La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 22 de agosto de 2022

Amor verdadero


 El verano está desplegando sus últimos días. Se perciben los días un poco más cortos, el atardecer llega antes.

Este verano, deja tras de sí una estela de fuego y calor como si ya la tierra no pudiera sino gritar lo enferma que está.

Masas forestales carbonizadas, casas destruidas, animales muertos, horizontes color carbón donde antes brillaba un verde vida relajante.

El verano en el que todos o casi todos hemos intentado recuperar los paisajes y los encuentros que nos robó la pandemia. Las fiesta populares atestadas, pero no sólo de risas y cantos sino de extraños "pinchazos" en cuerpo femeninos. Masas entre las que se camuflan los indeseables cobardes ansiosos de saciar su desordenada sed de cualquier manera.

Fuego... calor asfixiante... pinchazos cobardes... una guerra que no parece querer terminar... La paradoja de una Europa en crisis económica con el precio de los carburantes desorbitado que, no obstante, consume presurosa las vacaciones atravesando con sus coches kilómetros sin fin. En Irun, frontera con Francia, las colas interminables de miles de coches de gasolina provenientes de la culta, desarrollada y ecológica Europa del norte me dejan aturdida e interrogada...

"La tierra entera gime expectante esperando la plena manifestación de los hijos de Dios" decía San Pablo... Sí, la tierra entera gime, grita, se retuerce en dolores causados por el ser humano, por la codicia, la sed de tener, de hacer mil cosas al precio que sea.

¿Cuándo se dará la manifestación de los hijos e hijas de Dios? Es decir ¿Cuándo como familia humana actuaremos de modo tal que el cuidado del planeta sea un hecho irrevocable, irrenunciable? ¿Cuándo pasaremos de ser depredadores a ser cuidadores? ¿Cuándo pasaremos de la destrucción a la conservación y la co-creación?

Aquí, en Irun, donde vivo, este verano nos han llegado el olor y hasta las cenizas de los incendios en la vecina Francia. En el agua del mar flotaban trozos de hojas y ramitas quemadas, pero no sólo, también plástico, mucho plástico. Y, en algunos momentos, entrar en la mar y nadar me ha causado honda tristeza y le he pedido perdón al agua y al cielo y a la arena y a los montes. Perdón por este maltrato que, a estas alturas del supuesto conocimiento humano, ya no tiene excusa alguna y desvela nuestro nivel de egoísmo que nos hace ciegos y sordos.

Por eso la tierra grita alto y claro y nos habla de calentamiento, desertificación, carestía... 

Quizá ahora, sólo ahora que los "ricos" lo sentimos más cerca, se tomen decisiones serias. Porque mientras era África la que se quemaba, la que se quedaba sin agua, mientras eran otros países y continentes, nosotros, los europeos, estábamos tranquilos. Como si las fronteras políticas contaran algo en los cambios climáticos...¡Qué necios y torpes para entender!

Pasó la pandemia COVID ¿Qué hemos aprendido? ¿No nos dimos cuenta que es real que somos un sólo planeta? ¿No hemos aprendido que lo que pasa en un país lejos del mío, puede pasar en el mío en cuestión de semanas?

Seguimos en esta "pandemia" de inconsciencia y egoísmo.

Por eso hoy, me he visto tarareando la canción de Robbie Willimas "Feel". Él la escribió en un momento de depresión. Confieso que un poco deprimida me siento al comprobar lo muchísimo que nos cuesta como raza humana optar masiva y fielmente por el cuidado amoroso del medio, de la tierra, de nuestro hogar. 

Cómo dice la canción "no estoy segura de entender"... No entiendo el rol que se me asigna en el que parece que la resignación es lo único posible. Sí, necesito sentir AMOR VERDADERO, pero más allá de mí, sentir que la humanidad despierta y se enamora locamente de este sublime planeta tierra lleno de vida, de belleza. Sentir que un pálpito general nos impulsa a renunciar a las comodidades individualistas que devoran a los empobrecidos y enferman al planeta.

Me siento y hablo con Dios. Pero yo no siento que se ría de mis sentimientos, al contrario, siento con fuerza creciente que Él/Ella me impele a actuar. ¿Desde dónde? Desde mis opciones y actos individuales y familiares por supuesto, pero sobre todo, desde mi vocación educativa.

Este curso, ojalá, resuene en cada minuto del día a día escolar, que tenemos mucha vida corriendo por las venas del planeta y que nos corresponde velar por esa vida, transformarnos en jardineros conscientes, cuidadores fieles y creativos...

SINTAMOS EL HOGAR EN EL QUE VIVIMOS: YA SU GRITO ES IMPARABLE y este planeta enfermo nos parece decir "VAMOS, TOMA MI MANO...QUIERO CONTACTAR CON LOS VIVOS...¡NO QUIERO MORIR!"