La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 28 de abril de 2020

Afectar...Infectar...Ofertar



VERBOS EN CLAVE DE FE DESDE UNA ÉTICA SAMARITANA

FE: no sólo entendida como virtud teologal, creencia en un Dios, sino como confianza, apertura, religación, relectura de la realidad.

En nuestro caso: religación de las dimensiones antropológicas de interioridad y exterioridad que con empecinamiento dualista siempre separamos y hasta entendemos como opuestas.

Tres verbos para la pandemia, ahora y cuando “salgamos de casa”:

                        Afectar…Infectar…ofertar

                        aFEctar…InFEctar…oFErtar

Dejarme AFECTAR por el dolor de los otros (hacerme cargo de la realidad)

Dejarme INFECTAR por el virus de la “proximidad” (cargar con la realidad)

OFERTAR mi presencia, mi tiempo, mi dinero, mis capacidades, lo que sea preciso en pro del bien del otro (encargarme de la realidad)

lunes, 27 de abril de 2020

Dejarnos infectar...

La Educación de la Interioridad  se ha hecho "hueco" en la vida escolar, en los procesos formativos de los educadores/as, en las publicaciones y en el vocabulario educativo.  Hay quien lo recibe con alegría y ganas. Hay quien lo mira desde siempre con sospecha. Hay quien sigue a la espectativa...

Sea como sea, ahí está la EI como un contenido transversal en algunos casos, como meras técnicas en otros, como propuesta de cambio sistémico en el caso de mi propuesta. Me gusta denominarlo "Paradigma pedagógico".

A medida que se suman más días y semanas a nuestro confinamiento en casa, asisto al despertar de muchas personas a una relación más atenta con su interior. Los profesores/as a los que estoy formando, me explican el modo tan distinto en el que entienden ahora "eso de la interioridad". No pocos me explican de qué modo están aplicando las técnicas que han aprendido en el Posgrado u otras formaciones, a su vida diaria: respiración consciente, relajación, meditación, conciencia corporal, visualizaciones, lectura sosegada, escucha atenta del otro, integración emocional, etc...

Hace unos días terminaba de corregir algunos trabajos del Posgrado, uno de esos trabajos consiste en la lectura crítica de un libro de la bibliografía. Trabajo tras trabajo, en todos se repetía la experiencia de, o bien haber vuelto a leer el libro elegido en estos días de cuarentena, o bien haber podido comenzar el trabajo justo ahora con algo más de tiempo (aunque no mucho, ya sabemos que los profesores/as están trabajando un promedio de dos horas diarias más. Mientras escribo estas líneas, escucho de fondo a mi marido en una video conferencia con algunos de sus alumnos, es la tercera en lo que va de mañana y le quedan dos). Lo que llamó mi atención es que todos me decían que, leído ahora, el contenido del libro o libros, resonaba muy distinto. Alguno me decía que "más real y aplicable". Otro me decían "ahora lo he entendido de verdad"...

Cuando terminé de corregir el último trabajo, quedó en mí la confirmación de lo que siempre he sabido: pretender educar la interioridad en el ámbito escolar no es cuestión de "saber" mucho (que hay que saber, hay que formarse,  hay que leer, hay que reflexionar, por supuesto) ni de "hacer fichas", sino de "gustar internamente". 

Una de las "piedra de toque" (no la única, pero sí la más evidente y reconocida) de aquellos/as que deseamos entregarnos de veras al cuidado de la dimensión interior, es todo lo relacionado con el silenciamiento y con el  estar en lo que estamos, estar presentes. La eterna cuestión del "aquí y ahora".

Pues bien, alegra mucho recibir tantos mensajes en los que las personas te dicen que ahora sí están pudiendo crear una rutina de meditación o de oración, que están disfrutando de cocinar, de mirar al cielo, de volver a escuchar música, de estar con los suyos sin prisas...

A mí siempre me impresiona mucho y me apena el modo en el que en los cursos que imparto, los educadores/as comparten esa sensación de "no llegar", de no poder hacer las cosas con calma, saboreándolas, a veces, ni en casa ni en el trabajo. Por no decir la de veces que se repite la palabra "imposible" cuando tratamos el tema de crear esa rutina de meditación diaria: "En el mismo sitio, a la misma hora, todos los días"...

¿Hace falta que nos sumamos en un "estado de emergencia" para valorar por experiencia los beneficios de priorizar el cuidado del ser interior? ¿Nos dejaremos de verdad y para siempre infectar por el virus de la "atención a lo interior"? 

Ojalá.


martes, 21 de abril de 2020

Tenemos que nacer de nuevo: encuentro, entraña, renacimiento.

Resuena con insistencia esta afirmación de Jesús en el encuentro con Nicodemo: "Tenéis que nacer de nuevo".

El evangelio de Juan, en su hondura teológica, indica un camino de transformación personal desde la raíz del ser, que tiene como punto de partida un Encuentro con Jesús en el que las cuestiones vitales más candentes de quien con él se encuentra, salen a la luz en diálogos exquisitos. Jesús, en esos diálogos, muestra una sabiduría de "sabor oriental", es decir, continuamente conduce a su interlocutor más allá del punto al que, aparentemente, quiere llegar.

En el caso del encuentro con Nicodemo, siempre me ha llamado la atención que este maestro de la ley acude a Jesús convencido de que no es un loco o un blasfemo, sino que verdaderamente viene de parte de Dios porque así lo atestiguan sus obras: "Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios a enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si Dios no está con él". Nicodemo, a diferencia del resto de fariseos, ve y no rechaza, admite que en Jesús brilla la presencia de Dios. Es limpio de corazón.

Lo curioso es la respuesta que Jesús le ofrece. Es como si no le hubiera escuchado, pero, no, más bien, le da esa respuesta (creo yo) porque escucha más allá de lo que el propio Nicodemo se atreve a expresar. Entonces, la conversación ya no gira en torno a Jesús, en torno a si es o no un Maestro y si viene o no de parte de Dios. Jesús sabe que eso Nicodemo ya lo ve y lo acepta, pero ve más allá de lo que Nicodemo quiere expresar  y "ataca" el núcleo de la inquietud profunda de Nicodemo. ¿Y cuál podría ser?


Siendo Nicodemo un maestro de la Ley, vemos en él a un hombre que ha estudiado la Torá hasta el fondo, que vive conforme a ella, que la respeta, es un hombre "temeroso del Señor" en el mejor sentido de la tradición judía. Pero está descubriendo en Jesús a un Maestro verdadero que habla y hace signos  propios de alguien enviado por Dios. Entonces, no me cuesta imaginar, la lucha interior que todo ello debía de generar en el corazón de Nicodemo.

Por eso dice Juan que "fue a verlo de noche". La noche es símbolo de las incertezas, miedos y luchas de los hombres. La noche evidencia falta de luz, se camina a tientas en la noche, todo adquiere en ella contornos más amenzantes...
Quizá el corazón de Nicodemo está así, sin luz suficiente, dudoso, temeroso, sintiendo a la vez una mezcla de atracción y de miedo ante lo que Jesús generaba en él...

Él era un fariseo "hombre importante entre los judíos". No cuesta imaginar que, reconocer él abiertamente que Jesús era un enviado de Dios podía enemistarle con el Sanedrín, con sus compañeros, además de suponer un giro interior considerable. Reconocer plena y abiertamente todo lo que Jesús está iluminando en su interior y actura en consecuencia, supondría para Nicodemo un "antes y un después". A su edad, con un estatus reconocido, y Dios, su imagen de Dios...

Con todo esto, podemos comprender que el hecho de que Nicodemo vaya a ver a Jesús, obedece a un imperativo interior potente. No es mera curiosidad. Hay en su visita una callada petición de luz, de sentido, quizá incluso de certezas...

Por eso Jesús no reponde en el mismo nivel de la pregunta (como hará en el capítulo 4 con la samaritana). 

La respuesta de Jesús, a mi modo de ver, se sitúa en la corriente de los maestros orientales. Es un reto, una invitación a avanzar, a conectar con lo que de verdad inquieta a Nicodemo.

Y ahí está la contundencia de esta afirmación: "Tenéis que nacer de nuevo".

