La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 28 de mayo de 2020

Educar la Interioridad en el post-confinamiento: CUIDAR LA VIDA (2)



Más que nunca y como siempre la atención al SER ha llamado a nuestras puertas.

Se nos ha llenado la casa de mensajes de cuidado, de atención. Se comenzó a creer en que quizá, a lo mejor... "todo esto", a quienes no nos arrebatara el virus la vida ni el trabajo, nos haría resituarnos y salir con una cierta metamorfosis del ser...

Ahora estamos saliendo, no de la pandemia, pero sí de casa. Ahora las calles se pueblan de nuevo de risas de niños y de miradas de ancianos. Ahora las terrazas parecen tener la importancia que tuvo en su momento el papel higiénico. 

La capa de ozono se estaba curando (eso decían al menos...) pero ahora lo importante es el coche privado porque en el bus, en el metro o en el cercanías quizá te contagias.

Las playas estaban limpias, el mar más azúl, incluso el agua de Venecia decían estaba preciosa. Pero ahora viene el calor y, después de escoger bikini y bañador en cadenas de tiendas (no las del barrio de toda la vida, seguramente) que vuelven a abrir sus puertas, regresamos a la playa y, ella, abierta y presente, nos acogerá, incluso aun cuando la llenemos de colillas y de plásticos.

Y, en medio de todo este "salir", algunos dicen y repiten: ¿Por qué se ha organizado la reapertura de los bares y no la de los colegios? ¿Mi hijo/a puede estar en una terraza y no puede estar en el colegio? Y lo dicen como una crítica, como una "falla" de nuestra sociedad.

Y cada vez que escucho esa especie de "mantra" me surgen mil y una respuestas. Hoy daré algunas.

Lo resumo todo en esta acción que considero educativa, en una concepción de la educación no centrada en lo curricular pero sin olvidarlo. Una acción del colegio pero no sólo, una acción que toda la sociedad y cada individuo en ella, está llamado a acoger y llevar a cabo: CUIDAR LA VIDA.

Más que nunca y como siempre... CUIDAR LA VIDA ATENDIENDO AL SER, o dicho en lenguaje competencial: APRENDIENDO A SER.

Si como sociedad entendiéramos qué es cuidar la vida, toda vida, entenderíamos que esta crisis nos está ofreciendo una inmensa oportunidad para identifiar los modos vitales, los modos de organizarnos y de consumir que están desatendiendo e incluso atacando la vida.

Hemos comprobado que el cuidado y atención a nuestros ancianos/as es, en algunos casos, deficiente y nos hemos llevado las manos a la cabeza al saber los datos de mortandad en las residencias de mayores. Decíamos que nos quedábamos en casa por ellos y ellas y por los "más vulnerables" al virus. Lo decíamos pero, ahora, al regresar al trabajo quien aun puede, al regresar a la terraza quien pueda y tenga estómago, al regresar... ¿Quién se está preguntando qué "imperativo moral" nos pone delante este contexto de COVID-19  y qué "apetencias" o aparentes "esenciales" deberíamos dejar en segundo plano para de verdad, seguir cuidando esas vidas más vulnerables?

Y aquí llego a la cuestión que apuntaba antes: por qué no es ni de lejos lo mismo la reapertura de un bar que la de un colegio.

La escuela es uno de esos lugares donde confluye la vida que está en ciernes, está haciéndose. Al igual que en los "geriátricos" (triste palabra) confluye la vida en su fase de conclusión. Ambos polos, inicio y fin ¿no los estaremos descuidando en pro de un "en medio" de la vida que el sistema potencia porque es más productiva y casi se gestiona solita?

En la escuela puede aplicarse ese verso hermoso del gran poeta catalán Miquel Martí i Pol: "Todo está por hacer y todo es posible"

Posem-nos
dempeus altra vegada i que se senti
la veu de tots solemnement i clara.
Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.


(PONGÁMONOS 
DE PIE DE NUEVO Y QUE SE ESCUCHE
LA VOZ DE TODOS SOLEMNEMENTE Y CLARA.
GRITEMOS QUIÉNES SOMOS Y QUE TODO EL MUNDO LO ESCUCHE.
Y, ACABADO, QUE CADA UNO SE VISTA
COMO BUENAMENTE LE APETEZCA, Y ¡"VIA FORA!
QUE TODO ESTÁ POR HACER Y TODO ES POSIBLE)


Y ahora, como pocas veces, la Escuela tiene ante sí una inmensa oportunidad para re-pensar y re-crear sus modos y sus prioridades. Pero no sólo la escuela, es el momento de que la sociedad al completo comprenda que a un niño, lo educa "toda la tribu". En este sentido, es esperanzador comprobar como durante el confinamiento, la relación familia-escuela se ha hecho, en general,  más fluida con una mayor implicación de los padres y madres en el conocimiento no sólo de los contenidos curriculares que sus hijos e hijas reciben. sino en el conocimiento de los valores y lineas de fondo que fluyen en el colegio al que asisten sus hijos.  Esto, por sí mismo, ya es un avance y un logro de esta crisis. Algo, que en el momento en que pueda retornarse al aula, no debería perderse y sí, cuidarse y potenciarse.

En el caso que nos ocupa en este blog, también percibo que en lo referente a la Educación de la Interioridad, numerosos centros educativos se dan cuenta de que  el momento del regreso al aula no podrá ser una regreso "sin más", como si no hubiera pasado nada y comenzando con el "decíamos ayer" de Fray Luis de León. No, la comunidad educativa y los profesores en particular, serán los que reciban y acogan la "mochila emocional" que cada alumno y su familia hayan ido generando durante esta crisis mundial. Habrá quien en esa mochila lleve cansancio y desasosiego, habrá quien lleve pérdidas laborales o personales, habrá quien lleve miedo, habra, quizá un poco de todo en no pocas de esas mochilas. Pero no sólo de los alumnos, sino de los propios educadores/as, de toda la comunidad educativa. Ahí es donde los contenidos y técnicas de la EI, así como su transfondo teórico, van a demostrar toda su capacidad para ayudar a situar y acompañar el mundo emocional de la comunidad educativa.

