La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Crecer internamente


Ninguna representación que hagamos de la divinidad es la divinidad, ninguna afirmación que nos sitúe en la perfección espiritual, es auténtica porque lo espiritual no es algo que “tenemos” es algo que “somos”.

Silenciarse es una ardua tarea, porque no sólo consiste en la postura corporal o en determinado ritmo respiratorio. Silenciarse comienza, sí, por la ejercitación fiel en un modo de silenciamiento, el que sea, menos o más elaborado. Pero es sólo la cubierta del libro. Creo que, si supiéramos lo que comporta la verdadera iluminación o despertar, saldríamos corriendo.

Creo que es así. Hoy, por suerte o por desgracia, está de moda hablar del despertar, del crecimiento interior, de la interioridad, de la meditación, de la “no dualidad” pero me da la impresión de que muchos de quienes nos interesamos por ello e incluso le dedicamos tiempo de estudio y de práctica, lo hacemos porque nos quedamos en la zona de confort del asunto, allí donde el vértigo del Misterio y de lo verdaderamente profundo, no nos amenaza.

Crecer internamente, secundar la llamada del SER, de Dios, es un ejercicio de lucha contra el ego inmaduro, supone mirar a la cara nuestras sombras más aterradoras. En momentos muy densos, requiere ayuda de maestras y maestros espirituales y también ayudas psicológicas. Porque tomar en serio nuestro ser presupone un trabajo, un ejercicio permanente de “no bajar la guardia”, de no creerme que sé nada. A la vez, también es necesario aprender a afirmarse, a decirse a uno mismo lo que valgo y dejar que otros me lo digan, renunciando a las falsas humildades que ocultan a veces tantos miedos o tanta soberbia.

Llegar a ser lo que se es y quien se es, nos convierte en aprendices de todo y maestros de nada. Y creo firmemente que muchos abandonamos el camino cuando este nos pide cambios que son como “el hijo amado”. Cuando el camino del silenciamiento nos descubre nuestros “falsos dioses”, muchos abandonamos y nos conformamos con las veredas fáciles de transitar.

Carl Jung se refiere a esto cuando afirma: “uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad. Este último proceso es desagradable y por tanto no es popular”. Efectivamente, no es popular ni atractivo indicar que crecer internamente supone atravesar muchas oscuridades y sentir mucho cansancio. A veces conlleva la incomprensión de los más íntimos. Tarde o temprano, aparece la imperiosa necesidad de cruzar a orillas ignotas sabiendo que no hay vuelta atrás. En palabras de M. Kaplan, la verdadera naturaleza de la iluminación es el matrimonio de la iluminación y la “oscuración” . Lo oscuro forma parte de la luz. Ser conlleva descubrir quién y quién no soy. Ser conlleva vivir con el ego mientras se hunden las raíces en el “no-yo”. Se dice muy fácil. Vivirlo pasa por recorrer caminos muy áridos en ocasiones. Vivir así requiere silenciarme: silenciar mi cuerpo (no olvidarlo, no dejarlo de lado sino “corporeizar” el silenciamiento). Silenciar mi mente, la gran charlatana y anticipadora (silenciarla para aclararla, para salir de sus embrollos). Silenciar las emociones cambiantes (no eliminarlas o bloquearlas, sino iluminarlas e integrarlas). Silenciar todo cuanto me sé de memoria de mí mismo, de la vida, de “lo espiritual”, incluso de Dios.

Pueden pasar años, muchos años, hasta que aprenda a silenciarme. Debe aplicarse una “muy determinada determinación” como aconseja Teresa de Jesús. Dürckheim también incide en esta centralidad de la práctica mantenida de las técnicas de silenciamiento:

                El ejercicio del camino interior comienza justo en el momento en que ya se sabe hacer aquello que se practica. Es una permanente repetición (…) Las experiencias que vivirá aquél que ha abordado con seriedad el Camino son tan enriquecedoras y liberadoras, como duras le parecen las exigencias de la transformación a aquel que se mantiene cerrado al Ser, que no vive sino por su yo existencial.

(Extracto del libro SER de Elena Andrés, págs. 120-123)