La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Ad-Viento: renace la Esperanza

Preparar caminos,
otear el horizonte,
esperar la Luz...
Juan Bautista.

Abrirse a la vida,
acariciar, gestar, cuidar
saberse habitada...
María de Nazaret.

Juan y María, enseñadme.
No quiero festejar aún la Navidad.
Quiero hacerme discípula 
de este tiempo de Espera,
tiempo de Escucha,
cuidando de lo que quiere nacer.

Quisiera yo, Juan,
tener el coraje de habitar sabiamente en el desierto.
Ahí, en el lugar de apariencia infértil,
de horizontes cambiantes,
aparentemente apartada,
pero conectada a todos,
saber anunciar la Vida y la certeza.

Quisiera yo, María,
atalantarme
y quedar totalmente abierta y anclada,
en incondicional Sí,
en inteligente Escucha,
a la Vida y a la Esperanza
en medio de tantos "imposibles".


No debo atolondrar el alma.
Toca ahora dejarme embarazar 
por la dilatada espera
y abrir mis oídos en obediente Escucha.

Se nos anuncia y se percibe la Ad-versidad
como desagradable Viento,
que empuja nuestras vidas
hacia la desesperanza.

María y Juan, escuchando con vosotros,
afinando la mirada,
acontece el Ad-Viento,
renace la Esperanza.

martes, 24 de noviembre de 2020

La historia interminable: Por un "libro blanco de la Educación" (cinco años después y más)

Hoy me copio a mí misma: reproduzco una entrada del año 2015. Sí, llevamos décadas pidiendo desde diferentes instancias, con diversas voces, un "libro blanco de la Educación", un pacto educativo que bloquee el sistema educativo español frente a los deseos de continuo cambio en función del signo político de quien se haga con el poder. 

Ya en el 2015 (y antes) la palabra "talento" formaba parte al menos de la propuesta de algunos pedagogos. Hoy parece que es invención de la ministra de educación actual a quien, cuando escucho hablar, me da la impresión de que se ha aprendido de memoria algunas expresiones ya asumidas en el contexto de la innovación educativa, pero que desconoce cuál es su concreción pedagógica, porque si lo supiera, sobraría hablar  tanto de ello como si fuera un descubrimiento de ahora mismo. 

Ese año, el 2015, José Antonio Marina publicaba el libro "El talento de los adolecentes". En ese libro, que personalmente estudié y subrayé en fosforito y que me llevó incluso a hacer algunos cambios y añadidos en mi propuesta de EI, Marina expone que "los adolescentes tienen derecho a que esperemos más de ellos". No parece que sea ese el punto de partida de la LOMLOE por más que la ministra lo repita como cantinela y use hasta la saciedad la palabra "talento"  y, repito, no sé si sabe de verdad qué consecuencias pedagógicas conlleva educar para permitir que brote el talento propio de cada alumno. 

El caso es que hace cinco años J. A. Marina entregó al gobierno de aquel momento (gobernaba el PP) una propuesta en la que remarcaba que la clave del cambio educativo verdadero y duradero está en el itinerario formativo de los educadores/as.

Copio una vez más, cinco años después, lo que en ese momento decía Marina que, por cierto, fue entrevistado hasta la saciedad y aparecía en todos los titulares. Con motivo de la LOMLOE no le han prodigado demasiado ni parecen recordar nada de sus propuestas. Claro que el entonces ministro Wert ya se ocupó de dejar su "herencia" con su ley de educación que ahora da argumentos al actual gobierno para decir que la LOMLOE corrige la Ley Wert, y suma y sigue... 


7.12.2015. JOSÉ ANTONIO MARINA

Ayer entregué al ministro de Educación el borrador del 'Libro Blanco de la profesión docente y su entorno escolar'. Aunque les parezca extraño, lo más difícil ha sido responder a una pregunta, a primera vista, extravagante: ¿existe realmente una profesión docente o es simplemente una 'ocupación'? No se dejen engañar por las apariencias, porque la respuesta que demos supone una visión entera del sistema educativo. Por ejemplo, ¿un buen químico que sea buen comunicador puede ser un magnífico profesor sin más requisitos? Un ciudadano inglés con sentido común, ¿no será un estupendo profesor de inglés? Si esto fuera así, lo único necesario para la mejora de la educación sería evaluar bien el desempeño. Pero en este 'Libro Blanco' sostenemos una postura absolutamente opuesta. Enseñar matemáticas puede ser fácil, pero educar a través del aprendizaje de las matemáticas es muy complicado.
La formación básica (Infantil, Primaria, Secundaria, Formación Profesional) es el núcleo educativo de una sociedad. De ella va a depender su nivel de vida político, ético, económico. Durante siglos, la escuela se limitaba a transmitir lo que la sociedad le decía que era importante. Pero, en este momento, las cosas van demasiado deprisa, es difícil distinguir lo importante de lo accesorio, nadie sabe realmente lo que hay que transmitir. Tenemos que educar a nuestro alumnos para un mundo que desconocemos. No sabemos con qué herramientas van a trabajar, con que conceptos van a pensar, a qué problemas tendrán que enfrentarse. Las ciencias, las neurociencias, la tecnología avanzan vertiginosamente. La educación va a convertirse en el gran negocio de este siglo, lo que va a atraer a gente muy lista y con afán de poder. Las diferencias en educación están creando ya una nueva división de clases.
El talento es una riqueza personal y social, y no está antes, sino después de la educación, que se convierte así en generadora de más talento
¿Quién puede introducir orden en todo este caos? ¿Los políticos, los científicos, los padres, los sacerdotes, los empresarios? No. Necesitamos una instancia de nivel superior, capaz de aunar el rigor científico con la humildad de la práctica cotidiana. Eso es lo que denominamos 'sistema educativo', el gran protagonista de la evolución educativa de una nación. Y en el centro estamos los docentes, que tenemos que asumir responsabilidades nuevas. Nuestra tesis es que la escuela solo puede mejorarse desde la escuela, y que desde ella hay que defender, frente a quien se oponga, el derecho de nuestros alumnos a progresar, a tener las mejores oportunidades, a aumentar sus recursos.
Para hacerlo, necesitamos elevar el nivel de nuestra profesión. Convertirnos enuna profesión de élite, capaz de generar nuestros propios sistemas de investigación, de irradiación cultural, de presión política, de acercamiento y ayuda a las familias. Conscientes de la tarea esencial de la escuela, podemos arrogarnos el derecho de pedir a las universidades, al sistema sanitario, al sistema político o económico aquello que nos parezca imprescindible para asegurar el futuro de nuestros niños y niñas, de nuestros adolescentes. En este momento, el talento es la gran riqueza personal y social. Pues bien, el talento no está antes, sino después de la educación, que se convierte así en generadora de talento. Si no es con esta visión amplia, ambiciosa y comprometida, la profesión docente no pasa de ser un empleo a la espera de algo mejor.
Tenemos que buscar la excelencia, porque, de otra manera, seremos meros enseñantes, y al final nos sentiremos defraudados y aburridos
Esta idea expansiva y exigente de la profesión está presente en las 20 medias que hemos propuesto. Es nuestra seña de identidad. Les pondré un ejemplo. Varios partidos políticos defienden la idea de un MIR educativo. Nosotros hemos diseñado el modelo DEP (Docentes en prácticas) que, como todas las demás versiones, recoge las ideas expuestas hace años por Eugenio Nasarrey Francisco López Rupérez. Propone que para acceder a la profesión docente -sea en la escuela publica o en la privada-, los aspirantes que hayan ya cursado el Grado de Magisterio o cualquiera de los grados universitarios que habilitan para la enseñanza Secundaria, se sometan a un proceso intenso de formación docente, que durará tres años. En el primero, después de un examen selectivo, accederán a un Centro Superior de Formación del Profesorado, donde cursarán un máster teórico-práctico para cada una de las especialidades, incluida la orientación. Superado este, realizarán dos años de prácticas remuneradas, con la ayuda de un tutor de formación, en un centro educativo especialmente seleccionado. El esquema sería este:


