Más que nunca y como siempre la atención al SER ha llamado a nuestras puertas.
Se nos ha llenado la casa de mensajes de cuidado, de atención. Se comenzó a creer en que quizá, a lo mejor... "todo esto", a quienes no nos arrebatara el virus la vida ni el trabajo, nos haría resituarnos y salir con una cierta metamorfosis del ser...
Ahora estamos saliendo, no de la pandemia, pero sí de casa. Ahora las calles se pueblan de nuevo de risas de niños y de miradas de ancianos. Ahora las terrazas parecen tener la importancia que tuvo en su momento el papel higiénico.
La capa de ozono se estaba curando (eso decían al menos...) pero ahora lo importante es el coche privado porque en el bus, en el metro o en el cercanías quizá te contagias.
Las playas estaban limpias, el mar más azúl, incluso el agua de Venecia decían estaba preciosa. Pero ahora viene el calor y, después de escoger bikini y bañador en cadenas de tiendas (no las del barrio de toda la vida, seguramente) que vuelven a abrir sus puertas, regresamos a la playa y, ella, abierta y presente, nos acogerá, incluso aun cuando la llenemos de colillas y de plásticos.
Y, en medio de todo este "salir", algunos dicen y repiten: ¿Por qué se ha organizado la reapertura de los bares y no la de los colegios? ¿Mi hijo/a puede estar en una terraza y no puede estar en el colegio? Y lo dicen como una crítica, como una "falla" de nuestra sociedad.
Y cada vez que escucho esa especie de "mantra" me surgen mil y una respuestas. Hoy daré algunas.
Lo resumo todo en esta acción que considero educativa, en una concepción de la educación no centrada en lo curricular pero sin olvidarlo. Una acción del colegio pero no sólo, una acción que toda la sociedad y cada individuo en ella, está llamado a acoger y llevar a cabo: CUIDAR LA VIDA.
Más que nunca y como siempre... CUIDAR LA VIDA ATENDIENDO AL SER, o dicho en lenguaje competencial: APRENDIENDO A SER.
Si como sociedad entendiéramos qué es cuidar la vida, toda vida, entenderíamos que esta crisis nos está ofreciendo una inmensa oportunidad para identifiar los modos vitales, los modos de organizarnos y de consumir que están desatendiendo e incluso atacando la vida.
Hemos comprobado que el cuidado y atención a nuestros ancianos/as es, en algunos casos, deficiente y nos hemos llevado las manos a la cabeza al saber los datos de mortandad en las residencias de mayores. Decíamos que nos quedábamos en casa por ellos y ellas y por los "más vulnerables" al virus. Lo decíamos pero, ahora, al regresar al trabajo quien aun puede, al regresar a la terraza quien pueda y tenga estómago, al regresar... ¿Quién se está preguntando qué "imperativo moral" nos pone delante este contexto de COVID-19 y qué "apetencias" o aparentes "esenciales" deberíamos dejar en segundo plano para de verdad, seguir cuidando esas vidas más vulnerables?
Y aquí llego a la cuestión que apuntaba antes: por qué no es ni de lejos lo mismo la reapertura de un bar que la de un colegio.
La escuela es uno de esos lugares donde confluye la vida que está en ciernes, está haciéndose. Al igual que en los "geriátricos" (triste palabra) confluye la vida en su fase de conclusión. Ambos polos, inicio y fin ¿no los estaremos descuidando en pro de un "en medio" de la vida que el sistema potencia porque es más productiva y casi se gestiona solita?
En la escuela puede aplicarse ese verso hermoso del gran poeta catalán Miquel Martí i Pol: "Todo está por hacer y todo es posible"
Posem-nos
dempeus altra vegada i que se senti
la veu de tots solemnement i clara.
Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.
(PONGÁMONOS
DE PIE DE NUEVO Y QUE SE ESCUCHE
LA VOZ DE TODOS SOLEMNEMENTE Y CLARA.
GRITEMOS QUIÉNES SOMOS Y QUE TODO EL MUNDO LO ESCUCHE.
Y, ACABADO, QUE CADA UNO SE VISTA
COMO BUENAMENTE LE APETEZCA, Y ¡"VIA FORA!
QUE TODO ESTÁ POR HACER Y TODO ES POSIBLE)
No, señores míos, no puede improvisarse el retorno al aula como se ha ido improvisando (sin ayuda de ningun ministerio y sí numerosas críticas y opiniones gratuitas) el paso inmediato al confinarnos a una educación on line. Esto último se ha hecho así porque no ha quedado otro remedio y se ha hecho, en lo que yo conozco, muy bien, para nota. Por cierto: todavía estoy esperando una cita en las redes para un aplauso enorme a los profes de este país. Llamadme ingenua...
Llegarán los alumnos/as con mascarilla y guantes y con la obligación de no tocarse. Llegarán los profesores con media cara visible para decir a sus alumnos/as en ese lenguaje no verbal tan importante en la educación, que están ahí para ellos, que les quieren, que creen en sus posibilidades. Que "todo está por hacer y todo es posible". Como se lo han dicho a través de las pantallas de mil modos posibles. Se lo dirán ahora con una mirada que traspasará los dos metros.
La escuela, en un regreso post-confinamiento, será un lugar más, pero único en su peculiaridad, desde donde cuidar la vida. Por eso, por favor, no la comparemos con un bar.
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