La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 27 de octubre de 2020

Algo sencillo





Dame algo sencillo: una sonrisa, un guiño, una hoja de otoño que cae.

Dame algo sencillo: un abrazo, una carcajada inesperada, una mano en mi hombro.

Dame algo sencillo: el borboteo del agua para la infusión, el sol que se cuela entre las nubes, el canturrreo de alguien por la calle.

Dame algo sencillo y me pondrás ante el milagro.

Algo sencillo me conduce al éxtasis,

me adentra en lo profundo,

me aterriza en lo cierto.

Algo sencillo es el oxígeno y el nutriente,

es la autopista hacia el cielo,

algo sencillo... ¡es el cielo mismo!

Dame algo sencillo, tan sencillo que me arrebate las palabras

y acelere mi latido sin exiliarme de la cotidianeidad.

Dame algo sencillo: mis párpados, telones suaves cayendo... El sueño... la realidad...





martes, 13 de octubre de 2020

Reflexiones estáticas 2

 

¡Vé más allá!

Aquí me tienes de nuevo, subida a esta bicicleta estática que me conduce a ninguna parte fuera de mí, pero que, transformado el pedaleo en un ejercicio meditativo, me permite visitar diferentes lugares dentro de mí.

Esta bici me permite elegir niveles de dificultad. Tras unos minutos de calentamiento en el nivel básico (¡qué bien se está en ese nivel!), la bici, de forma autómatica me plantea la dificultad del “nivel 2” con un ruidillo que anuncia mayor oposición en el pedal (¡cómo he llegado a odiar ese ruidillo!)

Pedalear ahora me cuesta más. Percibo el trabajo en mis músculos. Responden. Me siento alegre. Sudo más y veo como en el indicador las calorías caen y caen como las piezas de un dominó… Sudor y cansancio se afrontan mejor con esa certifificación de calorías que se van (¿será la zanahoria para que el burro avance?). Mi corazón late más rápido bombeando sangre y oxígeno a mis músculos. ¡Qué maravilla el cuerpo humano!

Y es en ese momento que aparece ante mí la pregunta: ¿qué es lo que ha hecho en mi vida que fuera capaz de asumir nuevos retos?… ¿Con qué oxigeno mi musculatura espiritual para que afronte el esfuerzo mayor de algunos momentos vitales?... ¿Qué “zanahoria” ha hecho que en determinados momentos no tirara la toalla con respecto a…?

Me concentro y dejo que la respuesta vaya apareciendo al ritmo de mi pedaleo.

Cuando la vida me ha puesto delante ese “nivel 2 “de esfuerzo o incluso niveles más altos, me doy cuenta de que, en primer lugar, nunca lo he buscado, no lo elegido. La Vida no es como esta bici a la que yo le digo qué nivel de dificultad quiero asumir para mi ejercicio cotidiano. No, la Vida te lo pone delante cuando menos te lo esperas y, ahí precisamente reside la “gracia” (o la “desgracia”, según te pille) de todo esto.

Una vez ese nivel de dificultad aparece sin haberlo elegido, si se acepta el reto sin enmascararlo o sin huídas, para poder “ir más allá” he precisado de puntos de referencia.

Los puntos de referencia han sido y son los que me animan a afrontar las etapas de la vida con confianza. Un punto de referencia vital, confiere seguridad y da confianza. Certifico que sin confianza no se puede avanzar. Quizá sea la propia confianza el punto de referencia imprescindible.

Confianza en mí misma, esa es imprescindible. Confianza, además, en la propia sabiduría de la Vida: “Si esto viene es porque me conviene”. Confianza en Dios: Siempre fiel. Confianza, con el paso de los años, en los pasos ya dados, en las tormentas ya navegadas y superadas y el bagaje de sabiduría que dejaron. Confianza en quienes me quieren bien…

Cada obstáculo, cada crisis, cada necesidad de cambio y evolución los he vivido y los vivo como una maravillosa invitación que la Vida me hace a “ir más allá”. Unido a ello, la Vida también me pide que vaya más allá no sólo en el cambio sino, en ocasiones, en la permanencia y el sotenimiento de lo que no debo dejar ir, de lo que debo cuidar.

Cambio y permanencia, son elementos de la vida.

Dos movimientos que nos configuran a todos. Discernir lo que debe quedarse en y con nosotros y lo que debemos dejar ir… Es un arte.

Todo ello me parece a mí que forma parte de ese “¡vé más allá!” al que la Vida nos convida, casi a diario, incluso en lo más sencillo y cotidiano.

