REGRESO A CASA... El cemento frío de mi familiar calle, de pronto se transforma en una mullida alfombra de hojas otoñales. Mi paso se hace más consciente. Percibo bajo mis zapatos algo diferente. Me parece que los árboles desnudándose, me regalan un trocito de naturaleza amiga para alegrarme el camino a casa. En las ciudades tenemos "trocitos" de naturaleza domesticada. Naturaleza que no molesta porque está bien acotada. Pero nuestra madre tierra es generosa incluso con quienes no la cuidamos, con quienes la esclavizamos y reducimos a anécdota. Ella, generosa, se desnuda de sus hojas y me las regala como caricia para mis pasos. Y yo se lo agradezco.
Camino de regreso a casa y me siento como la pequeña Dorothy siguiendo el camino de baldosas amarillas, solo que ahora son hojas amarillas y naranja y marrones, silentes caricias de árbol señalándome el camino a casa. No sólo a mi casa de cada día.
El camino a casa que es el camino hacia mí misma y hacia los demás y hacia el planeta.
No puedo evitar escuchar en mi interior: "PREPARAD LOS CAMINOS AL SEÑOR"... ¿Qué caminos, Señor, son los que quieres recorrer? ¿Por qué caminos quieres que caminemos tú y yo? Sigo escuchando... El caminito de hojas se transforma en un camino que va mucho más allá... Que me lleva más allá del portal de mi casa, más allá de donde yo quiero o deseo ir.
Es estrecho el camino... Pero cabemos todos. Estamos invitados todos. Lo construimos entre todos. Lo caminamos unidos, sin pisarnos, sin luchas por ver quien llega primero, porque es a nosotros mismos donde debemos llegar. Es un camino alfombrado de compasión, de amabilidad y justicia, de ternura y de paz....
Es un camino que desemboca en los brazos abiertos de un Dios que nace en el pesebre del corazón de los sencillos.
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