La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 28 de noviembre de 2025

Tú ya viniste...

 











Ø  Maranatha significa ‘el Señor viene’. Es la transcripción de la palabra griega μαραναθα (maranatha), que a su vez proviene de la expresión de origen arameo mâran'athâ.



Marana-Tha!! (no eres tú quien ha de venir, Señor...)

 

¡VEN!...

Tú ya viniste, Señor de nuestra Historia

Ya pusiste tu tienda entre nosotros

y nosotros te expulsamos.

 

Te dijimos de mil maneras que no te queremos

en nuestros "centros"

 políticos, económicos, ni religiosos.

 

Tu Presencia nos molestó, Jesús,

profeta andariego de las ciudades y pueblos,

amigo de los que molestan a unos y a otros.

 

Tú ya viniste, Señor de la Vida,

ya nos dijiste por donde transita el camino de la verdadera Humanidad,

tanta claridad nos molestó.

 

Te dijimos que no hablaras de Dios,

que no hablaras de política,
que no hablaras del ser humano,

 

Hablaste demasiado y demasiado claro,

con gestos y con palabras,

con silencios y con abrazos.

 

Tu ser libre se nos clavó

allí donde todo estaba confortablemente situado...

Nos sobrabas en la ecuación.

 

Tú ya viniste y, a nuestro pesar,

te quedaste

en el rostro de cada hermano.

 

Pusiste tu tienda-templo

en el corazón de los pisoteados

en el alma del pueblo aplastado.

 

Ahí te has quedado

y sigues viniendo,

en cada clamor de sufrimiento, 

en cada rostro ensangrentado,

en cada par de pies cansados...

 

Y desde los empobrecidos de este mundo sordo y ciego,

nos tiendes tu mano tierna de niño en Belén,

tu mano de profeta libre desde los caminos

tu mano con marca de clavo desde el Calvario

y nos dices: ¡VEN!


No eres tú quien ha de venir, mi Señor,

soy yo quien he de ir

al dolor de cada hermano.



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