La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 30 de noviembre de 2022

Adviento andariego

Adviento: Preparar el encuentro con Aquel que siempre sale a nuestro encuentro. 

Esta es la frase que resume lo que este año deseo para las cuatro semanas de Adviento y para la Navidad. Saber salir de mí, salir de donde estoy cómoda. Querer y saber vivir "en salida", en itinerancia . Centrada en lo profundo, a la vez descentrarme, es decir, no vivir ego centrada, sino atenta a los otros. Escuchar la voz de Dios en el otro, descubrir su rostro, en  el rostro del otro.

Seguramente suena a tópico, pero cuanto más adelanta la máquina consumista la navidad de compras y luces, más necesidad siento del Adviento. De año en año, se me hace más grande y más profundo el Misterio de la Navidad. Misterio de un Dios que opta por hacerse uno de tantos, servidor, abandonando su propia condición, vaciándose. Curioso: en Navidad Dios se vacía de su condición divina mostrándonos los caminos de la verdadera humanidad y nosotros nos llenamos hasta el empacho de muchas cosas que nos deshumanizan en pro de una supuesta celebración de la Navidad.

Viajar hasta Belén siguiendo la estrella, es redescubrir en el camino cómo ser persona. Curiosamente es Dios quien se hace Maestro de humanidad. En Jesús, Dios imprime en los caminos humanos las huellas que conducen hacia la Verdad. Dirá ese niño de Belén cuando ya sea adulto: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Sí, realmente el camino para ser humana de veras lo encuentro en el modo de vivir de Jesús.  La Verdad profunda de la existencia, la reconozco en la vida y las palabras de Jesús. la Vida plena, real, hermosa, ancha y profunda, la respiro y la siento cuando contemplo y escucho a Jesús.

Por eso, algo me dice que el Adviento es un éxodo más que un quedarse quieto esperando. Adviento y Cuaresma me parece que se reúnen en una misma invitación: SALIR, caminar, dar los pasos precisos, realizar las acciones que convienen para preparar los caminos al que siempre está viniendo. Acompasar el cuerpo y el alma al modo de hacerse presente de Dios. Ejercitarse en esa salida de sí, en ese tránsito de la esclavitud del yo a la libertad del espíritu que atraviesa toda la Biblia.

Adviento andariego que me llama a caminar mi trecho de camino, el que a mí me corresponde para encontrarme con Dios en el punto de encuentro: el otro, la otra, especialmente el sufriente.

Adviento que prepara la vista para descubrir la luz en la noche, a Dios en un niño, a la humanidad reunida en torno a una familia en huida y pobreza.

Adviento dinámico, secundando el dinamismo del Espíritu que es orden y sentido en el caos, aleteo de vida, impulso de creación.

Dios está siempre en el camino. Dios caminante, Dios al encuentro, Dios buscándonos. No quisiera yo no acudir a la cita por no saber ver, por no saber escuchar, por no querer caminar, por perder el rumbo debido a los cantos de sirena.


ADVIENTO: Qué mis pasos y los tuyos, Señor, se encuentren a mitad de camino y que ese punto de encuentro sea cada hombre y mujer que necesite ser amado.




miércoles, 9 de noviembre de 2022

Educación de la Interioridad y compromiso ético


Educar la Interioridad en occidente supone un retorno al verbo esencial de la humanidad, el verbo SER. El retorno al SER nos remite y conduce irremisiblemente al compromiso ético al romperse las barreras egoicas.

Me permito citarme a mí misma en una intervención en el Foro de Jóvenes e Interioridad en el que participé hace unos años en la Universidad de la Mística, Ávila.

En este momento de nuestra historia, la aplicación pedagógica de programas de educación de la dimensión interior debe realizarse de tal modo que el horizonte de una ética samaritana prevalezca sobre cualquier comprensión de la EI como un mero aprendizaje de técnicas para "sentirse mejor".

Una vez más, es preciso recordar que la EI entendida como "aprender a ser cuidando el ser" señala dos objetivos generales:

LA UNIFICACIÓN DE LAS DIMENSIONES DE LA PERSONA: nos situamos aquí en un trabajo que favorezca en el claustro educativo y en los alumnos una compresión íntegra e integradora de la persona. Las técnicas y ejercicios que señalan hacia este objetivo están encaminadas a facilitar que cada persona, en su edad, encuentre atractiva la introspección, la escucha sosegada de su interior. Que aprenda cómo adentrarse en ese territorio íntimo de la propia interioridad y descubra ahí las materias primas para la construcción más plena de su identidad.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNIDAD CON LOS DEMÁS, CON EL MUNDO, CON EL MISTERIO: Este segundo objetivo no se entiende separado del anterior. Entendemos que, en la medida en que una persona se hace preguntas acerca de su identidad y acerca del sentido de su vida, a la par y en consonancia con los procesos evolutivos, va  emergiendo una inteligencia moral. La aplicación de la EI de forma integral conlleva acompañar y hacer nacer los interrogantes acerca del modo de relación con los cercanos, con las personas de la vida cotidiana, en ese ámbito, la integración emocional es importantísima, ya que es el cercano, el de cada día, el que más puede afectar a la persona emocionalmente.

