos, por no decir nulos, los foros de encuentro de todos los educadores y desde luego inexistentes los que acogen a especialistas del mundo de las ciencias y de la contemplación. En lugar de eso, los debates se originan en los medios de comunicación en los que cualquier tertuliano sabe más de educación que un maestro con años de experiencia en el aula. Creo que, en este contexto concreto de nuestro país, lo de menos es si se lleva a cabo lo que propone E. Aguirre, sino el hecho de que no nos damos cuenta de que sin una reforma educativa que parta de un consenso generalizado, seguiremos teniendo los resultados académicos que tenemos.

Y precisamente este es el tema que llama mi atención y donde creo que erramos totalmente el diagnóstico y la medicina que pretendemos aplicar. No se trata de centrar el debate en los resultados académicos. no se trata de decir que siempre ha habido alumnos brillantes, normales y poco brillantes. Seguimos empecinados en baremos académicos propios del siglo XIX, seguimos priorizando el CI aunque hablemos mucho de las inteligencias múltiples y de la educación emocional. Nos puede la nota.

Y bien, ciertamente de un alumno se espera que apruebe las asignaturas como signo de que está aprendiendo aquello que necesita para ser culto, para valerse en el mundo desempeñando un oficio, pero...¿de qué alumnos hablamos? ¿No nos damos cuenta de que los niños y adolescentes del último cuarto del siglo XX y lo que llevamos de este, son "otros"? Junto a eso ¿puede ser la educación una mera plataforma de transmisión de conocimientos atendiendo sólo a lo cognitivo? Yo creía que hacía mucho que eso había quedado clarificado, pero escuchando determinadas tertulias radiofónicas, tengo mis dudas y, aquí viene a cuento mencionar los otros dos contextos: Europa y el primer mundo.

Somos habitantes del primer mundo en Europa: La actual crisis económica ha dejado al descubierto las profundas fallas del sistema económico neoliberal. Una mirada superficial nos dejará la sensación de que la crisis más importante, primera y única, es la económica. Sin embargo, afinando muestra mirada, descubrimos que ya antes había unos indicadores que nos hablaban de que este "modus viviendi" no resulta bueno, no es el óptimo para nuestro desarrollo social. La crisis de los valores,  el individualismo creciente, un ritmo de vida rapídisimo, unas exigencisa laborales donde la competitividad prima y muchos otros factores han dado origen a un tipo de niño y de adolescente cuyas cualidades y defectos,  los educadores hemos ido experimentando y que nos han hecho beber el amargo cáliz de comprobar que no podemos seguir educando con herramientas del siglo XIX a ciudadnos del siglo XXI. Tantas cosas nos estaban avisando de que algo no  iba bien. Pero esos indicadores se situaban, se situan aún, en el sí de la persona, algo que no interesa ni a políticos ni a financieros, cuando en cambio, sí es la materia prima del educador.

Hasta que la crisis no ha cristalizado en una crisis económica a nivel mundial y, por lo  tanto, afectando a esta Europa satisfeha de sí, no hemos comenzado a pensar que quizá debieramos cambiar la perspectiva desde la que vivimos. Volcados hacia fuera, hemos ido gestando una forma de vida, propia de los países del Primer Mundo, en la que los verbos centrales son el "hacer" y el "tener". Y esto pasa factura. Los valores como el esfuerzo, la servicialidad, la escucha atenta y serena de uno mismo y del otro, la búsqueda de sentido, la apertura a la trascendencia, se han ido apagando, quedando arrinconados en una sociedad que busca, en líneas generales, el éxito rápido y fácil, donde parece que tiene la razón quien más grita, etc... No quiero parecer pesimista, pero, en referencia al tema que intento exponer, necesito resaltar estas caractersiticas sociales no positivas que nos obligan, y aquí quería llegar, a dejar de poner el acento en el rendimiento académico y centrarnos más en una educación integral. Nos deben importar el cuerpo, la mente, el corazón y el alma de nuestros alumnos. Ellos y ellas son más que una puntuación académica.

A día de hoy, pretender que la excelencia sea igual a un expediente académico lleno de "dieces", es empobrecer mucho la labor educativa y el desarrollo de la persona en su etapa de estudiante y, con ello, empobrecer mucho nuestra sociedad. Hoy más que nunca necesitamos repoblar el planeta de seres humanos solidarios, sensibles, profundos... Trabajadores, sí, pero no por competitividad o por la mera búsqueda de méritos remunerados, sino, porqué no,  gratuitos, capaces de hacer bien las cosas porque apetece, porque genera bienestar en uno mismo y en los demás. Alumnos de matrícula de honor en respeto, en diálogo, en sentido común, aunque  saquen un cinco raspadillo en matemáticas o no hablen cuatro idiomas. 