Por eso, reabrir un colegio no es reabrir un bar. Al colegio no va uno porque quiere, ni a "pasar el rato". La vida de un colegio implica un fino encaje de bolillos de organización temporal, espacial, de gestión de personas, de liderazgo de programas y líneas educativas, de atención y acompañamiento a niños, adolescentes y familias. Implica un gran número de actividades, de monitores externos y sobretodo, implica una relación  de acompañamiento vital a los alumnos y a sus familias.

No, señores míos, no puede improvisarse el retorno al aula como se ha ido improvisando (sin ayuda de ningun ministerio y sí numerosas críticas y opiniones gratuitas) el paso inmediato al confinarnos a una educación on line. Esto último se ha hecho así  porque no ha quedado otro remedio y se ha hecho, en lo que yo conozco, muy bien, para nota. Por cierto: todavía estoy esperando una cita en las redes para un aplauso enorme a los profes de este país. Llamadme ingenua...

Gracias a Dios ni los sanitarios ni los educadores, ni otros muchos se mueven  por "aplausiómetros" sino por el compromiso personal con su vocación. Y ahí está la escuela, que no es un bar. La escuela a la que llegarán los niños y los adolescentes y jóvenes tras un confinamiento largo, tras un verano que no sabemos como será. Los contenidos curriculares que podían antes trabajarse en grupos numerosos, en equipos cooperativos cercanos, las clases de Educación Física, el coro del colegio, los encuentros y juegos en el patio y los pasillos, las visitas al lavabo, y, por supuesto, las técnicas de trabajo corporal, de integración emocional y de apertura a la trascendencia trabajadas a través de masajes, de respiración consciente, de juegos, de dinámicas de grupo muy cerca unos de otros, de compartir materiales... todo y más, tendrá que ser revisado, repensado, recreado...

Llegarán los alumnos/as con mascarilla y guantes y con la obligación de no tocarse. Llegarán los profesores con media cara visible para decir a sus alumnos/as en ese lenguaje no verbal tan importante en la educación, que están ahí para ellos, que les quieren, que creen en sus posibilidades.  Que "todo está por hacer y todo es posible". Como se lo han dicho a través de las pantallas de mil modos posibles. Se lo dirán ahora con una mirada que traspasará los dos metros.

La escuela, en un regreso post-confinamiento, será un lugar más, pero único en su peculiaridad, desde donde cuidar la vida. Por eso, por favor, no la comparemos con un bar.

Educar la interioridad en el Post-confinamiento: CUIDAR LA VIDA (1)



Cuidame (Jorge Drexler y Pedro Guerra)
Cuida de mis labios
Cuida de mi risa
Llevame en tus brazos
Llevame sin prisa
No maltrates nunca mi fragilidad
Pisare la tierra q tu pisas
Pisare la tierra q tu pisas
Cuida de mis manos
Cuida de mis dedos
Dame la caricia
Que descansa en ellos
No maltrates nunca mi fragilidad
Yo sere la imagen de tu espejo
Yo sere la imagen de tu espejo
Cuida de mis sueños
Cuida de mi vida
Cuida a quien te quiere
Cuida a quien te cuida
No maltrates nunca a mi fragilidad
Yo seré el abrazo que te alivia
Yo seré el abrazo que te alivia
Cuida de mis ojos
Cuida de mi cara
Abre los caminos
Dame las palabras
No maltrates nunca mi fragilidad
Soy la fortaleza de mañana
Soy la fortaleza de

lunes, 25 de mayo de 2020

Adultos educadores o educadores adultos



Hoy rescato una entrada de este blog de años atrás (en diez años da para escribir...). A la luz de un contexto de regreso a las aulas en post-confinamiento y con medidas de seguridad hasta ahora desconocidas en los centros educativos, la renombro con un título más completo que el que en ese momento tuvo. Lo hago porque verdaderamente hay diferencia, y mucha en ocasiones, entre ser un adulto educador, es decir, un adulto que según su profesión "educa" o ser un educador adulto, es decir, una persona que opta por la vocación educativa y lo hace siendo él/ella en primer lugar un verdadero adulto. No perfecto, pero sí adulto. Para poder acoger y ayudar a integrar la mochila emocional con la que la comunidad educativa regresará a las aulas, necesitaremos más que nunca, EDUCADORES/AS ADULTOS/AS.
Tal y como están las cosas es necesario recordar una y otra vez que los adultos, nos guste o no, estamos llamados a ser educadores de nuestros niños y jóvenes. Cualquier adulto que se sitúe cerca de un niño, de un adolescente, de un joven, se transforma en "educador" o en "deseducador" -si es que este término existe- En realidad en lo que concierne a la educación de las personas, toda la sociedad influye. Son mil mensajes explícitos e implícitos los que llegan hasta cada miembro de la sociedad, hasta cada uno de nosotros. Siendo sinceros, incluso los adultos educan o "deseducan" a otros adultos. Cuántas veces un compañero/a de trabajo nos ha hecho descubrir posibilidades nuevas en nuestra forma de trabajar, posibilidades de mejora y,a  veces, posibilidades de empeoramiento o decaimiento.