La vida, palabras y obras de Jesús, están describiendo y explicando a las mujeres y hombres quién es Dios. En Jesús de nazaret Dios nos está describiendo la humanidad y la divinidad. Ambas confluyen, ambas se abrazan. Dios en Jesús dice con claridad que opta por el ser humano y con especial amor por el ser humano empobrecido y marginado.

En Jesús Dios visibiliza tal opción por aquellos que, en las leyes humanas y religiosas, son menospreciados y hasta perseguidos: prostitutas, leprosos, enfermos, mujeres, niños, gentiles, recaudadores de impuestos... Dios rompe todos los esquemas. ¿Quién es "bueno" o quién es "malo"? ¿quién "fiel" o infiel"? Los perfiles claros de la ley, se diluyen en Jesús y en su propuesta de Reinado de Dios.

Por eso Jesús se lo dice bien claro a Nicodemo: "Tenéis que nacer de nuevo". No está la cosa en pensar mucho ni razonar mucho, sino en las entrañas. O se nace de nuevo o todo queda como estaba. Sí, reconocer y acoger al Dios que se revela en Jesús, pone todo "patas arriba". No hay punto medio.

Encuentro, entraña, renacimiento, sin todo ello, vana es nuestra fe.


viernes, 17 de abril de 2020

Resurreción y personalización: la fe en la personalidad.


La fe en la personalidad:
He aquí, pues, que, por pasos, mi fe inicial en le Mundo se ha cambiado irresistiblemente en una fe en la espiritualidad creciente e indestructible del Mundo.
(...)La convicción que voy a tratar de defender aquí es precisamente (...) que, si hay irreversiblemente vida delante de nosotros, esto que llamamos Viviente tiene que culminar en algo Personal donde habremos de encontrarnos a nosotros mismos "sobre-personalizados". ¿Cómo justificar esta nueva etapa en la explicación de mi fe?
(...) La idea, tan extendida, de que el Todo, incluso reducido a la forma de Espíritu, no puede ser sino impersonal, tiene evidentemente su origen en una ilusión espacial. A nuestro alrededor, lo "personal" es siempre un "elemento" (una mónada), y el universo, por el contrario, se manifiesta sobre todo a nuestra experiencia mediante actividades difusas. De ahí la impresión tenaz de que lo personal es un atributo exclusivo de lo "particular en cuanto tal", y que por consiguiente tiene que ir decreciendo a medida que se lleva a cabo la unificación total.
Pero una impresión como esta, en el punto en el que he llegado en el desenvolvimiento de mi fe, no resiste a la reflexión. El Espíritu del Mundo, tal y como se me ha presentado al nacer, no es un fluido, ni un éter, ni una energía. Completamente diferente de esas vaporosas materialidades, las innumerables conquistas de la vida se agrupan, se organizan, en su esencia, en una adquisición gradual de consciencia. Espíritu de síntesis y de sublimación. ¿De acuerdo con qué proceso de analogía nos lo podemos imaginar? ¿Acaso relajando nuestro centro individual de reflexión y de afección? De ningún modo. Si no, al contrario, apretando éste, cada vez, más allá de sí mismo. El ser “personalizado”, que nos constituye como humanos, es el estado más elevado bajo el que nos es dado recibir la trama del Mundo. Llevada a su consumación, esta sustancia tiene que seguir poseyendo, en un grado supremo, nuestra perfección más preciosa. Desde ese momento ya no puede ser sino “super-consciente”, es decir, “super-personal”. Os irritáis ante la idea de un Universo personal. La asociación de estos dos conceptos os parece monstruosa. Ilusión espacial, volveré a repetir. En lugar de contemplar el Cosmos por el lado de su esfera exterior, material, ¡volveos hacia el punto en el que todos los radios se juntan! También allí, reducido a la unidad, existe el Todo, y lo podéis percibir en su totalidad concentrado en ese punto.
Así, en lo que me concierne, yo no soy capaz de concebir una evolución que no desemboque en una suprema Personalidad. El Cosmos, a fuerza de converger, no puede fraguar Algo: como ya lo ha hecho parcial y elementalmente en el caso del hombre, tiene que terminar en Alguien. 
(…) Os asombra esta perspectiva (…) Nos imaginamos el gran Todo bajo la figura de un océano inmenso en el que vienen a desaparecer los hilillos del ser individual. Es el mar en el que se disuelve el grano de sal, el fuego en el que la paja se volatiliza… Unirse a él equivale a perderse. Pero es que justamente esta imagen es falsa, quisiera poder gritar yo a los hombres (…) No, el Todo no es la inmensidad enrarecida, y por tanto disolvente, en al que buscáis su imagen, sino que, por el contario, es como nosotros esencialmente un centro, con las cualidades propias de un centro. Ahora bien ¿cuál es la única manera que tiene un centro de formarse y nutrirse? ¿Acaso descomponiendo los centros inferiores que caen bajo su dominio? De ningún modo, sino reforzándolos a su propia imagen. Su manera propia de disolver consiste en unificar aún más. Para la mónada humana, fundirse en el Universo quiere decir verse super-personalizada.

(Pierre Teilhard de Chardin: Lo que yo creo. Ed. Trotta. Págs. 99-101)

miércoles, 15 de abril de 2020

Resurrección y personalización


Os propongo hoy reflexionar y adentrarnos en el hecho de la Resurrección de Jesús preguntándonos si en el contexto escolar de la Educación de la Interioridad tiene algo que "decir", algo que aportar a los procesos de personalización que subyacen a nuestra propuesta pedagógica.

Pues bien, para mí, el eje en el que pivota toda la fuerza de esta forma de entender la EI es precisamente la fe en la Resurrección de Jesús y en nuestra Resurrección individual y colectiva. Intentaré explicarme lo mejor que pueda porque el tema es ciertamente muy denso.

En un contexto en el que la espiritualidad está siendo rescatada de la mirada despectiva nacida de cierta comprensión de la ciencia y la técnica, tal espiritualidad adopta muchas formas. Actualmente fascina y atrae sobremanera esa línea de comprensión de la realidad profunda que llamamos "no dualidad". Ese “no dos" que nos llega desde oriente es el equilibrio de la dualidad en la que occidente se mueve con mayor comodidad. Dualidad y no dualidad nos pueden parecer hoy contrapuestas, hasta excluyentes formas de vida espiritual y de comprender las cosas. Nada más lejos. No obstante, darse cuenta de ello requiere un saber que no es sólo racional, sino "sapiencial".

Personalmente me da la impresión desde hace mucho tiempo, que de "no dualidad" sólo puede decir algo quien ha tenido experiencia de lo que es. Antes de haberse puesto "de moda" ese término y de alcanzar el asentimiento de muchas personas que lo miran con buenos ojos, aunque apenas entiendan hacia donde señala, los místicos y místicas de todas las tradiciones espirituales han hablado de ello con los términos y las categorías de comprensión propias de sus épocas.

Actualmente, autores como David Carse en su libro "Perfecta Brillante quietud" entran en el tema del "no-yo" sin ambages. En el panorama actual Jeff Foster, Eckhart Tolle y otros forman parte de esa corriente de espiritualidad sin Dios que nace de la experiencia de esa no dualidad, de ese "no yo" que también tuvieron los místicos y que ha sido más propia de las religiones oceánicas que de las tres grandes religiones del Libro (Islam, Judaísmo y Cristianismo).  Con respecto al importante tema de la adecuada comprensión del ego en los procesos de crecimiento personal y en el camino espiritual me remito al capítulo titulado “no-ser” de mi libro SER (pág. 113-118).

No puedo en el espacio de esta entrada profundizar como debiera en todo lo referente a la fenomenología de las Religiones. Voy a usar categorías que precisan de una explicación más detallada, pero intentaré ser lo más didáctica posible. Si en el intento alguien hecha en falta mayor exactitud en los términos, ruego se me disculpe.

El hecho es que, en un creciente interés por la no dualidad ¿qué sentido tiene creer en la Resurrección? Porque la Resurrección es un canto a la individualidad, al yo, a lo individual: quien Resucita en primer lugar es Jesús de Nazaret. Así es en un primer nivel de comprensión de ese hecho de la Resurrección (hecho captado por la fe, acontecimiento, más que acto).

