La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Momo y Beppo, el barrendero

"En las ruinas de un anfiteatro, justo afuera de una ciudad italiana sin nombre, vive una niña huérfana llamada Momo, que posee la habilidad extraordinaria de saber escuchar. Escucha de una manera tan especial que es capaz de encontrar las respuestas a los problemas de quien habla con ella, de hacer amistades e inventar juegos muy divertidos, hasta el extremo de que en su barrio la frase "Vete a ver a Momo" se ha convertido en proverbial." Momo tiene amistad con todos y especialmente con el barrendero Beppo y el guía turístico Gigi (también conocido como Gigi Cicerone o Girolamo).
Esta atmósfera placentera acaba con la llegada de los Hombres Grises, unos extraños individuos que representan al Banco de Tiempo y promocionan la idea de ahorrar tiempo entre la población (tiempo que puede ser depositado en el Banco y devuelto al cliente después, con interés). En realidad, hacen que la gente lo olvide todo salvo su obsesión por ahorrar todo el tiempo posible para un hipotético uso posterior. Gradualmente, la siniestra influencia de los Hombres Grises afecta a toda la ciudad: la vida se convierte estéril, se deja de hacer todo lo que se considera perder el tiempo, como el arte, la imaginación o incluso dormir. Los edificios y las ropas están hechos exactamente de la misma forma para todos y el ritmo de vida se torna ajetreado. En realidad, cuanto más tiempo ahorra una persona, menos tiene: los hombres grises lo consumen en forma de cigarros, hechos de pétalos secos de los lirios-horas que representan el tiempo. Sin esos cigarros, los hombres de gris no pueden existir.
Momo, por su especial personalidad, se convierte en un obstáculo para los planes del Banco de Tiempo. Los hombres grises intentan infructuosamente deshacerse de ella. Momo, junto a la tortuga Casiopea (que se comunica con ella gracias a los mensajes luminosos de su caparazón) se enfrentará a la dictadura de los hombres de gris y terminará con ellos. Para ello Momo deberá ir al mismo manantial del tiempo.

Ayer utilicé el símbolo de la maratón para hablar de la vida. La imagen de un multitud moviéndose junta me evocaba que no vamos solos. Pero, si habéis visto el vídeo, el auténtico protagonista y vencedor es el ancianito que llega a la meta sólo, poquito a poco y ya entrada la noche, con la única compañía de su mujer también anciana que le acoge llena de ternura.

Un querido amigo me hizo caer en la cuenta de que "los que corren se pierden muchas cosas del camino...". Le estuve dando vueltas a esa cuestión y recordé a Beppo el Barrendero, el amigo de Momo. Hombre tranquilo y pausado, lento incluso para hablar, a veces tarda días en responder, lo cual hace que mucha gente piense que es un poco "corto". Simplemente reflexiona bien lo que dice, vive su tiempo más despacio que el resto. El arte de la paciencia hace que en el fondo posea mucha sabiduría. Hay una escena en el libro en la que Beppo está barriendo una calle larguísima y explica su secreto: está atento tan sólo al trocito que está barriendo. Lo que hace Beppo es vivir el presente y poner en él toda su atención, todo su ser. No es lento como muchos le perciben, simplemente está en el presente al cien por cien y así es como toda prisa desaparece, porque no hay mejor momento ni mejor lugar que el presente.

Nombraba ayer a Forrest Gump. Forrest corre y corre, hasta que un día se da cuenta de que no sabe por qué corre, entonces se detiene y regresa a casa. Beppo ha estado siempre en casa, porque el hogar lo llevamos dentro de nosotros. Mi casa está donde estoy. ¿Adónde queremos ir cuando corremos tanto, cuándo planificamos tanto? ¿adónde nos llevan nuestras ataduras con el pasado y nuestras proyecciones de futuro? Muchas veces tan sólo nos exilian de poder disfrutar del momento presente con toda la riqueza que éste encierra. ¿No será más bien que no estamos a gusto con nosotros mismos y buscamos tapar esa insatisfacción haciendo muchas cosas?

