La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 16 de diciembre de 2019

SER

Comparto con todos vosotros/as la buena noticia de la publicación de mi segundo libro en solitario: "SER" Ed. San Pablo 2019. Forma parte de la colección "Adentro".

 Es un libro más "personal", en el sentido de que no abordo en él directa y únicamente la EI sino que comparto mi forma de entender ese verbo "ser" que nos configura como personas. A los que os habéis formado conmigo os "sonarán" ideas y perspectivas que, evidentemente, forman parte de mi abordaje de los fundamentos antropológicos de la EI.

De todo corazón deseo que os sea útil, que os pueda inspirar o ayudar en algo. Es mi regalo de Navidad para vosotros y vosotras con todo mi cariño.


martes, 26 de noviembre de 2019

La EI y el mito: resucitar los hacedores de mitos

En la comedia Las ranas, de Aristófanes, el dios Dionisos hace un viaje al Hades con el fin de traer de vuelta a uno de los poetas muertos. La ciudad languidece abrumada por la mala poesía y parece que la mejor solución sea resucitar a uno de los antiguos y famosos practicantes del arte poético. En el mundo subterráneo, Dionisos es juez de una competición entre Esquilo y Eurípides, y finalmente invita al primero a salvar la ciudad de su mortal carencia de profundidad poética. Eurípides queda descalificado por demostrar su supuesta profundidad con el verso "Cuando consideramos digno de confianza lo indigno, e indigno de confianza lo digno", un ejemplo de galimatías que se puede oír en cualquier momento y lugar en los que se haya perdido el alma.
Nuestra actual situación cultural se ajusta muy exactamente a la pauta de Las ranas. Hemos perdido cierta profundidad en la forma en que entendemos nuestras experiencias, de las que hablamos usando un lenguaje que a menudo es falso y superficial, para describir aspectos complejos y profundos de la vida. También nosotros necesitamos volver a las profundidades y recuperar la perdida apreciación de la poética de la vida cotidiana. 
(Thomas MOORE. El cuidado del alma. Guía para el cultivo de lo profundo y lo sagrado en la vida cotidiana. Ed. Urano 1998. Pág. 285)


Algo que me llama poderosamente la atención de la Pedagogía Waldorf es su uso de los relatos mitológicos en el plan de estudios de los niños de primaria. Pude ver los cuadernos pulcramente dibujados y escritos de una alumna de la escuela Waldorf de Vitoria-Gasteiz, hija de unos queridos amigos, cuadernos en los que iba adentrándose en los mitos de diferentes culturas. Cuadernos en los que ella escribía y dibujaba esos mitos. Me impactó e interrogó poderosamente.

Hoy, entiendo que la configuración de nuestras sociedades y el vacío de pensamiento estructurado y enraizado en lo hondo, hace más que nunca necesario el regreso a los mitos o a lo mitológico si se prefiere.

Tras grandes sagas cinematográficas de corte mitológico como "Star Wars", "Star Trek", "Matrix", o las adaptaciones de obras literarias como "Harry Potter" o "El señor de los anillos", parece que el mundo del cine ha apostado por la recuperación masiva de los super-heroes y super-heroínas de la Marvel y sus antagonistas (véase el éxito de "Jocker"). Daría para más de una entrada hacer una comparativa entre la densidad de contenido, por ejemplo, de la trilogía de "El Señor de los anillos", no digamos en su original literario, con películas como "El caballero oscuro" por más que se pretenda realizar un supuesto estudio psicológico de la figura de Batman. Pero no puedo ahora entrar en ello. Sin embargo, sí me sirve como ejemplo para señalar esa urgencia de "volver a las profundidades" en un contexto cultural tan dado a la apariencia de profundidad, subrayo la palabra APARIENCIA.

El mito es mucho más que un mero divertimento de seres extraños o medio extraños viviendo situaciones inauditas. El mito ha sido en la historia de la Humanidad, un camino de interpretación de la vida, de su sentido. El ser humano ha precisado de la "mirada mítica" para comprender, para profundizar, para ubicarse en la vida y su inmensidad. La figura del heroe y de la heroína míticos es en general la aquel o aquella que realiza un viaje, sale de su casa, pero para regresar a ella. Hay, sí, un viaje a las profundiades o un viaje a lo lejano, pero existe el regreso. 

El héroe regresa a casa con nuevas luces para su pueblo, para su familia. El viaje le ha transformado, le ha descubierto capacidades desconocidas en sí mismo/a. Regresa siendo él mismo o ella misma, pero ya no es el mismo ni la misma... (parafraseando al gran González Faus en su descripción del Resucitado).

¿No es acaso este el periplo de "El Principito" que ha de irse lejos para terminar descubriendo el valor de su rosa de la que necesitó alejarse, de la que huyó y que en tierras lejanas descubrirá que es "única en el mundo"?


Como el mito llega tan lejos en su descripción de las formas universales en que se desenvuelve la vida humana, puede ser una guía indispensable para comprendernos a nosotros mismos. Por falta de una comprensión poética adecuada, como Dionisos en Las ranas, nos vemos obligados a hacer un viaje al mundo subterráneo, un viaje que no siempre es agradable (...) Es posible hacer lo que hizo Dionisos sin necesidad del peligroso viaje al más allá: resucitando los hacedores de mitos del pasado al recobrar el aprecio por mitologías del mundo entero.
(Thomas MOORE. El cuidado del alma. Guía para el cultivo de lo profundo y lo sagrado en la vida cotidiana. Ed. Urano 1998. Pág. 285-86).

Estoy convencida de que la Educación de la Interioridad debe apuntar hacia esa recuperación de la "poética de la vida cotidiana" que señala Moore, algo a lo que María Zambrano denominó "razón poética" y que resulta imprescindible para vivir yendo más allá pero incardinados en la vida de cada día.

La mirada mítica, la razón poética, están en la entraña de la aventura de ser persona. No es bueno que renunciemos a ello en pro de pseudo-poéticas y de pseudo-mitos recubiertos de efectos especiales y de palabras vacías que no se cansan de repetir tópicos. y más tópicos.

Eduquemos de tal forma que alimentemos y hagamos saltar chispas en las mentes y los corazones de nuestros alumnos/as potenciando en ellos y ellas el gusto por hacerse preguntas, el placer de la argumentación, la revolución de poner en activo la razón poética saliendo de la esclavitud de la sola razón científica, el deseo de "ir más allá", la necesidad de crear y re-crear el mundo heredado: que ellos y ellas puedan ser "hacedores de mitos"

No por mil veces usada es menos cierta la sentencia que el zorro regaló al Principito: "LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS, SÓLO SE VE BIEN CON EL CORAZÓN"




jueves, 7 de noviembre de 2019

De "arraigos" y "desarraigos" en el Trabajo Corporal de la EI

En la reflexión anterior de este blog, recordaba una reflexión de S. Weil acerca de la patria. El texto está dentro del libro publicado con el título "Echar raíces" y el capítulo titulado "el desarraigo".
Regreso a este tema porque me parece que entra de lleno en nuestra propuesta de Educación de la Interioridad que no puede ser tan sólo una propuesta de "relajación" y "bienestar" sino que, como sabéis, subrayo que debe aportar aprendizajes, conocimientos y herramientas para la unifiación personal y  para el emerger de una visión ética, unas virtudes  y una implicación en pro de la justicia. Y no puede ser de otra forma, porque como también repito incansablemente, la conexión real con el interior, hace brotar de forma innata la compasión.

Dicho esto quisiera centrarme en este tema del "echar raíces" y del "desarraigo", porque son dos imágenes de una potencia antropológica potentísima.

ECHAR RAÍCES: quienes os habéis formado conmigo, habéis experimentado diferentes técnicas de conciencia y trabajo corporal que señalan hacia la toma de conciencia de nuestros puntos de apoyo físicos, de la calidad de nuestra presencia desde y en el cuerpo, etc. Sabéis que no lo trabajamos por sí mismo, aunque ciertamente en sí mismo ya tiene un cierto valor, sino que apuntamos hacia la "corporeización" de la vida interior y espiritual, sobre este tema, y para no alargar esta reflexión,  refiero a una de las entradas de este blog: Karlfried G. Dürckheim: la centralidad del "exercitium" y su relación con el trabajo corporal y la apertura a la trascendencia (29/10/18)

Así pues, es real en cada uno de nosotros y de nosotras, que precisamos de contextos humanos en los que sentirnos enraizados. El primero y más principal en una primera fase vital es la familia y sabemos que cuando esta "falla" o es deficitaria en proveernos de lo necesario sobretodo en un nivel emocional, podemos "arrastrar" toda la vida ese deficit que se manifestará en muchos ámbitos de nuestra conducta. 