Resucita Jesús, resucita el hombre, pero revelando ya sin tapujos, al Cristo, es decir, al modelo de ser que está llamado a nacer y desarrollarse en nosotros como en “una segunda encarnación” de la que habló Sor Isabel de la Trinidad. Dicho de otro modo y con terminología propia de la propuesta de Karlfried G. Dürckheim: en la Resurrección de Jesús, el yo existencial transparenta ya plenamente el ser esencial de Jesús. Es cierto que, en la persona histórica de Jesús de Nazaret, afirmamos que vemos a un ser humano sin fisuras. Su yo existencial transparentaba perfectamente su ser esencial. Esa transparencia del ser que somos es lo que el resto buscamos, anhelamos, vivimos a medias, nos cuesta... en Jesús, su interioridad y su exterioridad forman un todo armonioso y coherente. Pero, al igual que sucede en la Trasfiguración en el Tabor, más tarde, al Resucitar, todo velo que podía dificultar a las personas descubrir tal totalidad de armonía, desaparece. Cae el velo y los ojos pueden ver sin dudas esa perfecta unidad entre cuerpo, mente y corazón, entre interior y exterior, entre el hombre y Dios. Todo ello acontece en la persona concreta y en la vida, gestos y palabras de Jesús de Nazaret.

Por lo tanto, en la Resurrección de Jesús, en la revelación plena del Cristo, quedan recapituladas el ego y la esencia, el yo y el "no-yo". La forma en la que Dios decide darse a conocer plenamente en Jesús es una forma individual, en un individuo concreto. Dios se encarna, Dios incluso decimos los cristianos, renuncia a su ser Dios para ser hombre ¿cómo es esto posible? El misterio de amor de la kénosis del Hijo, de su vaciamiento, de su hacerse uno de tanto y siervo de todos, nos está indicando que el camino de la manifestación de Dios que nos habita, del Dios “más interior a mí que mi propia interioridad” (San Agustín) pasa por las leyes de la verdadera encarnación. Precisamos de un YO para ser, para crecer, para expresarnos. Un yo que está llamado a ser trasparencia de nuestro ser esencial que, a su vez es reflejo de Dios en nosotros. La no dualidad nos dirá que ese yo que creemos ser, no existe de veras. Entiendo lo que quiere decirse, pero hoy necesito iluminarlo a la luz de la fe en la Resurrección y ello porque me parece de capital importancia entenderlo bien o lo menos mal posible, para situar la raíz de nuestra fe en nuestras propuestas de Educación de la Interioridad que señala a dos objetivos que recuerdo de nuevo:

·         Unificación de las dimensiones de la persona: interioridad-exterioridad//cuerpo-mente-corazón).
·         Construcción de la unidad con los demás, con el mundo y con Dios.

Hablar de unificación no me parece a mí que sea sinónimo de disolución. Unificación y unidad señalan a la ampliación, y potenciación de mi persona, de lo más esencial y bello de mí para vivirlo y ponerlo en juego con y para los demás que siendo parte de mí en una mística profunda relacional, no dejan de ser ellos como yo no dejo de ser yo.

Y ahí quiero llegar: Creer en la Resurrección es creer en la Eternidad y tal Eternidad para un seguidor de Jesús, deja de ser una "sopa informe" para pasar a ser una conjunción de lo más genuino y verdadero de cada uno. Cada persona está llamada a vivir su Tabor, quizá no como momento puntual con un inicio y un final marcados, sino como un proceso de desvelamiento de lo que soy progresivo, a veces con parones y hasta a veces quizá retrocesos por miedo o pereza. Eso que le pasa al individuo, impacta en la sociedad. Del mismo modo, el mundo, la familia humana está preñada de un dinamismo evolutivo hacia lo mejor de sí misma. Este es también el mensaje de la Resurrección: El fuego de Dios arde en la entraña del planeta, de la vida humana. Jesús nos lo desvela plenamente al resucitar. Lo que parecía tumba y, por lo tanto, final de todo, lugar de muerte, se transforma en un útero gestante de una Vida plena y Eterna. Ese sepulcro que queda abierto al resucitar Jesús, sugiere ahora una puerta de paso a la Vida por la que la humanidad puede transitar de la noche al día, de la muerte a la vida, de la desesperación a la esperanza. Todo ello como individuos y como sociedades. Todo ello, atravesando las “muertes” individuales y colectivas que sean precisas.

Todo esto es, a mi modo de ver, de una importancia capital en la EI. Que esto esté o no presente en el trasfondo de la EI marca la diferencia. Sin esto, la Ei puede convertirse en un canto a la no-dualidad desprovisto de hondura y carente de aportaciones para la individuación necesaria en esas edades escolares. Además de, llevarnos poco a poco a perder la potencia revolucionaria y transformadora del Evangelio.

En el contexto de la escuela católica, la Resurrección de Cristo es tan importante como la encarnación del hijo de Dios. Encarnación y Resurrección como dos momentos de un proceso inseparable, devienen horizontes de sentido que resitúan las acciones y propuestas concretas de la EI para que no sea esta un mero divertimento o un camino de relajación y disminución del estrés.

Creo adecuado aludir aquí a la bella y rotunda expresión del teólogo José Ignacio González Faus que dice de Jesús Resucitado que es  ÉL MISMO, PERO NO EL MISMO. Resurrección entonces significa permanencia de todo aquello que identificaba a Jesús en todos los ámbitos de su ser, pero también revelación del núcleo de su Ser. Vivir mi resurrección personal, ser quien estoy llamado a ser no significa diluir los contornos de mi yo, sino poner ese yo al servicio total de mi Esencia, de esa esencia en la que Dios ha dejado su huella. Fe en la resurrección y trabajo denodado por favorecer los procesos de personalización de nuestros alumnos/as, van inseparablemente juntos.

Transferir esta densidad a las propuestas pedagógicas de EI es un reto maravilloso y una aventura facinante, a la vez que requiere de nosotros sabiduría, lucidez y experiencia interior.

(Mañana compartiré un texto de Pierre Teilhard de Chardin que expresa todo esto y mucho más y lo hace mejor).

martes, 14 de abril de 2020

Cristo Resucitado y resucitante

Hemos entrado ya en la "cicuentena pascual" y lo hacemos en lo que parece será más una "cicuentena confinante". No deja de resultar paradójico que los cristianos vivamos esa alegría de la Pascua que es todo expansión y anuncio entusiasmado, limitados a los confines de nuestros hogares. Pero ahí están, para bien en este caso, las redes sociales, en las que estamos volcando videos, reflexiones, saludos, imágenes...para gritar a los cuatro vientos que Jesús vive en nuestros corazones por siempre y que estamos alegres, con una alegría que no nos impide ver y sentir el dolor cercano y del mundo en este momento tan peculiar de la historia.

Por eso, como ya hice en otra entrada, me vuelvo a preguntar ¿qué significa y qué conlleva creer en la Resurrección de Jesús? y me lo pregunto en este contexto en el que, además del sufrimiento "de siempre" (si se me permite la expresión) referido al hambre, guerras, empobrecimiento de los mismos de siempre, se añade una pandemia que, una vez más, evidencia el desequilibrio vital injusto en el que vivimos. De nuevo, como ya hice en aquella entrada que, en parte copio aquí, sólo puedo responder desde mi propia experiencia. 

Y digo que sólo puedo responder desde mi experiencia personal porque realmente lo de la Resurrección de Jesús es una cuestión de experiencia y no de pensamiento ni de argumentación.

Así sucedió con los discípulos y las discípulas de Jesús. No pensaron en nada de ello, no desearon que resucitara... LO EXPERIMENTARON. Es cierto que Jesús había dicho que resucitaría, pero es la desesperanza lo primero que invade el corazón del grupo de discípulos. El relato de los dos discípulos de Emaús abandonando la comunidad absolutamente desencantados es una buena muestra de que ninguno de ellos y ellas asumió la resurrección del Maestro sino tras vivir una experiencia personal de Encuentro con el Resucitado.