Es fácil ver que lo importante no es el método, sino las ideas que se transmiten con la ayuda del método. En nuestro caso, es un modelo exigente, comprometido, expansivo de la docencia, a la que consideramos una profesión de élite. Tenemos que buscar la excelencia, porque, de otra manera, seremos meros enseñantes, y al final nos sentiremos defraudados y aburridos de nuestro trabajo. Todos sentimos, en algún momento de nuestras vida, la tentación de la grandeza. La docencia es un proyecto de vida grande, y por eso la amamos.

martes, 10 de noviembre de 2020

Algo nuevo está naciendo ¿no lo notáis?": La novedad que nace en nuestro interior


 Dice Etyy Hillesum en uno de sus cuadernos:

Dios mío, estos tiempos son demasiado duros para personas tan frágiles como yo. Sé que después vendrán otros tiempos de mayor humanismo. Quiero seguir viviendo para transmitir a esa nueva era toda la humanidad, que, a pesar de todo lo que vivo a diario, conservo en mi interior. Solo así podremos preparar la nueva era: preparándola dentro de nosotros. Y de alguna manera me siento muy ligera por dentro, sin amargura alguna y tengo mucha fuerza y mucho amor. Quisiera seguir viviendo para ayudar a preparar la nueva era y para transmitir lo indestructible que se ha conservado en mí a esa nueva era que a buen seguro llegará, pues crece en mi interior cada día, ¿acaso no lo siento? (20 de julio de 1942).

En el siglo VIII a.C. el profeta Isaías proclama aquello tan hermosos de "algo nuevo está naciendo, ¿no lo notáis?"(Is 43, 19).

Separan siglos a Etty de Isaías, pero ambos viven, descubren a Dios y escriben en medio de tiempos convulsos y difíciles. Isaías vivió la tiranía de Asiria que conquistó, primero, el norte de Palestina, y luego, Jerusalén. Es un profeta de ciudad y participaba activamente en los asuntos de la clase dirigente. Interviene enérgicamente contra la corrupción de Judá y Jerusalén.

Etty vive el horror de la Alemania nazi y morirá gaseada en Auschwitz, antes de ello, trabajó como mecanógrafa del consejo hebraíco que hacía de puente entre los judíos y los nazis. Se ofreció voluntaria para trabajar en el campo de concentración de Westerbork como asistente y enfermera. Desde ahí se hizo parte de la resistencia y ayudó llevando y trayendo cartas y medicinas y acompañando de mil modos a quienes llegaban a Westerbrok. Es en ese contexto que ella escribe las lineas que encabezan esta entrada.

¿Qué ha de suceder en el alma humana para poder descubrir esperanza, luz e inspiración  cuando se está rodeado de violencia, injusticia y sin sentido? ¿qué fuerza interior, qué experiencia hace que uno descubra la presencia de Dios en el infierno?¿de dónde nace la capacidad para ver brotar lo nuevo entre tanta oscuridad?

En el caso de Isaís y en el de Etty la respuesta es que acontece un Encuentro. El Encuentro transformador con Dios. Quizá en un profeta como Isaías no nos resulte tan extraño, dejémoslo ahí. El caso de Etty es especialmente llamativo porque no creció en un ambiente religioso por más que su familia fuera judía. Ella se acercó  a lo espiritual a través de la Bilbia aconsejada por su psicólogo Julius Spier quien le invita a leer los salmos y los evangelios no tanto por una cuestión religiosa cuanto para ampliar su modo de entender la existencia.

Isaías, Etty, pero tantos otros y otras son testigos del dinamismo de vida y esperanza que late dentro de cada uno de nosotros aun en medio de la más grande oscuridad. Testigos  y testimonio de que para quien ha vivido un Encuentro sincero y verdadero con Dios, el mundo con todas sus realidades está preñado de esperanza, de novedad... "amenazado de resurrección". Tal novedad sólo es posible si cada persona, cada hombre, cada mujer, vive su propia transformación interior.

Queridos/as educadores/as: ¿No os parece este suficiente motivo para no dejar jamás como algo secundario o anecdótico el trabajo de la dimensión interior en el colegio?

Cerca ya del Adviento, en medio de una pandemia que tantísimo dolor está causando, que está dejando tan al descubierto nuestro egoísmo y dureza de corazón, pero también nos está mostrando los ámbitos de apoyo y amor que brillan en la oscuridad ¿podremos hacer del tiempo de Adviento un tiempo para que, como nunca, ayudemos a los niños y jóvenes a conectar con ese dinamismo de vida y esperanza que llevan dentro de si?¿Haremos algo para que esa novedad que deseamos nazca en su interior y en el nuestro?

Ojala...


martes, 27 de octubre de 2020

Algo sencillo





Dame algo sencillo: una sonrisa, un guiño, una hoja de otoño que cae.

Dame algo sencillo: un abrazo, una carcajada inesperada, una mano en mi hombro.

Dame algo sencillo: el borboteo del agua para la infusión, el sol que se cuela entre las nubes, el canturrreo de alguien por la calle.

Dame algo sencillo y me pondrás ante el milagro.

Algo sencillo me conduce al éxtasis,

me adentra en lo profundo,

me aterriza en lo cierto.

Algo sencillo es el oxígeno y el nutriente,

es la autopista hacia el cielo,

algo sencillo... ¡es el cielo mismo!

Dame algo sencillo, tan sencillo que me arrebate las palabras

y acelere mi latido sin exiliarme de la cotidianeidad.

Dame algo sencillo: mis párpados, telones suaves cayendo... El sueño... la realidad...





martes, 13 de octubre de 2020

Reflexiones estáticas 2

 

¡Vé más allá!

Aquí me tienes de nuevo, subida a esta bicicleta estática que me conduce a ninguna parte fuera de mí, pero que, transformado el pedaleo en un ejercicio meditativo, me permite visitar diferentes lugares dentro de mí.

Esta bici me permite elegir niveles de dificultad. Tras unos minutos de calentamiento en el nivel básico (¡qué bien se está en ese nivel!), la bici, de forma autómatica me plantea la dificultad del “nivel 2” con un ruidillo que anuncia mayor oposición en el pedal (¡cómo he llegado a odiar ese ruidillo!)

Pedalear ahora me cuesta más. Percibo el trabajo en mis músculos. Responden. Me siento alegre. Sudo más y veo como en el indicador las calorías caen y caen como las piezas de un dominó… Sudor y cansancio se afrontan mejor con esa certifificación de calorías que se van (¿será la zanahoria para que el burro avance?). Mi corazón late más rápido bombeando sangre y oxígeno a mis músculos. ¡Qué maravilla el cuerpo humano!

Y es en ese momento que aparece ante mí la pregunta: ¿qué es lo que ha hecho en mi vida que fuera capaz de asumir nuevos retos?… ¿Con qué oxigeno mi musculatura espiritual para que afronte el esfuerzo mayor de algunos momentos vitales?... ¿Qué “zanahoria” ha hecho que en determinados momentos no tirara la toalla con respecto a…?

Me concentro y dejo que la respuesta vaya apareciendo al ritmo de mi pedaleo.

Cuando la vida me ha puesto delante ese “nivel 2 “de esfuerzo o incluso niveles más altos, me doy cuenta de que, en primer lugar, nunca lo he buscado, no lo elegido. La Vida no es como esta bici a la que yo le digo qué nivel de dificultad quiero asumir para mi ejercicio cotidiano. No, la Vida te lo pone delante cuando menos te lo esperas y, ahí precisamente reside la “gracia” (o la “desgracia”, según te pille) de todo esto.

Una vez ese nivel de dificultad aparece sin haberlo elegido, si se acepta el reto sin enmascararlo o sin huídas, para poder “ir más allá” he precisado de puntos de referencia.

Los puntos de referencia han sido y son los que me animan a afrontar las etapas de la vida con confianza. Un punto de referencia vital, confiere seguridad y da confianza. Certifico que sin confianza no se puede avanzar. Quizá sea la propia confianza el punto de referencia imprescindible.

