La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 3 de septiembre de 2019

¡Feliz año nuevo!

Los amigos son maravillosos, te descubren tantas cosas... Hoy, una amiga que, además es una maestra de corazón, de las grandes, me ha ayudado a entender algo que he vivido siempre pero de lo que no me había dado cuenta porque no lo había sabido verbalizar y, desde luego, jamás se lo había dicho a nadie, ni a mí misma.

Desde que puedo recordar, el último día de agosto y el primero de septiembre, marcan en mi vida una clara vivencia de "fin" e "inicio", sin embargo, y es lo que he entendido estos días, no es el "fin de las vacaciones" y el "volver al trabajo" lo que he sentido siempre; no, es algo muy distinto. Resulta curioso como en ocasiones no sabemos interpretar lo que sentimos, así me ha pasado a mí. Como digo, desde que puedo recordar, para mí el "año" comienza el 1 de septiembre con la vuelta al cole, tanto como alumna primero como siendo maestra después. Esto que puedo decir y compartir en este momento, mientras escribo estas líneas, estaba ahí, presente, sentido, pero no explicitado e incluso interpretado por mí como un "fallo de percepción" porque todo el mundo sabe que el año termina el último día de diciembre y comienza el uno de enero.

Y ayer por la noche, mi querida Iris me envió un texto iluminador que me ha hecho entender de golpe lo que me pasa: para mí, sí, y no sólo para mí (ahora lo sé) el año comienza el uno de septiembre y termina el 31 de agosto. Ahí está el "quid" de la cuestión.

El párrafo del libro que Iris ha compartido conmigo, alegra el alma porque te recuerda que podemos ser libres de las convenciones y que, cuando no nos lo permitimos a un nivel consciente, ya se encarga nuestro corazón de re-cordárnoslo (re-cordar, es decir, volver a pasar por el corazón). A mí, durante años, mi corazón me ha recordado que "cuantifico" los 365 días de otra forma, cuando, por ejemplo, al anotar algo en la agenda dudaba si era para un año u otro simplemente porque se me iba la "cuenta" de septiembre a agosto y no de enero a diciembre. Siempre lo he interpretado como un despiste de los míos. Pues...¡no es un despiste! Es lo que de verdad siento y como mi ser acoge el paso de días y meses con el que hemos decidido organizarnos.

Pero es más profundo de lo que parece, bueno, para mí lo es: Comenzar un curso nuevo no es una rutina, es un regalo. Es nuevo, nuevito. Todo por hacer, todo por descubrir, pero con el bagaje de lo aprendido el curso anterior. Me encantaría, como los protagonistas del libro, tirar cohetes y celebrar con champán el comienzo de cada curso. No es "la vuelta a la rutina" sino el estreno de lo nuevo anclado en lo cotidiano: despertador, horarios, responsabilidades... Precedido por un tiempo de descanso, sosiego y, si se quiere, tiempo para mirar con perspectiva lo que sucedió durante el curso y soñar con cariño e ilusión en lo que vendrá.

Es otro de los muchos regalos de ser "profe", de vivir inmersa en la aventura de la Educación del Corazón y con Corazón. El 1 de Septiembre no es una "losa", es el inicio de un nuevo año en el que resuena la promesa de Dios: "Todo lo hago nuevo".

¡¡FELIZ AÑO NUEVO, PROFES!!

Este es el texto del libro "Nadie nos oye" de Nando López:

       "-¿Qué te parece si celebramos el años nuevo juntos, Emma?- me propuso Víctor en cuanto supo que me había instalado en mi nuevo y pequeño apartamento en Malasaña.
         
         - Me parece perfecto.

No era la primera vez que lo hacíamos. Ya en el instituto nos inventamos aquella tradición y cada 31 de agosto nos juntábamos para tomar cervezas y brindar por el año nuevo. Era algo que solo nos pertenecía a nosotros, un ritual que nunca quisimos compartir con nadie y que nacía de nuestra manera de contar el tiempo de septiembre a septiembre, incapaces de seguir ese criterio artificial y arbitro que marcaba en enero el supuesto inicio. Mi vida se mide con precisión escolar desde que era una cría, porque mi año empieza a la vez que estreno cuadernos y agendas, justo en esos días en que aún no hemos perdido esa sensación de primera página, esa seguridad de que todo está por hacer, que los demás meses querrán arrebatarnos"


2 comentarios:

Erika dijo...

Feliz Año nuevo Elena!

Elena dijo...

Tendrás que traducir las fechas al calendario escolar argentino.