La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 9 de marzo de 2022

YO HAGO MI PARTE: GRACIAS A LOS COLIBRÍES DEL MUNDO

Si bien la pandemia del Coronavirus dominó por completo el 2020, sin embargo, otros conflictos armados siguen vigentes y dominan ahora el 2021. En la actualidad hay al menos 63 guerras activas en curso que tienen lugar alrededor del mundo en la actualidad y que siguen causando muertes violentas (distritoregio.com)

El virus con corona les obligó a quedarse en casa como a todo el planeta. Hoy, el virus del ansia de poder, las ganas de coronarse Zar-Putin, les obliga a salir en éxodo de sus casas porque si se quedan en ellas, morirán de bombas, disparos, frío, de hambre...

Como ellos y ellas, como los ucranianos, millones de seres humanos en el mundo son forzados a dejar sus países, sus hogares, a sus seres queridos, emprendiendo los largos éxodos migratorios que, para no pocos de ellos y ellas, terminan en muerte en medio del mar, o en medio del desierto. Para la mayoría, la salida forzada de su tierra, les convierte en parias, en "sin papeles", a los niños en "menas".

Ahora, los ciudadanos y ciudadanas de un país como Ucrania, pasan a engrosar la inmensa lista de los desplazados y refugiados, pero, por favor, no olvidemos, que niño es tanto el niño rubio de ojos azules, como el de tez morena y ojos negros. Mujer y madre lo es tanto la ucraniana como la marroquí o la etíope o la afgana.

Es sanador ver la acogida que Polonia brinda a los miles de huidos de Ucrania. Es sanador saber de personas que están viajando por Europa para ir en busca de parientes, de amigos, para abrir sus casa a los ya sin casa por culpa de Putin. Es sanador, es hermoso, es conmovedor y me obliga a reflectir y pensar ¿Qué hago yo?

Pero, a la par, me asalta la pregunta por el "qué hago yo", qué hacemos, qué hace Europa por los que vienen en patera, por los que saltan la valla, por los más morenos, por los que llevan siglos llamando a las puertas de una Europa que empobreció África.

Ayer, compartiendo búsqueda y vida con un grupo de voluntarios de Cáritas Gipuzkoa, escuchaba estas mismas inquietudes en ellos y en ellas. Estos hombres y mujeres, que dedican con entrega su tiempo, sus saberes, sus capacidades, su sensibilidad para acompañar y aportar algo a la mejora de personas en situación de vulnerabilidad en diversos ámbitos, me hacían vibrar al escuchar su humanidad. 

Ayer, mientras en la calle comenzaban las manifestaciones del 8-M, un grupo de quince personas, nos preguntábamos qué hacer en medio de tanto dolor, qué aportar para que este mundo esté menos enfermo. Ayer, alguien nos recordó la fábula del colibrí, una fábula que compartí hace años en este blog y que, hoy, me resuena fuerte.

GRACIAS A CADA HOMBRE Y CADA MUJER QUE HACE SU PARTE. Gracias a los pertinaces "colibríes" del mundo. Gracias a los que, en lugar de avivar incendios, aportan aunque sea un gotita de agua sin dejarse desanimar por la fuerza del fuego.