Echar raíces, pasa en un primer momento de la vida de cada persona, por ser (siguiendo el símil del árbol o de cualquier planta) por ser"plantados" (no lo elegimos) en un terreno familiar, en un contexto sociocultural. Sin embargo, esas primeras raices que germinarán y nos darán nutrientes (escasos o no) están llamadas a crecer y a extenderse más allá de la tierra familiar. Hasta aquí todo es sencillo de entender: venimos a este mundo en una familia y un contexto sociocultural particular en el que nos vamos enraizando no por decisión propia, sino porque ahí nos ha traído al Vida, pero es gracias a ese contexto que vamos entendiendo la vida, a nosotros mismos, e incluso llegado el caso, podemos decidir "echar raíces" en contextos muy alejados de nuestra infancia y juventud, pero, en todo caso, sentiremos siempre la potencia de esas primeras raíces, especialmente positivas para la persona cuando nos han nutrido profundamente de "buen alimento".

Pero son muchas las personas que viven la experiencia de verse obligados a echar raíces donde no hubieran pensado nunca hacerlo o incluso donde no lo desean. Pensemos en el movimiento migratorio. Tener en nuestras aulas alumnos y alumnas que llegan de otros países, sean estos europeos o no, pero especialmente los alumnos provenientes de fuera de Europa, piden del claustro educativo una reflexión honda sobre este tema de las raíces personales. Son niños y adolescentes en edad de echar raíces estables y serenas pero que, en cambio, se ven abocados a una experiencia de desarraigo. En el caso de los menores no acompañados este asunto es profundamente dramático, ya que ni tan solo disponen de lo más esencial y básico: la presencia de sus padres o de algún familiar cercano que les sirva de referente personal y de sostén emocional. 
Niños y adolescentes en edad de echar raíces pero ya desarraigados. ¿Hacia donde dirigen su necesidad de "nutrientes vitales"? Pues tantas veces hacia "tierras" llenas de contaminantes: drogas, alcohol y un largo etcétera de situaciones que amplifican el desarraigo al convertirlos en "molestos" para el entorno que pide de ellos y ellas comportamientos y actitudes que, simplemente, por su nivel de desarraigo personal, les es muy difícil alcanzar. Triste y preocupante resulta  la criminalización de los llamados "menas", pero no voy a entrar en la reflexión sobre este tema sangrante que evidencia la falta de responsabilidad y ética de muchos políticos y partidos de nuestro entorno.

Mi intención es apuntar hacia el hecho de que, en el siglo XXI, en el contexto de un planeta lleno de corrientes migratorios debidas ya no sólo a guerras, hambre y persecuciones, sino, cada vez más, causadas por el cambio climático que agudiza la pobreza de los ya empobrecidos, la Escuela tiene ante sí un reto (son muchos, lo sé... pero ahí están...): el reto de aportar algo a quienes se sienten desarraigados para que puedan aprender como echar raíces en su nuevo contexto sociocultural. podemos aportar mucho, ya lo hacemos, no cabe duda, con nuestra cálida acogida en las aulas, con nuestros desvelos por realizar adaptaciones curriculares positivas para ellos y ellas, con cientos de acciones que buscan hacerles sentir queridos y valorados y facilitar su arraigo. 

Con esta reflexión, simplemente quiero traer a primera línea de reflexión que la Educación de la Interioridad no puede ni quiere quedarse al márgen de estas cuestiones porque, lo repetiré mil veces: la verdadera EI lleva en su entraña la fuerza humanidora del Evangelio de Jesús que sitúa al empobrecido y silenciado en el centro de su acción samaritana. Por ello, la EI en el marco de la escuela católica, no debe circunscribirse a prácticas de meditación tendentes a la mera disminución del estrés, nerviosismo, etc, sino que siempre debe saber que su horizonte es la plena humanización que pasa por posibilitar el paso de sentirse desarraigado a vivirse enraizado en la Vida desde un Centro personal abierto a todos.

En este sentido, las técnicas de Centramiento, el trabajo corporal con diferentes técnicas y ejercicios, puede encontrar en el "echar raíces" un horizonte de sentido o, si se prefiere, un símbolo inspirador, que ordene las propuestas que realicemos con los alumnos hacia el redescubrimiento, sobretodo a partir de los 11-12 años, de los arraigos y desarraigos que cada uno experimenta. Así, el contenido de trabajo corporal propio de la EI no pasará a ser un mero divertimento, sino una herramienta para un mayor y más concreto autoconocimiento.

miércoles, 23 de octubre de 2019

¿Trans-patriotismo?

El mundo necesita en este momento un patriotismo nuevo. Y ese esfuerzo de invención debe hacerse ahora, cuando tanta sangre se está derramando por causa del patriotismo. No hay que esperar a que  vuelva a ser algo de lo que se habla en los salones, en las Academias o en las terrazas de los cafés.
    Es fácil decir, como Lamartine: "Mi patria está allí donde brilla Francia... Mi país es la verdad". Desgraciadamente, ello tendría sentido sólo si Francia y verdad fueran términos equivalentes. Pero ha ocurrido ya, sigue ocurriendo, y ocurrirá, que Francia mienta y sea injusta; pues Francia no es Dios: entre Dios y Francia hay una gran distancia. Sólo Cristo ha podido afirmar: "Yo soy la Verdad". A nada más sobre la tierra le está permitido decirlo; ni a hombres ni a colectividades, pero mucho menos a estas. Pues es posible que un hombre alcance un grado tal de santidad que ya no sea él, sino Cristo quien viva en él. Por el contrario, ninguna nación es santa
   (...) Ello parece obligarnos a pensar que nuestra resistencia constituiría una posición espiritualmente peligrosa, e incluso perjudicial, si entre los móviles que la animan no sabemos situar en sus justos límites el móvil patriótico. Es el mismo peligro que expresan, en el lenguaje extremadamente vulgar de nuestra época, quienes dicen temer, sinceramente o no, que este movimiento derive en el fascismo; pues éste va siempre unido a determinada variedad de sentimiento patriótico.
                                                                   (Simone Weil. Echar raices. Ed. Trotta. Págs. 121-122)

Simone Weil escribe Echar raíces en su exilio en Londres, triste por no poder participar en primera línea en la Resistencia francesa contra la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial. No es una reflexión teórica desde una distancia cómoda y burguesa, porque ella nunca se situó en la comodidad ni en la burguesía. Simone vivó al margen de las reglas propias de la familia acomodada en la que había nacido y que le había proporcionado una exquisita formación. La buguesía francesa ya la había "mirado mal" y con suspicacia por su forma de relacionarse con sus alumnos del Liceo de Le Puy y con los trabajadores locales. 

Además de ser una de las tres mujeres filósofas más importantes nacidas a comienzos del s. XX, junto con María Zambrano y Hannah Arendt, Simone Weil es la que estuvo más implicada en poner en práctica sus ideales de educación y de justicia para lograr una humanidad más sabia y más libre.
Sus citas, rotundas y certeras, aparecen como referencias a su pensamiento, marcado por un itinerario vital e intelectual que se manifiesta en tres direcciones: una búsqueda continua y apasionada de la verdad, que la lleva a estudiar Filosofía y a interesarse por todas las manifestaciones religiosas; una marcada pureza natural que se asombra ante la contemplación de la belleza del mundo y del arte, en donde presiente la huella de Dios; y una vulnerabilidad ante la desgracia de las clases más desprotegidas de la sociedad, que la llevó a luchar por mejorar sus vidas (tomado de la web "Esfinge", en una entrada escrita por María Angustias Carrillo de Albornoz)
Hoy, recupero a esta mujer que desde hace muchos años me fascina e interpela. Lo hago porque estoy convencida de que en el contexto mundial tan convulso que vivimos, más que nunca se hace preciso escuchar voces mesuradas. Voces que, como las de Unamuno, Zambrano, Arendt y Weil, sepan escuchar lo que sucede y llevarlo a un lugar en el que desnudarlo de la más primaria visceralidad para descubrir donde están las trampas y las luces de los acontecimientos. Sus voces y su reflexión son también e indudablemente irrenunciables dentro de los colegios, en las aulas.En este caso, traigo a colación este texto que gira en torno a la noción de "patria" porque creo que debemos replantearnos con serenidad y la objetividad que nos sea posible (lo patriótico siempre nace y facilita esa visceralidad que hace ardua la tarea de una reflexión abierta y calmada) si en el contexto del siglo XXI pudiera emerger una nueva forma de patriotismo o, incluso, un modo de entender la vida humana que supere ese concepto. Una especie de "trans-patriotismo" que hiciera referencia y portara en su núcleo la convivencia como gran Familia humana, no negando las identidaes culturales, pero sí resituándolas y relativizándolas en pro del Bien Común (algo que late en la entraña de la Doctrina Social de la Iglesia, tan poco conocida y aplicada).
Soy consciente de los peligros que conlleva lo que acabo de mencionar porque, entendido de determinada manera, suena a un Gran Hermano "patrio" que nos uniformara y desidentificara en una versión deformada del concepto de Bien Común y de Familia Humana. Sin embargo, ¿no fue la creación de la ONU algo que en su entraña portaba este deseo de mirar por el bien del mundo más allá de las fronteras? (Lejos ha quedado la ONU de las pretensiones con las que se creó, sí, pero como idea no fue ni es desdeñable). 
Creo que el texto de Simone Weil que propongo hoy,  no puede ser más claro y resalto dos frases, dos ideas por su contundencia: " El mundo necesita en este momento un patriotismo nuevo" y "ninguna nación es santa".Que el mundo necesita un patriotismo nuevo resulta evidente ahora como en el momento en el que Simone escribe esas líneas. Weil lo refiere al contexto de la Segunda Guerra Mundial, un contexto marcado por la afirmación de la Patria y de la Raza propia del fascismo alemán, italiano y español. Weil observa la respuesta francesa al ataque alemán, ve como la afirmación de una patria -la alemana- hace nacer la afirmación de otra-la francesa- y pone en entredicho el tipo de respuesta que parece va a hacer nacer identificando el peligro de situar el patriotismo en un nivel que no le corresponde.
¿Puede aplicarse este diagnóstico al contexto español, europeo y mundial hoy? Creo que sí. Seguimos necesitando urgentemente, hoy, aquí y ahora, "un patriotismo nuevo" que, como indicaba, podría ser un "trans-patriotismo". Porque hoy hay un elemento en esta ecuación política que no existía en tiempos de Weil: el cambio climático. ¿No resulta cuando menos "chocante" que mientras sabemos, ahora ya de forma inequívoca, que es el planeta en su totalidad el que corre peligro, en cambio sigamos luchando a brazo partido por "este" "mi" trozo de planeta contraponiéndolo a otros trozos del planeta? Se define patria como tierra natal o adoptiva que está ligada a una persona por vínculos afectivos, jurídicos y/o históricos. La lengua y las costumbres tendrían mucho que ver con lo patriótico que, además, lleva en sí, un núcleo emocional importante. Es precisamente esta carga emocional la que Weil critica al advertir que "ninguna nación es santa".

