La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 7 de noviembre de 2022

LA CERTEZA

 "Lo que aprendemos del Espíritu Santo es una incertidumbre tras otra. Con el Espíritu hay incertidumbre pero no temor. Cuando hay temor, el Espíritu Santo no puede hacer nada".

(Ludmila Javorova. Fragmento en el libro de Miriam Therese Winter  "Desde lo hondo". La historia de Ludmila Javorova, una mujer católica ordenada sacerdote. Ed. Claret 2001)

La palabra "incertidumbre" continúa siendo la utilizada para definir este momento de nuestra historia. No tener las cosas claras, no saber hacia dónde ir, no saber qué pasará mañana, no poder hacer planes con seguridad... Todo eso entra dentro de lo que identificamos con la incertidumbre. Siempre evoca lo incierto un futuro poco descriptible, lleno de múltiples variables que podrían generar muchos escenarios diferentes y hasta contradictorios.

Parece la incertidumbre algo propio del futuro, de lo que aún no es pero quisiéramos que fuera de esta u otra manera. Referido al futuro, la incertidumbre afirma la falta de certezas, todo es incierto. La incerteza, sinónimo de la incertidumbre, es definida por la RAE como duda, dubitación, vacilación, titubeo, indecisión, irresolución, inseguridad.  

Toda persona mínimamente lúcida siente efectivamente que el futuro, incluso el cercano, tiene mucho de incierto. Sin embargo, nadie puede vivir sin certezas, aunque sean algunas. 

La certeza es un tesoro del corazón, es bello poder decir que se atesoran certezas en el corazón.

Las certezas no son la Verdad, no son iluminaciones fatuas, no son fruto del mucho pensar. Las certezas nacen, brotan, echan raíces en el corazón que es el lugar íntimo y misterioso donde nace lo que está más allá del pensamiento.

La certeza es hija de la sabiduría que nace de la experiencia y la sabiduría alimenta las certezas. La certeza aúna pensar y sentir, esa razón poética de María Zambrano, capacidad para ver que todo es revelación porque todo es mirado en estado naciente.

Es la certeza entonces como el ancla que nos mantiene firmes en el mar embravecido de la vida. Firmes con una firmeza suave que permite sentir el movimiento de la vida, danzar reconciliados con su incertidumbre e imprevisibilidad sin caer en la angustia o el relativismo.


La certeza nos salva de estrellarnos contra las rocas o de perder el rumbo en la vida, pero, a la vez, nos permite disfrutar de las olas, de las mareas vitales y de la calma. La certeza no esclerotiza la sensibilidad, al contrario, esas certezas atesoradas en el hondón del corazón, dan calor y alimento al alma en los tiempos de carestía y dolor, son luz en las noches que tocará atravesar.

En el interior de cada uno de nosotros la vida siembra certezas, esas razones que sólo el corazón entiende y que alimentan el espíritu de finura. Por eso la certeza elimina el miedo y hace nacer y robustecerse la esperanza.

¿Qué es lo cierto? La respuesta sólo la encontrará quien se aventure a abrazar lo incierto por haber permitido  nacer dentro de sí las certezas que alimentan la gran Esperanza.

Cerquita andamos del Adviento, tiempo de espera y esperanza, tiempo para prestar atención y anidar amorosamente las certezas que Dios haya sembrado en nuestros corazones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa reflexión, Elena. Cuántos miedos e inseguridades nos pueden en los momentos de incerteza... y cuando te encuentras con la certeza llega la calma y la vida, de nuevo. No hay mayor tesoro. Un abrazo

Elena dijo...

Muchísimas gracias por tu comentario. Cuidemos ese tesoro del corazón.