Verdaderamente, todos influimos en todos. Para mí queda claro en el caso de los colegios. El ambiente que se respira en ellos incide en todos, no sólo en los alumnos/as. El tipo de comentarios que los educadores/as hacemos sobre los alumnos puede hacer que otro compañero/a acuda a un aula positiva o negativamente predispuesto. En la "microsociedad" de un colegio se generan todo tipo de situaciones, unas son estresantes, otras alegres. Los adultos que rodean a los niños y adolescentes suelen ir sobrecargados de trabajo: clases, programaciones, reuniones, entrevistas con padres, papeleos varios y el intento de ayudar a tantos alumnos/as necesitados de una atención especial. En ese contexto resulta imprescindible un nivel de autocontrol que permita a cada educador distanciarse de esas situaciones para coger perspectiva. Ahí van algunas frases que podríamos decirnos los educadores:

  • El alumno/a problemático no "la tiene tomada conmigo", simplemente de manera incosciente es capaz de "tocar" mis puntos débiles. Será trabajo del educador crecer en consciencia de aquello que siente como "puntos débiles" de su personalidad y no achacar al alumno sus estados de ánimo de manera continua. Eso no quiere decir que no se tenga la sensación de que hay alumnos/as que nos ponen nerviosos, por ello, más que en nigún otro caso, es el adulto el que ha de ser capaz de no enredarse en discusiones que no llevan nada y con calma y ecuanimidad, ir llevando a ese alumno o alumnos a terrenos más constructivos que no pasan por la discusión.
  • Mis compañeros son aliados en el proceso educativo de mis alumnos. No todo depende del tutor o tutora. Todos somos co-tutores. Cada educador que entra en un aula tiene la obligación de dar de sí lo mejor que tiene para el avance de esos niños o adolecentes. Da igual el número de horas o el grado de responsabilidad sobre el papel que se tenga.
  • No soy el padre/madre de mis alumnos/as: hay responsabilidades exclusivas de la familia. Debemos dar el cien por cien de nosotros pero hay un márgen que no es nuestro, sino netamente de cada familia. Una vez hechos todos los intentos de diálogo con las familias de alumnos "difíciles" se hizo lo que se pudo y lo mejor posible, entonces podemos estar tranquilos, sin la sensación de que todo depende de nosotros.
  • El mayor bien que puedo hacerles a mis alumnos es estar yo bien: cuidarnos física, psicológica y espiritualmente es un derecho pero también una obligación. Los pasillos y aulas del colegio, la sala de profesores no deben convertirse en "papeleras" en las que cada uno deja caer sus miedos, ansiedades, desesperanzas... Sí pueden ser un lugar en el que poder ser uno mismo, sin perfeccionismos que ahogan la espontaneidad y estresan más, pero marcando un límite que permita la lucidez necesaria para no perder la paz y la sonrisa. Urge crear en el claustro una atmósfera de confianza, acogida, de sentirse y saberse querido y respetado.

Os propongo que añadáis más frases que puede decirse a sí mismo/a un/a educador/a, frases que aporten positividad, que nos aterricen en la hondura de nuestra vocación. Adultos que educan su interior para poder educar la interioridad de los niños y jóvenes. Más que nunca ha de ser así en tiempos de COVID-19.

lunes, 18 de mayo de 2020

Educación de la Interioridad: fluir... y encauzar

.EDUCACIÓN DE LA INTERIORIDAD: FLUIR... Y ENCAUZAR

El fluir surge esencialmente desde la radical experiencia de unidad con la Vida: somos Uno con la Vida, somos la Vida Una expresándose en distintas formas. 

El observar y el silencio nos liberaron del ego y crearon el espacio vacío a través del cual la Vida puede fluir libremente.

Para usar la imagen de la flauta: el observar toma conciencia de la flauta, el silencio nos convierte en el agujero, el fluir es la música que se produce.
Este fluir se centra en el momento presente, que es el único momento donde acontece la vida y en el cual la vida se expresa.
Esto no quiere decir que no se pueda programar o planificar acciones futuras. Pero lo hacemos desde el ahora y desde la conciencia clara que lo único real es el ahora.
(Stefano Cartabia. El agujero en la flauta)