Lejos de proponer un "apatridismo", reconozco que el ser humano y, en concreto este ser humano que yo soy, precisa de sentirse enraizado en alguna tierra. De hecho este texto de Weil que comento, se sitúa en un texto titulado "el desarraigo". He leído y reflexionado sobre este texto muchas veces, vuelvo a él con cierta asiduidad. Me deja siempre un sinfín de interrogantes sobre esa dicotomía entre "arraigo" y "desarraigo". Me pregunto en qué consiste el arraigo y en qué su contrario. Lo veo en mi vida (he vivido en diferentes lugares y en otro país). El anhelo de una tierra firme, de una identidad cultural y, a la vez, el reconocimiento fehaciente de que toda tierra es mi tierra en tanto que humana.

El mundo en este momento subraya lo que nos hace diferentes, las banderas, las fronteras y, a la vez, la evolución del hambre, guerras, empobrecimiento de milones de personas y el cambio climático, dibujan un movimiento humano que rompe esos estándares adoptando la forma de movimientos migratorios imparables.

Coexisten los nacionalismos con un anhelo de una patria humana común en la llamada "aldea global". Resaltamos lo que nos diferencia, pero comprobamos que a la corta o a la larga, nuestra supervivencia como raza humana dependerá de nuestro trabajo juntos en pro de la defensa del medio ambiente. Mundo y momento histórico de contrastes y paradojas.

Desde mi vocación de trabajo y reflexión en torno a la Educación de la Interioridad, constato que se hace irrenunciable y urgente familiarizar a los jóvenes con el pensamiento político de altura (no con el visceralismo desmedido de las tertulias y del actual panorama político).

Conectar con nuestra dimensión interior y arraigarse en el Ser profundo, conlleva altura de miras. La mirada interior termina con miradas que empequeñecen los horizontes, favorece la emergencia de una sensación de estar en todos sitios como en casa, al márgen del idioma y las costumbres, porque es lo humano la casa y el hogar.

Arraigarse en los profundo ayuda a reconocer que ciertamente "ninguna patria es santa", capacidad de auto-crítica en tanto que colectividad. Conlleva reconocer que este mundo nuestro del siglo XXI precisa de nosotros caminos de unidad y no de división quizá como nunca en la historia de la familia humana.

Educar la Interioridad seriamente, debe servir para despertar a lo universal, sin menospreciar lo particular, pero no haciendo de ello motivo de división, odio, rivalidades y luchas.

Por último, y desde la experiencia creyente, afirmo que todo ataque al otro, verbal o físico en pro de la salvaguarda de tal o cual "patria" nada tiene que ver con el Evangelio de Jesús ni con su propuesta de hombre-mujer basada en las Bienaventuranzas y en una mesa universal compartida en la que el Amor es la única ley y el invitado más especial, precisamente, la persona rechazada y empobrecida por las leyes injustas.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Aquel árbol, aquella campa, esta emergencia planetaria...

Guardo en mi memoria vívido y grabado a fuego, un recuerdo de infancia. No sé exactamente qué edad tendría, quizá 9 o 10 años. El barrio donde yo pasé mi infancia era un barrio normal, de pisos muy sencillos. Frente a nuestro bloque un colegio público donde estudiaron mis hermanos y recogido entre el bloque de mi casa y el colegio, una "campa". "La campa", así la llamábamos y en mis oídos de niña resonaba como un nombre propio... Decir "la campa" era decir juegos sin fín, juegos de todo tipo: trepar a los muretes que la rodeaban y los árboles que había en ella, jugar  al "hinque" con un destornillador que lanzábamos y quedaba clavado en el barro después de algún chaparrón tan frecuente en el norte; era normal escarbar en la hierba y coger lombrices, recrear el mercado de las caseras y los caseros haciendo puestos de "comiditas" con cacharritos de juguetes que llenábamos de hierbas y flores que se transformaban en lechugas, tomates... Júgabamos a la cuerda, a la goma, al escondite. Nos lanzábamos sin miedo ninguno, ni nuestro ni de nuestras madres, por unas empinadas cuestas con las "goitiberas" fabricadas con cuatro palos y ruedines (que no sé de donde sacaban mis hermanos), o con los patines endebles de aquella época, sin refuerzos para los codos y rodillas ni cascos... Nos transformábamos en los personajes de moda del momento, incluso en Mazinger Z y, la campa se vaciaba cuando alguna madre desde el balcón gritaba: "¡Que comienza el hombre y la tierra!", o cuando era la hora de "mundo submarino"...
En esa campa aprendí yo a comer "tomates" que no eran sino unas florecillas que, según afirmábamos eran comestibles. Nunca me dieron diarrea, así que debían de serlo, preludio de la alta cocina vasca...

Cuando estaba enferma y no podía ir al cole, escuchaba el bullicio de los niños del colegio al salir a la campa a jugar, menudo patio de juegos más genial, sin cemento, pura hierba y goce. Veía a mis hermanos jugar y mi madre les tiraba el bocata desde la ventana envuelto en una bolsa al más puro estilo "lanzamiento de peso".

Seguramente la memoria que atesoro de los metros cuadrados que ocupaba aquella campa, nada tendrá que ver con la realidad, pero a mis ojos de niña, la campa era enorme, un verde y atractivo espacio de juegos que me hacía sentir libre y que era nuestro, muy nuestro. Imagino que, si la viera hoy, ya adulta, me pasaría como nos pasa a todos y me sorprendería al descubrir que no era tan grande ni tan bonita... Pero para la niña que fue, era enorme y llena de posibilidades. Un lugar entre los muchos de mi norte amado, donde aprendí a amar la naturaleza.

Entonces, un día, algo oí de que iban a "quitar" la campa... ¿quitar la campa? Nunca olvidaré el horror que sentí. Tuve muy claro que aquello era un error de los adultos, era imposible que "quitaran" la campa. Y nunca olvidaré, desde luego, la tristeza, el enfado y la impotencia que me inundó cuando desde una ventana de casa, ví llegar la escavadora y, con un ruido horrendo (desde entonces odio las escavadoras), tirar uno de los árboles de nuestra querida campa y seguir luego arañando con agresividad esa hierba silvestre en la que tanto me gustaba sentarme y rodar sobre ella.

Fue mi primera certeza de que el mundo era injusto si los mayores podían hacer algo así sin tener en cuenta lo que los niños queríamos. Sí, no puedo olvidar ese sentirme como David contra Goliat. Hubiera deseado gritar, encadenarme a aquel árbol, fundirme con la hierba... Pero se me quedó dentro, no lo expresé porque parecía una tontería de niña. Lo normal era excavar, construir... Avanzar.

Aquel espacio verde y un poquito "salvaje" que nos quedaba, se convirtió en un instituto de cemento por todos los lados, puro cemento... Yo no podía entenderlo. Luego, nos fuimos a vivir a otro lugar y ahí quedó aquella primera pérdida, aquella primera sensación de impotencia. Años después, muchos años después, volví a mi antiguo barrio y ahí seguía ese homenaje al cemento, tan feo, tan duro...

