La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

domingo, 14 de abril de 2019

¿Y tú, a quién ves cuándo miras a Jesús?

Hoy comenzamos la Semana Santa. Son los días más densos de la vida de Jesús. 

El joven maestro de Nazaret decide entrar en Jerusalén (aunque sabe que se mete literalmente en la boca del lobo porque ha enfadado a los poderosos) y decide hacerlo no de cualquier manera. Monta en un borriquillo y, así, es aclamado por multitudes como "el hijo de David".

Podemos imaginar lo mal que esto sentó a las autoridades políticas y religiosas presentes en Jerusalén...

En el momento en el que Jesús, sobre un sencillo asno, traspasa el umbral de la ciudad, ya no hay marcha atrás. Todas las piezas se sitúan en esta partida entre el Bien y el Mal. Nadie queda al márgen de este estremecedor "Juego de Tronos_" de egos y falsas expectativas...




Estoy  entre la multitud que le espera. Yo también quiero ver quién es ese hombre que despierta pasiones.

Estoy ahí. Me rodean ancianos, jóvenes y niños, hombres y mujeres, mercaderes sorprendidos por el lío que se está armando y personas que llevan tiempo allí a la espera de verle "a él, al de Nazaret".

Cada rato escucho a alguien decir algo: "Dicen que si te mira te cambia la vida".... "¿Sabes que curó al hijo de mi prima?"... "Pues yo creo que es un mentiroso y un blasfemo, la verdad"... "claro, si además va con una gentuza que no veas, y hombres y mujeres juntos... eso no es bueno"...

Yo no hablo, yo no sé qué decir ni quiero decir nada... yo sólo quiero verle y entender quién es...

Y, de pronto, un grupo numerosos de niños y niñas entra por la muralla cantando, saltando y moviendo con alegría ramas de olivo. Todos alargamos el cuello para ver mejor. y, a lo lejos escuchamos cánticos y aclamaciones.

Pienso para mí que realmente quien llega debe de ser muy importante y que su entrada será llamativa y dejará claro su poderío... Pero no, sólo veo entrar niños... ahora mujeres... y un grupito de hombres muy normales, tirando a pobres... y, espera ¿qué es eso que veo? ¿Un hombre montado en un burro? ¡Debe de ser una broma!

Me muevo un poco, busco un lugar desde el que poder ver mejor. y, sí, ese es el tal Jesús, el de Nazaret. Ha entrado, ya está dentro de la muralla y viene sobre un borrico. Y tampoco veo a ninguna autoridad de la ciudad a la espera para saludarle. Solo hay una multitud de personas normales, incluso tirando a muy pobres, muchos niños y los que dicen son sus discípulos y discípulas. Esperaba algo más, no sé... Miro a mi alrededor y veo rostros emocionados. No sé qué ven en él, porque yo no veo nada del otro mundo...

¿O sí?

Espera... Fíjate bien, me digo. y observo a Jesús, solo a él. Me sacude un escalofrio de emoción porque su presencia es radicalmente  diferente a todas. Me había estado fijando en lo de fuera, en la multitud, en los gritos... Pero ahora le veo a ÉL. 

Es diferente a todos. Sereno, firme pero cálido... Sonríe, pero no con orgullo ni vanagloria. Sonríe con amor y delicadeza. Sonríe desde el corazón. Nos mira, sí, pero no como quien pasa revista a sus lacayos, no, nos mira como si nos buscara a cada uno, a cada una, como si nos conociera...

Me quedo muda, sin respiración: ¡me está mirando a mí!. La borriquilla ha tenido que pararse porque los niños no dejan de moverse delante de ella y Jesús, detenido justo delante de donde yo estoy, me está mirando.... Yo diría que  más bien, ha buscado mis ojos.

Se detiene el tiempo. Esa mirada... Soy sumergido en un espacio de luz y verdad, soy llevada a un lugar de Paz. No oigo ya las aclamaciones, ni siento los empujones. Sólo Él y yo y nada más. No hay tiempo, ni ayer ni mañana, sólo este instante dilatado, infinito, perfecto.

No pienso. SOY... Como Jesús ES.

Y una voz de siglos como de montes y mares, como de flores y ríos, entona como un verso en mi corazón: ¿Y tú, a quién ves cuándo me miras? Yo te veo a ti ¿me ves tú a mí?


No hay comentarios: