La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 10 de mayo de 2011

EGO versus ESENCIA

Seguimos adelante en la vivencia de la Pascua. Jesús resucitado continúa saliendo a nuestro encuentro. Jesús es el Cristo ahora. Aquello que sólo Pedro, Santiago y Juan pudieron "ver" en el Tabor, es ahora la experiencia de muchos. La esencia de Jesús queda patente, el Hijo de Dios, Dios encarnado. Lo más hermosos es que el Resucitado, el Cristo, conserva las heridas de la pasión. La irradiación de la esencia no anula la humanidad, no la olvida, no la arrincona, sino que la plenifica.

Me interesa este dato, esta imagen: el Resucitado que muestra las heridas de su pasión. Los que habéis hecho talleres conmigo recordaréis la dinámica del mural: el mural roto y re-construído queda lleno de marcas, de las señales de la vida, del proceso personal que cada uno y cada una debe recorrer y vivir. Gonzalez Faus lo dice muy bellamente refieriéndose al Resucitado: "es él mismo pero no el mismo".

Esta experiencia de sentirse o saberse "yo mismo/a" pero no "el/la misma" no nos es extraña. La crisis y el sufrimiento son consustanciales a la vida. Creo que el ser humano es una critura "crísica", es decir, que se construye de crisis en crisis. Crisis es una palabra que proviene del verbo griego "crimeo" que significa "juzgar, distinguir". Es el acto de separar el grano de la paja. Las crisis que atravesamos son realmente grandes oportunidades para reorientar el camino vital, para quedarnos con lo esencial, para volver a lo fundamental distinguiéndolo de lo accesorio.

A veces el calado de la crisis es tal que nos conduce a fondos abisales de nuestro océano interior. Allí descubrimos seres fantasmagóricos, demonios y ángeles, luces y sombras. En ocasiones nos suceden cosas que tocan directamente la línea de flotación de nuestra persona, de nuestra vida y surgen las grandes preguntas "¿Quién soy?" "¿Qué pinto yo en este mundo?" ¿Qué sentido tiene mi vida, la vida...?"...

Es entonces cuando se establece de forma clara la gran batalla, la épica batalla que acontece en el interior de cada ser humano: la batalla entre el ego y la esencia o el Ser. En leguaje paulino, la lucha entre el "hombre/mujer viejo/a" y "el hombre/mujer nuevo/a". Es un momento de gracia, es el comienzo del despertar, de la iluminación. Cuando por fin soy consciente de mi inconsciencia, tengo la oportunidad de optar, de ir más allá de mí mismo/a al encuentro con mi Ser, con la esencia de mi persona.

La esencia de cada uno de nosotros/as se sitúa más allá del ego. El ego se sirve de nuestra mente para establecer su reinado y sobrevivir. Simone Weil lo llama "la parte mediocre del alma". Sí, el ego es mediocre, no quiere que exploremos todas nuestras potencialidades, quiere comodidad. El ego nos ata al miedo haciéndonos creer que debemos defendernos de los demás, de Dios, de amenazas que, tantas veces, tan sólo existen en nuestro pensamiento. La mente, habitat del ego, crea pensamientos. Los pensamientos se proyectan en la mente como imágenes de una película y el gran drama es que llegamos a creernos esos pensamientos. Así, la mente, llena de ruidos, de enganches con el pasado, de miedos al futuro, de deseos irrefrenables e infantiles, nos opaca la visión del presente y lo deforma todo. La mente, controlada por el ego se convierte en un espejo deformado. Por eso dice el Talmud: "No vemos las cosas tal y como son, vemos las cosas tal y como somos".

Entonces nuestro trabajo es poner manos a la obra en la sanación de nuestra mente. El camino para por el silenciamiento. El silencio se hace atención y ésta desenmascara las trampas del ego y abre la puerta a la manifestación de nuestra esencia, del Ser. De nuevo usaré palabras de Simone Weil: "Hay un esfuerzo que hacer , que es con mucho el más duro de todos, pero que no pertenece al terreno de la acción. Consiste en tener la mirada orientada hacia Dios, volverla a dirigir a él cuando se aparta, aplicarla en cada instante con toda la intensidad que se es capaz. Esto es algo muy difícil porque toda la parte mediocre de nosotros mismos, que es lo que llamamos nuestro yo, se siente condenada a muerte por esta orientación de la mirada a Dios. Y no quiere morir; se rebela y fabrica falsos dioses a los que se pone el nombre de Dios (...) en tal caso la parte medioce del alma está en completa seguridad, nisiquiera la oración la amenaza".

Ser yo mismo, yo misma, es una fascinante aventura que dura toda la vida. Si alguien se dice a si mismo "ya está, yo ya estoy acabado, ya sé todo lo que debía saber, ya me conozco...", se cierra el camino de la plena realización. Nunca estamos hechos del todo. Nos vamos haciendo en la interrelación con los demás, con las circunstancias... Personalmente creo que es "el otro" el reto más grande que se nos lanza. Las personas con las que nos relacionamos de una u otra manera suscitan miles de reacciones, tocan sabiéndolo o no nuestros fondos luminosos y también los tenebrosos. El otro es mi salvación, es la mediación privilegiada para acceder a mi verdad si no me parapeto, si no me acorazo, si no me cierro.

Vivir desde mi esencia es ir más allá de ego, hacer oídos sordos a sus requerimientos y optar tozudamente por la parte brillante de mí, por mi excelencia. En realidad, aquietar el ego, no engancharme en sus trampas, es optar por la felicidad, sólo que es una felicidad diferente y nos asusta porque nos resulta más fácil y comprensible regresar a los "tics" aprendidos, a la ley de "acción-reacción". Vivir desde la esencia nos lleva a mirar las cosas con cierta distancia, sin empastarnos con nada. Esto requiere destrezas que se aprenden en la escuela del silencio y de la soledad.

He aquí la gran batalla: "EGO versus ESENCIA". Cristo, Buda, el Tao... nos señalan el camino, los pasos los hemos de dar cada uno de nosotros.

2 comentarios:

Javier Palacios dijo...

Sartre, que fue un profundo ateo y un pesimista existencial decía que la mirada del otro era la experiencia de la subjetividad ajena, decía "me ven, luego soy" Sin embargo, no supo o no pudo encontrar la mirada amorosa del Padre.

Un garabato

Elena Andrés Suárez dijo...

Me encantan tus garabatos. Sin esa mira da amorosa la vida sería, tantas veces, sencillamente insoportable. FEliz día, garabato.