Confianza en mí misma, esa es imprescindible. Confianza, además, en la propia sabiduría de la Vida: “Si esto viene es porque me conviene”. Confianza en Dios: Siempre fiel. Confianza, con el paso de los años, en los pasos ya dados, en las tormentas ya navegadas y superadas y el bagaje de sabiduría que dejaron. Confianza en quienes me quieren bien…

Cada obstáculo, cada crisis, cada necesidad de cambio y evolución los he vivido y los vivo como una maravillosa invitación que la Vida me hace a “ir más allá”. Unido a ello, la Vida también me pide que vaya más allá no sólo en el cambio sino, en ocasiones, en la permanencia y el sotenimiento de lo que no debo dejar ir, de lo que debo cuidar.

Cambio y permanencia, son elementos de la vida.

Dos movimientos que nos configuran a todos. Discernir lo que debe quedarse en y con nosotros y lo que debemos dejar ir… Es un arte.

Todo ello me parece a mí que forma parte de ese “¡vé más allá!” al que la Vida nos convida, casi a diario, incluso en lo más sencillo y cotidiano.

Y a ti: ¿qué te ayuda a ir más allá? ¿cómo has vido y cómo vives los momentos de mayor nivel de dificultad de tu vida? ¿Cuáles han sido y son tus puntos de referencia?

¡Ánimo! ¡a pedalear!

Reflexiones estáticas 1

 

Durante un tiempo compartiré con vosotros estas "reflexiones estáticas" que vieron la luz en otro lugar virtual pero hoy se mudan a mi blog. 

La bicicleta y yo.

Hace casi tres años, hice espacio en casa para una bicicleta estática sencillita. Nunca lo hubiera pensado, pero fue recomendación médica, así que me vi permitiendo la entrada de esta “huesped” no deseada y reacondicionando un hueco para ella. Nunca me han gustado los gimnasios y polideportivos. Así que la única forma de ser fiel a la cita con el pedaleo prescrito, fue traer la bici a casa, eso sí, con gran resignación por mi parte.

“Entronizar” una bicicleta que no va a ningún sitio en mi hogar, me causaba una especie de sensación de dar el brazo a torcer a algo que nunca había entrado en mis cálculos existenciales, pero tampoco decorativos (meter en un piso de tamaño medio una bici estática, te fastidia bastante la decoración).

No obstante, la salud “manda” y me vi un día subida en una bicicleta pedaleando sin moverme hacia ningún lugar. Ese “darle” a los pedales sin más, contabilizando kilómetros, calorías quemadas, pulsaciones de mi corazón, velocidad del pedaleo, se me hace pesadísimo y me crea una sensación de “tontuna” vital importante cada vez que lo afronto. Para lidiar con todas las voces que me preguntan dentro de mí qué narices hago yo ahí, me ayudo de la música en ocasiones (por cierto, la Sinfonía nº1 de Bethoveen acompaña de maravilla el pedaleo), otras veces de buenos vídeos que pongo en la tablet, pero, la mayoria de ocasiones, pedaleo en silencio escuchando-me.

Y ese “escuchar-me” mientras voy a ningun lugar, es el origen de estas “reflexiones estáticas” que quiero compartir con vosotros.

En esta primera reflexión estática me centro en el título que he elegido y que, desde mi experiencia vital, tiene mucho de oxímoron, me explico:

El acto de reflexionar siempre ha sido para mí, punto de partida de movimientos y cambios vitales y ejercicio de “orden interno” para situar mejor los avatares vitales. nunca he puesto en acto el verbo reflexionar de una forma “estática”. Reflexionar me moviliza, me ilumina en ciertos aspectos, me inspira, me descubre horizontes nuevos, se parece más a un ejercicio de gimnasia interior que a un mero elucubrar mental. Me sitúo en una vivencia y comprensión de la reflexión como esa “razón poética” a la que alude María Zambrano. No se trata tanto de “rumiar” conceptos, cuanto de un cierto ejercicio de aunar contemplación y razón. Podríamos decir que, en mi caso, reflexionar evoca esa imagen de quien “se flexiona” sobre sí mismo, no para encerrarse en sí, sino para focalizarse activamente en un “pensar” que incluye la mirada interior, la percepción, el momento del “eureka”.

Por eso, nada más lejos que lo “estático” en mi modo de entender y practicar el acto humano de reflexionar. Sin embargo, montada en mi bicicleta, pedaleando sin moverme de casa, me ha ido pareciendo que el oxímoron tiene sentido: Para poder ejercitar una reflexión profunda, una reflexión  que movilice el ser y que no se transfome en mera “verborrea” interior, se requiere cierta “quietud”, se precisa dejar de correr, detener un tanto o mucho la prisa, el anhelo de llegar y, en cambio, afinar el oído, la mirada, el olfato, el gusto y el tacto, dándose tiempo para “gustar internamente” al estilo ignaciano.

Este pedaleo estático me evoca el ejercicio de “aburrir al ego” tan propio de la meditación zen. Un ejercicio repetido de forma sistemática crea la posibilidad para lo que Karlfried G. Dürckheim denomina “la gran transparencia”. Hacernos permeables a la trascendencia se convierte en el objetivo de la práctica.

Recordando esto, mi pedaleo a ninguna parte se transforma en una meditación. Iré compartiendo algunas de esas meditaciones o reflexiones estáticas que, deseo, nos indiquen y conduzcan hacia lugares vitales ricos y fructíferos. ¿Pedaleas conmigo?

lunes, 28 de septiembre de 2020

Dar el do pecho: de "Solo ante el peligro" a "La comunidad del anillo"

Quiero continuar con esta idea de "dar el do de pecho" en este curso que ya tan complicado se está mostrando, pero, a la vez, tan pleno de opotunidades.

Bastantes de mis amigos maestros/as van compartiendo conmigo lo emocionados/as y gratamente sorprendidos/as que se sienten al ver la seriedad y  madurez con la que sus alumnos/as están afrontando todo este lío de entradas escalonadas, itinerarios por los pasillos y escaleras, mascarillas, distancia de seguridad, recreos a diferentes horas, lavado de manos, geles...

Otros me explican la fuerza que están encontrando en el apoyo, presencia y complicidad de sus compañeros/as de claustro.

Esta "vidilla" y estas cosas son las que no salen en ningún titular, porque, si debiéramos entender y describir el mundo guiados sólo por los titulares de los telediarios, prensa, algunas redes sociales.... esto se parecería desmasido a una película apocalíptica y, en lo que a Educación se refiere, el profesor se parecería mucho a Gary Cooper en "solo ante el peligro".


Pero, nada más lejos de la realidad, al menos, en la mayoría de los casos. Porque lo que nadie dice, lo que no sale en ningún titular es la red de apoyo y cariño que existe en la gran mayoria de claustros. Si enfocamos la mirada en la relación profesor-ministerio de educación, ese "Solo ante el peligro" me parece más real. Pero si nos enfocamos en lo que es el día a día de un claustro, comprobamos que la red de relaciones de cariño, respeto y apoyo, gestada durante años en tantos casos, actúa como apoyo diario del profesor/a que hace que no se sienta "Solo ante el peligro".

Porque un claustro de profesores de un colegio, por norma general, es un ecosistema pleno de ilusiones compartidas. Cuando uno se zambulle en el ritmo interno de un colegio, descubre que el claustro no es un ente abstracto, es la suma de la personalidad y de las certezas de cada educador/a que forma parte de él. Hay conflictos como en todo grupo humano, hay "disidentes" más o menos silenciosos o ruidosos, puede haber épocas oscuras, pero, siempre, al final, se cuela por todos los resquicios esa experiencia de ser compañeros/as, de que verdaderamente cada uno puede y debe aportar al bien común del colegio, a su evolución y mejora que redunda en la evolución y crecimiento de su razón  de ser: los alumnos/as.