Continúo avanzando en este recorrido y comentarios por las confluencias que encuentro entre esta propuesta de recorrido existencial de Stefano Cartabia y nuestra propuesta pedagógica de Educación de la Interioridad. 
Proponer la centralidad del observar y del callar que traen como resultado connatural vivir fluyendo con la Vida, es algo presente en la vida y enseñanza de todos los hombres y mujeres sabios y místicos de la historia de la humanidad. Resuena como algo quizá "original" porque lo teníamos muy olvidado, especialmente en el occidente científico-técnico y neoliberal.
Llevamos tiempo dándonos cuenta de que sin "hogar interior", sin regresar a casa, vivimos exiliados de aquello que otorga a la persona las fuentes de sentido y de paz en medio de las tempestades vitales personales y colectivas.
He ido utilizando la palabra "confluencia" para referirme a esta  "sincronía" de ideas y líneas de fondo entre el autor del blog "el agujero en la flauta" y mi forma de entender y proponer la EI. La palabra "confluencia" quiere decir llegar a un mismo punto desde varios lugares, reunión. En su raíz está el verbo "fluir". Sería la imagen de todos los afluyentes de un río que se unen en una misma corriente principal y, así, transitan ya mezclados hacia el mar. Me alegra enormemente vivir estas confluencias existenciales. Lo que fluye, confluye siempre.
FLUIR Y CON-FLUIR: Con-fluir, "fluir-con"... Estamos de hecho, todos/as fluyendo en un sólo río, el río de la Vida. Habrá quien intente rehacer los cauces para que resulte más cómoda la vida, habrá quien se deje la piel y no vea el paisaje de las orillas construyendo pantanos que la embalsen y retengan  por miedo a la total libertad de ese fluir vital. Otros arremeterán, arrasarán con sus aguas vitales el ritmo vital de otros. Algunos se sentirán desbordados por la Vida... Pero el hecho es que todos, absolutamente todos y todas, estamos dentro de un fluir que acontence incluso a pesar  de  nosotros.
Por eso es tan importante que el verbo "fluir" y "confluir" estén en la base y señalen el horizonte de una propuesta pedagógica para el siglo XXI. Porque no se trata tan sólo de que "yo fluya" sino que, si ese fluir es genuíno  me llevará inexorablemente a con-fluir con los demás que pasan a ser parte de mi propio ser. Aquí "mística" y "ética", nunca mejor dicho, confluyen. Lo hacen tambien nuestro dos objetivos principales, a saber, "unificación de las dimensiones de la persona" y "construcción de la unidad con los demás el mundo y Dios".
A través de los tres contenidos generales que son iluminados y correctamente situados por los dos grandes objetivos que acabo de señalar y que, a su vez son desplegados en múltiples técnicas dentro de una metodología activa, se pretende entregar a la comunidad educativa herramientas muy concretas para ir aprendiendo a ser. Y "ser" conlleva "fluir" en el sentido que remarca Stefano Cartabia: El fluir surge esencialmente desde la radical experiencia de unidad con la Vida: somos Uno con la Vida, somos la Vida Una expresándose en distintas formas. 
Pero, de nuevo, debemos recordar que en la EI nosotros nos situamos dentro del contexto del proceso de enseñanza-aprendizaje propio de un colegio. Cada edad y etapa educativa conlleva sus características y hay que tenerlas muy en cuenta:
EL FLUIR DE LOS NIÑOS/AS: cuando estamos en las edades de los tres a los nueve años, estamos acompañando el proceso de aprender a ser sin abstracciones. El niño/a, hasta los 11 años, es un ser totalmente sensitivo. A través de sus sentidos entiende y experimenta el mundo sin abstracciones. Poco podemos enseñar a un niño de tres, cinco o siete años acerca del "fluir" con la Vida. Él, ella, está inmerso en la Vida, al cien por cien. El Presente es el tiempo del niño/a. El futuro, en todo caso, adquiere sentido como anhelo de ilusiones muy concretas: mi fiesta de cumpleaños, los Reyes Magos, los juegos y risas en el campamento de verano. De forma especialísima, hasta los tres años, la persona está real y totalmente toda ella en el "fluir". No hay pensamiento acerca de la vida, de su sentido, no hay meta alguna porque simplemente "se es". El niño, la niña sí que es "Vida Una expresándose". En esas edades quizá la labor en la que el maestro /a deba poner todo el enfasis es en no cortar ese fluir espontáneo y armonioso de la Vida en la vida de ese niño/a. El proceso de socialización del niño conlleva siempre el  encauzamiento de fuerzas e impulsos de gran potencia, pero no hemos de confundir "encauzar" con "castrar" o "eliminar". Con todo, siempre sucede algo de eso en los primeros años y, no olvidemos, que es ahí donde se crea eso que llamamos la "sombra" y que, en estadios posteriores de nuestra vida, todos/as deberemos reconocer y resituar si queremos vivir este "fluir" al que nos referimos.
EL FLUIR A PARTIR DE LOS 11 AÑOS: Estamos en el momento de la "llegada" del pensamiento abstracto. Esta capacidad de "abstración" supone un sinfín de posibilidades y de oportunidades para el niño y el adolescente. El pensamiento abstracto nos capacita para ver las cosas con perspectiva. El niño puede, por decirlo así, ir más allá de sí mismo, de la inmeditaez de los sentidos y anticipar soluciones, imaginar escenarios diferentes ante un mismo dato, viéndose acrecentada su capacidad creativa. Es un momento educativo interesantísimo puesto que, a la par que el niño puede ir más allá de sí, también es verdad, que sobretodo en la pubertad-adolescencia, podrá emprender viajes más profundos dentro de sí. Todo ello ofrece un "ecosistema" riquísimo para la EI. Técnicas como la visualización adquieren en estas edades un sentido especial para favorecer la introspección, la capacidad de identificar emociones y de integrarlas, la posibilidad de imaginar abierta y confiadamente su vida desde la mejor versión de sí mismos, su apertura a las preguntas por el sentido de la vida y por su identidad personal y un largo etcétera de núcleos vitales que en estas edades cobran protagonismo y que se convierten en materia prima para la construcción de su ser. El "diario de interioridad", herramienta ya presente en etapas educativas anteriores, ahora resulta de especial importancia y significatividad para el niño al crecer en vida interior. Ese "diálogo" consigo mismo es un camino magnífico que resulta posible gracias al pensamiento abstracto que me permite "desempastarme" de mí mismo para decirme cómo me veo, como siento lo que siento, para narrarme mis sueños y deseos a la par que mis miedos y dudas. En este sentido, las técnicas aprendidas e interiorizadas en fases previas (conciencia corporal, relajación, respiración consciente, visualización, dibujo creativo, meditación, trabajo de la voz, etc...) se transforman ahora, una vez experimentadas e interiorizadas (lo repito porque nunca debemos olvidar el contexto procesual en el que trabajamos) en herramientas al servicio de un mejor pensamiento, una emocionalidad saneada, y un aumento de la autonomía personal.
Pero, a la vez que el pensamiento abstracto posiblita en el niño vivencias y formas de acercamiento a la vida sumamente interesantes y positivas, también es cierto que, de alguna manera, esa abstracción, nos "saca" de aquel fluir innato con la vida del niño en fases anteriores. A mi modo de ver, el proceso evolutivo propio de los alumnos/as a partir de los 11 años pide de los adultos saber cuidar una propuesta que armonice el "encauzar" con el "fluir". En la etapa escolar, llegados a los 11 años, la pregutna por el "yo" y la cuestión acerca del sentido de la vida se hacen muy presentes y acompañarán a la persona el resto de su existencia. Trataremos, pues, de armonizar experiencias y aprendizajes que ayuden conectar con uno mismo y con los demás  desde la capacidad de proyectar, de organizar, de encauzar emociones y comportamientos, con experiencias y aprendizajes que conecten al alumno con la vida profunda que late en su interior con la gran invitación a ser confiandose a la propia vida y su fluir. Con todo, dese mi punto de vista, entrar de lleno en el "fluir" profundo con la Vida desde la certeza de ser uno con ella, es un asunto ya de adultos y, más en concreto, de esa etapa vital que acontece a partir de los cuarenta-cincuenta años. Podemos, sí, a través del modo en el que educamos, favorecer o dificultar que esa capacidad de fluir se haga acto en la persona. Evidentemente, la propuesta pedagógica de la EI se sitúa en una pedagogía del ser, por tanto, se trata de un proceso educativo que quiere mantener al alumno/a en contacto con su ser más genuíno, con su esencia, pero en un momento de la vida en el que, paradójicamente, la obra principal de la persona es construir su "yo existencial". Dice Cartabia: El observar y el silencio nos liberaron del ego y crearon el espacio vacío a través del cual la Vida puede fluir libremente. Mi modo de entender esta afirmación es que esto sucede en la plena adultez, siendo, en cambio lo propio de las etapas anteriores la construcción de ese ego que, curiosamente, estamos llamados a integrar para, después, trascender. Lo que la EI ofrece es conocer, experimentar e interiorizar  desde pequeños y en el colegio ese silencio y esa observación imprescindibles para fluir con la Vida más tarde.