Hoy, le diría a esa niña que mira desde la ventana que sí, que salga a la calle y grite y se queje. Hoy le animaría a manifestarse creativamente con sus amigos del barrio y pedir respeto para ese trozo verde en medio de tanto cemento.

Hoy, esa niña, podría publicar fotos de su querida campa en redes sociales y pedir apoyos. Hoy, sé que vecinos de un barrio de mi pueblo, llevan a cabo, desde hace varios años, una lucha denodada para evitar la construcción masiva de pisos que destruiría las verdes campas de la Florida, uno de los pocos pulmones verdes que le quedan a Portugalete.

Hoy, esa niña, no hubiera tenido que callarse y llorar a solas. En eso hemos avanzado y me alegro. Sí, porque hoy, miles de niños, de jóvenes y adultos, están saliendo a las calles a dejar bien claro que ya estamos en medio de una emergencia planetaria y cada árbol y cada brizna de hierba,cuentan.

Aquella escavadora derribando aquel humilde arbolito frente a mi casa, fue parte de una cadena que ya venía de lejos y siguió hasta hoy, cadena de depredación del planeta en pro de un supuesta "calidad de vida". Reconozco que siempre me he preguntado porqué en los "barrios ricos" hay tanto verde y tanto árbol y en los barrios humildes abunda el cemento. Habría mucho que decir sobre como la arquitectura y el urbanismo subrayan las clases sociales que decimos que ya fueron abolidas...

Durante esta semana, nos han dicho que el mar subirá muy pronto un metro y que lo notaremos mucho en el Cantábrico. No entiendo nada... ¿Alguien se ha dado cuenta ayer y lo dice hoy? No, claro que no. Lo sabemos hace mucho, pero no "tocaba" hablar de ello. Ahora sí toca e incluso "queda bien", ya es políticamente correcto hablar (sólo hablar, lo de actuar queda para más adelante) del cambio climático.

Mi generación deja un legado horrible a la siguiente, pero es que a mí también me dejaron un legado muy poco atractivo. En realidad, cuando los jóvenes que han hablado en la ONU se quejan de la inacción de mi generación, deberían señalar la inacción de todas las generaciones desde la Revolución Industrial.

En realidad, que aquella campa de mi infancia despareciera en pro de un instituto de cemento, proviene de fondos más oscuros y arraigados en el modo de vida que nos parece normal que es el de crecer siguiendo unos parámetros propios de un super depredador. Hoy, valoramos los espacios verdes en las escuelas, en los hospitales, en los barrios. Hoy quizá no se construiría semejante mole de cemento, pero el hecho es que, con más verde y un poco más de estética, no dejamos de construir porque alguien se enriquece, esa es la clave: los ciudadanos medios, yo la primera, no queremos renunciar a cierta "calidad de vida" y hay quien se llena los bolsillo vendiendo esa supuesta calidad...

Este crecimiento que el capitalismo nos vendió como "estado del bienestar" demuestra hoy de mil maneras que es una condena de muerte para todos. y, lo siento, la única forma de frenar esto, la única forma de crear un modo de vida en este planeta perdurable, viable, es que YA renunciemos al estado del bienestar entendido como consumo continuo y cómodo.

Sí, las grandes empresas, esas cien que contaminan un 70% deben comenzar hoy mismo su tránsito hacia la no contaminación. Pero mientras los millones de ciudadanos de este precioso planeta no asumamos nuestra responsabiliad personal, poco puede hacerse.

De nuevo, estoy convencida de que la Educación, en casa, en el colegio, en los medios de comunicación, es una herramientoa potente para evitar el desastre.

Yo, hoy, sigo llorando por aquel árbol y los millones que se han talado para construir aquel instituto, mi casa, la tuya, esa carretera tan cómoda, aquel centro comercial tan práctico, el complejo vacacional tan confortable, etc.

Perdónanos, querida y bella Madre Tierra. Porque ahora, ya, sí sabemos lo que hacemos.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Nueve añitos

Hay personas que te dicen que viven en casas con "vistas privilegiadas", también se ofertan en los anuncios de venta de casas aquello de "casa con vistas". Pues en mi caso dispongo de una casa con vistas. Resulta que gracias a mi trabajo, dispongo de una plataforma de observación y conocimiento de lo que  se mueve en muchas escuelas cristianas que me permite afirmar: ¡Qué gozada de educadores tenemos!

Así comenzaba hace nueve años la andadura de este pequeño blog. Tal día como hoy me animaba a poner en marcha este espacio virtual de reflexión a modo de "diario abierto". No sabía cuánto me iba a aportar disponer de estos momentos en los que dar forma a lo que bulle en la cabeza y el corazón y poderlo compartir. 

A medida que el blog ha ido creciendo en número de entradas, han pasado muchísmas cosas en mi vida. nueve años... parece poco, pero se vive mucho día a día.

Hoy tan sólo quiero reiterar el amor a mi vocación educativa, el respeto y agradecimiento a todos y todas los y las que dedicáis vuestra vida a la enseñanza y mi GRACIAS a Dios por tanta bendición en estos nueve años. Espero poder animarme a estar por aquí otros nueve... Dios dirá. En todo caso, ojalá siga disfrutando de esas "vistas privilegiadas" que me regala mi trabajo.

Un abrazo a quienes me leeis, estéis donde estéis. Gracias por visitar este hogar virtual que desea ser eco del Hogar del Corazón, nuestro hogar interior donde la humanidad entera tiene cabida. 



lunes, 16 de septiembre de 2019

La Amistad, ese hogar imprescindible

Este pasado fin de semana he vivido una auténtica "fiesta de la Amistad". El contexto no pudo ser mejor: ofrecer un concierto en la Nit de les Religions, una preciosa iniciativa del espacio interreligioso de la Fundación Migra Studium vinculada a la Compañía de Jesús.

En cuestión de horas, puede ver, abrazar, conversar con Amigos del alma. Algunos con los que mantengo un contacto diario telefónico, otros con los que me reencuentro de tanto en tanto. Y también pude reencontrarme con esos "amarillos" que diría Albert Espinosa, personas que caminan contigo un ratito,  pero dejan huella. 

En la pequeña capilla de Palau, tan bonita y acogedora, en el corazón del Barri Gótic de Barcelona,  aconteció la magia de la Amistad mediada por la Presencia de Dios. Fue mágico compartir oración, canto y sonrisas con tantos seres especiales y queridos. Fue mágico sentirme tan querida.

Y, así, como digo, en cuestión de horas, recibí un auténtico "tsunami" de cariño, reconocimiento, ánimo, energía... 

Aún me estoy "reponiendo" del "subidón". Aún conservo muy frescas las miradas, los abrazos, los besos, las presencias. Y resuena en mí un infinito GRACIAS a cada una de esas personas y a Dios por haberme regalado un Hogar infinito en el corazón de tantos buenos amigos/as.

¡Qué necesaria es la Amistad!. Sobretodo la que se gesta en los momentos donde uno se siente más vulnerable. Muchos de mis amigos/as han sido y son mi lugar donde reclinar la cabeza en momentos muy complicados de mi vida. Me han enseñado lo que quiere decir "acompañar".

¡Qué necesaria es la Amistad! Y más aun aquella que hunde sus raices en encuentro profundos, a "tumba abierta". No es la amistad de salir a tomar unas copas a la que me refiero, sino la que crece en conversaciones sin reloj en las que uno y otro abrimos nuestro corazón y acontence un encuentro sin máscaras de los amigos.

¡Qué necesaria es la Amistad! Más aún si se ha sido durante un tiempo largo un poco "peregrino" sin lugar fijo, un tanto a la intemperie. Ahora, en este tiempo más sedentario y protegido de mi vida, valoro más si cabe esas Presencias que me dieron un hogar cuando no lo tenía. Hogar humano, cálido, acogedor, incondicional.

Es la amistad, un hogar imprescinidble para el ser humano. Por eso, regresaba ayer a casa pensando en lo necesario que es que en nuestro mundo, las personas aprendamos a ser amigos. Lo importante que es no dejar que lo virtual elimine la experiencia del "tú a tú" con los demás a través del abrazo, la conversación, las risas, la mesa compartida, los paseos, las miradas, los besos...

