La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

domingo, 2 de abril de 2023

Escuchando a un cactus el Domingo de Ramos

Nuestro cactus de Navidad floreció profusamente entre diciembre y enero, luego sus flores se fueron... Ya no esperábamos más flores. Pero hace dos semanas apuntaron algunas anunciando un nuevo florecer y, hoy, Domingo de Ramos, ahí están, tres bellas flores navideñas al inicio de la Pascua.


Las flores del cactus de Navidad (o también llamado de Santa Teresita, curioso), se asemejan a velas. La primera vez que las vi me quedé embebida, perpleja por la capacidad creativa de la naturaleza, por el modo en el que supera al ser humano tantas veces en imaginación.

Así, cuando el cactus de Navidad florece, parece que estuviera encendiendo velas navideñas, velas que anuncian y celebran que la "La Luz vino al mundo".

Pero, hoy es Domingo de Ramos y nuestro cactus de Navidad se ha empeñado en encender tres velitas... Le miro y le pido que me cuente su historia, que me diga sus razones para florecer "fuera de tiempo". Escucho su respuesta mientras contemplo sus colores,su belleza, su palabra florida.

Y me dice que para Dios no hay más tiempo que el presente, que todo momento es oportuno si se acoge el agua de lo divino, el aire del Espíritu. Que todo tiempo es momento de flores si las raíces se hunden en lo hondo y se empapa la tierra de Dios.

Que si en Navidad celebramos que "para Dios no hay nada imposible", como entendió María, y "la que llamaban estéril (Isabel) ya está en cinta" en la Pascua se nos sigue anunciando lo mismo: la Vida verdadera no conoce obstáculo, ni tan siquiera la muerte consigue vencer el dinamismo de Vida inscrito por Dios en todo lo creado.

Mi cactus me regala tres velas, tres luces, tres vidas coloridas por entre sus verdes hojas como si me dijera que Jesús tenía tanta razón: "Nunca sabes el tiempo ni la hora". Pero no es amenaza de muerte o de juicio, es AMENAZA DE RESURRECCIÓN, DE VIDA, DE ETERNO AMOR.

Tres flores, tres velas... Tres heridas:

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
 
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
 
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.             
 (Miguel Hernández)

Parece crear este cactus "rebelde" un lazo que une nacimiento y muerte, como hacían los antiguos pintores y poetas que unían Belén y Calvario en el mismo cuadro, en el mismo poema. Nuestro cactus es sabio y me recuerda que la vida de Jesús es un único poema, un único canto con una melodía constante: Dios asume todo lo humano y lo regenera, llevándolo "más allá" de lo que podemos atisbar a ver y comprender con la sola razón humana.

Mi cactus aún me dice que, si me fijo bien, los que acudieron a aquella gruta de Belén guiados y atraídos por coros angélicos y la luz de un estrella distinta a todas las estrellas, quizá estén hoy entre la multitud que aclama al hombre de Nazaret, al maestro de Galilea. Quizá los mismos que sintieron que algo grande y especial emanaba de aquel niño envuelto en pañales, sienten hoy que algo grande y especial brota de ese rabboni montando sobre un asnillo y le tienden ramas de olivo y le aclaman como parte de la estirpe de David.

Y me dice mi cactus sabio, que como en Belén, muchas de esas personas se alejarán de la multitud y del momento de aclamación sin haber entendido casi nada. Por ello, en pocos días, algunos de ellos, estarán gritando y afirmando lo contrario: que ese rabboni es maldito, que es blasfemo, que merece morir.

Mientras, la Luz sigue brillando, no dejó de hacerlo desde el día que brilló en Belén. Pero "la Luz vino a los suyos y los suyos no la recibieron" (Jn3, 19).

Este año me toca regar unas flores de Navidad en Domingo de Ramos y me resulta un acto de sabiduría que me invita a la contemplación y a la Vida.

Escucho para no ser yo "necia y torpe para entender" y acoger la revelación que, a cada instante, acontece por doquier.