La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Espiritualidad cristiana y contemplación: La mente en la oración (I)

Esta entrada del blog la dedico a todas esas maravillosas personas que conozco que anhelan una vida interior rica, que desean entregarse a Dios, encontrarse con ella/Él en la intimidad  de la contemplación pero que sienten que se pierden , que no acaban de encontrar el "modo".

La oración personal, entendiendo por ello no sólo la oración vocal sino los procesos propios de  la oración contemplativa, sigue siendo uno de los grandes escollos de la vida espiritual de un/a cristiano/a. El amor al prójimo y a Dios que Jesús nos propone como una misma cosa, supone una propuesta que toma a la persona por completo: cuerpo, mente y corazón, palabras y actos. Acceder a incluir al Dios de Jesús en la ecuación vital supone dejar que el Centro de todo sean Dios y el prójimo, especialmente el prójimo que sufre, el más necesitado.

El amor al prójimo y la relación personal con Dios son, así pues,  los ejes sobre los que pivota la vida espiritual cristiana.

Hoy, y dada la temática central de este blog que no es sino la Educación de la Interioridad, me centraré en una cuestión que supone un verdadero quebradero de cabeza para toda persona que sinceramente desea adentrarse en la vida de oración. Es el tema de "los pensamientos" dicho de otra forma, la importancia y complejidad de la domesticación de la mente, sí, porque a la mente es preciso domesticarla para que esté al servició del despliegue y trasparencia de nuestra esencia de hijos e hijas de Dios.

Habría mucho que decir y de hecho es uno de los temas sobre los que más libros se han escrito y más conferencias se imparten. Actualmente a todo lo relacionado con la atención de la mente, la no dispersión metal, se le denomina en muchos foros "mindfulness". Yo no haré referencia ni me centraré en este sistema de atención mental con fines terapéuticos, sino que apunto directamente a la rica tradición de oración contemplativa del contexto cristiano a lo largo de muchos siglos. De hecho, el propio sistema del mindfulness se nutre del bagaje de experiencia espiritual del budismo ofreciéndolo en un contexto laico y científico.

Aquel, aquella, que se ha Encontrado con Dios, que acepta y decide que Ella/Él sea referente, guía, luz, Madre/Padre y Maestra/o al estilo del Dios revelado en Jesús de Nazaret, el profeta de los pobres y el servidor de todos, percibe una sed de relación personal e íntima con ese Dios, del mismo modo que percibe que abriéndose a la relación con Dios es invitado a ponerse al servicio de sus hermanos y hermanas.

El Espíritu invita a la persona creyente a acudir al desierto -"Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón" (Oseas 2, 16). El desierto evoca el ámbito de lo árido, el lugar donde no es sencillo florecer, el desierto nos conecta con lo esencial porque en él sólo lo esencial sobrevive. El desierto, en la Biblia, es el lugar del Encuentro con el Dios vivo que nos desnuda de artificios. Y la oración tiene mucho de desierto porque nos lleva irremisiblemente a dejar caer los falsos apoyos, las poses y mentiras. La oración nos denuda para permitir que emerja la Verdad que nos habita y somos. En el camino por el desierto de la oración, progresivamente y sin darnos cuenta, brota sutil, un agua que todo lo empapa y vivifica. La oración es un camino de humanización radical.

Mas es preciso respetar los procesos de esa vida interior. Y uno de los momentos clave es aquel en el que la persona siente la llamada a abandonarse, a "soltar presa" y permitir que el Espíritu de Dios tome la iniciativa. Entonces, cae todo: caen los textos, las canciones, las meditaciones, el diario personal... Lo que ayer inspiraba hoy molesta y distrae. Aparece el Gran Silencio y, en él, se experimenta Paz, el sosiego de las potencias, algo que nuestra mente no sabe "manejar" y es por ello que en no pocos casos, la persona traduce la experiencia como un pérdida, "la oración ya no me dice nada", incluso puede sentirse aridez y llegar al rechazo de la oración personal.

Para no alargarme, voy a terminar esta parte del tema que os propongo aquí, pero abro otra entrada con un texto de Frei Betto que me parece ilumina de forma magistral este asunto. 




 

2 comentarios:

Erika dijo...

No es sencillo florecer, que familiar lo siento!
Soltar hasta la intensión de hacerlo.
Sigo atenta al proceso

Elena dijo...

Adelante, hermanita.