La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 21 de abril de 2020

Tenemos que nacer de nuevo: encuentro, entraña, renacimiento.

Resuena con insistencia esta afirmación de Jesús en el encuentro con Nicodemo: "Tenéis que nacer de nuevo".

El evangelio de Juan, en su hondura teológica, indica un camino de transformación personal desde la raíz del ser, que tiene como punto de partida un Encuentro con Jesús en el que las cuestiones vitales más candentes de quien con él se encuentra, salen a la luz en diálogos exquisitos. Jesús, en esos diálogos, muestra una sabiduría de "sabor oriental", es decir, continuamente conduce a su interlocutor más allá del punto al que, aparentemente, quiere llegar.

En el caso del encuentro con Nicodemo, siempre me ha llamado la atención que este maestro de la ley acude a Jesús convencido de que no es un loco o un blasfemo, sino que verdaderamente viene de parte de Dios porque así lo atestiguan sus obras: "Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios a enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si Dios no está con él". Nicodemo, a diferencia del resto de fariseos, ve y no rechaza, admite que en Jesús brilla la presencia de Dios. Es limpio de corazón.

Lo curioso es la respuesta que Jesús le ofrece. Es como si no le hubiera escuchado, pero, no, más bien, le da esa respuesta (creo yo) porque escucha más allá de lo que el propio Nicodemo se atreve a expresar. Entonces, la conversación ya no gira en torno a Jesús, en torno a si es o no un Maestro y si viene o no de parte de Dios. Jesús sabe que eso Nicodemo ya lo ve y lo acepta, pero ve más allá de lo que Nicodemo quiere expresar  y "ataca" el núcleo de la inquietud profunda de Nicodemo. ¿Y cuál podría ser?


Siendo Nicodemo un maestro de la Ley, vemos en él a un hombre que ha estudiado la Torá hasta el fondo, que vive conforme a ella, que la respeta, es un hombre "temeroso del Señor" en el mejor sentido de la tradición judía. Pero está descubriendo en Jesús a un Maestro verdadero que habla y hace signos  propios de alguien enviado por Dios. Entonces, no me cuesta imaginar, la lucha interior que todo ello debía de generar en el corazón de Nicodemo.

Por eso dice Juan que "fue a verlo de noche". La noche es símbolo de las incertezas, miedos y luchas de los hombres. La noche evidencia falta de luz, se camina a tientas en la noche, todo adquiere en ella contornos más amenzantes...
Quizá el corazón de Nicodemo está así, sin luz suficiente, dudoso, temeroso, sintiendo a la vez una mezcla de atracción y de miedo ante lo que Jesús generaba en él...

Él era un fariseo "hombre importante entre los judíos". No cuesta imaginar que, reconocer él abiertamente que Jesús era un enviado de Dios podía enemistarle con el Sanedrín, con sus compañeros, además de suponer un giro interior considerable. Reconocer plena y abiertamente todo lo que Jesús está iluminando en su interior y actura en consecuencia, supondría para Nicodemo un "antes y un después". A su edad, con un estatus reconocido, y Dios, su imagen de Dios...

Con todo esto, podemos comprender que el hecho de que Nicodemo vaya a ver a Jesús, obedece a un imperativo interior potente. No es mera curiosidad. Hay en su visita una callada petición de luz, de sentido, quizá incluso de certezas...

Por eso Jesús no reponde en el mismo nivel de la pregunta (como hará en el capítulo 4 con la samaritana). 

La respuesta de Jesús, a mi modo de ver, se sitúa en la corriente de los maestros orientales. Es un reto, una invitación a avanzar, a conectar con lo que de verdad inquieta a Nicodemo.

Y ahí está la contundencia de esta afirmación: "Tenéis que nacer de nuevo".

La vida, palabras y obras de Jesús, están describiendo y explicando a las mujeres y hombres quién es Dios. En Jesús de nazaret Dios nos está describiendo la humanidad y la divinidad. Ambas confluyen, ambas se abrazan. Dios en Jesús dice con claridad que opta por el ser humano y con especial amor por el ser humano empobrecido y marginado.

En Jesús Dios visibiliza tal opción por aquellos que, en las leyes humanas y religiosas, son menospreciados y hasta perseguidos: prostitutas, leprosos, enfermos, mujeres, niños, gentiles, recaudadores de impuestos... Dios rompe todos los esquemas. ¿Quién es "bueno" o quién es "malo"? ¿quién "fiel" o infiel"? Los perfiles claros de la ley, se diluyen en Jesús y en su propuesta de Reinado de Dios.

Por eso Jesús se lo dice bien claro a Nicodemo: "Tenéis que nacer de nuevo". No está la cosa en pensar mucho ni razonar mucho, sino en las entrañas. O se nace de nuevo o todo queda como estaba. Sí, reconocer y acoger al Dios que se revela en Jesús, pone todo "patas arriba". No hay punto medio.

Encuentro, entraña, renacimiento, sin todo ello, vana es nuestra fe.


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