En su libro "La vida
cotidiana como ejercicio de superación moral" Karlfried G. Dürckheim
afirma que la obra más importante para el ser humano es él mismo. Lograr la
"obra interior" será el fruto de una maduración que cada hombre y
mujer deben llevar a cabo. Tal obra se ha de desarrollar, y no puede no ser
así, en LO COTIDIANO que es "el campo de nuestro ejercicio interior".
Hoy, traigo a colación
esta obra de Dürckheim, porque quiero resaltar la enorme importancia que en la
Educación de la Interioridad como paradigma pedagógico tienen las
que denomino
"rutinas de interiorización".
Cuando hacemos pivotar la
implementación de la EI sobre sesiones de mayor duración y más elaboradas,
corremos el riesgo de quedarnos anclados en la EI como un proyecto más entre
otros muchos. No debo explicar a estas alturas la cantidad de nuevos proyectos
que continuamente están llegando a los colegios y la cantidad de horas de
formación e información, organización y puesta en práctica que llenan el
horario de todos los maestros/as.
Por ello, poner el
énfasis de la EI en sesiones y talleres de interioridad no está mal, pero
corremos un "peligro": si nos quedamos sólo ahí, en un plazo de unos
cuatro años desde el inicio de la implementación de tales acciones, la EI
pasará a ser un apéndice, un momento en el que "me toca
interioridad", como "me toca matemáticas". Alumn@s y educadores
percibirán la EI como un proyecto que aparece "a ratitos" y nos
otorga, como mucho, experiencias divertidas, emocionantes o relajantes o menos
aburridas que otros momentos del horario escolar.
Desde la propuesta de
compresión de Karlfried G. Dürckehim referida al desarrollo del Ser en estadios
adultos, si lo referimos a las edades escolares, en las que el ego está en fase
de construcción, debemos recordar que la EI es una propuesta ineludible en
cuanto todo ser humano precisa de acudir a lo profundo, necesita interiorizar
sus experiencias, conectar consigo mismo, con los demás y con el misterio para
crecer de forma más armónica y rica. Para poder hacerlo, el niño y el joven
deben también aprender cómo hacerlo. Eso es la EI, el proceso de aprender a
utilizar diferentes técnicas para conocerme mejor, para relacionarme mejor,
para descubrir y potenciar mis aptitudes, para abrirme a lo que me trasciende
sin miedo, sin escepticismo, etc. Y que todo ello, me sirva para la vida una
vez terminados los años de escolarización.
Pero si transmitimos al
claustro y a los alumn@s la idea equivocada de que "lo de
interiorizar" es para momentos muy, muy especiales que poco o nada tienen
que ver con la vida cotidiana, entonces la EI nunca saldrá del formato propio
de los proyectos que comienzan, tienen un recorrido más o menos interesante y,
poco a poco se van diluyendo y sólo son mantenidos por aquell@s educador@s que
se sienten enamorad@s de tal propuesta.
Esta es una de las
grandes debilidades que a lo largo de los años identifico en la mayoría de
propuesta de EI que conozco. Y es una debilidad que viene dada por nuestro
propio sistema educativo que nos aboca a esta eterna forma de funcionar que
consiste en buscar proyectos (que generalmente son gestados por agentes
externos al colegio) que mejoren "esto" o "aquello" sin ir
a las raíces de lo que debe ser mejorado, corregido o potenciado. Es lo de
poner parches nuevos a odres viejos, ya sabemos lo que pasa.
LAS RUTINAS DE
INTERIORIZACIÓN son, en este contexto de debilidades, lo que puede sacarnos del
modelo del mero proyecto, para irnos conduciendo al verdadero paradigma
pedagógico. Si cada día, cada educad@r, cada alumn@, vive diferentes momentos
de interiorización, con diversas técnicas y ejercicios, dentro del horario
normal, antes de iniciar una clase con el contenido que sea. Si, junto a ello,
se siguen dando, efectivamente, otros momentos de especial calado, como
talleres o sesiones más elaboradas, el cómputo total ayudará mejor a entrar en
un estilo, en una sintonía natural con el hecho de "pararnos y sentir,
pensar, gustar internamente, conectar...".
Es lo que siempre hemos
deseado al incluir en el horario de la escuela la "oración de la
mañana" o lo que se llama también el "buenos días". Sin embargo,
en esa práctica hemos identificado debilidades y dificultades que hemos de
saber se repetirán con las rutinas de interiorización: de nuevo podemos
simplemente elaborar un elenco de técnicas para las rutinas, hacer un librito o
ponerlas en un USB y que cada profesor las use en momentos que habremos
consensuado todo el claustro. Como con el "buenos días" veremos que
bastantes profesor@s lo olvidarán o bien porque no lo han interiorizado como
necesario ell@s mism@s o bien porque "la materia es más importante".
La historia se repite.
¿Cómo superar este
escollo? No tengo una receta milagrosa, desde luego, pero es evidente que el
modo de formación del profesorado que elijamos puede ayudar más o menos a
superar los escollos de este tipo. Y, desde luego, si tales rutinas no están
presentes en los momentos de claustro por etapas o general, en los modos de
iniciar una junta de evaluación, es decir, en el propio modo de trabajar del
claustro educativo, el desfase favorecerá el mensaje de fondo de que son
"cosas prescindibles".
Sea como sea, lo cierto
es que, no podemos poner toda la fuerza de la EI en sólo los Talleres de
Interioridad o las sesiones de más duración. Es preciso que, en la
cotidianeidad de la vida escolar, todos demos espacio a esas
"píldoras" que pueden alimentar nuestro ser y que, por ende, ayudarán
también a vivir mejor el aprendizaje dentro de las distintas asignaturas.
Se trata de que en la
escuela se respire, se viva una atmósfera que ayude a vivir conectados,
atentos, conscientes. Un estilo de estar en la escuela que favorezca la calma,
la ilusión, las ganas de ir más allá. A veces, un minuto de silencio tranquilo,
con pocas palabras, silencio amable y compartido puede remover, interrogar y
ayudar más que tres horas de trabajo de la interioridad con muchas técnicas
diferentes.
Al igual que en la vida,
en la escuela necesitamos lo cotidiano y lo festivo como escuela para ser.
Igual que en la vida, necesitamos los momentos de retiro, de fiesta, de
celebración fuera de lo cotidiano para coger fuerzas, para recuperarnos, para
ir al fondo... Pero sin el punto de apoyo de lo cotidiano, todo puede adoptar
la forma de "fuegos de artificio" cuya belleza y emoción dura un poco
y se olvida rápido