jueves, 14 de mayo de 2020

Educación de la Interioridad: callar ¿o "acallar"?


Continúo explicando las confluencias que encuentro entre la propuesta de Stefano Cartabia y nuestra propuesta de Educación de la Interioridad. En este caso me voy a permitir, afirmando la confluencia de fondo que es total, hacer un matiz y cambiar de verbo por fidelidad al ámbito de nuestra propuesta que es de los colegios.

CALLAR: El callar pone el silencio en el centro del método, como eje portante, la piedra angular. Callar, silenciarse es la lógica continuación de la observación Stefano Cartabia. (El agujero en la flauta. Blog).

¿Puede el verbo "callar" formar parte de una propuesta pedagógica de los tres a los dieciocho años? ¿Es posible pretender callar a un niño, a un adolescente? ¿Ha de ser el colegio un lugar "callado? Son preguntas que debemos hacernos al acercarnos a este verbo tan potente, que más que verbo es experiencia.

¿Cuántas veces al día un/a maestro/a dirá a sus niños "por favor, ¿podéis callar?" o "Fulanito ¿nos harás el favor de callar un poco" o aquello otro de "si no calláis ¿cómo me vais a entender?". En ese contexto el verbo callar nace tantas veces de una petición casi de auxilio del educador que, ante la algarabía de 25 o 30 chavales, necesita abrirse paso para decir, para exponer, para explicar o, claro que sí, para descansar de tanto "ruido". Pero todo/a educador/a, en el fondo, ama de algún modo esa algarabía del colegio. Cuando los alumnos se van al finalizar el curso y el educador permanece en el colegio, este parece tan vacío, tan escaso de vida...

Por lo tanto, la forma que vamos a tener de entender el verbo "callar" en el contexto de la Educación de la Interioridad aplicada a un colegio tiene más que ver con el verbo "acallar".
Nosotros, en un colegio, no podemos poner el silencio como centro del método. Dicho de otra manera, la educación de la interioridad como paradigma pedagógico, no es sinónimo de "educar para el silencio o en el silencio". No obstante, esto no quiere decir que el silencio no sea un "lugar" al que hemos de llegar, una experiencia que es obligatorio facilitar porque es un regalo que debemos hacernos a nosotros mismos y a nuestros alumnos. Porque el silencio no es "algo" que hacemos o tenemos, en un nivel profundo el ser humano es silencio.

Pero hemos de entender que un profesor de colegio trabaja con unas franjas de edad en las que la expresión de esa personita que el niño, el adolescente va siendo, debe encontrar espacios de libertad para su expresión personal. El niño de tres años que está aprendiendo cada vez más palabras, que mejora su pronunciación, tiene que hablar, tiene que cantar, tiene que expresarse, pero es que eso también vale para aquel alumno de Bachillerato que está preguntándose por su identidad y por su lugar en el mundo, necesita expresar sus inquietudes, necesita hablar, y mucho y a todas horas, con sus amigos... Por ello, prefiero hablar de "acallar" en lugar de "callar", que, como digo, en el contexto escolar quizá nos suena más a aquello de "mandar callar".

ACALLAR: efectivamente, como Stefano Cartabia indica en su blog, silenciarse es la lógica continuación de la observación. Observar, desde mi punto de vista, nos prepara para contemplar y, también mantener la mirada contemplativa, nos ayuda a ser más observadores. Observación y contemplación me parece a mí que van de la mano, aunque cada una encierra unos matices. Observa, en concreto tiene mucho que ver con fijarse en los detalles, en las partes... para ello, quien observa, aunque no se de cuenta, se "acalla". Los maestros sabemos bien que nuestros alumnos más callados y aparentemente tímidos o poco participativos, son en muchas ocasiones, sumamente observadores. Para mí, esos alumnos son como aquellos "acusmáticos" pitagóricos que, en su camino de iniciación a la sabiduría pitagórica, comenzaban por pasar años en silencio para aprender a escuchar antes que a hablar. Sí, en nuestras aulas hay "acusmáticos" y "acusmáticas" innatos. Niños, adolescentes, jóvenes a los que les gusta más escuchar que hablar. Son aquellos que de pronto, un día, te sorprenden recordándote aquello que dijiste o hiciste hace un montón, o te sueltan una frase lapidaria cargada de fuerza y verdad cuando tú creías que estaban en modo pasivo...

