La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 19 de julio de 2011

La unificación de las dimensiones de la persona

El título de esta entrada constituye el primer objetivo de la Educación de la Interioridad. Objetivo a manera de faro que nos atrae y guía, a manera de horizonte hacia el que tendemos. El proceso de unificación dura de por vida. Vamos alcanzando cotas de mayor unificación, pero nunca la unificación completa. ¿Quizá los que llamamos "santos/as" lo alcanzaron? No lo sé. 

Pero ¿qué es? ¿en qué consiste tal unificación? Unificarse quiere decir compactar el ser, pero no petrificándolo, soldándolo de tal manera que no sea poroso, permeable al cambio y a la evolución, sino viviendo desde el Centro. Compactar el ser quiere decir ir consiguiendo la conjunción de todas nuestra dimensiones y su confluencia para que cada una realice sus peculiares aportaciones a nuestro crecimiento interior y exterior.

Cuando desde la EI proponemos como objetivo la unificación, proponemos que el mundo interior cargue de sentido la exterioridad y que ésta equilibre el interior desde la referencia a los demás, ahí entra el segundo objetivo: la construcción de la unidad con los demás, con el mundo y con Dios. Sin la referencia al otro/Otro, la interioridad se convierte en una trampa mortal que nos encierra en nosotros mismos. Sin la matriz vital de la interioridad, lo externo se convierte en algo vacío de contenido, desestructurado.

Hablar de unificación es tener en cuenta que nuestro ser es poliédrico: corporalidad, psique, alma, corazón... A medida que vamos conociendo más cómo está configurado el ser humano, descubrimos que somos una hermosa complejidad. La cuestión es conocer los procesos que nos ayuda a pasar de la disgregación a la unificación, de la periferia al centro.

Hay partes de tal proceso que nos corresponde a nosotros llevar a cabo; hay momentos y etapas en las que debemos ser capaces de "dejarnos hacer". Dejarse hacer es algo que nos cuesta a los hombres y mujeres de esta cultura científico-técnica, pero que resulta indispensable en el camino de fe. Educando la interioridad queremos abrir a los niños, adolescentes y jóvenes a una sensibilidad interior que les capacite para ser receptivos, para estar abiertos, condición  para acoger el don de Dios en sus vidas y cuidarlo. Educar la interioridad es aprender poco a poco a abrirse sin miedo ni sospechas al Misterio, a las experiencias que nos sobrecogen y sobrepasan.

Pero todo ello resulta casi imposible, sin un Ser, sin un Yo (no en el sentido egoíco sino identitario). De ahí la importancia de ir creciendo en unificación. Eso otorga densidad al Ser y, por lo tanto, dará peso y densidad a las decisiones vitales, a los actos. No en vano dice Jesús: "Que vuestro si sea un si y vuestro no sea un no". El evangelio apunta hacia un hombre, hacia un mujer unificado/a, en el que cuerpo, mente y corazón laten a un mismo compás.

Entrar en procesos de unificación genera mayor libertad, acrecienta la paz, nos hace más "señores" de nosotros mismos, lo cual también abre el camino a poder dar-se a los demás puesto que nadie que no se posea previamente puede dar-se.

De todo ello y más habalmos cuando nos referimos a la unificación de las dimensiones de la persona como objetivo primero de la EI. Los medios para hacerlos, tantos como nuestra creatividad e ilusión nos hagan descubrir.

No hay comentarios: