La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 2 de abril de 2020

CUERPO SOCIAL: el virus del bien común


Esta crisis sanitaria nos está obligando a revisar nuestra forma de entender y "sentir" infinidad de aspectos y ámbitos de nuestro modo de vida y de nuestra cotidianidad, por ejemplo:  nuestra forma de valorar el lugar y el papel que nuestro personal sanitario tiene en la sociedad . Estamos descubriendo lo esenciales que son el personal de limpieza de los hospitales, pero también de nuestras calles, escaleras de vecinos, recogida de basuras, etc. Despertamos al hecho de que para poder alimentarnos alguien tiene que atender los comercios de alimentación y los cajeros y las cajeras, reponedores/as, transportistas nos parecen ahora héroes y heroínas. No pocas personas están cayendo en la cuenta del lugar especial que ocupan en la sociedad los y las  "profes" (sobre este tema escribiré una entrada, no abundo en él ahora). Sucede así con un largo etcétera de profesiones que hasta hace un mes apenas valorábamos o dábamos por descontadas. 

De pronto, hemos descubierto qué son y quiénes están detrás de los "servicios esenciales". Me parece estupendo. Despertamos del sueño de creer que todo funciona solo. Descubro en ello una oportunidad única en la educación de nuestros niños y jóvenes: conectar con el hecho de que para que las cosas funcionen, para que yo pueda disfrutar de tal o cual cosa, hay muchas personas poniendo trabajo, esfuerzo, atención, responsabilidad y, en este exacto momento, poniendo en juego su salud y la de ssu familias.

Verdaderamente "somos cuentas de un mismo collar" y, tristemente, lo olvidamos. Es normal, cuando todo va bien ¿quién se va acordar del reponedor o de la reponedora de mi súper de cada día? Esta es una constante en la vida humana: en los tiempos de calma y bonanza podemos dedicarnos al arte de vivir (o no, porque esta crisis está poniendo de relieve que quizá lo que entendemos por "vivir" no lo es tanto).

Sucede en el "cuerpo social" como sucede con el cuerpo de cada uno de nosotros: no nos acordamos de determinadas partes u órganos, hasta que algo no funciona bien o nos duele...

Esta es una cuestión de capital relevancia en la vida: despertar o no al hecho de que mi vida no es una vida "despegada" de las demás. Creerme un ser separado es una ilusión, como era una absurda ilusión creer que un virus iba a detenerse en tal o cual frontera. Pero quiero subrayar que despertar a la subyacente unidad de todo cuanto existe, no lo enfoco únicamente hacia el lado de lo desagradable traduciendo esa unidad en una amenaza que nos encadena. A punto de entrar en el camino de la Pascua, creo necesario enfoncarse en que, tal Unidad de facto, nos "amenaza" a todos y a todas de Vida. Al igual que la teoría del caos nos dice que "el batir de las alas de una mariposa en un extremo del mundo causa un tsunami en el otro extremo", estoy convencida de que ese batir de alas, lejos de causar un tsnami aterrador, puede causar una ondanada de aire fresco para el que se siente ahogado. Es aquello de la famosa película "cadena de favores".

El día que se retiren las restricciones, se me figura como aquel "día primero" de la creación. Será como un lienzo casi en blanco y por estrenar. Quizá la creación entera, expectante, esté observando qué hacemos ese primer día. ¿Qué será lo primero: los abrazos, los besos, la gratitud hacia quienes nos ayudaron o ir en  multitud a comprar cosas que hemos comprobado que no necesitamos? ¿Será lo primero captar la mayor claridad del cielo y la mejor calidad del aire después de haberse reducido la contaminación o, ebrios de libertad, lo llenaremos todo de basura de nuevo? ¿Miraremos las calles de nuestro pueblo, de nuestra ciudad reencontrando su belleza, su singularidad? ¿Nos sentiremos más vinculados los unos a los otros y con la Madre Tierra? ¿Brotará en nuestros labios un "gracias" o se empoderará de nosotros de nuevo la queja?

En el nivel del ciudadano "de a pie", no pocas personas olvidarán pronto las lecciones supuestamente aprendidas, porque, algunas, regresarán a su bonanza vital sin excesivas secuelas y olvidarán, poco a poco la lección de este confinamiento y otros, los muchos, deberán ponerse ese "día primero" manos a la obra con renovado esfuerzo para rehacerse de la herida económica causada por el cierre de su negocio, por los días sin cobrar un duro: para poca poesía existencial estarán ellos y ellas.. Otros, saldrán de casa con la profunda herida de la pérdida de seres queridos a los que tuvieron que llorar en la distancia y la reclusión. Muchas casas habrán quedado vacías la morir ese anciano o esa anciana que allí vivía y aguien llorará al entrar en ellas y sólo encontrar un gran vacío.

No, no todo el mundo regresará a las calles a reír o a tomar pintxos. Habrá a quien le duelan los primeros día el sonido del retorno de "lo de antes", porque quizá se sienta huérfano y herido o porque regresar a lo "de antes" suponga un regreso no querido.

No será una "salida de casa" igual para todos, como no está siendo un confinamiento igual para todos. Mi esperanza, mi deseo es que, en número mayor que antes de la cuarentena, hayamos despertado a esa común unidad que, nos guste o no, somos. Estoy convencida de que en este "retiro" forzoso, bastantes corazones habrán despertado a esa vivencia del "te necesito", "nos necesitamos", "os necesito" y "yo también puedo ayudarte". En no pocos convecinos se habrá afincado con fuerza en unos, sutilmente en otros, el virus del "bien común". Lo deseable, lo esencial es que quien así lo haya sentido, cuide de ese tesoro, porque, eso es seguro, recuperada la "normalidad", es muy fácil volver a lo de antes.

Desde el convencimiento de que SOMOS UNO y de que la unidad es nuestra realidad más real, el profundo deseo de mi corazón es que seamos más capaces que antes de tejer entre todos y todas con más esmero y mayor conciencia ese "tejido" social que ampare a los desamparados, que aúpe a los caídos, que genere inclusión. Que regresemos a la gratitud como posicionamiento vital desechando tanta queja. Que recuperemos la potencia regeneradora del "ser buen vecino" y la virtud del servicio al prójimo desbanque al "servirme del otro". 

Que, ya de regreso a lo de antes, no perdamos por ello, la atención a quienes más cerca o más lejos, quedarán muy heridos por esta enfermedad mundial.

1 comentario:

Erika dijo...

Que así sea, que seamos más los que en este momento (hacia adentro) despertemos cómo humanos hasta que nos salga el cambio (hacia afuera) en el encuentro con
el otro y habitar con cuidado la casa de todos.