A medida que el alumno va creciendo, la EI acompaña y hace nacer los interrogantes profundos acerca de la visión del mundo, el interés por lo que sucede cerca y lejos. Es aquí donde se insiere el acompañamiento de un posicionamiento ético, político y ecológico, sobre todo a partir de los doce años. 

Y, en todo ese proceso, la pregunta acerca de Dios irá brotando de múltiples formas, con diferentes enunciados. Nacerá en el alumno el deseo de encontrar un sentido a su vida, la pregunta por la muerte, por el mal, etc. Todo ello lo recoge este modelo de EI al enunciar su tercer contenido: la apertura a la trascendencia/Trascendencia. Es por ello que nos referimos a la construcción de la unidad con el Misterio, entendiendo por "Misterio" esa profundidad de la vida que no puede ser explicada totalmente ni de forma cerrada y, en ese Misterio de la existencia, la fe juega un papel relevante.

En la actual situación de la humanidad en la que la incertidumbre mantenida deja paso a la ansiedad, es preciso velar inteligentemente por estos dos objetivos cuando implementamos programas de EI. No basta sólo con generar espacios de sosiego y reducción del estrés en la escuela, no basta sólo (y ya es mucho) con acompañar la comprensión  e integración del mundo emocional del profesor y del alumno. Nos es preciso como sociedades, crecer desde lo profundo, cuidar el ser, la identidad profunda desde la que brotan los más genuinos compromiso éticos.

La aceptación personal, la correcta autoestima, la ampliación de la capacidad de escuchar inteligentemente la vida cuidando la razón poética mediante la práctica contemplativa y alimentando el espíritu de finura, la persona transita un proceso personal que irá situando convenientemente su ego, es decir, su yo natural, su modo de ser y estar en este mundo, de tal modo que, en procesos posteriores de la vida adulta, pueda darse esa irradiación de su identidad profunda, una irradiación posible gracias a un ego saneado que se sitúa al servicio del yo profundo o de lo que podemos llamar la esencia de la persona.

En la escuela, mediante la aplicación de un buen modelo de EI, sentamos las bases, se hacen aportes prácticos a través de sesiones y de rutinas que aludan a los dos objetivos generales antes mencionados.

Quien cree que la Educación de la Interioridad en el siglo XXI es importante y no sólo como un proyecto, sino como un verdadero paradigma pedagógico, sabe que en ese contexto, el educador es un sembrador, los frutos quizá asomen con claridad en algunos momentos, mas su manifestación total quizá nunca la pueda ver.


Sea como sea, nos jugamos todo como Familia Humana, en cuidar o no el ser profundo porque ese cuidado del ser, de forma integral e inteligente, es lo que puede ayudar a que se concrete en un modo de estar samaritano: dejando de ser una mera espectadora de la realidad, la persona se hace cargo de ella, se encarga de ella y carga con ella.


lunes, 7 de noviembre de 2022

LA CERTEZA

 "Lo que aprendemos del Espíritu Santo es una incertidumbre tras otra. Con el Espíritu hay incertidumbre pero no temor. Cuando hay temor, el Espíritu Santo no puede hacer nada".

(Ludmila Javorova. Fragmento en el libro de Miriam Therese Winter  "Desde lo hondo". La historia de Ludmila Javorova, una mujer católica ordenada sacerdote. Ed. Claret 2001)

La palabra "incertidumbre" continúa siendo la utilizada para definir este momento de nuestra historia. No tener las cosas claras, no saber hacia dónde ir, no saber qué pasará mañana, no poder hacer planes con seguridad... Todo eso entra dentro de lo que identificamos con la incertidumbre. Siempre evoca lo incierto un futuro poco descriptible, lleno de múltiples variables que podrían generar muchos escenarios diferentes y hasta contradictorios.

Parece la incertidumbre algo propio del futuro, de lo que aún no es pero quisiéramos que fuera de esta u otra manera. Referido al futuro, la incertidumbre afirma la falta de certezas, todo es incierto. La incerteza, sinónimo de la incertidumbre, es definida por la RAE como duda, dubitación, vacilación, titubeo, indecisión, irresolución, inseguridad.  

Toda persona mínimamente lúcida siente efectivamente que el futuro, incluso el cercano, tiene mucho de incierto. Sin embargo, nadie puede vivir sin certezas, aunque sean algunas. 

La certeza es un tesoro del corazón, es bello poder decir que se atesoran certezas en el corazón.

Las certezas no son la Verdad, no son iluminaciones fatuas, no son fruto del mucho pensar. Las certezas nacen, brotan, echan raíces en el corazón que es el lugar íntimo y misterioso donde nace lo que está más allá del pensamiento.