Así, el símil cinematográfico pasa de ser "Solo ante el peligro" a vernos inmersos en la increíble aventura de "La comunidad del anillo" del Señor de los Anillos. Quizá todo "profe" que lea esta entrada, podrá identificarse a sí mismo con uno de los personajes de Tolkien y, siendo arriesgado,  quizá a alguno de sus compañeros/as. En todo claustro nos encontraremos con Frodo, Samsagaz, Gandalf, Aragorn, Légolas, Peregrin Tuk, Arwen, Gimli, Galadriel, Eowyn, etc... Sí, ahí los encontraréis, bajo el rostro y los andares de vuestros compañeros y compañeras de toda la vida. Cada uno aportando su peculiar modo de ser "educador/a". Cada uno, cada una , formando esa preciosa e increíble "comunidad del anillo" de un claustro educativo.



Ojo: no soy ingenua, habrá que estar siempre atentos a los "Gollum" y "Saruman" que, bajo capa de bien, pueden minar la fuerza de la comunidad, pero, es que ¿qué gracia tendría entonces la aventura? Ahí es donde toca dar el "do de pecho". Cuando vienen tiempos oscuros, cuando toca salir de la tranquilidad de la tierra media para "ir más allá", entonces es cuando más demuestran su fortaleza y su debilidad los lazos creados en la comunidad educativa y, más en concreto, en el claustro de profesores/as.

Frodo y Sam se sentían pequeños para semejante tarea y efectivamente lo eran, pero, apoyados en el cariño y la fuerza de la Comunidad del anillo, lograron lo que nadie había logrado jamás. Quizá tú también te sientas tan minúsculo como un pequeño hobbit de la comarca, y quizá lo seas, pero si a tu lado encuentras un verdadero amigo como Sam, si te aventuras a educar acompañado por un "claustro-comunidad", te auguro grandes gestas y mucha felicidad.


Propuesta para dialogar en los claustros: 

¿Es tu claustro "comunidad" o más bien favorece el sentirse "solo ante el peligro? 

¿En qué ámbitos de la vida escolar os sentís y actuáis como compañeros, como red de apoyo e inspiración mutua? ¿De qué modo?

¿En qué ámbitos se os "cuela" el "solo ante el peligro"? 

¿Dónde sentís que debéis reforzar vuestros modos de actuación para ampliar la fuerza que proviene de ser compañeros/as?

En este contexto del Covid-10: 

¿Cuál es la misión principal a la que queréis responder? 

¿Qué necesitáis para ello? 

¿Qué debéis eliminar para poder responder a esa misión?





miércoles, 9 de septiembre de 2020

Dar el "do de pecho": Amar al alumno

Cuando estudiaba magisterio, teníamos en el aula de música (me especialicé en Educación Musical) una frase en la pared "Que el alumno ame la música", ese era el objetivo, el faro, el horizonte de un maestro de educación musical. Pero junto a ello, se repetía en muchas de las asignaturas y en boca de diferentes profesores, lo esencial de que "el profesor ame a sus alumnos".

Tiempo después, cuando me estrené en un aula, en todo momento, sobretodo cuando me sentía sobrepasada, caundo me sentía sin recursos, esa frase se hizo "un mantra" para mí.

Descubrí que el amor es el camino, que el amor ha de ser la atmósfera educativa, que si el alumno/a se siente amado, no en general, sino "en concreto", entonces las dificultades lo son un poco menos.

Si el/la maestro/a AMA AL ALUMNO, el/la alumno/a, en cierta media amará la materia, se le dé mejor o peor, porque durante los minutos de impartición de esos contenidos, los recibirá de alguien que le mira con respeto y cariño, quizá lo que más ame llegue a ser la presencia de su maestro y no recuerde después bien la asignatura.

Y ahí es donde sé de buena tinta, que nuestros maestros y maestras están ya dando el "do de pecho". Están traspasando todos los límites impuestos de mascarillas y distancias, para hacer llegar a sus alumnos una presencia amorosa, paciente, ilusionada y esperanzada.

                                                                                                                                                                     Ayer, en una de las formaciónes on line que estoy impartiendo, una educadora nos explicaba con un nivel de sinceridad precioso, lo duro que había sido para ella el confinamiento y el post-confinamiento, nos describía su nivel de ansiedad. Y entonces nos dijo que, todo eso había durado hasta el momento exacto en que hacía unos días había comenzado a recibir a los niños en el cole, nos decía que "al comenzar a tomar la temperatura, indicar por donde ir, dar la bienvenida, se me pasó todo". Y yo, escuchaba esto y contenía mi alegría y mis lágrimas, porque ahí estaba, en carne y hueso, una maestra de corazón. Ahí estaba ella diciendo en voz alta lo que tantos y tantas están sintiendo y viviendo y, seguramente, no lo dicen.

Así lo viven ya miles de profes en toda nuestra geografía. Así son los/as maestros/as de verdad, los /as vocacionados. Sabedores de su debilidad, con sus límites y miedo como todo ser humano, pero cuando están con sus niños, con sus chavales ¡se olvidan de todo! Y entonces, el niño, el joven se siente amado, se siente especial, se siente apoyado y eso le da alas... ¡y cómo necesitamos recuperar el alto vuelo!

Como sociedad hemos de cuidar de nuestros maestros y maestras. No son héroes ni falta que les hace. Son personas como tú y como yo pero que han recibido el don de SER EDUCADORES/AS. Ese don es un tesoro de incalculable valor para la sociedad, para el bien común. Debemos cuidarlos.

Ahí están, ellos y ellas, hoy, dando el "do de pecho" en esta sinfonía una tanto desafinada del tiempo de pandemia.

¡GRACIAS, MIS QUERIDOS MAESTR@S!

martes, 1 de septiembre de 2020

Dar el "do de pecho": las emociones

 Hoy ellos y ellas, los "profes", ya están en el cole.  Cuando estaba en el colegio como profesora, una de las cosas que más me gustaban era ese primer día en el que nos veíamos los unos a los otros más o menos morenos, sonrientes, con cara descansada; algunos con unos kilillos de más por "las tapitas" veraniegas, otros, por el contrario, con kilitos de menos por la natación, las largas caminatas. Todos, eso sí, con anécdotas que contar, algunas fotos para compartir (cuando no había wtsup). Había compañeros con los que te unía una amistad y cariño que se concretaba en que te habían traído o les traías un regalo porque habías recordado a esa persona durante las vacaciones... Ese primer día con un picoteo especial o una comida de inicio de curso. Ese día mágico en el que sientes que "todo es posible y todo está por hacer" y tu pereza se te va por el desagüe porque al reencontrarte con tus compañeros y compañeras, se te pone en pie de guerra el ardor pedagógico y ya te pones en marcha.

Este año, me dicen mi marido y mis amigos profes, no se podrán dar los besos y abrazos del reencuentro. Es más, no pueden encontarse juntos todo el claustro.  Cada etapa se reunirá en su lugar, sin interacción o con la mínima. A quien no le vaya mucho la liturgia de abrazos y besos se sentirá aliviado, lo reconozco, porque cada uno es como es. Pero a mí, qué queréis que os diga, me apena esa imagen de claustro compartimentado y más, cuando el deseo es trabajar como un todo. Si ya cuesta tanto a veces salir del "propio querer e interés" de tu etapa...

Y aquí viene mi apreciación segunda. Si ayer me ponía en la piel del profe desde el punto de vista tan sólo curricular, teniendo que crear programaciones y didácticas para lo presencial, para lo on line, aprender a trabajar a metro y medio, con mascarilla, con gel, con ventilaciones varias, etc, etc... Hoy quiero ponerme en la piel del docente situándome en el ámbito emocional.

Ya llevan los colegios bastantes años inmersos en la creación de proyectos de educación emocional. Resuena lo de la imporatncia de las emociones por doquier.


En el contexto de la Educación de la Interioridad, es el segundo contenido enunciado como "integración emocional" por aquello de que las emociones no basta con conocerlas, sino que, nos guste o no, las emociones nos acompañan todo el día y toda la vida y es así porque la vida es, en gran medida, experiencia que emociona. Ahora, con el COVID entre nosotros, a  muchos la vida nos conmociona.

Si ya es de por sí complejo integrar el mundo emocional, qué diremos en este momento. 

Estamos habituados o bien a ocultar nuestras emociones o, cuando menos, a disimularlas. Sólo nos permitimos sacarlas a pasear si son agradables y ahí, en general, mostrarnos no nos cuesta tanto. 