Por ello resulta de una enorme complejidad "razonar" la fe en la Resurrección. Para mí ha sido y es una Luz que me ha iluminado continuamente. No concibo mi vida sin el anclaje en la Resurrección de Jesús, sin alusión al Cristo cósmico e interior. Anclaje digo porque creer y afirmar que Cristo ha resucitado, no me lleva a valorar más otra vida que esta que es la única que conozco, al contrario, afirmar la resurrección de Cristo conlleva trabajar cada día en la construcción del Reinado de Dios que es Alegría, Justicia y Paz. Afirmar la Resurrección no es esperar otra vida, sino abrazar esta vida concreta, mi vida concreta, como el mismo Jesús hizo. Conlleva favorecer la creación de "mesas de fraternidad" donde todos y todas puedan sentirse queridos, donde cada persona se vea afirmada y respetada en su dignidad.

Si Cristo ha resucitado, entonces toda causa en pro de la Vida, a pesar de acontecer en contextos de dolor, injusticia y ataques directos al corazón de esa Vida, está preñada de un "SÍ" absoluto  por parte de Dios. Si Cristo ha resucitado, la última palabra no la tienen las cruces de la humanidad, sino la Vida que emerge plena y bella de los sepulcros vacíos. Por ello, afirmar que la última palabra la tiene la Vida no quita nada a la responsabilidad personal de cada hombre y mujer que debe transitar su propio camino y hacer su aportación concreta al cuidado de toda vida, pero para el/la creyente, todo ello acontece en el marco de un mundo amado por su Creador y no abocado al sinsentido sino "amenazado de Resurrección".

Creer que este mundo concreto, con su Historia concreta llena de luces y sombras, está preñada de una semilla de Resurrección significa actualizar cada día una mirada esperanzada que impulsa a comprometerse  a través de acciones concretas con la causa de los empobrecidos, con los ámbitos de humanización, con el trabajo diario en pro de la mejora del entorno cercano desde el estilo de Jesús, portando en el corazón la Carta Magna del Evangelio: Las bienaventuranzas de la vida.

Pero todo ello radica en una experiencia interior, mediada sí por muchas experiencias humanas, pero experiencia personal al fin y al cabo que nadie puede hacer entender ni vivir a nadie. 

¿Por qué creo en la Resurrección? Porque he vivido mis propias resurrecciones. Porque experimento
en mí misma un dinamismo de vida eterna. Porque creo firmemente que el Amor no puede limitarse a este nivel de existencia. Porque siento y respiro a un Cristo Cósmico que vive en mi y en los millones de seres amorosos cuidadores de la Vida y que me anuncia en el centro de mi ser la realidad de una existencia eterna, infinita, perpetua...


Jesús resucitó y nos abrió el sendero que nos lleva a la plena Humanidad viviendo en común unión con los demás y con Dios. 

Y... No olvidemos que tras la Resurrección, celebraremos el derroche de Espíritu que es como"la última pieza" que Dios coloca en este puzzle existencial. Sólo por el don maravilloso de la misma vida de Dios penetrándonos, la fe en la Resurrección nos saca de nuestros miedos, comodidades, y dudas y nos da la energía del Amor necesaria para vivir resucitadamente y resucitando esperanzas.

Para mí la cuestión no es sólo que Cristo Resucitó, sino que vive "resucitante" o resucitando en cada persona, en cada grupo humano que transita ese paso de la oscuridad a la luz, del miedo a la fe, del egoísmo al amor, del sufrimiento a la esperanza. Cristo resucita a cada momento en infinidad de circunstancias donde acontece la fraternidad verdadera, donde hay manos tendidas a quien sufre, donde se denuncia la injusticia. Quiero aprender a descubrir e identificar a ese Cristo resucitante. La cuestión es que nosotros resucitemos y salgamos de nuestras tumbras personales y sociales. Ojalá mi fe personal en el Resucitado pase a ser implicación en pro de la Resurrección de todos/as secundando ese dinamismo de Vida que Dios nos ha manifestado en la Resurrección de Jesús: Resucitado y Resucitante.

(Me inspira este matiz de Cristo resucitante, la reflexión de Javier Melloni, sj que emplea el mismo término "resucitante")

sábado, 11 de abril de 2020

¿QUÉ ÉXITO? ¿QUÉ ASCENSO? ¿QUÉ CRECIMIENTO? (parte 2)

El Siervo ha caminado por las calles cargando una cruz. Le han insultado unos, han llorado por él las mujeres. Verónica, lejos de todo miedo, plena de compasión, se ha abierto paso entre la multitud y ha enjugado ese rostro desfigurado con un paño, si le hubieran dejado, si no la hubieran apartado a la fuerza, hubiera podido darle un sorbo de agua y decirle que le entendía, y decirle tantas cosas... Hoy, guarda la mirada de Jesús como tesoro en su corazón y ve el mundo entero con otros ojos.
Han obligado a un hombre a llevar una rato la cruz del Siervo. El cireneo forzado no entiende nada ¿por qué tiene él que cargar con semejante peso? Al cabo de un rato ya no piensa en eso, sólo siente que ese hombre, el tal Jesús, está cargando con el peso suyo y de todos y le oprime el pecho la certeza de que todo aquello es una terrible injusticia...

El Siervo ha dado un fuerte grito y, ha muerto... El cielo se ha cubierto de nubes y se ha hecho un gran silencio. Hoy, sábado, día de descanso, prosigue el Silencio cubriéndolo todo como con un manto...

Allí estuvieron madre e hijo, bajo ese cielo oscuro. Ella llorando y abrazando el cuerpo de su niño. María, rebuscando en ese abrazo el sentido de toda esa violencia, de tanto odio y tergiversación. Su hijo sólo había hecho cosas buenas. ¿Por qué no estaban ahí todos aquellos a los que curó de algún mal? ¿Dónde estaban los doce? Sólo Juan a su lado. ¿Dónde estaban los que habían vitoreado a Jesús cuando entró en Jerusalén? 

Juan llora y con suavidad está junto a María. No quiere interferir en esa despedida. Juan aún escucha en su corazón atormentado aquellas palabras pronunciadas con un esfuerzo brutal por el crucificado: "Ahí tienes a tu madre, ahí tienes a tu hijo". No da crédito, está como perdido en un océano de sentimientos encontrados. Busca con la mirada a Pedro y a Santiago y a los demás, pero no están. "¿Qué ha pasado? ¡Todo se ha hundido! Aquí estoy solo, con María y no sé como consolarla si yo mismo no tengo consuelo..."

Allí han quedado esas imágenes. Allí, en el Gólgota, la crueldad y la piedad...

Ahora, como nunca, sólo el Silencio.

"María... ¡Alégrate". La madre, sin más lágrimas que llorar, bebe sedienta el recuerdo de tanto como puebla su corazón. Es en ese corazón de María donde comienza a brotar la Luz como hace treinta y tres años lo hizo. Comienza a sentir María que todo adquiere sentido desde la mirada de los anawim. Dios sigue estando del lado de los pequeños y rechaza a los soberbios. Dios está hablando. Lo siente, lo sabe casi sin esfuerzo alguno. Percibe María como el dolor comienza a dar paso a otra cosa, aún no sabe como nombrarlo... Como una Presencia, como un sentido más allá de todo sentido. Se siente María, de nuevo, llena de Gracia aunque no entiende como puede ser, porque ahora sólo conoce el dolor, dolor por el hijo de su entraña, por el hombre bueno y sencillo que solo sabía hacer el bien... Dolor por el modo en que los hombres son crueles con sus semejantes... Dolor.

Pero María entiende... Aún embargada de dolor, entiende: que su hijo, tal como le anunció aquel ángel, se ha sentado en un trono, sí, pero no de oro y plata, sino en un trono de Amor sin medida. Se le revela a María que cada gesto de Jesús, cada acontecimiento de su vida había sido un ascenso en la escala del Amor. No sin desconcierto, ve con claridad que hay un triunfo en la muerte de su hijo: No renunció ni un ápice a la rectitud de su corazón. No se desvió de su ser. No desvirtuó por miedo ni una sola de sus convicciones. Jesús ha vencido al miedo, el mismo miedo que atenaza a los que le han condenado y a los que le han abandonado. Jesús ha vencido a ese maldito miedo que nos separa y nos convierte en enemigos. Le ha dado la espalda al miedo y se ha abandonado al Amor.

La madre llora al hijo, sí, pero la llena de Dios escucha, en el silencio y la reclusión del sábado, lo que Dios está diciendo, lo que no ha dejado de decir... Esa Palabra que quema la entraña, que ilumina hasta lo que no queremos ver. 

"Mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho...

Muchos se asombraron de él,
    pues tenía desfigurado el semblante;
    ¡nada de humano tenía su aspecto!
 Del mismo modo, muchas naciones se asombrarán,
    y en su presencia enmudecerán los reyes,
porque verán lo que no se les había anunciado,
    y entenderán lo que no habían oído".

¿Es posible que ese fuera Jesús? ¿Es posible que en él, en su hijo, Dios haya pronunciado palabras que sólo los sencillos y pobres de corazón pueden comprender? ¿Será esta confusión que percibe a su alrededor -los discípulos están derrotados y hundidos, alguno hasta se ha ido- el primer paso hacia una comprensión distinta?

Por más que siente un hondísimo dolor, como de espada que atraviesa su corazón, María no puede evitar comprender, comenzar a ver el sentido y el lugar de cada pieza de su vida y de la de Jesús...Entiende no sabiendo cómo lo hace, es como si le naciera adentro...

En voz baja, sintiéndose arrullada, María dice: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador..."

El alba de un sentido nuevo puntea en el corazón de María: el verdadero triunfo, el verdadero ascenso, el verdadero éxito de Jesús ha sido ser fiel a la esencia de su Corazón: el Amor.

¡Cuántas veces lo dijo Jesús!!: el que tenga oídos, que oiga. Ahora, sólo ahora , comenzamos a Escuchar, y lo que hoy como semilla entendemos, crecerá...¡vaya si crecerá!



viernes, 10 de abril de 2020

¿QUÉ ÉXITO? ¿QUÉ ASCENSO? ¿QUÉ CRECIMIENTO? (parte 1)

VIERNES SANTO: Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho (Is 52, 13)


El canto del Siervo del libro de la Consolación del Deuteroisaías nos acompaña durante la semana santa. Es un conjunto de cantos (cuatro) que a mí personalmente siempre me han resultado atractivos, misteriosos, poéticos, sugerentes y complejos... El personaje que se describe en los cantos  (hay quien opina que sería un rey, o un profeta, otros que sería el pueblo de Israel) es, para los cristianos la prefiguración de Jesús de Nazaret en su Pasión, muerte y Resurrección.

Resulta paradójico que se abra ese capítulo 52 afirmando el éxito del siervo, para, en la siguiente frase y en el resto de texto, describir su ultraje, fracaso, abandono... "Como un varón de dolores ante el cual se ocultan los rostros"

Es la paradoja de las paradojas que afronta Jesús y que supone su vida. Es el "escándalo de la cruz" que menciona Pablo. Es lo que nos inquieta y asusta del seguimiento de Jesús. La lógica del Reinado de Dios es una lógica antagónica a la del mundo.

Ahí están la Bienaventuranzas, con su extraña definición de la alegría y la dicha: dichosos los pobres, los que lloran, los mansos, los perseguidos...

Todo son paradojas,  otras lógicas, cuando nos acercamos a Jesús. No me extraña que sus discípulos no entendieran casi nada. No me extraña que sigamos sin entender mucho más.

Hoy, Viernes Santo, la cruz me escandaliza cuando la miro con los ojos de la parte más mediocre de mi yo. En cambio, la Cruz deviene promesa de Vida cuando la miro con los ojos de las bienaventuranzas, con los ojos de María, los de Juan o los de Nicodemo. Entiendo el juego de entrecruzamiento de sus travesaños teniendo como Centro ese hombre-Dios Jesús si me acerco a la cruz con los ojos del Amor. En la Cruz no está la Justicia de Dios. En la Cruz queda retratada la injusta justicia de la parte más mediocre y oscura de lo humano.

Los clavos que atraviesan el cuerpo del Justo, son la ceguera, el miedo, el ansía de control y la falsa religiosidad. Atraviesa su costado el egoísmo y su sangre calma la sed de los vengativos, de los envidiosos y de los "trepas" del mundo.

No es Dios quien sube a Jesús a la Cruz. Nunca lo fue. A Jesús lo subieron a la Cruz los negocios del Templo y del Imperio. Le subieron a la cruz las multitudes "veleta" que se dejan manipular por lo que todos dicen, lo que todos hacen, lo que todos gritan...

No es Dios quien se sintió satisfecho viendo morir al Hijo de los hombres. Fueron los hombres quienes vieron calmada su incertidumbre y su miedo viendo morir al Hijo de Dios.

¿Qué exito hay en todo ello? ¿Quién o qué triunfa en ese Calvario? NADA ni NADIE triunfa en el Gólgota. Mas bien todo parece quedar sepultado bajo toneladas de inquina y perversión.

En el Gólgota queda expuesta la sinrazón humana, no el designio de Dios. No hay éxito alguno. Todos pierden, todo se oscurece, sí, como se describe en los evangelios, todo tiembla porque muere el hombre y muere Dios.

Y, una nueva paradoja, es justo ahí, en ese fracaso absoluto, en esa noche total, cuando Dios se des-vela: "Y el velo del Templo se rasgó de parte a parte". Allí, extramuros, en el maldito, en el blasfemo, en el revolucionario Jesús de Nazaret Dios se muestra (pocos lo ven...). En el sacrosanto Templo, caido el velo del Debir, se revela un vacío inesperado, insoportable.

Como si el mismo Dios que allí era adorado, nos mostrara la vacuidad de nuestra relación con Él dentro de los muros de la la ley y los ritos. Y nos señalara la abundancia de su Presencia en los malditos, en los proscritos, en las prostitutas, en los infieles...

¿Quién entendió y entiende hoy que Dios no crucifica a nadie?  Esa cruz se fue construyendo desde el momento en el que, retirado en el desierto, Jesús alejó de sí al tentador y renunció al aparente éxito del tinglado de la ignorancia humana: Al no optar por realizar milagros de relumbrón, al no querer ser alimentado por arte de magia, al no querer postrarse ante la Mentira, al optar totamente por la verdadera divinidad y amar la verdadera humanidad, Jesús deja ya inscrita su sentencia de muerte. Cada una de sus palabras, cada parábola, cada milagro, cada conversación con una mujer samaritana o con una prostituta, cada gesto de amistad con un publicano, su sabiduría serena dejando en evidencia la ignorancia de los maestros de la ley, su denuncia del negocio de lo religioso a costa de los pequeñuelos... Todo ello fue preparando su cadalso. La cruz es una construcción humana. 

Viernes Santo... Ahí me quedo. Preguntándome una y mil veces más: ¿Qué éxito, qué ascenso y qué crecimiento puede haber en esa Cruz y en los millones de cruces a las que subimos a los crucificados de nuestro mundo? 

Mañana, en el silencio del sábado, se irá despejando el sentido. 




jueves, 9 de abril de 2020

¡Lávanos los pies, Señor!

Y aquella noche se recluyeron en casa todos los hebreos. Quedaba un último aviso, una última plaga para conseguir que el Faraón dejase ir a los esclavos. 
Aquella noche, un visitante silencioso se llevaría a todos los primogénitos de Egipto. Los hebreos debían marcar las jambas de sus puertas para que el visitante no entrara en ellas.
Un ángel exterminador para los Egipcios, una bendición para los hebreos.
Fue la Pascua, el paso de la esclavitud a la libertad.

En otra noche, el Maestro Jesús de Nazaret, desea ardientemente celebrar la Pascua con sus amigos y amigas. Él los llama así, amigos, así los siente en su corazón. Y allí están, recordando con cantos e himnos, con el pan ácimo, con el cabrito, ceñida la cintura, aquel hecho que los judíos celebran y recuerdan como liberación y que para los egipcios fue luto y llanto por sus hijos muertos.