La persona observadora lo sepa o no, se acalla para ver mejor, para captar, para percibir. Se concentra y reconcentra sus potencias al focalizar su atención. Eso es lo que hace también el contemplativo, pero, además, en la contemplación, se añade una percepción más abierta y relajada, suma atención, pero atención amorosa, sin juicios de valor, dejando que aquello que es sea como es y como se manifiesta.

Sin un "acallarse” de las potencias es imposible. Cuando algo atrapa nuestra atención, un libro, una música, un rostro, una voz, una imagen, inmediatamente nos acallamos. Sabemos hacerlo de forma innata.

En la EI lo que haremos será potenciar el aprendizaje activo de ese "acallarse”, hacerlo consciente con técnicas de silenciamiento como la relajación, la respiración consciente, la conciencia corporal, la meditación, etc.

Pero, repito, debemos ser conscientes que un niño de tres años, una niña de ocho, un chaval de quince, no pueden asumir esos procesos de silenciamiento como si fueran monjes tibetanos o cistercienses. Lo vivirán conforme a su edad y a su temperamento.

Por ello, ese "acallarse" debe ser propuesto con amor y con humor. Con un lenguaje cercano y significativo para cada edad. Es por esta razón, que el adulto educador deberá vivir él o ella mismo ese "acallarse", será alguien que sabe de silencio y del camino del silenciamiento, porque nadie puede dar lo que no tiene: si en mí, como educador no hay un fondo silencioso, sereno, "acallado" no podré guiar a mis alumnos por ese camino.

Pero, además, el objetivo de ese silenciamiento es, experimentar y gustar internamente de qué modo  nuestro ser se unifica en ese acto de "acallarse", como puedo sentir la vida en mi piel, en mis venas, como puedo percibir con más claridad los pensamientos que valen la pena de los que no, como puedo, poco a poco, ir encontrando ese ser interior que soy y que es amigo y no da miedo. Para ello, comenzamos a los tres años, vamos tomándole el pulso a eso de "callarme" , le cogemos el gusto a la calma, a la quietud, a ese "acallarse" jugando a ello, haciéndolo en modo niño para, en edades posteriores, aprovechar ese camino recorrido para que el "saber acallarnos" nos ayude a afrontar tantos cambios propios de la pubertad y de la adolescencia y se convierta en una herramienta poderosa para nuestras elecciones vitales en el Bachillerato.

Acallar nuestro ser no supondrá quedarnos sin palabras, sino al contrario, otorgar mayor peso a lo que digamos desembarazándonos paulatinamente del hablar por hablar o por no callar... Acallarse es la escuela del verdadero diálogo y de la argumentación seria y profunda. Acallarse, efectivamente también nos prepara para saber meditar en el doble sentido: pensar bien las cosas antes de hacerlas y de decirlas y meditar como acto de "ir al centro" en un ejercicio de meditación u oración profunda.

En un colegio, tan lleno de voces, de idas y venidas, tan pleno de vida pujante, en crecimiento, no podemos hacer pivotar la EI únicamente en propuestas de silencio. Más bien en esas edades, les enseñaremos el camino del silenciamiento porque, en todo caso ¿quién ha vivido el Silencio, el verdadero Silencio? Creo yo que pocas personas pueden decirlo así, con todas las letras. El Gran Silencio místico es algo de adultos, es algo de años, es un don y una tarea. 

En el colegio, con nuestros niños y chavales, hemos de caminar por la senda de propuestas de silenciamiento desde esta significación del acallarnos, de calmar el ritmo, de respirar la Vida para disfrutarla aun más en honduras mayores que nos permitan "ir más allá", "mirar más allá", "escuchar más allá".

miércoles, 6 de mayo de 2020

Educación de la Interioridad: observar

Hace unos meses gracias a un amigo, descubrí el blog de Stefano Cartabia "el agujero en la flauta" y debo confesar que me he enamorado de lo que este hombre transmite y me emociona enormemente que cada propuesta y cada palabra es como una explicación, sin nombrarla de lo que yo entiendo por Educación de la Interioridad.

Ahora, el autor del blog, lleva un tiempo recuperando lo que él mismo explica fue una reflexión del 2018 acerca de "del ver, actuar, juzgar, al observar, callar, fluir".

He ido leyendo las tres entradas que ha publicado acerca de "observar, callar, fluir" y en todo lo que leo encuentro un reflejo, otra manera de explicar, la Educación de la Interioridad. De entrada, lo más evidente es que los tres verbos que señala Cartabia, son tres verbos que estamos conjugando constantemente en la comprensión teórica y práctica de la EI.

A todos aquellos educadores y educadores que os habéis formado conmigo o que os estáis formando, os propongo que leáis esas tres entradas y vosotros mismos/as encontréis el fondo común que existe entre la reflexión de Stefano Cartabia y el modo de educar la dimensión interior que habéis experimentado y reflexionado en las formaciones recibidas.

Pero, por mi parte, os voy ha explicar algunas de las confluencias que encuentro. Hoy me centraré sólo en el primer verbo: observar

Observar: dice el autor en su blog que el primer y decisivo paso es la observación de uno mismo. Todo empieza por uno y lo hemos olvidado. No podemos dar lo que no tenemos, ni ayudar a ver lo que no hemos visto. Tampoco podemos amar si no hemos experimentado el amor y no nos estamos amando.La observación de la realidad para implementar un método teológico-pastoral tiene su primer escalón en la práctica de la observación de sí mismo.