Mis células están hoy relajadas y llenas de la energía recibida de tantos abrazos y besos como recibí el fin de semana, de tantos piropos, de tantas miradas que hablan. Lo noto. Es algo no sólo emocional sino físico y, eso, nuestros chicos y chicas no pueden perdérselo. Educar la Interioridad incluye aprender a ser amigos.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Mística del educador/a

"No podéis preparar a vuestros alumnos para que construyan mañana el mundo de sus sueños, si vosotros ya no creéis en esos sueños; no podéis prepararlos para la vida, si no creéis en ella; no podríais mostrar el camino, si os habéis sentado, cansados y desalentados en la encrucijada de los caminos." (Célestin Freinet)

Esta cita del maestro y pedagogo francés  Célestin Freinet (1896-1966) me ha hecho pensar y sentir estos días por su sencillez y claridad para llamar la atención sobre algo que es de capital importancia en la vida de un colegio y es que, cada maestro, cada maestra, es, lo quiera o no, es modelo para sus alumnos.Es un tema sobre el que vuelvo una y otra vez porque para mí es el "quid" de la Educación verdadera que no quiera ser mera instrucción de cerebros y es el "quid" de la vida de un educador vocacionado.

Hoy, de una forma acuciante, urge regresar a un mística del educador, es decir, necesitamos revisar y enamorarnos de aquellas cuestiones que son el sustento de la vocación educativa.

Leía hace poco un artículo sobre la "mediocracia", es decir, el gobierno de los mediocres y para los mediocres. Se comparaba esa mediocridad que hoy abunda en muchos órganos de gobierno en todos los ambitos, con un sandwich mixto, el de jamón y queso de toda la vida, que ni es malo ni es exquisito, es bueno, está bien y nos saca de muchos apuros. Leyendo esa descripción de lo mediocre, de lo que bo es ni demasiado "malo" ni excesivamente brillante, me parecía descubrir que esa mediocridadse ha ido colando poco a poco en nuestros colegios.

Sé que es peligroso afirmar estas cosas sobretodo porque depende con qué pie te pille la reflexión, te atreves a poner cara y nombre  a esto o lo otro, algo tremendo porque entramos en el juicio en el que, generalmente, echamos pelotas fuera. 

Así que simplemente me centraré en lo que dice el pedagogo francés en la cita que encabeza esta entrada y reafirmo esa necesidad de que los docentes sean personas con capacidad de soñar, de imaginar, de ilusionarse aunque el cansancio hunda un poco las ganas. En la sociedad del "sandwich mixto" nuestros niños y jóvenes necesitan presencias en sus vidas que estimulen las ganas de conocer, de saber y, más aún, que despierten en ellos y ellas preguntas acerca de su identidad, del sentido de la vida y del lugar del prójimo en ese proyecto vital. Por ello necesitamos educadores y educadoras vitales (que no es sinónimo de "jóvenes"), personas enamoradas de la vida y conocedores de los ritmos vitales, de las tempestades y calmas chicas, de las luces y sombras, porque sólo así proveerán a sus alumnos de la capacidad de trazar sus propios mapas de vida más allá de lo meramente laboral.

Si los maestros y maestras de este país, enzarzándose en luchas entre la pública y la concertada, en huelgas agresivas, se sientan cansados y desalentados, se dejan dominar por la queja y la desgana, si quien manda en la vida de un educador es el reloj y el salario (sí, el trabajador merece su salario, todo él, pero no sólo de pan vive el hombre...) y no las ganas de acompañar a sus alumnos de mil maneras, entonces han ganado ya para siempre los mediocres y la escuela será, como muchos dicen y yo no comparto, un lugar donde perder la originalidad, las ganas de saber y el gusto por el conocimiento profundo.

Por favor, queridos maestros y maestras, cuidad vuestra vida interior para no dejar de brillar, Nuestros chavales necesitan LUZ y verdadera excelencia humana en un mundo tan "mediocrático".


«Vivimos un orden en el que la media ha dejado de ser una síntesis abstracta que nos permite entender el estado de las cosas y ha pasado a ser el estándar impuesto que estamos obligados a acatar», denuncia Alain Deneault, filósofo y profesor de Sociología en la Universidad de Québec y autor de Mediocracia, cuando los mediocres llegan al poder (Ed. Turner), un ensayo que llega hoy a España y que analiza cómo las mediocres aspiraciones que invaden la sociedad están provocando ciudadanos cada vez más idiotas. Condenados -diríamos- a desayunar, comer y cenar un sándwich mixto. «La mediocracia nos anima de todas las maneras posibles a amodorrarnos antes que a pensar, a ver como inevitable lo que resulta inaceptable y como necesario lo repugnante».

martes, 3 de septiembre de 2019

¡Feliz año nuevo!

Los amigos son maravillosos, te descubren tantas cosas... Hoy, una amiga que, además es una maestra de corazón, de las grandes, me ha ayudado a entender algo que he vivido siempre pero de lo que no me había dado cuenta porque no lo había sabido verbalizar y, desde luego, jamás se lo había dicho a nadie, ni a mí misma.

Desde que puedo recordar, el último día de agosto y el primero de septiembre, marcan en mi vida una clara vivencia de "fin" e "inicio", sin embargo, y es lo que he entendido estos días, no es el "fin de las vacaciones" y el "volver al trabajo" lo que he sentido siempre; no, es algo muy distinto. Resulta curioso como en ocasiones no sabemos interpretar lo que sentimos, así me ha pasado a mí. Como digo, desde que puedo recordar, para mí el "año" comienza el 1 de septiembre con la vuelta al cole, tanto como alumna primero como siendo maestra después. Esto que puedo decir y compartir en este momento, mientras escribo estas líneas, estaba ahí, presente, sentido, pero no explicitado e incluso interpretado por mí como un "fallo de percepción" porque todo el mundo sabe que el año termina el último día de diciembre y comienza el uno de enero.

Y ayer por la noche, mi querida Iris me envió un texto iluminador que me ha hecho entender de golpe lo que me pasa: para mí, sí, y no sólo para mí (ahora lo sé) el año comienza el uno de septiembre y termina el 31 de agosto. Ahí está el "quid" de la cuestión.

El párrafo del libro que Iris ha compartido conmigo, alegra el alma porque te recuerda que podemos ser libres de las convenciones y que, cuando no nos lo permitimos a un nivel consciente, ya se encarga nuestro corazón de re-cordárnoslo (re-cordar, es decir, volver a pasar por el corazón). A mí, durante años, mi corazón me ha recordado que "cuantifico" los 365 días de otra forma, cuando, por ejemplo, al anotar algo en la agenda dudaba si era para un año u otro simplemente porque se me iba la "cuenta" de septiembre a agosto y no de enero a diciembre. Siempre lo he interpretado como un despiste de los míos. Pues...¡no es un despiste! Es lo que de verdad siento y como mi ser acoge el paso de días y meses con el que hemos decidido organizarnos.

Pero es más profundo de lo que parece, bueno, para mí lo es: Comenzar un curso nuevo no es una rutina, es un regalo. Es nuevo, nuevito. Todo por hacer, todo por descubrir, pero con el bagaje de lo aprendido el curso anterior. Me encantaría, como los protagonistas del libro, tirar cohetes y celebrar con champán el comienzo de cada curso. No es "la vuelta a la rutina" sino el estreno de lo nuevo anclado en lo cotidiano: despertador, horarios, responsabilidades... Precedido por un tiempo de descanso, sosiego y, si se quiere, tiempo para mirar con perspectiva lo que sucedió durante el curso y soñar con cariño e ilusión en lo que vendrá.

Es otro de los muchos regalos de ser "profe", de vivir inmersa en la aventura de la Educación del Corazón y con Corazón. El 1 de Septiembre no es una "losa", es el inicio de un nuevo año en el que resuena la promesa de Dios: "Todo lo hago nuevo".

¡¡FELIZ AÑO NUEVO, PROFES!!

Este es el texto del libro "Nadie nos oye" de Nando López:

       "-¿Qué te parece si celebramos el años nuevo juntos, Emma?- me propuso Víctor en cuanto supo que me había instalado en mi nuevo y pequeño apartamento en Malasaña.
         
         - Me parece perfecto.

No era la primera vez que lo hacíamos. Ya en el instituto nos inventamos aquella tradición y cada 31 de agosto nos juntábamos para tomar cervezas y brindar por el año nuevo. Era algo que solo nos pertenecía a nosotros, un ritual que nunca quisimos compartir con nadie y que nacía de nuestra manera de contar el tiempo de septiembre a septiembre, incapaces de seguir ese criterio artificial y arbitro que marcaba en enero el supuesto inicio. Mi vida se mide con precisión escolar desde que era una cría, porque mi año empieza a la vez que estreno cuadernos y agendas, justo en esos días en que aún no hemos perdido esa sensación de primera página, esa seguridad de que todo está por hacer, que los demás meses querrán arrebatarnos"


sábado, 27 de julio de 2019

Adiós...













Me embarco en la navegación de aguas tranquilas.
Serenamente y con conciencia, desato las amarras
y veo alejarse la orilla del "hacer".

Digo adiós agradecida a lo que fue
a cada tarea, a cada desvelo, 
a cada presuroso viaje ,
a cada encuentro apasionante,
a cada error y cansancio que pareció insuperable.

Adiós a las horas anclada mi barca a la silla y el teclado
en pos de palabras adecuadas
conversando con la página en blanco,
territorio por explorar desde la soledad de mi despacho.