Pero ¿como "lidiamos" con las emociones desgradables como, por ejemplo el miedo o la tristeza y qué decir de la ira o la vergüenza?

Seamos sinceros: hay emociones que no son "bien vistas" en sociedad, esas, las ocultamos, las taponamos. Nos decimos que esa tristeza o esa ira o esa vergüenza queda para la intimidad, que ya lo afrontaremos en casa y, tantas veces, ni en casa nos permitimos ese sano descan-ser que nos permite mostrarnos tal y como estamos, sin filtros ni máscaras dejándonos acoger y querer en esa emoción desagradable.

Digo esto porque no me cuesta imaginar la cantidad de  profesores/as que ahora mismo, han entrado en el cole con ilusión, por supuesto, con ganas, pero también con un trasfondo de miedo (miedo al contagio, miedo a lo que puede pasar si hay que volver a cerrar el centro, miedo...), con enfado por la falta de apoyos institucionales, con vergüenza por sentir miedo cuando parece que otros están como súper tranquilos y hasta hacen amago de un abrazo "y yo saldría corriendo"...

Por más que se haya denominado a este momento "nueva normalidad", esto, nada de todo esto es normal. Nos acostumbraremos (o no...), pero no es normal. Por lo tanto, lo que sí es normal es que aparezcan dentro de nosotros, también de los adultos, por supuesto, emociones encontradas y que haya momentos en los que sintamos que "no puedo con esto" o "no sé qué hacer". Momentos de alegría enorme por ver a los alumnos, por descubrir como nos sorprenden, pero también momentos de tensión, de tristeza, o de miedo y los va a haber, porque ya antes del COVID los había. Por eso, ahora, como nunca, habrá que aprender a reconciliarse con la vulnerabilidad que se evidenciará en esta incertidumbre generalizada.

Y, desde mi punto de vista, esta es una clave importantísima: aprovechar este momento tan único, para adentrarnos de lleno en la urgente tarea de integrar de veras nuestro mundo emocional dentro de la escuela. No "saber" las emociones racionalizándolas, sino acogerlas, expresarlas sanamente, dejándonos sostener cuando las feuerzas fallen y celebrando juntos cuando llega la alegría. No somos superhéroes. Con excesiva simplicidad hemos utilizado ese calificativo con los sanitarios. No hace falta que nadie sea un héroe. Un profesor es un ser humano con su mochila vital a cuestas como sus alumnos, como los padres y madres de su colegio. Un/a profesor/a necesita apoyo emocional si queremos que él o ella apoye emocionalmente a sus alumnos.

La oportunidad que nos brinda el COVID si sabemos acogerla, es la de crecer emocionalmente como comunidad educativa. Dejar de disimular "como si aquí no pasara nada" o dejar de ir de víctimas (porque casi siemrpe se dan estos dos excesos en las personas y/o en las instituciones). Podríamos descubrir el puente sobre aguas turbulentas que podemos construir para transitar este curso que se presenta incierto y complejo. Ese puede ser el "do de pecho" que emita la escuela y ojalá esa vibración resuene en toda la sociedad.

Queridos profes: CUIDAOS PARA PODER CUIDAR.


lunes, 31 de agosto de 2020

Dar el "do de pecho" . Las asignaturas

 Me siento hoy ante el ordenador para, en el último día del mes vacacional por excelencia,compartir lo que se me mueve en los adentros en la vuelta al cole.

Reconozco que, junto a la normal pereza de regresar a la pantalla y el teclado, se mueve en mí un sentimiento de gran perplejidad por todo lo vivido, escuchado, sentido tras el confinamiento y hasta este momento.


Mañana, oficialmente (en realidad llevan ya varios días reuniéndose en los centros y retomando la labor en casa), los profesores y profesoras de los colegios de este país, atravesarán los umbrales de entrada a sus centros con la palabra INCERTIDUMBRE grabada a fuego en sus corazones, en sus emociones, en las paredes del colegio, en sus programaciones. Nunca retomar el curso escolar fue tan complejo, duro y denso como este curso 2020-21. Nunca tampoco, tan lleno de posibilidades para "ir más allá"  y dar un auténtico "do de pecho" educativo.

Cuando nos confinaron dentro de nuestras casas, sentí con toda sinceridad que aquellos días que fueron muchos más de los que creíamos en un inicio, nos mejorarían como individuops y sociedad. Lo creí. Luego, llegó el desconfinamiento y salió a la calle lo que llevábamos dentro: quien escuchó y se dejó encontrar por la Vida en la cuarentena, salió con otro tono vital. Quien no lo hizo salió igual y, permitidme el juicio, quizá incluso peor. 

No me refiero aquí a los afectados directamente por el latigazo del virus coronado: enfermedad propia o de un ser querido, pérdida del trabajo, ERTE, secuelas post-COVID en el cuerpo y un largo etcétera de situaciones durísimas. Sólo me refiero a quienes, no habiendo sufrido nada más que incomodidades, aún así nos quejamos, nos venimos abajo, nos volvemos seres cabreados y hasta pseudorevolucionarios proclamando que todo esto es una confabulación "judeo-masónica" como diría algún personaje del gran Forges (¡qué bien nos irían en este momento sus viñetas de sabiduría sonriente...!).

En fin, lo que quiero decir es que, contemplando el panorama nacional y sintiendo la vibración general social y política, nuestros profes queridos están como nunca llamados/as a DAR EL DO DE PECHO.

¿Por qué lo digo? Ahí van algunas apreciaciones que iré compartiendo en pequeñas dósis a lo largo de estos primeros días de curso:

  1. Los profesores/as retoman sus asignaturas con el mensaje de que se debe seguir apuntando a la famosa "excelencia educativa" (lo ha reiterado hasta la saciedad la señora Celaá, ministra de Educación) en una situación mundial y local que apunta hacia escenarios diferentes que no se puede saber si serán o no, ni cuando ni cómo. 
    • Se insta a los educadores/as a tener organizado y programado el desarrollo curricular y competencial para el modelo presencial y para el modelo de enseñanza on line, e incluso, para los dos a la vez dado que puede haber alumnos que hagan unos días presenciales y otros desde casa. Todo ello, con el mismo número de docentes de siempre en la mayoría de los centros escolares. Todo ello con, supuestamente, el mismo número de horas lectivas y de liberación y permanencia pero, evidentemente, trabajando muchas más horas como ya sucedió en el último trimestre del curso pasado. Muchas horas de trabajo "extra" porque dentro del horario laboral es imposible recrear casi sobre la marcha tu asignatura o asignaturas (sí, muchos profesores no imparten una sola asignatura sino varias, hay quien lo olvida) y además hacerlo creando itinerarios aptos para el aula y para el ordenador sumando a todo ello las obligatorias adaptaciones curriculares para algunos alumnos/as. Además, en las clases presenciales, debe tenerse en cuenta el gran cambio que suponen la distancia interpersonal, la mascarilla, el lavado de manos cinco veces al día y la ventilación del aula cada hora durante unos diez minutos mínimo (¿imagináis lo que será ventilar así en invierno, pongamos por caso, en un Burgos nevado o en la blanca Vitoria?) 

