La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 7 de noviembre de 2019

De "arraigos" y "desarraigos" en el Trabajo Corporal de la EI

En la reflexión anterior de este blog, recordaba una reflexión de S. Weil acerca de la patria. El texto está dentro del libro publicado con el título "Echar raíces" y el capítulo titulado "el desarraigo".
Regreso a este tema porque me parece que entra de lleno en nuestra propuesta de Educación de la Interioridad que no puede ser tan sólo una propuesta de "relajación" y "bienestar" sino que, como sabéis, subrayo que debe aportar aprendizajes, conocimientos y herramientas para la unifiación personal y  para el emerger de una visión ética, unas virtudes  y una implicación en pro de la justicia. Y no puede ser de otra forma, porque como también repito incansablemente, la conexión real con el interior, hace brotar de forma innata la compasión.

Dicho esto quisiera centrarme en este tema del "echar raíces" y del "desarraigo", porque son dos imágenes de una potencia antropológica potentísima.

ECHAR RAÍCES: quienes os habéis formado conmigo, habéis experimentado diferentes técnicas de conciencia y trabajo corporal que señalan hacia la toma de conciencia de nuestros puntos de apoyo físicos, de la calidad de nuestra presencia desde y en el cuerpo, etc. Sabéis que no lo trabajamos por sí mismo, aunque ciertamente en sí mismo ya tiene un cierto valor, sino que apuntamos hacia la "corporeización" de la vida interior y espiritual, sobre este tema, y para no alargar esta reflexión,  refiero a una de las entradas de este blog: Karlfried G. Dürckheim: la centralidad del "exercitium" y su relación con el trabajo corporal y la apertura a la trascendencia (29/10/18)

Así pues, es real en cada uno de nosotros y de nosotras, que precisamos de contextos humanos en los que sentirnos enraizados. El primero y más principal en una primera fase vital es la familia y sabemos que cuando esta "falla" o es deficitaria en proveernos de lo necesario sobretodo en un nivel emocional, podemos "arrastrar" toda la vida ese deficit que se manifestará en muchos ámbitos de nuestra conducta. 

Echar raíces, pasa en un primer momento de la vida de cada persona, por ser (siguiendo el símil del árbol o de cualquier planta) por ser"plantados" (no lo elegimos) en un terreno familiar, en un contexto sociocultural. Sin embargo, esas primeras raices que germinarán y nos darán nutrientes (escasos o no) están llamadas a crecer y a extenderse más allá de la tierra familiar. Hasta aquí todo es sencillo de entender: venimos a este mundo en una familia y un contexto sociocultural particular en el que nos vamos enraizando no por decisión propia, sino porque ahí nos ha traído al Vida, pero es gracias a ese contexto que vamos entendiendo la vida, a nosotros mismos, e incluso llegado el caso, podemos decidir "echar raíces" en contextos muy alejados de nuestra infancia y juventud, pero, en todo caso, sentiremos siempre la potencia de esas primeras raíces, especialmente positivas para la persona cuando nos han nutrido profundamente de "buen alimento".

Pero son muchas las personas que viven la experiencia de verse obligados a echar raíces donde no hubieran pensado nunca hacerlo o incluso donde no lo desean. Pensemos en el movimiento migratorio. Tener en nuestras aulas alumnos y alumnas que llegan de otros países, sean estos europeos o no, pero especialmente los alumnos provenientes de fuera de Europa, piden del claustro educativo una reflexión honda sobre este tema de las raíces personales. Son niños y adolescentes en edad de echar raíces estables y serenas pero que, en cambio, se ven abocados a una experiencia de desarraigo. En el caso de los menores no acompañados este asunto es profundamente dramático, ya que ni tan solo disponen de lo más esencial y básico: la presencia de sus padres o de algún familiar cercano que les sirva de referente personal y de sostén emocional. 
Niños y adolescentes en edad de echar raíces pero ya desarraigados. ¿Hacia donde dirigen su necesidad de "nutrientes vitales"? Pues tantas veces hacia "tierras" llenas de contaminantes: drogas, alcohol y un largo etcétera de situaciones que amplifican el desarraigo al convertirlos en "molestos" para el entorno que pide de ellos y ellas comportamientos y actitudes que, simplemente, por su nivel de desarraigo personal, les es muy difícil alcanzar. Triste y preocupante resulta  la criminalización de los llamados "menas", pero no voy a entrar en la reflexión sobre este tema sangrante que evidencia la falta de responsabilidad y ética de muchos políticos y partidos de nuestro entorno.

Mi intención es apuntar hacia el hecho de que, en el siglo XXI, en el contexto de un planeta lleno de corrientes migratorios debidas ya no sólo a guerras, hambre y persecuciones, sino, cada vez más, causadas por el cambio climático que agudiza la pobreza de los ya empobrecidos, la Escuela tiene ante sí un reto (son muchos, lo sé... pero ahí están...): el reto de aportar algo a quienes se sienten desarraigados para que puedan aprender como echar raíces en su nuevo contexto sociocultural. podemos aportar mucho, ya lo hacemos, no cabe duda, con nuestra cálida acogida en las aulas, con nuestros desvelos por realizar adaptaciones curriculares positivas para ellos y ellas, con cientos de acciones que buscan hacerles sentir queridos y valorados y facilitar su arraigo. 

Con esta reflexión, simplemente quiero traer a primera línea de reflexión que la Educación de la Interioridad no puede ni quiere quedarse al márgen de estas cuestiones porque, lo repetiré mil veces: la verdadera EI lleva en su entraña la fuerza humanidora del Evangelio de Jesús que sitúa al empobrecido y silenciado en el centro de su acción samaritana. Por ello, la EI en el marco de la escuela católica, no debe circunscribirse a prácticas de meditación tendentes a la mera disminución del estrés, nerviosismo, etc, sino que siempre debe saber que su horizonte es la plena humanización que pasa por posibilitar el paso de sentirse desarraigado a vivirse enraizado en la Vida desde un Centro personal abierto a todos.

En este sentido, las técnicas de Centramiento, el trabajo corporal con diferentes técnicas y ejercicios, puede encontrar en el "echar raíces" un horizonte de sentido o, si se prefiere, un símbolo inspirador, que ordene las propuestas que realicemos con los alumnos hacia el redescubrimiento, sobretodo a partir de los 11-12 años, de los arraigos y desarraigos que cada uno experimenta. Así, el contenido de trabajo corporal propio de la EI no pasará a ser un mero divertimento, sino una herramienta para un mayor y más concreto autoconocimiento.

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