Adiós agradecido a las rutinas de despertador,
de maletas aprendidas,
de horarios, correos y reloj.
Adiós a la lluvia de mensajes instantáneos,
a veces tan inquitantes y perturbadores,
en pro del mensaje que va llegando,
que resuena certero,
alto y claro en medio de la paz.

Ilusionada y muy sedienta,
viro el rumbo de mi embarcación 
y pongo proa hacia las aguas del descanso,
del descansadamente, ser.

En mi bodega reposa lo aprendido
lo superado, lo asumido.
En mis velas hondean las risas,
los abrazos, los brindis de amistad y sol.

Serenamente, con conscienica,
con amorosa y firme mano,
desato lo que tuvo que atarse.
Ahora, libremente, me adentro en el sosiego
atendiendo tan sólo a la llamada de lo interior.

No porque la otra orilla sea mala,
no porque esa orilla no me provea de alimento,
(con creces lo hace)
sino porque es preciso regresar a ella con todo mi ser y consciencia,
cambiar de rumbo por un tiempo es necesario
y a otro ritmo, atemparando cielo, remo y mar,
acudir a esa otra orilla donde, casi todos a la vez,
encontramos el refugio de la calidez
de los días vividos en presente calmado.

Digo "adiós" y, agradecida por lo vivido,
veo alejarse la orilla del "hacer".
Llegará el tiempo de volver
mas no es ahora...
Ahora... Toca "descan-ser".

lunes, 10 de junio de 2019

Palabra del co-razón y palabra con co-razón: la palabra en la EI

Una de las premisas metodológicas de la EI es la de utilizar una metodología activa que yo suelo traducir por "que me pasen cosas". Esta premisa se basa en la pedagogía divina presente en el modo de conducir de Dios a la humanidad reflejado en el AT y en el NT.
En el AT, Dios escucha el clamor de los hebreos que viven esclavos del Faraón. Esa escucha se transforma en dos respuestas: da un líder al pueblo y pone a todos, líder y pueblo, en camino.
En el NT, Dios se revela en la vida concreta de un hombre. Jesús de Nazaret es el rostro  de la verdadera humanidad, del hombre-mujer nuevo/a. Él, elige compañeros/asd e camino, hombres y mujeres que aprenderán como es Dios, aprendiendo a ser humanos. Jesús vive encuentros significativos con todo aquel a quien se acerca o que le busca. Nadie se va igual que llegó, tras un encuentro con Jesús.
Esta centralidad de la experiencia, inscrita en el modo de actuar de Dios, es lo que deseamos transferir a nuestra propuesta de Educación de la Interioridad. Sin experiencias significativas no pueden nacer interrogantes, ni brotar las certezas. Pero el hecho de situar lo experiencial como centro de la propuesta metodológica ni anula ni menosprecia el imprescinidible ejercicio de la reflexión personal y grupal ni la propuesta de las palabras y de la palabra que pueda expresar e iluminar lo que comienza siendo vivencia personal y/o compartida.

Es por ello, que en la entraña de la EI como modelo pedagógico, la palabra está presente en el inicio, en el medio y en el fin de las experiencias propuestas:

LA PALABRA EN EL INICIO:
Cuando un educador/a se dispone a animar un ejercicio que favorezca la conexión con la interioridad, sea este de corta duración o más extenso, el modo de proponer no sólo es importante en cuanto al lenguaje no verbal (siendo este tan importante y revelador), sino que debe prestarse atención y poner cuidado en las palabras que elegimos para describir el cómo y/o el porqué haremos las cosas. El modo de explicar una técnica, el modo de exponer cuál será el ritmo o tempo de un sesión más compleja, el tipo de verbos que utilizamos, etc... pueden decantar la vivencia en algunos momentos hacia un lado o hacia otro. Me explico: al proponer a un grupo una sesión de EI más compleja, por ejemplo, una sesión de dos horas, siempre será bueno hacer una introducción que posicione al grupo, que le ayude a situarse. A la vez, debemos saber como crear expectativa, es decir, favorecer que el alumno/a sienta ganas de adentrarse en la propuesta, de ser protagonista, que de alguna manera en nuestro modo de proponer, de decir, de explicar el sentido y el ritmo de lo que haremos, al chico/a le entren ganas de aventurarse en la experiencia. Para ello es necesario aprender a no explicarlo todo, en el sentido de no desmenuzar los ejercicios antes de tiempo. No recomiendo, por ejemplo, en el marco de una convivencia o taller de varias horas o días, darle al grupo un horario en el que se diga qué se va a hacer en cada momento, eso mata la sorpresa y nos ata de nuevo al deseo de control. Saber en todo momento qué haré, qué pasará,  no ayuda a encaminarse hacia el aprendizaje vital de dejar fluir las cosas, de vivir el presente, de confiar, de dejarnos sorprender por los demás, por la vida, etc... Hay modos de introducir una sesión que pueden favorecer esto que señalo, al igual que hay modos de recibir al grupo con la palabra que ponen al alumno "en guardia" o simplemente, le desaniman.
  • Deseo señalar en este punto la riqueza para un educador/a cristiano/a de situar la Palabra como fuente de inspiración de su camino creativo (la Palabra en el inicio), es decir: hay infinidad de relatos bíblicos que pueden inspirarnos la creación de ejercicios de EI. Por ejemplo: el relato del lavatorio de los pies como inspiración para el gesto de "la revolución de la toalla" (A. Ginel: Gestos para la Catequesis. Ed. CCS, Madrid 1992, pág. 149-154) o la meditación personal acerca del periplo del éxodo como trasfondo para crear el gesto "Vé más allá" (E. Andrés: Educar la interioridad una propuesta para Secundaria y Bachillerato. Ed. CCS, Madrid 2009, págs.138-141).


LA PALABRA EN EL MEDIO :
Será igualmente necesario aprender a utilizar las palabras que mejor puedan inspirar la vivencia que, a priori, sabemos que puede favorecer una determinada técnica... Pondré un ejemplo entre otros muchos posibles: Cuando dirigimos una visualización, es recomendable poner cuidado en no mencionar el verbo "pensar", una visualización no se basa en el discurrir con el pensamiento, sino en el "gustar y sentir internamente". El pensar vendrá después: terminado el ejercicio de visualización, la persona recuerda, escribe lo que ha visto, percibido, sentido, y le pone palabra y en ese ejercicio fluirá el pensamiento acerca de lo vivido.

Es muy importante tomar conciencia del valor mediador de la palabra en muchas de las técnicas que aplicaremos en la EI. No se pueden decir las cosas de cualquier modo. Evidentemente, esta capacidad para ir adquiriendo el "verbo" adecuado para describir y acompañar la experiencia, será un camino de aprendizaje por parte del educador/a, que tambien ha de ir encontrando su modo personal de decir las cosas, el cual ha de ser una mezcla de exactitud en lo referente al aspecto técnico y de un estilo lo más personal posible en lo referente a dejar fluir su propia vivencia interior a través de las palabras que elige decir y cómo elige decirlas. Resulta claro, en este punto, que a mayor formación en las diferentes técnicas, mejor vocabulario utilizará el educador/a, al igual que a mayor recorrido vital, a mayor nivel de autoconocimiento, a mayor recorrido espiritual que "tenga" el educador/a, más atinará con las palabas que pueden apoyar ese camino en los alumnos/as. En este sentido, con el paso de los años, me va pareciendo que cobra más importancia, que los/as educadores/as que deseamos ayudar a esa conexión con el interior, leamos y estudiemos todo lo que podamos acerca de las técnicas que proponemos, acerca de los contenidos que tratamos, etc... y,  junto con ello, seamos cuidadosos/as con nuestra interioridad porque al final todo eso se trasluce en nuestras palabras ya que "de la abundancia del corazón, habla la boca"(Lc 6, 45).


LA PALABRA EN EL FINAL:
¿Cómo cerramos una propuesta de EI, sea corta o más extensa? Ahí también podemos aportar o frenar para que la experiencia sea más o menos rica. Pero también porque con nuestra palabra podemos y debemos iluminar al final de cualquier propuesta, el horizonte de sentido hacia el que señala. Tan importante como el inicio de algo es como lo concluímos. Ahí puede estar la piedra de toque de algunos momentos, ya que en el ámbito escolar el tiempo juega tantas veces en nuestra contra y puede obligarnos a cerrar apresuradamente una sesión con tal que el grupo y nosotros mismos, los educadores/as, lleguemos a tiempo a la siguiente clase o actividad.  Por eso es tan importante ser conscientes de los tiempos que precisan las diferentes propuestas y hacer lo posible por interiorizar esos tiempos para que cada momento de una sesión pueda tener su significatividad propia, especialmente si son sesiones de más complejidad y duración.