    • Me permito un ejemplo para ilustrar la complejidad añadida que deberán afrontar nuestros educadores/as: la asignatura de Educación Física (que ha demostrado su importancia durante el confinamiento ¿o no?) deberá impartirse con mascarilla y distancia: ¿cómo? Estoy deseando hablar con los amigos y amigas que imparten esta asignatura y comprobar como,una vez más, nos dejarán con la boca abierta ante su creatividad y capacidad de "dar el do de pecho" en esta "ópera bufa" del nulo acompañamiento y sostén por parte de los señores y señoras ministros y adláteres.
      • Además, según me dicen, ¡no pueden ducharse tras el ejercicio físico!. Esto supone o bien optar por una clase de Educación Física poco física para evitar el sudor, o bien acoger en el centro escolar más "perfumes" de los que suele haber en un aula o bien cambiar el horario de todo el  mundo para que la clase de EF sea siempre a última hora del día y así cada alumno se lleve sus aromas a su casa.
Por hoy lo dejo aquí. Te invito a ti que lees esta entrada a seguir ejemplificando como puede ser el desarrollo de la Educación Musical. Imaginar también como llevar a cabo el aprendizaje cooperativo manteniendo la distancia de metro y medio y, dado que es  "mi" especialidad, cómo articular la Educación de la Interioridad sin tocarse, con mascarilla... (en este sentido ya comencé en el mes de julio pasado a compartir propuestas a través del curso on line "pioneros de un mundo inédito")

En la siguiente entrada abordaré otros ámbitos de la vida escolar. Todo ello para visibilizar esa deliciosa complejidad que se mueve dentro de cada colegio y que sólo conoce, disfruta y padece, quien vive a pie  de aula y de patio y de pasillo. Lo hago porque estoy convencida y lo repetiré en cada entrada, de que nuestros educadores/as van a dar el "do de pecho" y yo, estaré ahí para aplaudirlo.

martes, 4 de agosto de 2020

Nuestros mayores ¿a quién le importan?

El curso pasado escribía una entrada de cierre de curso invocando la navegación por plácidas aguas vacacionales de desconexión.

Este año no puedo hacerlo. Me voy de "vacaciones" cansada de este modo de manipular la vida de las personas por parte de los que pueden hacerlo. Cansada de seguir normativas que unos dicen son casi sagradas mientras otros las tiran por tierra calificándonos de "aborregados" a los que, con buena fe, las cumplimos. Cansada de vídeos y contravídeos de médicos que dicen una cosa y otros que dicen la contraria. Harta de que ahora todos nos creamos doctores en medicina porque llevamos mascarilla quirúgica y usamos gel hidroalcohólico.

Que pare el mundo, o más bien, decido pararlo yo. Paro el mundo o mundillo de mensajes de voz, videos, noticias, titulares, miedos, sustos, quejas...

A estas alturas de lo "pandémico" ya vemos que nadie tiene nada claro y navegamos en aguas de poca o ninguna certeza. Sí, seguimos en la consabida incertidumbre (que siempre ha formado parte de la condición humana), jugando aún a hacer ver que podemos controlar algo y poner día y hora a todo.

Lo que no cambia o cambia a peor, es el mundo de la burocracia. Con el virus por ahí, el sistema de asistencia social empeora su funcionamiento. En mi caso el resultado es ver como mi madre en cuatro meses, sufre un empeoramiento y privación de las ayudas que tenía, al cerrarse su centro de día sin darnos alternativa alguna.

La rutina que tanto bien le hacía física y anímicamente de salir de casa para ir a pasar unas horas con personas de su edad con las que ha creado lazos de cariño y amistad, rota "por su bien". Yo no entiendo nada y, este año, las vacaciones me causan tristeza, porque veo de qué modo se deja la vida de los mayores en un "stand by" injusto y forzado repitiendo que es "por su bien". Pues, señores míos, lo que yo veo en mi casa no es ningún bien, todo lo contrario.

Me voy de vacaciones cansada, decepcionada, enfadada. No me importa reconocerlo. Digo "stop" a tanta estupidez y mentira disfrazada de verdad. Que no pretendan que comulguemos con ruedas de molino, por favor.

Viendo la situación de mi madre y de sus compañeros de centro de día y de tantísimos ancianos, sólo poniendo ahí la mirada, a mí me entran ganas de reír por no llorar.

Para colmo de los colmos, se nos notifica la necesidad de volver a repetir papeleos oficiales en agosto. Aquí estoy: teléfono, ventanillas, páginas webs sin acceso. El verano y el COVID dan la mejor de las excusas para complicar aún más el complicado mundo de la burocracia.

Lo veo claro: tener más de 75 años en este país es ser un cero a la izquierda. La generación que levantó todo, que se sacrificó, que lo ha dado todo, ahora están aparcados por un sistema que prima la atención on line, lo digital, justo aquello para lo que nuestros mayores no han podido prepararse. 

Me indigna y mucho el maltrato institucional a nuestros padres y abuelos. ¿Saldremos a la calle por ellos/as? ¿Lucharemos por ellos y ellas como lucharon por nosotros? No lo creo. Así de triste, lo confieso. El COVID nos ha dado una buena excusa para no movernos.

Con todo, quiero creer tozudamente, que algo bueno puede nacer de todo esto. Sólo espero que mi madre pueda verlo.




viernes, 12 de junio de 2020

El oxímoron de la "nueva normalidad"


Hace unos días un querido amigo y gran educador, Javi Palacios afirmaba que cada vez más lo de la "nueva normalidad" le parecía un oxímoron. Estoy totalmente de acuerdo y añadiría que es un oxímoron nada inocente.

El lenguaje tiene un gran poder, más del que le atribuímos incluso en un momento de la humanidad en el que la palabra ha perdido su fuerza de tantas mentiras vertidas en la vida pública. Pero, a pesar de ello, la palabra, el modo en el que nombramos y describimos la realidad, es el modo en que la entendemos y asumimos.

De todos es conocido el método aficaz para deshumanizar al otro propio de los fascismos: cosificar a la persona conviriténdola en un "colectivo-raza": judíos, negros, gitanos, homosexuales, inmigrantes, etc o en un número como se hizo en los campos nazis de exterminio.

Si el otro pierde su individualidad y se transforma en un "colectivo" o en un número, me es mucho más fácil cargar contra él, se disipa la mirada directa, el "cara a cara". El otro pasa a ser un extraño, un enemigo, un problema a resolver.

El lenguaje humano, la palabra, es vehículo de comprensión del mundo y nos "acomoda" o "desacomoda" a él. 

Y, en este momento, de tanto repetir y repetir esa expresión de "la nueva normalidad" estamos asumiendo que en el  momento en el que se dé el "pistoletazo de salida", ya todo estará en una normalidad total, eso sí "nueva".

La cara visible de lo nuevo de la normalidad que asumimos serán las mascarillas, el "distanciamiento social", los guantes y los geles. 

Pero de tanto calificar a este contexto post-confinamiento de "nueva normalidad" parece que se nos borra de un plumazo el trauma planetario que estamos viviendo, el golpe brutal, la estela de muertos, de convalecientes, de desarreglos psicológicos, de ruptura de proyectos vitales, laborales...

De nuevo se nos cuela por goleada, la mentalidad eurocentrista, blancocentrista y neoliberal. Mientras el 20% de la población mundial que vive bien se recupere, todo está bien, todo vuelve a la normalidad. Pues no es así. Ni la población que vive bien sale bien del confinamiento por todo lo dicho anteriormente, ni el 80% empobrecido se recuperará.



La "nueva normalidad" no existe. Ya se ha dicho por muchos medios y se ha hecho famosa la idea de que precisamente lo que llamamos "normalidad" es lo que nos ha traído hasta aquí y que la cuestión no es regresar a tal normalidad. Así lo creo. Si es "normal" que millones de personas en el mundo mueran de hambre, guerras, enfermedades. Si es normal que los ricos siempre sean más ricos empobreciendo a otros. Si es normal que las familias no puedan gozar de ser familia porque no hay tiempo para ello. Si es normal que "aparquemos" a nuestros mayores en residencias que no tienen la posibilidad de cuidarlos como merecen. Si es normal que un futbolista o una "celebriti" cobre un sueldo mil veces superir al de un médico o un maestro. Si es normal que la clase política dicte leyes que empobrecen a una mayoría mientros ellos nunca pierden ni un mínimo de capital. Si es normal que el planeta se degrade a una velocidad terrorífica mientras no cesamos de hacer aquello que lo degrada. Si todo eso y más es "lo normal", yo no quiero volver a ello.

No hay "nueva normalidad", lo repitamos el número de veces que lo repitamos, no será verdad, no será real. Sin los cambios individuales, sociales y politicos pertinentes, volveremos a lo de siempre e incluso peor.

