La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 5 de mayo de 2020

¿Buen pastor o asalariado?

"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas, pero el que trabaja solamente por el salario, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye (...) ese hombre huye porque lo único que le importa es el salario, no las ovejas".

No se puede decir más claro. Es la evidente diferencia entre vivir la vida abierta y generosamente o vivirla buscando siempre réditos personales. Es la diferencia entre vivir desde tu centro o descentrado de ti. Es la cuestión entre vocación o mero trabajo...

En el evangelio de Juan, Jesús se describe a sí mismo como buen pastor y describe ese "pastoreo" como dar la vida. Lo contrapone al asalariado. Esas dos figuras, el buen pastor y el asalariado, creo que podrían ser contempladas como dos modos de existencia.

Hay un modo de ser y de vivir en el que la persona puede salir de sí misma y entregarse a los otros, cuidarlos, acompañarlos, respetarlos, amarlos. Los que hayáis estudiado o conozcáis el eneagrama quizá estéis pensando en el eneatipo 2: el ayudador. No me refiero a ese modo de ayudar del eneatipo en su modo descentrado. Cuando la entrega al otro nace de un ser desestructurado, cuando quien aparentemente "se da" no es dueño de sí, en seguida esa entrega se convierte en manipulación emocional, adulación, dependencia, deseo de agradar, etc. Entonces no se ayuda al otro por sí mismo, sino en virtud de la satisfacción que me otorga, paso a ser "asalariado". Doy, ayudo, aconsejo porque así me siento útil, porque así seré aceptado, porque así no me quedaré solo, porque así "brillaré". Necesito ese salario, el pago del reconocimiento, sin él, emerge la queja e incluso, el abandono de la tarea, de la amistad, de la relación... Lo que reconocemos en la imagen del buen pastor es a aquel o aquella que, desde su centro, desde su ser profundo se entrega porque antes se pertenece, así, no entrega migajas de sí, sino que se da totalmente. 

Pero nadie puede dar lo que no tiene. Sólo quien es sujeto de sí mismo, no está sujeto al reconocimiento externo. Es muy diferente "estar sujeto" a "ser sujeto".

Abunda mucho el "asalariado" incluso en contextos donde nadie dudaría de la necesidad de ayuda. Pero ¿acaso no nos chirrían esas fotos de voluntarios famosos o no haciéndose selfies mientras ayudan a otros? Me asombra la velocidad a la que se ha normalizado colgar fotos nuestras realizando grandes gestas: campo de trabajo con..., voluntariado en..., repartiendo comida en... Es cierto que viendo imágenes de acciones hermosas de ayuda, de colaboración, de atención a quien lo precisa,  visibilizamos, y podemos inspirar a otros que se sientan atraídos por esa acción. Sin embargo, seamos sinceros, en muchos casos lo que late detrás es el deso de que se vea, de que se "me" vea. Publicitar exageradamente el bien hecho creo que empaña un tanto las motivaciones de fondo. La ayuda llega, sí, pero... Hace poco veía un dibujo en el que una pareja entregaba comida a unos refugiados mientras hacían una foto del momento y los refugiados decían: "Dadnos la comida, sí, pero por favor, no nos hagáis fotos"

Es aquello de "que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha". Y, repito, es bueno visibilizar las necesidades y por qué no a quienes ayudan, sí, no lo niego pero también es bueno poner la alerta ante un cierto exceso de lucimiento en algunas ocasiones.

El buen pastor da la vida por sus ovejas, lo de menos es la foto, lo esencial es el acto de ayudar, de hacerse prójimo.

Lucho Espinal el jesuíta catalán asesinado en Bolivia decía en uno de su potentes poemas: "Señor Jesús la vida tú nos la has dado para gastarla, pero nos da miedo gastar la vida. (...) Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho a su hijo, como el sudor humilde del sembrador" .

Hacia el final de este evangelio Jesús dirá: "Nadie me quita la vida sino que la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volverla a recibir". Me evoca esta afirmación  lo que decía anteriormente. Sólo quien es dueño de sí puede dar-se. Quien así se da no se vacía, en el sentido de agotarse; no se agota en el acto de dar-se. Se da a sí mismo y en ese "dar-se" se recibe. Es una armonía intensa y profunda la que emanda de esta afirmación de Jesús. San Juan de la cruz lo expresa con enorme belleza: El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa. 

Pero además, tenemos el derecho de darnos, de entregar la vida y el derecho de recibirla en aquello mismo que damos. Nadie puede obligarnos  a entregarnos, pero nadie puede obligarnos a no hacerlo.

La imagen del buen pastor, que en nuestras sociedades urbanitas puede parecer desfasada, esconde en cambio infinidad de matices que enriquecen nuestra manera de entender la entrega a los demás, el servicio desinteresado, la ayuda al prójimo. En todo caso, late una cuestión de fondo que no va mal plantearse de vez en cuando, sobretodo aquellos que nos dedicamos a tareas de servicio a los demás: ¿vivo al estilo del buen pastor o tengo más de asalariado? El trigo y la cizaña siempre crecen juntos, pero es bueno identificarlos en mi tierra interior. Buen pastor o asalariado... Buena pregunta para hacerme de vez en cuando.


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