Esta comprensión del verbo "observar" encuentra su lugar explícito ya en el primer objetivo general de la EI: "unificación de las dimensiones de la persona", recordemos que nos referimos al camino de ir progresivamente comprendiendo por experiencia que aquello que denominamos "interior" y aquello que denominamos "exterior" no son opuestos o más bien lo son sólo para nuestra mente dual. Por otro lado, en este objetivo explicitamos que en la antropología que subyace a la propuesta, describimos al ser humano como un todo, como un ser corporeo-psico-espiritual, donde cada ámbito no funciona al márgen de los demás.

En ese sentido, las técnicas a implementear para esa experiencia de mí mismo como un "todo" se sitúan en el ámbito del trabajo corporal, sobretodo de los tres a los nueve años, priorizando en un primer momento la relajación, la conciencia corporal, la respiración consciente y los juegos como medios para potenciar la propiocepción y la interocepción. Todas ellas se basan en un aprendizaje procesual de auto-observación. Desde esa auto escucha corporal, desde ese adentramiento en territorios de trato con uno mismo en el "cuerpo que voy siendo", deseamos que el alumno/a pueda conocerse mejor utilizando una observación de sí mismo amorosa, receptiva, sin juicios de valor. Para ello la vía corporal resulta un elemento iinsustituible. Pero, además, preparamos el terreno a los momentos de introspección que serán más intensos y necesarios en Secundaria y Bachillerato por la propia evolución psicológica del alumno. De los doce a los dieciocho años se hace preciso dar espacio al nacimiento de interrogantes y a la búsqueda de respuestas a las grandes preguntas por la identidad (¿quién soy?) y del sentido (¿para qué o por qué soy?). Sólo desde una pedagogía del ser que favorezca y ampare el autoconocimiento podremos ayudar a emerger la pregunta por la vocación personal, por "mi lugar en el mundo" que será tan necesaria hacia el final de la ESO y durante todo el Bachillerato.

Pero no sólo se trata de favorecer la auto-observación, sino que tal mirada hacia uno mismo, nos entrene para una mirada hacia los demás y hacia el Misterio, se trata de eso otro que llamamos  el cuidado de la mirada contemplativa. En los procesos formativos tratamos el tema de "lo icónico como ejercicio de la mirada contemplativa" y lo referimos al tercer contenido básico que es la apertura a la trascendencia.

Stefano Cartabia lo expresa asi: Paralelamente a este ejercicio personal podemos empezar a ver de esta manera a la realidad. La realidad es siempre concreta y se manifiesta en el aquí y el ahora. La observación se centrará esencialmente en esta aspecto. Si por algún motivo estamos llamados a considerar aspectos que se evaden del momento presente o que son más abstractos, haremos un esfuerzo para estar plenamente conscientes de lo que estamos haciendo y observando. Observamos la realidad aquí y ahora. La observamos desde el Observador consciente que hemos encontrado y experimentado. Es una observación pura, ecuánime, libre de interpretación. Simple y maravillosamente observamos.

Esta última referencia a la capacidad de mirar la realidad desde los ojos de lo profundo, abierta y confiadamente, se halla implícita en el proceso tan importante  de RELAJACIÓN-MEDITACIÓN-ORACIÓN que recorre los tres contenidos de la EI, el trabajo corporal (relajación), la integración emocional (meditación), y la apertura a la trascendencia (meditación-oración).

Hasta aquí algunas confluencias referidas al verbo "observar". No quiero alargarme en demasía ya que habría muchos más detalles que mencionar, ideas, recorridos pedagógicos a los que referirnos. Baste lo anterior como una muestra. Os refiero al blog de Stefano Cartabaia (el agujero en la flauta) para que, leyendo su reflexión, continuéis buscando esas confluencias con nuestro modelo de EI.

martes, 5 de mayo de 2020

¿Buen pastor o asalariado?

"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas, pero el que trabaja solamente por el salario, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye (...) ese hombre huye porque lo único que le importa es el salario, no las ovejas".

No se puede decir más claro. Es la evidente diferencia entre vivir la vida abierta y generosamente o vivirla buscando siempre réditos personales. Es la diferencia entre vivir desde tu centro o descentrado de ti. Es la cuestión entre vocación o mero trabajo...

En el evangelio de Juan, Jesús se describe a sí mismo como buen pastor y describe ese "pastoreo" como dar la vida. Lo contrapone al asalariado. Esas dos figuras, el buen pastor y el asalariado, creo que podrían ser contempladas como dos modos de existencia.

Hay un modo de ser y de vivir en el que la persona puede salir de sí misma y entregarse a los otros, cuidarlos, acompañarlos, respetarlos, amarlos. Los que hayáis estudiado o conozcáis el eneagrama quizá estéis pensando en el eneatipo 2: el ayudador. No me refiero a ese modo de ayudar del eneatipo en su modo descentrado. Cuando la entrega al otro nace de un ser desestructurado, cuando quien aparentemente "se da" no es dueño de sí, en seguida esa entrega se convierte en manipulación emocional, adulación, dependencia, deseo de agradar, etc. Entonces no se ayuda al otro por sí mismo, sino en virtud de la satisfacción que me otorga, paso a ser "asalariado". Doy, ayudo, aconsejo porque así me siento útil, porque así seré aceptado, porque así no me quedaré solo, porque así "brillaré". Necesito ese salario, el pago del reconocimiento, sin él, emerge la queja e incluso, el abandono de la tarea, de la amistad, de la relación... Lo que reconocemos en la imagen del buen pastor es a aquel o aquella que, desde su centro, desde su ser profundo se entrega porque antes se pertenece, así, no entrega migajas de sí, sino que se da totalmente. 

