La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 14 de abril de 2020

Cristo Resucitado y resucitante

Hemos entrado ya en la "cicuentena pascual" y lo hacemos en lo que parece será más una "cicuentena confinante". No deja de resultar paradójico que los cristianos vivamos esa alegría de la Pascua que es todo expansión y anuncio entusiasmado, limitados a los confines de nuestros hogares. Pero ahí están, para bien en este caso, las redes sociales, en las que estamos volcando videos, reflexiones, saludos, imágenes...para gritar a los cuatro vientos que Jesús vive en nuestros corazones por siempre y que estamos alegres, con una alegría que no nos impide ver y sentir el dolor cercano y del mundo en este momento tan peculiar de la historia.

Por eso, como ya hice en otra entrada, me vuelvo a preguntar ¿qué significa y qué conlleva creer en la Resurrección de Jesús? y me lo pregunto en este contexto en el que, además del sufrimiento "de siempre" (si se me permite la expresión) referido al hambre, guerras, empobrecimiento de los mismos de siempre, se añade una pandemia que, una vez más, evidencia el desequilibrio vital injusto en el que vivimos. De nuevo, como ya hice en aquella entrada que, en parte copio aquí, sólo puedo responder desde mi propia experiencia. 

Y digo que sólo puedo responder desde mi experiencia personal porque realmente lo de la Resurrección de Jesús es una cuestión de experiencia y no de pensamiento ni de argumentación.

Así sucedió con los discípulos y las discípulas de Jesús. No pensaron en nada de ello, no desearon que resucitara... LO EXPERIMENTARON. Es cierto que Jesús había dicho que resucitaría, pero es la desesperanza lo primero que invade el corazón del grupo de discípulos. El relato de los dos discípulos de Emaús abandonando la comunidad absolutamente desencantados es una buena muestra de que ninguno de ellos y ellas asumió la resurrección del Maestro sino tras vivir una experiencia personal de Encuentro con el Resucitado.

Por ello resulta de una enorme complejidad "razonar" la fe en la Resurrección. Para mí ha sido y es una Luz que me ha iluminado continuamente. No concibo mi vida sin el anclaje en la Resurrección de Jesús, sin alusión al Cristo cósmico e interior. Anclaje digo porque creer y afirmar que Cristo ha resucitado, no me lleva a valorar más otra vida que esta que es la única que conozco, al contrario, afirmar la resurrección de Cristo conlleva trabajar cada día en la construcción del Reinado de Dios que es Alegría, Justicia y Paz. Afirmar la Resurrección no es esperar otra vida, sino abrazar esta vida concreta, mi vida concreta, como el mismo Jesús hizo. Conlleva favorecer la creación de "mesas de fraternidad" donde todos y todas puedan sentirse queridos, donde cada persona se vea afirmada y respetada en su dignidad.

Si Cristo ha resucitado, entonces toda causa en pro de la Vida, a pesar de acontecer en contextos de dolor, injusticia y ataques directos al corazón de esa Vida, está preñada de un "SÍ" absoluto  por parte de Dios. Si Cristo ha resucitado, la última palabra no la tienen las cruces de la humanidad, sino la Vida que emerge plena y bella de los sepulcros vacíos. Por ello, afirmar que la última palabra la tiene la Vida no quita nada a la responsabilidad personal de cada hombre y mujer que debe transitar su propio camino y hacer su aportación concreta al cuidado de toda vida, pero para el/la creyente, todo ello acontece en el marco de un mundo amado por su Creador y no abocado al sinsentido sino "amenazado de Resurrección".

Creer que este mundo concreto, con su Historia concreta llena de luces y sombras, está preñada de una semilla de Resurrección significa actualizar cada día una mirada esperanzada que impulsa a comprometerse  a través de acciones concretas con la causa de los empobrecidos, con los ámbitos de humanización, con el trabajo diario en pro de la mejora del entorno cercano desde el estilo de Jesús, portando en el corazón la Carta Magna del Evangelio: Las bienaventuranzas de la vida.

Pero todo ello radica en una experiencia interior, mediada sí por muchas experiencias humanas, pero experiencia personal al fin y al cabo que nadie puede hacer entender ni vivir a nadie. 

¿Por qué creo en la Resurrección? Porque he vivido mis propias resurrecciones. Porque experimento
en mí misma un dinamismo de vida eterna. Porque creo firmemente que el Amor no puede limitarse a este nivel de existencia. Porque siento y respiro a un Cristo Cósmico que vive en mi y en los millones de seres amorosos cuidadores de la Vida y que me anuncia en el centro de mi ser la realidad de una existencia eterna, infinita, perpetua...


Jesús resucitó y nos abrió el sendero que nos lleva a la plena Humanidad viviendo en común unión con los demás y con Dios. 

Y... No olvidemos que tras la Resurrección, celebraremos el derroche de Espíritu que es como"la última pieza" que Dios coloca en este puzzle existencial. Sólo por el don maravilloso de la misma vida de Dios penetrándonos, la fe en la Resurrección nos saca de nuestros miedos, comodidades, y dudas y nos da la energía del Amor necesaria para vivir resucitadamente y resucitando esperanzas.

Para mí la cuestión no es sólo que Cristo Resucitó, sino que vive "resucitante" o resucitando en cada persona, en cada grupo humano que transita ese paso de la oscuridad a la luz, del miedo a la fe, del egoísmo al amor, del sufrimiento a la esperanza. Cristo resucita a cada momento en infinidad de circunstancias donde acontece la fraternidad verdadera, donde hay manos tendidas a quien sufre, donde se denuncia la injusticia. Quiero aprender a descubrir e identificar a ese Cristo resucitante. La cuestión es que nosotros resucitemos y salgamos de nuestras tumbras personales y sociales. Ojalá mi fe personal en el Resucitado pase a ser implicación en pro de la Resurrección de todos/as secundando ese dinamismo de Vida que Dios nos ha manifestado en la Resurrección de Jesús: Resucitado y Resucitante.

(Me inspira este matiz de Cristo resucitante, la reflexión de Javier Melloni, sj que emplea el mismo término "resucitante")

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias, Elena. Tienes razón, si no experimentamos la propia "muerte" y necesidad, nuestros límites y quebrantamientos personales... y la experiencia de que Alguien te levanta de allí, te ayuda a renacer... es difícil entender y creer en la Resurrección de Cristo. Que El nos conceda resucitar para alabarle en lo que somos