La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 17 de octubre de 2011

Merecer o no merecer... esa no es la cuestión

Hace ya un tiempo que voy leyendo en diferentes autores y en libros que reflexionan sobre el crecimiento personal, que debemos eliminar de nuestra mente la idea de que merecemos algo. La vida es de por sí injusta y complicada y no siempre recibimos lo que creemos merecer, y el hecho es que, realmente, no merecemos nada. Resuena en esta idea la eterna búsqueda del porqué del dolor del inocente y de la pujanza del culpable que atraviesa todo el AT. La lógica retributiva que decía que al impío le debe ir mal mientras que al justo tiene que irle bien. El libro de Job nos enseñará que tal lógica no se sostiene, que la vida es un misterio y que Dios es un Misterio. Job se enfrenta a la absoluta imposibilidad de manipular la Vida que acontece al márgen de nuestros deseos.

De acuerdo, pero no puedo dejar de preguntarme por qué se nos repite tanto que debemos olvidarnos de merecer algo. Yo sí creo que es lícito que surga en nosotros la idea del "merecer". Por ejemplo, mi fe en un Dios Amor, me lleva a afirmar sin ningún miedo ni vergüenza alguna que todo ser humano es merecedor de amor, merecedor de respeto, merecedor de que se respete su dignidad. 

Existe una Carta Universal de los Derechos Humanos... El ser humano ¿tiene derechos o tan sólo le son otorgados en virtud de un acuerdo universal? pero ¿de dónde surge la idea de que al ser humano se le deben otorgar derechos? y por qué sólo el ser humno ¿Deberíamos redactar una Carta Universal de los Derechos de todos los seres vivos?

En este momento de acuciante crisis económica, miles de personas ven pisoteados sus derechos de forma flagrante. Cuando el dinero se pone nervioso los derechos desaparecen. Es todo volátil y voluble en el terreno de los derechos.

Pero yo sigo poniendo la mirada en Dios. En el Dios Compasión de Jesús. Mirarle a Él no cambia las estructuras injustas de este mundo nuestro. Mirarle a Él no hará que las espadas se conviertan en azadas por arte de magia, pero mirarle a Él si me otorga a mí una mirada diferente y me lleva a afirmar tozudamente que merecemos ser tratados como seres humanos, es decir, con dignidad, con amor.

Me dicen en esos libro que olvide el creer ser merecedora de algo. De acuerdo, lo sé, nada de lo que soy lo he ganado yo, el bien más precioso e íntimo que es mi vida no lo he creado ni elegido yo, se me ha dado. No merezco nada, cierto es, todo es gratuito, todo me ha sido dado. Cierto. Pero también es cierto que algo dentro de mí me dice que yo y que mis semejantes tenemos derecho a ser tratados dignamente. Mi corazón me dice que nadie es más que nadie ni menos que nadie.

Cuando soy tratada injustamente, cuando soy tratada con violencia, cuando se me hace daño o se pisotean mis derechos, algo dentro me dice que eso no es correcto. Puedo llegar a entender las razones por las que tal persona me trata así, pero no puedo justificar el acto en sí. Es aquello de odiar el pecado y amar al pecador. Algo dentro de todo ser huamno le dice que el camino es otro. Algo dentro de cada uno de nosotros nos repite que sí somos merecedores de algo.

Es evidente que nadie merece nada, los acontecimientos de la vida se suceden líbremente, hay quien lo percibe como un escabroso juego de dados: hay a quien le salió a perder en la partida, hay a quien le salió a ganar. ¿Juega Dios a los dados con nosotros? Para mí esa no es la cuestión, para mí la cuestión es qué hago yo. Que la vida parezca un azar supone para mí una llamada de atención a mi comportamiento ético. Si todo a mi alrededor puede derrumbarse en un momento yo sí puedo construir un edifico interior sólido de valores y criterios éticos. Para mí esa norma interior son las Bienaventuranzas, que, precisamente, contravienen toda lógica humana y  me dicen que el justo, el manso, el pacífico, el limpio de corazón seguramente tienen todas las de perder en este mundo, pero son los realmente DICHOSOS.

Por eso, desde mi punto de vista, merecer o no merecer, no es la cuestión. El ser humano, tal y como me enseña Jesús, merecerá siempre todo mi respeto y todo mi amor, incluso mis enemigos. Me supera... sí, pero Él me da su Gracia. Así, crecimiento humano y crecimiento espiritual van de la mano.

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