Por otro lado, en medio de nuestras maratones vitales resulta muy difícil escuchar al que está al lado. Entre su presencia y la mía se interponen un sin fin de ruidos que provienen de las prisas que me generan impaciencia, o de mis miedos que crean murallas invisibles. Ahí entra Momo, la niña que escucha de una forma tal, con tal profundidad y atención que quien habla con ella sale renovado y clarificado a pesar de que Momo casi nunca dice nada.

Precisamos del "ministerio de la escucha". Debieramos crear escuelas de escucha para ser verdaderos "escuchantes", no meros "oidores". Seguro que habéis vivido la experiencia de sentiros verdaderamente escuchados. En esa experiencia hay acogida, cariño, respeto, ternura... Quien sabe escuchar, escucha con el corazón, por eso oye la voz del alma más allá de las palabras. Quien sabe escuchar hace como Momo: inventa mil juegos para el otro y los dos acaban jugando juntos. Es el juego de la escucha en el que las palabras se transforman en meras excusas para un Encuentro que revitaliza a quienes se encuentran. Cuando nos sentimos escuchados, siempre regresamos del Encuentro con una sonrisa en el rostro y en corazón, como niños que regresan de sus juegos.

Momo y Beppo nos enseñan "el poder del ahora" (libro muy recomendable, por cierto). Caminar es más hermoso que correr. Caminar lento, tranquilamente, caminar unos al lado de los otros, dejando espacio a la confidencia, a la risa, a los silencios. Caminar relajadamente atentos, dando la oportunidad de que se nos revele la Belleza de la Vida en el rostro del otro, en la naturaleza, en los sonidos, olores, sabores y texturas de la vida.

Y correr apasionadamente cuando del hermano necesitado se trata. Galopar hacia quien nos necesita sin perezas ni reservas, entonces, sí, correr, porque el otro/a me necesita.

Que Momo y Beppo nos enseñen a vivir de veras: pasito a paso y escuchando.


4 comentarios:

Andrés dijo...

Elena, me han encantado “Momo y Beppo, el barrendero” y el anciano del maratón. A petición de mis Hermanos llevo catorce meses dedicado, casi a tiempo completo, al “Ministerio de la escucha” (o al menos intentándolo). Sin duda “corro menos” que antes, me detengo más en y con cada persona. Mi casa es la comunidad que estoy visitando unos días, o la de mi madre enferma, o la de mis amigos, o en San Asensio este verano… La casa se convierte en lugar para la escucha, el encuentro, disfrutar juntos, orar… A veces vienen las tentaciones de huida, cansancio (por que ejercer el ministerio de la escucha es duro)… pero El y vosotros me recordáis que “este es el camino”.

Elena Andrés Suárez dijo...

Andrés, gracias por explicarme cómo es tu ministeriode la wesucha, gracias por acogerlo en tu vida con todo el cansancio que implica y, a veces, soledad... GRACIAS, de todo corazón y... si necesitas reposo, en VItoria tienes tu casa, no lo dudes. Un fuerte abrazo de escuchante a escuchante.

Amaia dijo...

Preciosa reflexión, Elena. Ser escuchado es un regalo, pero también lo es escuchar. Escuchar a alguien es acompañarle en su mundo interior para que deje que todo lo que tiene dentro pase mediante vasos comunicantes a ti. Cada vez que escuchas a alguien, cada vez que te detienes con otro para no pensar más que en él y dejas tus preocupaciones personales, cada vez que encuentras a alguien con quien comunicarte a niveles profundos…has encontrado un tesoro. Disfrutemos de poder ser escuchantes y escuchados.
Feliz fin de semana

Amaia

Elena Andrés Suárez dijo...

Maravillosa reflexión, Amaia. Tengo la enorme suerte de sentirme escuchada por ti tantas veces, casia a diario... GRACIAS. He encontrado un tesoro.