Jesús siente dentro de sí que ha llegado el momento. Lo viejo pasó, lo nuevo está naciendo: no es Dios un Dios de muertos sino de vivos. No es Dios juez inclemente ni patrimonio de unos y no de otros. Jesús ha enseñado de mil maneras, con sus gestos, con sus palabras, que Dios es Abbá, es Padre y Madre amoroso. Por eso, en el momento supremo, toma una toalla y una jofaina y se arrodilla como lo hacen las mujeres y los esclavos y limpia los pies de aquellos hombres que no pueden dar crédito a lo que ven. Él, el Maestro y el Señor, allí, en el lugar más bajo... Jesús lo revoluciona todo con una toalla. Elimina al ángel exterminador y en su lugar coloca la imagen y la estela del hijo Amado que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los enfermos. Él ha venido a abrir las puertas y las ventanas de la humanidad. No nos quiere su Abbá, nuestro Abbá, recluídos y temerosos, sino sentados en una mesa en la que hay un lugar todos y para todas, con las puertas abiertas, y la fiesta en el alma.
Pero, para ello, sabe que debe dejará que otro "ángel" exterminador se lo lleve a él, lo devore y lo destroce con su ansia de poder y de control. 
Es la Pascua, el paso del Señor.

Hoy, nosotros, Jesús, tus amigos y amigas, tus seguidores, estamos recluídos en nuestras casas. En este año de la historia de la humanidad, un diminuto ángel exterminador está pasando por nuestras casas. En muchos hogares hoy hay llanto y dolor y no se puede ni despedir a los muertos, ni acompañar al enfermo. Hoy nos sentimos confusos, como perdidos. Tenemos que aprenderlo todo de nuevo, Jesús. Pero, míranos, aquí estamos. Recordándote, pasando tu vida una vez más por nuestro pequeño corazón que se amplía cuando vivimos como Familia tejiendo una y otra vez esta cadena de recuerdos.
Hoy, tus amigos Jesús, quizá como nunca antes también deseamos con ardor sentarnos a la mesa contigo y que nos hables al corazón. Urgentemente necesitamos que nos laves los pies. Y sabemos que si no lo hacemos nos faltará lo esencial, porque quien se deja lavar por ti aprende a servir y a amar y esa es, en esta tarde santa, la estela de tu enseñanza: "amaos unos a otros, como yo os he amado". Sin ese amor no hay iglesia que valga, ni rezo que llegue a Dios. Si no hay abrazo y ternura, si no hay ayuda y comprensión, si no hay un des-vivirse por el prójimo haciéndose cercano en gestos verdaderos, no hay nada. Somos vasijas huecas si no amamos.

Hoy ya no creemos en ningún ángel exterminador. Sabemos, Jesús, que la clave está en la opción de cada uno, o Pedro, o Judas o Juan, o María de Betania o en la multitud curiosa pero poco nada implicada. Eso hemos aprendido. Que cada uno elige su lugar en esta historia: o con las víctimas o con los verdugos, el "en medio" nos hace ser vomitados de la boca de Dios.

Tú fuiste, Jesús, hijo del carpintero y de María, un Ángel de Amor. Médico de cuerpos y almas, médico, sí, como el batallón que ahora está atendiendo tanto dolor. Tú no temiste tampoco el contagio. Al contrario, nos enseñaste que sólo vale la pena vivir si uno se "embarra" hasta los tuétanos en el campo sembrado de la humanidad. Que sólo así, yendo profundo en la tierra, como la semilla, se descubre la perla escondida en toda realidad.

Hoy, desde las paredes de nuestros hogares, Jesús, Amigo nuestro, Médico y Maestro, Ángel de Bondad, te pedimos poder vivir este momento como un paso más hacia nuestra verdadera libertad, la de todos. 
Que nos visite el ángel de la compasión, le abrimos nuestras puertas.
Que nos visite el angel de la comunión, le abrimos nuestras puertas.
Que nos visite el ángel de la sabiduría, le abrimos nuestras puertas.
Que la humanidad entera se siente a nuestra mesa, porque con ella, con la humanidad, viene, siempre está viniendo, Dios.


¡Lávanos los pies, Señor!

miércoles, 8 de abril de 2020

PASCUA: EL PASO DEL SEÑOR


MIÉRCOLES SANTO: "porque es la Pascua, el paso del Señor"

Sabemos que los evangelios fueron escritos muchos años después de los sucesos narrados. Pasaron algo así como entre 50 o 70 años (no hay acuerdo en ello). Sabemos también que, cuando las personas nos ponemos a recordar, lo recordado nunca es una reproducción fiel al cien por cien. Cada uno recordamos en función de lo que "para mí" es importante, significativo. Hay personas más observadoras que recordarán todos los detalles como ropa, lugar, hora, gestos... Hay quien del recuerdo se queda como con la esencia emocional "lo que sentí en ese momento". Es decir, que si somos sinceros, no existen recuerdos totalmente "fiables", por decirlo de alguna manera. Si nos sentamos en familia a rememorar tal o cual momento, será muy divertido comprobar como cada uno aporta algo, como habrá quien, ante el recuerdo de los demás se queda con la impresión de que hemos vivido cosas distintas o "pues yo no debía de estar ahí porque no recuerdo nada de eso...".

Los recuerdos son algo fabuloso, la verdad. Me encanta el modo en el que cada uno cree que su recuerdo es el "verdadero" o el más completo... Es un ejercicio divertido entre amigos, con la familia, con los compañeros de trabajo, recordar anécdotas, sucesos. Siempre se llena el ambiente de una energía muy bonita, sobretodo si lo recordado es agradable y hasta divertido.

Traigo a colación esto de los recuerdos porque en Semana Santa de modo muy especial, los creyentes hacemos un gran ejercicio de recordar, es decir, de VOLVER A PASAR POR EL CORAZÓN, la vida de Jesús en sus últimos dias. Y tal recuerdo no es recuerdo nuestro, eso es lo interesante, sino que recordamos en base a los recuerdos  de otras personas. Recordamos a través del testimonio plasmado en cuatro evangelios que, a su vez, precisaron de años y años de redacción, de discernimiento, de cribas sucesivas. Evangelios que se basan en tradiciones orales primero y escritas después hasta llegar a la redacción final que hoy leemos. En fin, que los Evangelios no son desde luego una fotografía perfecta del exacto momento en el que sucedieron las cosas que narran, desde luego en el Evangelio de Juan, el más simbólico de los cuatro no es así, pero tampoco en los sinópticos.

¿No os parece sugerente este hecho de que recordamos en base a los recuerdos de otros? si re-cordar, como decía, significa "volver a pasar por el corazón", me parece que re-cordar la vida de Jesús partiendo del recuerdo de otros, significa quedar imbuídos del latir de miles de corazones que han ido aportando su modo de mirar a Jesús, su modo de entenderlo, de vivirlo. No recordamos la vida de Jesús partiendo de "cero", lo vuelvo a repetir porque me parece importante: recordamos en base a otros recuerdos. Formamos parte de una "cadena de recuerdos".

Por eso es tan importante que rememorar la vida de Jesús sea eso, un paso por el corazón de esa esencia de su vida, de las palabras y gestos que nos han llegado a través de los Evangelios desde la conciencia de que lo divino y lo humano, confluyen en ese recuerdo. Re-cordar así supone actualizar, traer al hoy esos gestos y palabras. Re-cordar la vida de Jesús, si de veras se vive como un paso por el corazón, no nos puede dejar como estábamos. Re-cordar a Jesús revoluciona, conmociona, cuestiona, quizá como sus coetáneos fueron cuestionados y conmocionados por su presencia. Pero para que así sea, tal evocación tiene que entrar, penetrar "hasta las junturas del alma y del cuerpo".

Y Jesús, en su radical modo de vida, puede asustarnos, por eso continuamente lo dulcificamos y "arrimamos el ascua a nuestra sardina". Poque pasar por el corazón abiertamente sus palabras y sus gestos, nos deja al descubierto. Que Jesús fuera como fue, a ratos, no es plato de buen gusto para nosotros como no lo fue para sus discípulos, ni para las autoridades religiosas y civiles de su momento.

Incluso a través del re-cuerdo, Jesús inquieta e incomoda. pero también inspira, sana, ilumina y conforta. Creo que si así sucede, si recordar la vida de Jesús de Nazaret me saca de mi zona de confort, o si me da alas para vivir plenamente, entonces el re-cuerdo deja de ser mera evocación y se convierte en verdadera Pascua, PASO DEL SEÑOR POR MI VIDA.

Y nada volverá  a quedar como antes...

martes, 7 de abril de 2020

Martes Santo. Fidelidad: ¿a quién?

MARTES SANTO: Fidelidad ¿a quién?

