La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 12 de junio de 2020

El oxímoron de la "nueva normalidad"


Hace unos días un querido amigo y gran educador, Javi Palacios afirmaba que cada vez más lo de la "nueva normalidad" le parecía un oxímoron. Estoy totalmente de acuerdo y añadiría que es un oxímoron nada inocente.

El lenguaje tiene un gran poder, más del que le atribuímos incluso en un momento de la humanidad en el que la palabra ha perdido su fuerza de tantas mentiras vertidas en la vida pública. Pero, a pesar de ello, la palabra, el modo en el que nombramos y describimos la realidad, es el modo en que la entendemos y asumimos.

De todos es conocido el método aficaz para deshumanizar al otro propio de los fascismos: cosificar a la persona conviriténdola en un "colectivo-raza": judíos, negros, gitanos, homosexuales, inmigrantes, etc o en un número como se hizo en los campos nazis de exterminio.

Si el otro pierde su individualidad y se transforma en un "colectivo" o en un número, me es mucho más fácil cargar contra él, se disipa la mirada directa, el "cara a cara". El otro pasa a ser un extraño, un enemigo, un problema a resolver.

El lenguaje humano, la palabra, es vehículo de comprensión del mundo y nos "acomoda" o "desacomoda" a él. 

Y, en este momento, de tanto repetir y repetir esa expresión de "la nueva normalidad" estamos asumiendo que en el  momento en el que se dé el "pistoletazo de salida", ya todo estará en una normalidad total, eso sí "nueva".

La cara visible de lo nuevo de la normalidad que asumimos serán las mascarillas, el "distanciamiento social", los guantes y los geles. 

Pero de tanto calificar a este contexto post-confinamiento de "nueva normalidad" parece que se nos borra de un plumazo el trauma planetario que estamos viviendo, el golpe brutal, la estela de muertos, de convalecientes, de desarreglos psicológicos, de ruptura de proyectos vitales, laborales...

De nuevo se nos cuela por goleada, la mentalidad eurocentrista, blancocentrista y neoliberal. Mientras el 20% de la población mundial que vive bien se recupere, todo está bien, todo vuelve a la normalidad. Pues no es así. Ni la población que vive bien sale bien del confinamiento por todo lo dicho anteriormente, ni el 80% empobrecido se recuperará.



La "nueva normalidad" no existe. Ya se ha dicho por muchos medios y se ha hecho famosa la idea de que precisamente lo que llamamos "normalidad" es lo que nos ha traído hasta aquí y que la cuestión no es regresar a tal normalidad. Así lo creo. Si es "normal" que millones de personas en el mundo mueran de hambre, guerras, enfermedades. Si es normal que los ricos siempre sean más ricos empobreciendo a otros. Si es normal que las familias no puedan gozar de ser familia porque no hay tiempo para ello. Si es normal que "aparquemos" a nuestros mayores en residencias que no tienen la posibilidad de cuidarlos como merecen. Si es normal que un futbolista o una "celebriti" cobre un sueldo mil veces superir al de un médico o un maestro. Si es normal que la clase política dicte leyes que empobrecen a una mayoría mientros ellos nunca pierden ni un mínimo de capital. Si es normal que el planeta se degrade a una velocidad terrorífica mientras no cesamos de hacer aquello que lo degrada. Si todo eso y más es "lo normal", yo no quiero volver a ello.

No hay "nueva normalidad", lo repitamos el número de veces que lo repitamos, no será verdad, no será real. Sin los cambios individuales, sociales y politicos pertinentes, volveremos a lo de siempre e incluso peor.

Lo verdaderamente nuevo no es ir por la calle con mascarilla. Lo verdaderamente nuevo sería interiorizar el cuidado hacia el otro, el respeto por toda vida cristalizando modos de vida que prioricen tal cuidado. Lo verdaderamente nuevo sería salir del espejismo del consumo neoliberal y abandonar un modo de vida que depreda el planeta regresando a modos de vida austeros y sencillos. Lo nuevo de verdad sería, dicho en lenguaje muy sencillo y un nivel de autocrítica personal, dejar carente de sentido por carencia de demanda todo modo de producción, toda oferta que vapulea al pequeño emprendedor, que no ampara la vida del barrio, que no descontamina el medio ambiente cercano.

Lo verdaderametne nuevo sólo será realidad si hay un cambio en mí, en ti. Si creamos redes de cercanía y cuidado de los más débiles. Si aprendemos a comprometernos cada uno, cada una en su pequeño nivel con el cuidado del otro, de la vecindad, del medio ambiente "de la acera de en frente".

Lo verdaderamente nuevo sólo acontece en los corazones. No lo gestan las leyes exteriores. Lo radicalmente nuevo nace en corazones transformados, en las mentes críticas, en quien es capaz de dejarse trapasar por la realidad y comienza a "mirar e ir más allá". Lo nuevo acontece sobretodo en la revolución interior que me conduce a una "alterioridad" en la que "el otro" ya no es un extraño, sino que pasa a ser "otro de mí" y lo entraño en mi ser convirtiéndolo en "entrañable".

No, no vamos hacia una "nueva normalidad", vamos hacia el mismo espejismo de normalidad en el que llevamos viviendo siglos. La normalidad de vivir en un mundo de ricos y empobrecidos porque nos han hecho creer que la pobreza es normal e insalvable. Esa normalidad no la quiero. Lo único positivo de este dichoso virus es que a muchos nos está terminando de despertar. Ojalá los que despertemos nos unamos y resonemos cual despertador pertinaz y molesto. Porque lo nuevo de verdad, eso, sí que molesta.