Lo verdaderamente nuevo no es ir por la calle con mascarilla. Lo verdaderamente nuevo sería interiorizar el cuidado hacia el otro, el respeto por toda vida cristalizando modos de vida que prioricen tal cuidado. Lo verdaderamente nuevo sería salir del espejismo del consumo neoliberal y abandonar un modo de vida que depreda el planeta regresando a modos de vida austeros y sencillos. Lo nuevo de verdad sería, dicho en lenguaje muy sencillo y un nivel de autocrítica personal, dejar carente de sentido por carencia de demanda todo modo de producción, toda oferta que vapulea al pequeño emprendedor, que no ampara la vida del barrio, que no descontamina el medio ambiente cercano.

Lo verdaderametne nuevo sólo será realidad si hay un cambio en mí, en ti. Si creamos redes de cercanía y cuidado de los más débiles. Si aprendemos a comprometernos cada uno, cada una en su pequeño nivel con el cuidado del otro, de la vecindad, del medio ambiente "de la acera de en frente".

Lo verdaderamente nuevo sólo acontece en los corazones. No lo gestan las leyes exteriores. Lo radicalmente nuevo nace en corazones transformados, en las mentes críticas, en quien es capaz de dejarse trapasar por la realidad y comienza a "mirar e ir más allá". Lo nuevo acontece sobretodo en la revolución interior que me conduce a una "alterioridad" en la que "el otro" ya no es un extraño, sino que pasa a ser "otro de mí" y lo entraño en mi ser convirtiéndolo en "entrañable".

No, no vamos hacia una "nueva normalidad", vamos hacia el mismo espejismo de normalidad en el que llevamos viviendo siglos. La normalidad de vivir en un mundo de ricos y empobrecidos porque nos han hecho creer que la pobreza es normal e insalvable. Esa normalidad no la quiero. Lo único positivo de este dichoso virus es que a muchos nos está terminando de despertar. Ojalá los que despertemos nos unamos y resonemos cual despertador pertinaz y molesto. Porque lo nuevo de verdad, eso, sí que molesta.




jueves, 28 de mayo de 2020

Educar la Interioridad en el post-confinamiento: CUIDAR LA VIDA (2)



Más que nunca y como siempre la atención al SER ha llamado a nuestras puertas.

Se nos ha llenado la casa de mensajes de cuidado, de atención. Se comenzó a creer en que quizá, a lo mejor... "todo esto", a quienes no nos arrebatara el virus la vida ni el trabajo, nos haría resituarnos y salir con una cierta metamorfosis del ser...

Ahora estamos saliendo, no de la pandemia, pero sí de casa. Ahora las calles se pueblan de nuevo de risas de niños y de miradas de ancianos. Ahora las terrazas parecen tener la importancia que tuvo en su momento el papel higiénico. 

La capa de ozono se estaba curando (eso decían al menos...) pero ahora lo importante es el coche privado porque en el bus, en el metro o en el cercanías quizá te contagias.

Las playas estaban limpias, el mar más azúl, incluso el agua de Venecia decían estaba preciosa. Pero ahora viene el calor y, después de escoger bikini y bañador en cadenas de tiendas (no las del barrio de toda la vida, seguramente) que vuelven a abrir sus puertas, regresamos a la playa y, ella, abierta y presente, nos acogerá, incluso aun cuando la llenemos de colillas y de plásticos.

Y, en medio de todo este "salir", algunos dicen y repiten: ¿Por qué se ha organizado la reapertura de los bares y no la de los colegios? ¿Mi hijo/a puede estar en una terraza y no puede estar en el colegio? Y lo dicen como una crítica, como una "falla" de nuestra sociedad.

Y cada vez que escucho esa especie de "mantra" me surgen mil y una respuestas. Hoy daré algunas.

Lo resumo todo en esta acción que considero educativa, en una concepción de la educación no centrada en lo curricular pero sin olvidarlo. Una acción del colegio pero no sólo, una acción que toda la sociedad y cada individuo en ella, está llamado a acoger y llevar a cabo: CUIDAR LA VIDA.

Más que nunca y como siempre... CUIDAR LA VIDA ATENDIENDO AL SER, o dicho en lenguaje competencial: APRENDIENDO A SER.

Si como sociedad entendiéramos qué es cuidar la vida, toda vida, entenderíamos que esta crisis nos está ofreciendo una inmensa oportunidad para identifiar los modos vitales, los modos de organizarnos y de consumir que están desatendiendo e incluso atacando la vida.

Hemos comprobado que el cuidado y atención a nuestros ancianos/as es, en algunos casos, deficiente y nos hemos llevado las manos a la cabeza al saber los datos de mortandad en las residencias de mayores. Decíamos que nos quedábamos en casa por ellos y ellas y por los "más vulnerables" al virus. Lo decíamos pero, ahora, al regresar al trabajo quien aun puede, al regresar a la terraza quien pueda y tenga estómago, al regresar... ¿Quién se está preguntando qué "imperativo moral" nos pone delante este contexto de COVID-19  y qué "apetencias" o aparentes "esenciales" deberíamos dejar en segundo plano para de verdad, seguir cuidando esas vidas más vulnerables?

Y aquí llego a la cuestión que apuntaba antes: por qué no es ni de lejos lo mismo la reapertura de un bar que la de un colegio.

La escuela es uno de esos lugares donde confluye la vida que está en ciernes, está haciéndose. Al igual que en los "geriátricos" (triste palabra) confluye la vida en su fase de conclusión. Ambos polos, inicio y fin ¿no los estaremos descuidando en pro de un "en medio" de la vida que el sistema potencia porque es más productiva y casi se gestiona solita?

En la escuela puede aplicarse ese verso hermoso del gran poeta catalán Miquel Martí i Pol: "Todo está por hacer y todo es posible"

Posem-nos
dempeus altra vegada i que se senti
la veu de tots solemnement i clara.
Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.


(PONGÁMONOS 
DE PIE DE NUEVO Y QUE SE ESCUCHE
LA VOZ DE TODOS SOLEMNEMENTE Y CLARA.
GRITEMOS QUIÉNES SOMOS Y QUE TODO EL MUNDO LO ESCUCHE.
Y, ACABADO, QUE CADA UNO SE VISTA
COMO BUENAMENTE LE APETEZCA, Y ¡"VIA FORA!
QUE TODO ESTÁ POR HACER Y TODO ES POSIBLE)


Y ahora, como pocas veces, la Escuela tiene ante sí una inmensa oportunidad para re-pensar y re-crear sus modos y sus prioridades. Pero no sólo la escuela, es el momento de que la sociedad al completo comprenda que a un niño, lo educa "toda la tribu". En este sentido, es esperanzador comprobar como durante el confinamiento, la relación familia-escuela se ha hecho, en general,  más fluida con una mayor implicación de los padres y madres en el conocimiento no sólo de los contenidos curriculares que sus hijos e hijas reciben. sino en el conocimiento de los valores y lineas de fondo que fluyen en el colegio al que asisten sus hijos.  Esto, por sí mismo, ya es un avance y un logro de esta crisis. Algo, que en el momento en que pueda retornarse al aula, no debería perderse y sí, cuidarse y potenciarse.

En el caso que nos ocupa en este blog, también percibo que en lo referente a la Educación de la Interioridad, numerosos centros educativos se dan cuenta de que  el momento del regreso al aula no podrá ser una regreso "sin más", como si no hubiera pasado nada y comenzando con el "decíamos ayer" de Fray Luis de León. No, la comunidad educativa y los profesores en particular, serán los que reciban y acogan la "mochila emocional" que cada alumno y su familia hayan ido generando durante esta crisis mundial. Habrá quien en esa mochila lleve cansancio y desasosiego, habrá quien lleve pérdidas laborales o personales, habrá quien lleve miedo, habra, quizá un poco de todo en no pocas de esas mochilas. Pero no sólo de los alumnos, sino de los propios educadores/as, de toda la comunidad educativa. Ahí es donde los contenidos y técnicas de la EI, así como su transfondo teórico, van a demostrar toda su capacidad para ayudar a situar y acompañar el mundo emocional de la comunidad educativa.