Jesús, profundamente conmovido, añadió con toda claridad: "os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar".(Jn 13,21).

Sentado a la mesa con sus discípulos (y aunque de ellas nada se diga, seguro que ellas estaban ahí, las discípulas), Jesús se conmueve profundamente. Sabe que se acerca el momento culminante y percibe con claridad lo desorientados y perdidos que están sus amigos. Tres años a su lado y no entienden ...

Le conmueve, le llega a las entrañas percibir el movimiento de sus corazones hacia el miedo, hacia la sospecha, hacia la duda, hacia el deseo de control. Les entiende, como no iba a hacerlo si él mismo siente asomar en su alma una tristeza de muerte. Sabe que le quieren, que le admiran, cada uno a su manera. Sabe que Juan, ahí, recostado sobre su pecho, desea consolarle y darle fuerza. Sabe que Pedro se cree más fuerte y seguro de lo que es. Sabe que Judas ¡ay, Judas! ya no está con él, su corazón se ha enquistado en una noche en la que la luz del amor de Jesús no puede penetrar. Y esa oscuridad en el corazón de Judas le conmueve más que nada. 

Jesús entiende que Judas será fiel a lo que la oscuridad le dicta. En esa oscuridad las cosas se ven de otra manera. en esa oscuridad la Luz es una enemiga a la que hay que combatir. Y, en esa oscuridad cerrada, lo difícil es mantenerse fiel a la Vida. Jesús lo aprendió durante sus cuarenta días en el desierto. Allí escuchó todo tipo de voces interiores de oscuros, pero seductores perfiles. Entiende a Judas,sí, como no hacerlo.

Porque la traición de Judas no es traición sólo a la persona de Jesús. Judas se traiciona a sí mismo, traiciona las leyes de la Vida y traiciona las promesas de Dios. Judas se alía con la anti-Vida. Da entrada en sí al juego sucio y, más tarde, a la desesperación. Todo en pro de un dios inexistente. Todo por dejarse atrapar poco a poco en la red tupida de la manipulación y el autoengaño.

La traición de Judas, como la mía, es traición a la promesa de Vida de Dios. En pro de una torticera fidelidad a construcciones de la parte mediocre de nuestro yo, desviamos la mirada de Dios y construímos realidades virtuales a las que conferimos más valor y realidad que a la Realidad. La traición a la Vida es traición a uno mismo, a nuestro verdadero ser y destino. Esa traición se gesta en el miedo, en el ansia de control desmedido, en la mente cuando se desvincula del corazón...

A Jesús le conmueve todo ello porque sabe que, una vez tomado ese camino, ni Dios mismo puede salvarnos. Así le sucederá a Judas, cuando se autoexilie de la misericordia de Dios y decida poner punto y final donde no lo había. Bien lo sabrá Pedro pero, a diferencia de Judas, sus lágrimas serán la puerta de acceso de la Luz a su interior.

Quizá Jesús, mientras afirmaba la traición, miraba a los ojos a Judas deseoso de ver en su mirada una lágrima redentora... Pero no...

Me pregunto: fidelidad ¿a quién? ¿a Dios o a mi imagen de Dios? ¿a mis esquemas de pensamiento o a loa que la Vida me susurra y hasta me grita en cada esquina? ¿a mi miedo o a la fe? ¿a mí o a lo que esperan de mí? ¿a un porvenir que no es aún o al presente en el que todo está siendo? 

Fidelidad: ¿a quién?



lunes, 6 de abril de 2020

Lunes Santo: gestos silenciosos, presencia atronadora

LUNES SANTO: Jesús continúa adentrándose en la enmarañada red de la desorientación humana. Antes de que toda esa oscuridad y caos le rodeen, acude a casa de sus íntimos amigos. Jesús se detiene en Betania.
No me cuesta empatizar con Jesús en este momento. ¡Qué maravilloso resulta poder descansar el cansancio, la incertidumbre, la tensión interior en el cálido regazo de la amistad compartida! ¡Qué fuente de sosiego es al casa del amigo, de la amiga! 
Imagino la escena: el ir y venir de ilusión por la visita de Jesús. La preocupación en el corazón de Marta, de María y de Lázaro por los comentarios que les van llegando, por lo "electrificado" que parece todo en torno a Jesús. Puedo llegar a sentir el inmenso deseo de los tres de ofrecer a su amigo y maestro una acogida cálida, un lugar donde "reposar al cabeza".

La casa limpia, la mesa preparada, los mejores alimentos cocinados con todo detalle, con el mayor amor... Marta, seguro, recordando la gran lección que le dio Jesús en una de sus visitas: "Marta, Marta, andas inquieta y preocupada" ha hecho todo con más calma, atenta amorosamente a cada detalle y María le ha ayudado contemplando en cada acción una reverencia amorosa a Dios. Lázaro, ¡ay Lázaro!, aún está su cuerpo sintiendo el tacto de las vendas del sudario, aún se extasía ante el hecho de respirar y estar vivo, aún resuena en un lugar muy hondo de su Corazón una voz que le dijo con autoridad indiscutible y amor infinito: "Lázaro, levántate y anda". Si no fuera por Marta y María, él diría que todo fue un sueño... Pero no, un sueño no deja en uno la señal de Vida que el percibe desde entonces y el vuelo del alma que siente al ver acercarse a Jesús.

Sí, ya está aquí el Amigo y Maestro. Con él vienen sus discípulos.

La casa se llena de saludos y abrazos. La casa se llena de un perfume de Vida inaudito. Todo parece florecer. Es Jesús, es su presencia lo que todo lo revivifica e ilumina. Es su modo de caminar y de mirar y de tocar. Es puro Dios, es pura humanidad embellecida.

Por eso María, no puede detener ni frenar el ímpetu que siente dentro de sí. Todo en ella canta y danza en la presencia de Jesús. Un Amor más allá de todo amor le roba el corazón. ¿Cómo es posible que seamos merecedores de que Él esté aquí, en nuestra casa? ¿Cómo no ofrecerle lo mejor? ¿Cómo no decirle con todo el ser que en él reconocemos a Dios un Dios que nos ha hecho re-conocernos a nosotros?

María se levanta. María toma entre sus manos aquel perfume carísimo que tenían en casa. María, sin saber porqué, por la única razón del amor desbordado y la veneración infinita, comienza a lavar los pies de Jesús con el perfume. Jesús se deja. Jesús acoge ese gesto como sólo Él sabe hacerlo. Jesús entiende. Jesús VE... Ve a María y más allá de María.

El silencio llena la casa como la está llenando el perfume delicioso que empapa ahora los pies de Jesús. Y María lava esos pies cansados, pies firmes, pies al encuentro de todos. Cubre con sus bellos y oscuros cabellos de mujer los pies y los besa y acaricia con infinita ternura y delicadeza. Jesús percibe todo eso y más. Jesús acoge, sólo acoge y comprende y, por un instante, le viene al corazón el recuerdo de esa otra María, su madre besando sus pies de niño en Nazaret y de José, su padre, curándole una herida que se hizo en sus primeros pasos torpes... El amor es así, es delicado, es sanador...

Pero entonces, toda la sinfonía de Vida que inunda la casa, queda rota por un compás disonante. Judas no entiende. Judas no acoge, no puede acoger. El dinero le quema en el alma. El ansia de poder le ciega la mente y la mirada. Todo eso es excesivo, es absurdo. Judas cree que sabe más, que ve más que entiende más porque "todo ese dinero que cuesta el perfume, se podría haber dado a los pobres". ¿A los pobres, Judas? ¿Estás seguro de que son los pobres los que de verdad te importan ahora?

María entiende porque acoge el ser de Jesús. María de Betania es discípula verdadera. Ha bebido ada gesto, cada mirada, cada palabra de su Maestro en cada encuentro de amistad y se ha llenado de sabiduría. Judas, caminando y viviendo con Jesús, nada sabe, nada ha visto, nada ha aprendido. Judas, atado a sus propios planes, a su modo de entender como tienen que ser las cosas , decepcionado porque Jesús no acaba de hacer lo que tiene que hacer: triunfar, reinar... Judas, tan perdido, tan desorientado, tan encerrado en lo que no es que no percibe al que ES.