Pero la palabra en el  final,  también quiere decir que hemos de tener presente que, como decía al inicio de esta reflexión, se han de equilibrar lo experiencial y la reflexión sobre lo vivido en cada sesión o grupo de sesiones. Es decir, cuando la propuesta ha sido especialmente compleja, es imprescindible dejar al grupo el tiempo necesario para reflexionar, sea a veces primero individualmente (mediado por el diario de interioridad) y luego en grupo (asamblea) o en ocasiones sólo una u otra vertiente (individual-grupal). Sea como sea, forma parte de nuestra metodología que el alumno/a atendiendo a su edad, vaya creando su propio "verbo", sepa "empalabrar" las experiencias que vive, sus emociones, sus sensaciones físicas, sus vivencias personales y grupales, sus dudas, sus certezas, sus aprendizajes. 


De nuevo la referencia a la Palabra nos puede iluminar. Cada página de la Biblia es un compendio de experiencias, no de teorías. El pueblo de Israel y los profetas en el AT y las primeras comunidades cristianas en el NT, escriben acerca de lo vivido. Buscan dejar constancia de unas experiencias que marcaron las vidas de sus protagonistas, que abrieron camino para otros/as. La Palabra es un compendio de palabras nacidas del caminar, de la pura vida, sin teorías, eso sí, vida iluminada por Dios que conecta a la persona con su Esencia.

Ojalá la forma en la que acompañemos la conexión con el interior de nuestros alumnos/as, haga nacer en ellos/as y en nosotros/as una palabra hija de la Vida que anida en nuestros corazones. Esa palabra será bella y será buena porque será verdadera y esa palabra, gestada en el sí de nuestra Esencia, puede iluminar por no ser palabra vana, sino palabra del co-razón y palabra con co-razón.




miércoles, 5 de junio de 2019

La EI en la Escuela (artículo publicado en Religión y Escuela, nº.308, 2017, pág.18)



LA EDUCACIÓN DE LA INTERIORIDAD (EI) EN LA ESCUELA. Elena Andrés Suárez

1. Un previo: “Invitado o no, Dios está presente”

  Hace poco recibí a través de un amigo la Revista Meditatio. Meditatio es la extensión de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (WCCM). Formada en 1991, la Comunidad Mundial está presente en 114 países y hace hincapié en la práctica regular de la meditación dos veces al día. Su misión es comunicar y fomentar la meditación como ha sido trandmitida a través de la enseñanza de John Main OSB (1926-1982), en la tradición cristiana. En el número de la Revista Meditatio que he leído se exponen las experiencias, frutos y consensos a los que se está llegando en USA, Canadá y Reino Unido tras años de aplicación de la Meditación Cristiana en el colegio. Puedo decir que todas las ideas y frases más importantes de cada artículo podría copiarlas textualmente bajo el epígrafe “La Educación de la Interioridad en los colegios concertados de España”. Quizá dentro de no mucho tiempo podamos disponer de un fondo de datos lo suficientemente amplio que permita añadir a lo que hoy expondré aquí cifras que faciliten una lectura más científica de los niveles de aplicación y fiabilidad de la EI en las escuelas españolas. En este momento los datos a los que podemos tener acceso nos hablan de un camino pedagógico en construcción. Ciertamente los centros que más tiempo llevan aplicando en el aula los contenidos y metodología de la EI tal y como la expondré en este artículo, no pasan de los seis años de andadura. Evidentemente me refiero a los proyectos que conozco y que tienen objetivos, contenidos y metodologías que personalmente sí califico como Educación de la Interioridad (EI)[1]

  Pero no me olvido de la frase que he elegido para iniciar esta exposición: “Invitado o no, Dios está presente”. Aparece en uno de los artículos de la mencionada Revista Meditatio. La autora del artículo, Dra. Cathy Day, directora de la Oficina de Educación Católica de Australia, dice que esa es la frase que se lee a la entrada de su oficina principal. Para mí podría ser una buena forma de expresar lo que entiendo por Educación de la Interioridad en el ámbito educativo. Como creyente cristiana creo firmemente en la presencia de Dios en su maravillosa creación y, en ella, de forma especialísima en el ser humano, “imagen y semejanza” de Dios. Afirmar esta condición del ser humano, hombre y mujer, de imago Dei conlleva unas consecuencias muy serias que a veces olvidamos. Para mí, una de ellas o quizá la principal es que cada ser humano, crea o no en Dios, es un reflejo de la Bondad, de la Belleza y de la Verdad y tal reflejo mora en esa dimensión que nos constituye como personas que es la interioridad y que debe entrelazarse con nuestra otra dimesión consitituiva que es la exterioridad para que, entrelazadas de forma coherente, nos ayuden a cada uno de nosotros a vivir una vida plena. 

  Sí, Dios está presente, pero somos nosotros, los seres humanos, quienes andamos perdidos, desorientados. Así lo expresaba un místico del siglo XII, el Maestro Eckhart:

       Nunca un hombre, no importa lo que sea, ha mostrado un deseo tan vivo como Dios muestra por conducir al hombre a conocerle. Dios está siempre dispuesto, pero nuestra falta de preparación es grande; Dios está cercano a nosotros, pero nosotros estamos lejos de Él; Dios está en nosotros, pero nosotros estamos fuera de nosotros; Dios está en nosotros como en su casa, nosotros somos allí extranjeros.[2]

  Así pues, nosotros, ciudadanos del siglo XXI no somos tan diferentes de los hombres y mujeres de otros siglos en lo referente a la vivencia de lo profundo y caminamos igual de despistados y desconectados de nosotros mismos. 

1. Importancia del contexto socio-cultural: “Cambia, todo cambia…”

    Como hace unos años apuntó Javier Elzo[3] estamos ante una mutación histórica, mutación que comenzó en el último cuarto del siglo pasado y que continúa manifestando su evolución en lo que llevamos de este siglo. Este concepto de “mutación” también es utilizado por el gran epistemólogo español y director del Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas de Barcelona (Cetr) Marià Corbí que apunta hacia el hecho de que la sociedad que nos ha tocado vivir padece una de las mutaciones más profundas de la historia humana[4] Creo que aludir a la “mutación” social resulta central para entender el porqué del auge de la presencia de la EI en los colegios españoles y de otras propuestas de la misma raíz. 

  Cambio de época que tiene como una de sus características peculiares lo que Zygmunt Bauman en el 2007 denominó el pensamiento líquido que da origen a sociedades líquidas:

             Durante siglos las estructuras sociales se mantuvieron estables; los límites y estándares instaurados por las mismas eran inalterables y hasta cierto punto también incuestionables. La sociedad occidental estaba compuesta por instituciones rígidas donde se valoraba lo perdurable, la unión, la tradición y la capacidad de comprometerse a largo plazo. Instituciones sociales como el matrimonio y la familia estaban creadas a partir de moldes que no dejaban lugar para la improvisación. Precisamente por la rigidez de las instituciones sociales y por la naturaleza de los valores que se enaltecían es por lo que el sociólogo Zygmunt Bauman califica a esa época como la modernidad sólida. La modernidad sólida y sus múltiples características parecen tan lejanas a la actualidad donde lo característico es precisamente lo contrario: lo efímero, lo mutable y lo impredecible[5]

  Este estado “líquido” que tiene mucho de caleidoscópico y de mezcla, está presente también en las pedagogías educativas que:

                Ya no solo se fundamentan en pensadores, referentes como antaño, sino que entran de lleno, los mass media a través sobretodo de Internet y de las Redes Sociales, en este caso las educativas, en las que se generan complicidades y compromisos. Son redes que comparten una identidad pedagógica y que a su vez se diluyen en el colectivo educativo y su entorno (Carbonell, 2015). Así nos encontramos hoy, con la presencia de pedagogías alternativas, sistémicas, lentas, no directivas, positivas, inclusivas, propias de las inteligencias múltiples, de trabajo cooperativo, por proyectos, el aprendizaje-servicio etc., de las que podemos encontrar miles de páginas web, intercambios, con colaboraciones, recursos y materiales publicados al alcance de todos. Vivimos en una época de pedagogías híbridas, en las que todas, de una u otra forma, se nutren de otros campos del saber en una interdisciplinariedad, que traspasa los límites de la escuela, dando justificación también desde ellas, a la formación continua y para la vida, que sin duda está presente en la mayoría de las pedagogías del este siglo.[6]

  La aparición de la Educación de la Interioridad como marco pedagógico hemos de situarlo dentro de esta efervescencia de pedagogías múltiples y en relación unas con otras y como propuesta de retorno a lo profundo en un contexto donde lo caractéristico es lo efimero y lo mutable.