Por eso, reabrir un colegio no es reabrir un bar. Al colegio no va uno porque quiere, ni a "pasar el rato". La vida de un colegio implica un fino encaje de bolillos de organización temporal, espacial, de gestión de personas, de liderazgo de programas y líneas educativas, de atención y acompañamiento a niños, adolescentes y familias. Implica un gran número de actividades, de monitores externos y sobretodo, implica una relación  de acompañamiento vital a los alumnos y a sus familias.

No, señores míos, no puede improvisarse el retorno al aula como se ha ido improvisando (sin ayuda de ningun ministerio y sí numerosas críticas y opiniones gratuitas) el paso inmediato al confinarnos a una educación on line. Esto último se ha hecho así  porque no ha quedado otro remedio y se ha hecho, en lo que yo conozco, muy bien, para nota. Por cierto: todavía estoy esperando una cita en las redes para un aplauso enorme a los profes de este país. Llamadme ingenua...

Gracias a Dios ni los sanitarios ni los educadores, ni otros muchos se mueven  por "aplausiómetros" sino por el compromiso personal con su vocación. Y ahí está la escuela, que no es un bar. La escuela a la que llegarán los niños y los adolescentes y jóvenes tras un confinamiento largo, tras un verano que no sabemos como será. Los contenidos curriculares que podían antes trabajarse en grupos numerosos, en equipos cooperativos cercanos, las clases de Educación Física, el coro del colegio, los encuentros y juegos en el patio y los pasillos, las visitas al lavabo, y, por supuesto, las técnicas de trabajo corporal, de integración emocional y de apertura a la trascendencia trabajadas a través de masajes, de respiración consciente, de juegos, de dinámicas de grupo muy cerca unos de otros, de compartir materiales... todo y más, tendrá que ser revisado, repensado, recreado...

Llegarán los alumnos/as con mascarilla y guantes y con la obligación de no tocarse. Llegarán los profesores con media cara visible para decir a sus alumnos/as en ese lenguaje no verbal tan importante en la educación, que están ahí para ellos, que les quieren, que creen en sus posibilidades.  Que "todo está por hacer y todo es posible". Como se lo han dicho a través de las pantallas de mil modos posibles. Se lo dirán ahora con una mirada que traspasará los dos metros.

La escuela, en un regreso post-confinamiento, será un lugar más, pero único en su peculiaridad, desde donde cuidar la vida. Por eso, por favor, no la comparemos con un bar.

Educar la interioridad en el Post-confinamiento: CUIDAR LA VIDA (1)



Cuidame (Jorge Drexler y Pedro Guerra)
Cuida de mis labios
Cuida de mi risa
Llevame en tus brazos
Llevame sin prisa
No maltrates nunca mi fragilidad
Pisare la tierra q tu pisas
Pisare la tierra q tu pisas
Cuida de mis manos
Cuida de mis dedos
Dame la caricia
Que descansa en ellos
No maltrates nunca mi fragilidad
Yo sere la imagen de tu espejo
Yo sere la imagen de tu espejo
Cuida de mis sueños
Cuida de mi vida
Cuida a quien te quiere
Cuida a quien te cuida
No maltrates nunca a mi fragilidad
Yo seré el abrazo que te alivia
Yo seré el abrazo que te alivia
Cuida de mis ojos
Cuida de mi cara
Abre los caminos
Dame las palabras
No maltrates nunca mi fragilidad
Soy la fortaleza de mañana
Soy la fortaleza de

lunes, 25 de mayo de 2020

Adultos educadores o educadores adultos



Hoy rescato una entrada de este blog de años atrás (en diez años da para escribir...). A la luz de un contexto de regreso a las aulas en post-confinamiento y con medidas de seguridad hasta ahora desconocidas en los centros educativos, la renombro con un título más completo que el que en ese momento tuvo. Lo hago porque verdaderamente hay diferencia, y mucha en ocasiones, entre ser un adulto educador, es decir, un adulto que según su profesión "educa" o ser un educador adulto, es decir, una persona que opta por la vocación educativa y lo hace siendo él/ella en primer lugar un verdadero adulto. No perfecto, pero sí adulto. Para poder acoger y ayudar a integrar la mochila emocional con la que la comunidad educativa regresará a las aulas, necesitaremos más que nunca, EDUCADORES/AS ADULTOS/AS.
Tal y como están las cosas es necesario recordar una y otra vez que los adultos, nos guste o no, estamos llamados a ser educadores de nuestros niños y jóvenes. Cualquier adulto que se sitúe cerca de un niño, de un adolescente, de un joven, se transforma en "educador" o en "deseducador" -si es que este término existe- En realidad en lo que concierne a la educación de las personas, toda la sociedad influye. Son mil mensajes explícitos e implícitos los que llegan hasta cada miembro de la sociedad, hasta cada uno de nosotros. Siendo sinceros, incluso los adultos educan o "deseducan" a otros adultos. Cuántas veces un compañero/a de trabajo nos ha hecho descubrir posibilidades nuevas en nuestra forma de trabajar, posibilidades de mejora y,a  veces, posibilidades de empeoramiento o decaimiento.

Verdaderamente, todos influimos en todos. Para mí queda claro en el caso de los colegios. El ambiente que se respira en ellos incide en todos, no sólo en los alumnos/as. El tipo de comentarios que los educadores/as hacemos sobre los alumnos puede hacer que otro compañero/a acuda a un aula positiva o negativamente predispuesto. En la "microsociedad" de un colegio se generan todo tipo de situaciones, unas son estresantes, otras alegres. Los adultos que rodean a los niños y adolescentes suelen ir sobrecargados de trabajo: clases, programaciones, reuniones, entrevistas con padres, papeleos varios y el intento de ayudar a tantos alumnos/as necesitados de una atención especial. En ese contexto resulta imprescindible un nivel de autocontrol que permita a cada educador distanciarse de esas situaciones para coger perspectiva. Ahí van algunas frases que podríamos decirnos los educadores:

  • El alumno/a problemático no "la tiene tomada conmigo", simplemente de manera incosciente es capaz de "tocar" mis puntos débiles. Será trabajo del educador crecer en consciencia de aquello que siente como "puntos débiles" de su personalidad y no achacar al alumno sus estados de ánimo de manera continua. Eso no quiere decir que no se tenga la sensación de que hay alumnos/as que nos ponen nerviosos, por ello, más que en nigún otro caso, es el adulto el que ha de ser capaz de no enredarse en discusiones que no llevan nada y con calma y ecuanimidad, ir llevando a ese alumno o alumnos a terrenos más constructivos que no pasan por la discusión.
  • Mis compañeros son aliados en el proceso educativo de mis alumnos. No todo depende del tutor o tutora. Todos somos co-tutores. Cada educador que entra en un aula tiene la obligación de dar de sí lo mejor que tiene para el avance de esos niños o adolecentes. Da igual el número de horas o el grado de responsabilidad sobre el papel que se tenga.
  • No soy el padre/madre de mis alumnos/as: hay responsabilidades exclusivas de la familia. Debemos dar el cien por cien de nosotros pero hay un márgen que no es nuestro, sino netamente de cada familia. Una vez hechos todos los intentos de diálogo con las familias de alumnos "difíciles" se hizo lo que se pudo y lo mejor posible, entonces podemos estar tranquilos, sin la sensación de que todo depende de nosotros.
  • El mayor bien que puedo hacerles a mis alumnos es estar yo bien: cuidarnos física, psicológica y espiritualmente es un derecho pero también una obligación. Los pasillos y aulas del colegio, la sala de profesores no deben convertirse en "papeleras" en las que cada uno deja caer sus miedos, ansiedades, desesperanzas... Sí pueden ser un lugar en el que poder ser uno mismo, sin perfeccionismos que ahogan la espontaneidad y estresan más, pero marcando un límite que permita la lucidez necesaria para no perder la paz y la sonrisa. Urge crear en el claustro una atmósfera de confianza, acogida, de sentirse y saberse querido y respetado.

Os propongo que añadáis más frases que puede decirse a sí mismo/a un/a educador/a, frases que aporten positividad, que nos aterricen en la hondura de nuestra vocación. Adultos que educan su interior para poder educar la interioridad de los niños y jóvenes. Más que nunca ha de ser así en tiempos de COVID-19.