María se levanta... ¿La abraza de Jesús? No me cuesta imaginar que así fuera. No me cuesta imaginar las lágrimas en los ojos de Lázaro, de María, de Marta, de Juan, de Santiago y Pedro... Sobrecogidos, emocionados, intuyendo no se sabe bien qué... Porque Jesús habla de su sepultura, sí, algo ha dicho, pero no querían ahora escuchar eso.

Todo queda interrumpido: una muchedumbre se apiña fuera de la casa. Les han dicho que Jesús está ahí, en casa de Lázaro. Unos han ido ansiosos por ver al hombre resucitado. Otros se quedaron con ganas de ver más de cerca a Jesús el día que entró en Jerusalén. Le llaman unos, le aclaman otros... Multitud e intimidad. Excesos de ruidos fuera, abundancia de amor dentro.

Lejos, los líderes religiosos están ya hartos. Ese galileo les quita seguidores a ellos, a su ley. Es peligroso. Deben eliminarlo.

Jesús, mientras, calla, no grita, no vocea, no explica, no se queja. Jesús mira a María, María mira a Jesús. Gestos silenciosos que generan una presencia atronadora. 

domingo, 5 de abril de 2020

JESÚS SE ADENTRA EN LA DESORIENTACIÓN HUMANA: Cuando la "aclamación" se transforma en "reclamación"


Domingo de Ramos. Jesús de Nazaret, el hijo de María y de José, están entrando en Jerusalén. Pide a sus amigos que busquen un burrito y así atraviesa los muros de la ciudad, "rey manso sentado en un pollino". La multitud de discípulos entusiasmados tienden los mantos a sus pies aclamando "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto."
Año 2020: en el mundo entero, los seguidores de Jesús nos vemos obligados a hacer memoria en casa, recluídos de estos días de una densidad tremenda en la vida del Señor. Este hecho, el confinamiento en casa, creo que nos puede dar una oportunidad de descubrr matices nuevos en cada uno de los días de la Semana Santa.

DOMINGO DE RAMOS

JESÚS SE ADENTRA EN LA DESORIENTACIÓN HUMANA: Cuando la "aclamación" se transforma en "reclamación"

Desde hace bastantes años, la celebración del Domingo de Ramos no me parece tanto un momento de aclamación alegre y festiva, cuanto una puesta en escena de lo tremendamente desorientados y despistados que andamos las personas cuando nos acercamos a Dios, a lo divino, a lo Profundo.

La aclamación triunfalista de las multitudes a Jesús reconociéndolo como parte de la estirpe de David, como Maestro, se torna en pocas horas en una reclamación de su vida: "Crucifícalo, crucifícalo".

En aquella multitud de discípulos que tienden sus mantos a los pies de Jesús fluye un entusiasmo total. Organizan una "manifestación" espontánea (hoy hubiera corrido el aviso como un "hastag" del tipo #aclamaaJesús o un "pásalo" en el Facebook: "¿qué tal si hoy a las 12 aplaudimos a Jesús, hazlo viral").

Efectivamente, además del grupo de los 12 y las mujeres que le siguen, Jesús cuenta con un grupo numeroso de discípulos, no son del círculo "íntimo" pero están ahí, ayudándole como pueden, atentos a sus palabras, fascinados por Jesús. Pero, ahí, en la fascinación que provoca Jesús, como en el rechazo que también provoca y que estos días quedará claramente al decubierto en sus contornos más devoradores, se pone en evidencia la desorientación del ego humano.

Jesús fascina, Jesús atrae, pero cabría preguntar a cada uno de los que hoy en esa multitud está aclamando: ¿Qué te atrae de Jesús? ¿A qué o quién aclamas hoy?

Me pregunto, si, a la vista de los acontecimentos posteriores, no serían muy pocos, más bien escasos los que de veras comprendían quien era ese Jesús, por donde iba la centralidad de su vida. Eso mismo, probablemente, nos sucede hoy. Porque ayer y hoy, nos atrae y nos fascina lo bueno, lo bello y lo verdadero. Es normal, reconocemos fuera lo que nos habita dentro. Pero lo leemos mal, nos desorientamos y, así, despistados, situamos en ese "otro" (sea Jesús, sea tal o cual persona o proyecto) algo que, en cambio late en nuestra esencia personal y nos está invitando a ser nosotros eso que admiramos o aclamamos fuera de nosotros.

La cuestión es que, con su modo de vida, Jesús no se anuncia a sí mismo, anuncia el Reinado de Dios que en cada hijo e hija ha dejado grabada esa semilla de Bondad, de Verdad, de Belleza que en él, el Hijo, brilla sin fisuras ni opacidades, pero que en nosotros, debe ser descubierta, buscada, rescatada, al modo de aquel que encuentra un tesoro en su terreno y cava y cava... o al modo de la mujer que, habiendo perdio su moneda, barre toda la casa, o al modo de quien pone a funcionar los talentos que su señor le dió para que produzcan más...

Cuando aclamamos a otros, cuando en el plano religioso ponemos a Dios fuera de la esfera de lo humano y lo aclamamos como "algo" alejado de lo de cada día, entonces nos exiliamos de nuestra responsabilidad personal, de nuestro camino de crecimiento y plenitud. Dejamos de hacer lo que a nosotros nos corresponde como individuos y como familia humana.

Así, cuando aquello o el dios en quien derivamos y proyectamos todo lo nuestro, sentimos que "nos falla", la aclamación fácilmente pasa a ser reclamación: ¿Por qué a mí, Dios mío? ¿Cómo es posible que esto me/nos pase, yo te rezo, yo te he encendido velas, yo soy bueno, yo...? y restamos prisioneros de la mentalidad del AT: un Dios que premia al bueno y castiga al malo, que premia al pío y castiga al impío...

Pero Jesús viene a instaurar un orden nuevo: Dios hace morada entre los hombres, se vacía de sí para ser uno de tantos y servidor de todos. "Pues si yo a quien llamáis Maestro os he lavado los pies, cuantos más vosotros..." "Amaos los unos a los otros como yo os he amado"... Jesús de Nazaret, en su modo de vida, gestos y palabras, es la puerta que Dios abre a la humanidad para que se reconozca a sí misma, para que retome el camino esforzado del paso de la esclavitud (dormidos a lo que somos) a la libertad (despertar a nuestra verdadera esencia).

Sin embargo, es más cómodo que otro y otros hagan el camino por mí: Dios, la iglesia, tal o cual "maestro espiritual". Que otros vivan lo que yo estoy llamado a vivir, mientras yo les aclamo, mas, si en algo me siento defraudado o incomodado, yo les reclamo. La historia de Moisés también se repite. Moisés, a quien el pueblo sigue y aclama hasta que se cansan, entonces reclaman "los ajos y las cebollas de Egipto".

Jesús es el nuevo Moisés que nos enseña que la Tierra Prometida está dentro de nosotros. También sufrirá la incomprensión humana. Seguimos sin entender el caracter irrenunciable de dar los pasos que cada uno debe dar para su liberación, que no acontece de forma mágica, sino haciéndose cargo de la realidad y cargando con ella (Léase la parábola del buen samaritano).

Jesús, entrando en Jerusalén, se adentra en nuestra confusión como luz en la oscuridad. Esa luz todo lo ilumina, todo deja al descubierto. Al descubrirnos cobardes, dubitativos, iracundos, egoístas unos, amorosos, disponibles, compasivos, sencillos otros, cada uno reaccionará de diversas formas. Habrá quien acoga esa luz como la gran oportunidad para "ver" y habrá quien se aferre a su ceguera y rechace la luz verdadera en pro de aparentes relumbrones.

Hoy, asomados a nuestros balcones, como cada día a las 20:00 ¿a quién aclamaremos? ¿A quién aplaudiremos? Quizá, desorientado, hacemos recaer toda la responsabilidad individual y colectiva en la construcción de un mundo más humano, en los que hoy calificamos como héroes y heroínas. Lo son, son ejemplo, son luz, pero que no nos pase como con Jesús: no pasemos después de la aclamación a la reclamación. Si cada uno de nosotros, no escucha lo que se le está diciendo dentro de sí en estos días, será muy fácil terminar reclamándoselo todo a quien hoy nos lo está dando todo.