Pero nadie puede dar lo que no tiene. Sólo quien es sujeto de sí mismo, no está sujeto al reconocimiento externo. Es muy diferente "estar sujeto" a "ser sujeto".

Abunda mucho el "asalariado" incluso en contextos donde nadie dudaría de la necesidad de ayuda. Pero ¿acaso no nos chirrían esas fotos de voluntarios famosos o no haciéndose selfies mientras ayudan a otros? Me asombra la velocidad a la que se ha normalizado colgar fotos nuestras realizando grandes gestas: campo de trabajo con..., voluntariado en..., repartiendo comida en... Es cierto que viendo imágenes de acciones hermosas de ayuda, de colaboración, de atención a quien lo precisa,  visibilizamos, y podemos inspirar a otros que se sientan atraídos por esa acción. Sin embargo, seamos sinceros, en muchos casos lo que late detrás es el deso de que se vea, de que se "me" vea. Publicitar exageradamente el bien hecho creo que empaña un tanto las motivaciones de fondo. La ayuda llega, sí, pero... Hace poco veía un dibujo en el que una pareja entregaba comida a unos refugiados mientras hacían una foto del momento y los refugiados decían: "Dadnos la comida, sí, pero por favor, no nos hagáis fotos"

Es aquello de "que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha". Y, repito, es bueno visibilizar las necesidades y por qué no a quienes ayudan, sí, no lo niego pero también es bueno poner la alerta ante un cierto exceso de lucimiento en algunas ocasiones.

El buen pastor da la vida por sus ovejas, lo de menos es la foto, lo esencial es el acto de ayudar, de hacerse prójimo.

Lucho Espinal el jesuíta catalán asesinado en Bolivia decía en uno de su potentes poemas: "Señor Jesús la vida tú nos la has dado para gastarla, pero nos da miedo gastar la vida. (...) Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho a su hijo, como el sudor humilde del sembrador" .

Hacia el final de este evangelio Jesús dirá: "Nadie me quita la vida sino que la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volverla a recibir". Me evoca esta afirmación  lo que decía anteriormente. Sólo quien es dueño de sí puede dar-se. Quien así se da no se vacía, en el sentido de agotarse; no se agota en el acto de dar-se. Se da a sí mismo y en ese "dar-se" se recibe. Es una armonía intensa y profunda la que emanda de esta afirmación de Jesús. San Juan de la cruz lo expresa con enorme belleza: El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa. 

Pero además, tenemos el derecho de darnos, de entregar la vida y el derecho de recibirla en aquello mismo que damos. Nadie puede obligarnos  a entregarnos, pero nadie puede obligarnos a no hacerlo.

La imagen del buen pastor, que en nuestras sociedades urbanitas puede parecer desfasada, esconde en cambio infinidad de matices que enriquecen nuestra manera de entender la entrega a los demás, el servicio desinteresado, la ayuda al prójimo. En todo caso, late una cuestión de fondo que no va mal plantearse de vez en cuando, sobretodo aquellos que nos dedicamos a tareas de servicio a los demás: ¿vivo al estilo del buen pastor o tengo más de asalariado? El trigo y la cizaña siempre crecen juntos, pero es bueno identificarlos en mi tierra interior. Buen pastor o asalariado... Buena pregunta para hacerme de vez en cuando.


lunes, 4 de mayo de 2020

Me gusta ser un poco "virus"

Los virus “necesitan de huéspedes vivos (humanos, animales o plantas) para poder multiplicarse y sobrevivir, ya que carecen de mecanismos propios”.

Esta es una definición de virus que he encontrado y es que, hace unos días me llamó la atención esto de que un virus está ahí, en cualquier superficie, sin entidad propia hasta que encuentra un huésped y me sentí un tanto identificada, porque ¿quién sería yo si no hubiera sido acogida por tantas personas a lo largo de mi vida?


1. Un virus necesita un huesped. Pues me siento un poco o muy virus, porque yo también necesito ser acogida. He necesitado ser traída a esta existencia, no lo pedí ni lo programé en mi agenda, pero alguien me acogió y me cuidó. He necesitado y necesito de corazones amables y tiernos que me recojan en lo que soy cuando estoy decaída, triste, débil o perdida. He necesitado y necesito corazones empáticos que acojan mis dones, mi luz, mis posibilidades, mis ocurrencias. Necesito yo también, como todo virus, conectar con aquellos otros seres cuyo amor y receptividad me ayudan a desarrollarme.

2. Como virus que veo que soy, me gustaría infectar a muchísimas personas, cuantas más mejor. Infectarlas de cariño, de sonrisas, de buenos recuerdos a mi lado, de propuestas entusiasmantes y movilizadoras de lo mejor de nosotros. Infectar el mundo de positividad, de optimismo, de honradez y buen humor. Infectarlo todo de creatividad y ganas de vivir. Infectarnos eternamente de sentido de familia humana creando una cepa incurable de compasión y redes de cuidado mutuo.

3. Pero también quiero ser huesped y hospedar en mí a quien me necesite. Deseo con todo mi corazón ser "casa de acogida" para quien vive en cualquier intemperie y ser hospital de campaña para quien esté enfermo en el alma. Deseo conectarme a ti y que tú conectes conmigo. A veces, el mejor conector, es una sonrisa...

4. Quiero ser hospedadora de Dios. Deseo ser infectada por ese Dios Amor infinito. Sí, que su Espíritu que anda por ahí aleteando, encuentre en mi un buen hospedaje y se quede como en su casa y me infecte toda, enterita de alegría, amor, esperanza, fe, fortaleza, servicio y Vida, mucha Vida, con mayúsculas.

Visto así: ¡me gusta ser un poco virus!