Y a ti: ¿qué te ayuda a ir más allá? ¿cómo has vido y cómo vives los momentos de mayor nivel de dificultad de tu vida? ¿Cuáles han sido y son tus puntos de referencia?

¡Ánimo! ¡a pedalear!

Reflexiones estáticas 1

 

Durante un tiempo compartiré con vosotros estas "reflexiones estáticas" que vieron la luz en otro lugar virtual pero hoy se mudan a mi blog. 

La bicicleta y yo.

Hace casi tres años, hice espacio en casa para una bicicleta estática sencillita. Nunca lo hubiera pensado, pero fue recomendación médica, así que me vi permitiendo la entrada de esta “huesped” no deseada y reacondicionando un hueco para ella. Nunca me han gustado los gimnasios y polideportivos. Así que la única forma de ser fiel a la cita con el pedaleo prescrito, fue traer la bici a casa, eso sí, con gran resignación por mi parte.

“Entronizar” una bicicleta que no va a ningún sitio en mi hogar, me causaba una especie de sensación de dar el brazo a torcer a algo que nunca había entrado en mis cálculos existenciales, pero tampoco decorativos (meter en un piso de tamaño medio una bici estática, te fastidia bastante la decoración).

No obstante, la salud “manda” y me vi un día subida en una bicicleta pedaleando sin moverme hacia ningún lugar. Ese “darle” a los pedales sin más, contabilizando kilómetros, calorías quemadas, pulsaciones de mi corazón, velocidad del pedaleo, se me hace pesadísimo y me crea una sensación de “tontuna” vital importante cada vez que lo afronto. Para lidiar con todas las voces que me preguntan dentro de mí qué narices hago yo ahí, me ayudo de la música en ocasiones (por cierto, la Sinfonía nº1 de Bethoveen acompaña de maravilla el pedaleo), otras veces de buenos vídeos que pongo en la tablet, pero, la mayoria de ocasiones, pedaleo en silencio escuchando-me.

Y ese “escuchar-me” mientras voy a ningun lugar, es el origen de estas “reflexiones estáticas” que quiero compartir con vosotros.

En esta primera reflexión estática me centro en el título que he elegido y que, desde mi experiencia vital, tiene mucho de oxímoron, me explico:

El acto de reflexionar siempre ha sido para mí, punto de partida de movimientos y cambios vitales y ejercicio de “orden interno” para situar mejor los avatares vitales. nunca he puesto en acto el verbo reflexionar de una forma “estática”. Reflexionar me moviliza, me ilumina en ciertos aspectos, me inspira, me descubre horizontes nuevos, se parece más a un ejercicio de gimnasia interior que a un mero elucubrar mental. Me sitúo en una vivencia y comprensión de la reflexión como esa “razón poética” a la que alude María Zambrano. No se trata tanto de “rumiar” conceptos, cuanto de un cierto ejercicio de aunar contemplación y razón. Podríamos decir que, en mi caso, reflexionar evoca esa imagen de quien “se flexiona” sobre sí mismo, no para encerrarse en sí, sino para focalizarse activamente en un “pensar” que incluye la mirada interior, la percepción, el momento del “eureka”.

Por eso, nada más lejos que lo “estático” en mi modo de entender y practicar el acto humano de reflexionar. Sin embargo, montada en mi bicicleta, pedaleando sin moverme de casa, me ha ido pareciendo que el oxímoron tiene sentido: Para poder ejercitar una reflexión profunda, una reflexión  que movilice el ser y que no se transfome en mera “verborrea” interior, se requiere cierta “quietud”, se precisa dejar de correr, detener un tanto o mucho la prisa, el anhelo de llegar y, en cambio, afinar el oído, la mirada, el olfato, el gusto y el tacto, dándose tiempo para “gustar internamente” al estilo ignaciano.

Este pedaleo estático me evoca el ejercicio de “aburrir al ego” tan propio de la meditación zen. Un ejercicio repetido de forma sistemática crea la posibilidad para lo que Karlfried G. Dürckheim denomina “la gran transparencia”. Hacernos permeables a la trascendencia se convierte en el objetivo de la práctica.

Recordando esto, mi pedaleo a ninguna parte se transforma en una meditación. Iré compartiendo algunas de esas meditaciones o reflexiones estáticas que, deseo, nos indiquen y conduzcan hacia lugares vitales ricos y fructíferos. ¿Pedaleas conmigo?