La certeza es hija de la sabiduría que nace de la experiencia y la sabiduría alimenta las certezas. La certeza aúna pensar y sentir, esa razón poética de María Zambrano, capacidad para ver que todo es revelación porque todo es mirado en estado naciente.

Es la certeza entonces como el ancla que nos mantiene firmes en el mar embravecido de la vida. Firmes con una firmeza suave que permite sentir el movimiento de la vida, danzar reconciliados con su incertidumbre e imprevisibilidad sin caer en la angustia o el relativismo.


La certeza nos salva de estrellarnos contra las rocas o de perder el rumbo en la vida, pero, a la vez, nos permite disfrutar de las olas, de las mareas vitales y de la calma. La certeza no esclerotiza la sensibilidad, al contrario, esas certezas atesoradas en el hondón del corazón, dan calor y alimento al alma en los tiempos de carestía y dolor, son luz en las noches que tocará atravesar.

En el interior de cada uno de nosotros la vida siembra certezas, esas razones que sólo el corazón entiende y que alimentan el espíritu de finura. Por eso la certeza elimina el miedo y hace nacer y robustecerse la esperanza.

¿Qué es lo cierto? La respuesta sólo la encontrará quien se aventure a abrazar lo incierto por haber permitido  nacer dentro de sí las certezas que alimentan la gran Esperanza.

Cerquita andamos del Adviento, tiempo de espera y esperanza, tiempo para prestar atención y anidar amorosamente las certezas que Dios haya sembrado en nuestros corazones.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

RECORDAR PARA CELEBRAR LA VIDA

Me gusta muchísimo y me inspira la etimología latina del verbo "recordar". Viene del latín recordari, re= de nuevo y cordis=corazón. Así, recordar quiere decir realmente "volver a pasar por el corazón".

Al recordar hoy, día 2 de noviembre, a los "fieles difuntos", se nos propone entrar en esa pedagogía del corazón, de lo profundo, del "mirar más allá". En lugar de disfrazarnos de monstruos y seres malévolos, tanto el día 1 como el día 2 de noviembre a lo que se nos invita desde el calendario cristiano es a todo lo contrario, a concentrar la mirada en personas luminosas, entregadas, amorosas, que ya han vivido esta aventura humana y ahora recorren ese otro espacio vital infinito.

Recordar a los santos conocidos, es volver a pasar por el corazón sus vidas para que dejen huella en nosotros, para que nos empujen a ser también nosotros santos y santas, es decir, compasivos, amorosos, abiertos a Dios para que su Espíritu nos haga instrumentos de Paz. Recordar a los santos y santas conocidos, volver a pasar sus vidas por nuestros corazones para que "se nos pegue algo" de ellos y de ellas. Mirar con el corazón sus vidas, su estela, sus actos porque sólo así nos podrán "infectar" de su bondad, de su  inteligencia amorosa, de su fe, de su esperanza para que sean también nuestras, pero no por imitación a modo de disfraz, sino por la potencia de un recuerdo profundo e inteligente que fecunde nuestra propia santidad haciéndola brotar de modo genuino.

Recordar a los fieles difuntos, recordar a las personas anónimas pero con nombre y apellidos para cada quien les conoció. Por ser personas tan íntimas, resultará difícil subirlas a pedestales o creer que fueron perfectas. Esos "fieles difuntos" nos recuerdan que sólo vivimos de veras si el corazón de otro nos alberga. Volver a pasar por el corazón la vida de nuestros abuelos, de padres y madres, de seres queridos fallecidos, nos permite conectar con las raíces de la verdadera vida espiritual, porque lo verdaderamente espiritual es vida y nace en la vida y brota desde la vida con sus caos, con sus luces y sus sombras. En el caso de los santos "oficiales", leemos sus vidas y sólo nos quedamos con sus luces olvidando sus sombras y las crisis que tuvieron que atravesar para llegar a dar a luz esa Luz que hoy admiramos. En el caso de nuestros familiares y amigos,  el recuerdo llega pleno de anécdotas, situaciones de todo tipo, de vida en estado puro, vida cotidiana, vida sencilla. Vida que nos es dada para ser acogida y custodiada en ese recuerdo del corazón.

Recordar a nuestros fallecidos es honrarlos, reconocer que fueron humanos y dejar que así, nos reconcilien con nuestras propia humanidad falible, débil, vulnerable, pero también bella, plena de posibilidades.

Volver a pasar por el corazón la vida de quienes nos precedieron es lo contrario de convertirla en un desfile de disfraces morbosos. 


Visitar un cementerio desde estas claves, algo que para muchos es ya anacrónico, puede en cambio descubrirnos que no hemos de buscar entre los muertos a los que viven dentro de nosotros y que, por eso, porque viven en nosotros, no como espectros que asustan sino como caricia del corazón,  no hemos de temer a los muertos y en cambio sí podemos CELEBRAR LA VIDA, la nuestra y la de ellos.