  Junto con lo anterior, me parece importante remarcar que el retorno a una vida más profunda, más armónica, es una demanda de no pocos sec­tores de la sociedad y también dentro del ámbito cristiano. Todo ello brota de uno de los grandes “agujeros negros” generados por el estilo de vida occidental. Para comprenderlo debemos aludir al hecho de que, junto con esa “realidad líquida”, vivimos insertos en un proceso de globalización en el que las leyes del mercado organizan la estructura y la vida de nuestras sociedades. Así, de forma progresiva, pero parece que imparable, occidente ha ido creando un estilo de vida basado principalmente en dos verbos: hacer y tener. El resultado es que en la agenda vital de la mayoría de nosotros, el espacio prioritario está dedicado al hacer que favorezca el tener quedando relegado a espacios cada vez menores el gran verbo de la construcción de la persona, el verbo SER. 

  ¿Por qué la alusión al sistema neoliberal y a sus modos y ritmos vitales es imprescindible? Porque los adultos que somos hijos e hijas de ese sistema vamos a proponer vivir la experiencia de conexión con la dimensión interior a nuestros niños y jóvenes y tal propuesta implica ritmos y modos que, en no pocas ocasiones, piden precisamente una desconexión tecnológica, ritmos pausados, repetición de técnicas, procesos a largo término, ruptura con el individualismo, toma de conciencia de nuestras verdaderas necesidades... Aspectos y propuestas que tanto a los adultos que deseamos hacer esta propuesta como a los mismos niños y jóvenes, nos pueden suponer un auténtico “agere contra”. 

  Educar la Interioridad en occidente supone un retorno al verbo esencial de la humanidad, el verbo SER. El retorno al SER nos remite y conduce irremisiblemente al compromiso ético al romperse las barreras egóicas.

2. La EI como novena competencia: Aprender a ser

  Y he aquí otra clave pedagógica de la Educación de la Interioridad que apunta hacia la novena competencia de aprender a ser: crear nuestra personalidad poniendo en ello la pasión y la sabiduría de quien sabe que ello es su gran obra. 

  Cada persona se instruye y ejercita integrando sus experiencias y a través de un entrenamiento para desarrollar su oficio. Esto es igualmente válido para el logro más importante de la vida: que el SER se haga realidad. Sin embargo, el ser humano nunca llegará a ser lo que está llamado a ser si no contribuye con su esfuerzo, para ello ha de tomarse a sí mismo en sus manos. La obra más importante para el ser humano es él mismo, él en cuanto persona.[7]

  En este sentido, la Educación de la Interioridad como proyecto educativo, tiene como uno de sus objetivos capacitar a los niños, adolescente y jóvenes para “tomarse a sí mismos en sus manos” viviendo con la guía y acompañamiento de adultos conscientes y formados, experiencias profundas que aludan a tres de sus dimensiones principales: corporal, psicológica y trascendente[8] tomadas como unidad, es decir, desde la conciencia de que no somos seres parcelados, sino que somos una unidad “corpóreopsicoespiritual”. De este modo, al concluir la etapa escolar, esa persona que comienza una fase nueva en su vida ya lejos de la tutorización propia de la escuela, podrá utilizar en la vida y para la vida su inteligencia espiritual.[9]

2. 1. Objetivos, contenidos y metodología de la EI

        2.1.1. Objetivos principales:

                    a. Favorecer procesos de unificación de las dimensiones de la persona: dimensión                                    corporal, dimensión psicológica y dimensión transcendente. 

                    b. Crecer en capacidad para ser agentes activos en la construcción de la unidad con los                            demás (eje relacional), con el mundo (eje ético/eje político/eje ecológico) y con Dios                            (posicionamiento creyente-no creyente). 


          2.1.2. Contenidos esenciales:
                    a. El trabajo corporal.

                    b. La integración emocional.

                    c. La apertura a la trascendencia.


          2.1.3. Metodología: Activa, basada en el uso de múltiples técnicas que aludan a los tres                                  contenidos básicos. Metodología que favorezca una experiencia que provoca, interroga,                        conecta y dé origen a una palabra que ilumina y da sentido. Palabra y vida íntimamente                        unidas para recuperar una palabra coherente, que nazca en el corazón iluminado por la                          razón.


  La Educación de la Interioridad busca que, de forma secuenciada, atendiendo a las diferentes edades, cada alumno/a pueda construir un yo sano viviendo experiencias, gestando una reflexión, adquiriendo unas destrezas y unos conceptos que le vayan llevando a sentirse como una unidad corpóreo-psico-espiritual y encontrando “su lugar en el mundo” desde claves de realización personal y de servicio a los demás

  La EI, en este sentido, no trata de generar momentos extraños que no conducen a nada, cayendo en el “consumo de experiencias”, sino hacer un camino personal y en grupo que ayude a cada alumno/a a vivir con sentido sus circunstancias, que le capacite para “empalabrar” lo que vive, lo que siente, lo que piensa. Todo ello en una etapa vital en la que lo que toca es precisamente construir un ego fuerte y sano que permita a la persona tener una identidad y responder a la realidad en la que vive con eficiencia. Algo que Rilke expresó tan bellamente en sus “Cartas a un joven poeta”: 

            “Camine hacia sí mismo, y examine las profundidades en las que se origina su vida. Nada puede estorbarle con mayor violencia que mirar hacia fuera y de allí esperar una respuesta a preguntas que sólo su más íntimo sentimiento, en los momentos más silenciosos, puede acaso responder (…)” 

4. Todo educador es educador de la interioridad: del proyecto al paradigma
  Uno de los ejes sobre los que pivota la EI como propuesta pedagógica es que sus objetivos, contenidos y su metodología es asumida y aplicada por toda la comunidad educativa. Es por eso que propongo entender la EI no como un mero proyecto más entre los numerosos proyectos que pueblan nuestras escuelas, sino como un verdadero paradigma educativo: una forma de ser y de estar en la escuela que imprenge toda la vida escolar y que se irradie a la familia. 

  Es como si cada educador/a susurrara al oído de cada niño y de cada joven estas palabras de Rilke: 

(…) Usted es tan joven, está tan lejos de toda iniciación, que quisiera pedirle, lo mejor que sé, querido señor, que tenga paciencia con lo que no está aún resuelto en su corazón y que intente amar las preguntas por sí mismas, como habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua muy extraña. No busque ahora las respuestas: no le pueden ser dadas, porque no podría vivirlas. Y se trata de vivirlo todo. Viva ahora las preguntas. Quizá después, poco a poco, un día lejano, sin advertirlo, se adentrará en la respuesta. Quizá lleve usted en sí mismo la posibilidad de formar y crear como una manera de vivir especialmente feliz y auténtica. Prepárese para ella, pero acepte todo lo que venga con absoluta confianza. Y siempre que algo surja de su propia voluntad, de alguna honda necesidad, acéptelo como tal y no lo odie." 




[1] Hago incapié en ello ya que al escribir estas líneas me inspiro en la propuesta teórico-práctica de EI que he gestado a lo largo de dieciseis años y en los modelos educativos de EI que asesoro y acompaño personalmente y que ahora forman parte del Posgrado que impartimos en el campus La Salle. Sin embargo, soy consciente de que bajo la denominación de Educación de la Interioridad actualmente existen numerosas propuestas que en parte o en todo se parecen o se alejan de lo que personalmente propongo. Desearía que, al leer este artículo, el lector entienda que sólo puedo certificar y referirme a lo que personalmente conozco pero que ni mucho menos rechazo otros estilos y propuestas que son presentadas como EI en el contexto educativo español.
[2] Maestro Eckhart, semón 8
[3] ELZO, Javier: Los jóvenes y la felicidad. Ed. PPC, Madrid 2006.
[4] Cf. Marià Corbí Hacia una espiritualidad laica. Ed. Herder 2007.
[5] Carlos De la Rosa Xochitiotzi: Pensamiento líquido. Análisis del pensamiento de Zygmunt Bauman.
[6] María Mercedes Álvarez García: La educación para la interioridad como desafío educativo. Tesis Doctoral Universidad de Murcia.
[7] Cf. Karlfried Graf Dürckheim: La vida cotidiana como ejercicio de superación moral. En Ed. Mensajero lo encontraremos con el título “Práctica del camino interior”.
[8] Para profundizar en los tres contenidos de esta propuesta de Edución de la Interioridad en la escuela, E. Andrés: La Educación del Interioridad, una propuesta para Secundaria y Bachillerato” Ed. CCS, Madrid 2009.
[9] El concepto de inteligencia espiritual se relaciona con la educación holista. El Dr. Ramón Gallegos define la Inteligencia Espiritual como la capacidad de ser feliz, de estar en armonía con la totalidad generando sentido para vivir. Existen tres grandes momentos en la comprensión de la inteligencia humana: El primero es el de la visión uniforme de la inteligencia que surge al principio del siglo XX e inicia su decadencia en los ochenta; el segundo es el de la teoría de las inteligencias múltiples que se generaliza en los últimos 20 años del siglo pasado; el tercer momento es el de la inteligencia espiritual que se está desarrollando en este siglo XXI. En todo caso creo que la “inteligencia espiritual” y la “interioridad” pueden considerarse como sinónimos de alguna manera.