Pero es que, además, un tanto por ciento elevadísimo de los alumnos de la ESO, no quieren estar en el aula, no les gusta estudiar o ni siquiera pueden debido a la cantidad de problematicas que padecen. ¿Quién les atiende? pues profesores con escasísimo apoyo de las familias, perseguidos por reuniones y papeleos. Profesores a los que se les exige todo, pero se les ayuda muy poco... Profesores que deben afrontar nuevos retos de todo tipo con herramientas de otros tiempos. 
Para mí, esos son los alumnos y los profesores excelentes. Los que cada día afrontan el reto de dar un paso más, de mejorar algo en la vida por pequeño que sea. Lo demás, serán élites, harán grandes cosas en su ámbito, pero...¿aportarán algo a la mejora del mundo en clave de profunda humanidad? No lo sé, seguramente sí, pero el camino nunca será el de la separación y la distinción, sino el de compartir el camino y compartir esa excelencia, la que se tenga, con los que parecen menos excelentes. Eso, claro requiere mayor esfuerzo y creatividad que juntar a los magníficos en un centro magnífico con medios magníficos y educadores magníficos...¡los mundos de "yupi"!

Por favor, pensemos bien el lo que decimos cuando hablamos de educación. Hoy, creo yo, el diagnóstico sigue siendo, una vez más, erróneo.

lunes, 4 de abril de 2011

La manifestación del otro/Otro

Desde el punto de vista creyente, todo cuanto vemos, oímos, tocamos, olemos, gustamos, de Dios proviene y a él se dirige. Manifestación de un Dios que todo lo sustenta pero, que a la vez, está más allá de todo:

Dios está por encima de todo, pero no está elevado. Dios está debajo de todo, pero no oprimido. Dios está dentro de todo ero no incluido. Dios está fuera de todo pero, no obstante, completamente comprendido (Hadewich de Amberes. Carta XXII).

Pero ¿no es acaso una de las tentaciones de todo creyente hacer "entrar" a Dios en sus esquemas, hacerlo a nuestra medida, esquivar el Misterio de la Libertad divina...? Es uno de los problemas de la Teodicea: ¡cómo puede un Dios bueno, permitir el dolor de sus hijos e hijas! La experiencia del aparente triunfo del mal, de la injusticia, el sufrimiento de los inocentes y débiles, hace nacer un grito a Dios, una pregunta desde la entraña: ¿Por qué?

Dejar que Dios sea Dios supone acoger el escándalo de la cruz, vaciarnos de pre-juicios, vaciarnos de expectativas, pero... ¿acaso no puedo y debo esperar que Dios sea Padre/Madre bueno/a cuando así se nos ha revelado en Jesús? El caso es que que tú o yo esperemos que asi sea, no obliga a Dios a ser así, no anula su libertad del mismo modo que el deseo de DIos de que yo viva en comunión con Él no anula mi libertad para irme de casa lejos, muy lejos...

De todos modos, se puede comprender que no acabemos de "comprender" a Dios. Es comprensible que su manifestación rompa nuestros esquemas. En Jesús, Dios es un Dios que sorprende, que escandaliza, que pervierte la ortodoxia... En Cristo resucitado Dios rompe los límites... Y el creyente es llevado a vivir en una continúa receptividad que permita al Misterio manifestarse libremente.

Mas no sólo nos es costoso dejar que Dios sea Dios. Nos resulta igualmente costoso dejar que cada persona sea quien es, sea como es, se nos manifieste de forma no pensada, no esperada incluso no querida. El juego de proyecciones funciona continuamente en las relaciones interpersonales dificultando la distancia necesaria para permitir que el otro/a se me revele en la medida que quiera.

Creo que hay algunos tipos de relación en los que recibimos una invitación privilegiada a aprender a dejar al otro/a que sea quien es siendo también yo quien soy: la amistad y la pareja son grandes centros de aprendizaje de esta libre manifestación del otro/a. Pero, en general, siempre que amamos a alguien, somos invitados a aprender a amar de verdad y, amar de verdad me parece que tiene mucho que ver con permitir la plena manifestación de la otra persona. Algo que conjuga paciencia, escucha, tranquilidad y generosidad no exenta de gratuidad.

Dejar que tú seas tú, eso es amarte. Quizá por eso Pablo dice del Amor lo que dice: "es paciente, es servicial, no tiene envidia, no se jacta n se engríe. Aguanta siempre, espera siempre..." Sólo eso abre las puertas a la plena acogida del otro en su misterio personal. Sólo amar más allá de mis propias necesidades, amar lúcidamente creará la magia de la plena manifestación, del desvelamiento progresivo de la esencia del otro/a.  Porque de eso se trata, de dejarnos sorprender y enamorar por la auténtica esencia del otro/a, no por subproductos "light".

Cuantas veces hay quien ama a una frondosa secuoya y le pide que sea un  bonsay, asustado por los reales contornos...

Dios espera de nosotros que seamos en plenitud. Dios siempre es plenamente Dios... Yo...¿estoy dispuesto a la manifestación del otro/Otro? ¿acepto el hermoso reto de dejar que tú seas tú, sin disminuirte, sin castrarte, sin remplazarte por versiones edulcoradas de ti...? ¿soy lo suficientemente humilde como para ser yo ante ti sin camuflarme?

(Querido escribiente anónimo, me gustará recibir alguna aportación tuya, no lo dudo: será iluminadora).