La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 15 de abril de 2020

Resurrección y personalización


Os propongo hoy reflexionar y adentrarnos en el hecho de la Resurrección de Jesús preguntándonos si en el contexto escolar de la Educación de la Interioridad tiene algo que "decir", algo que aportar a los procesos de personalización que subyacen a nuestra propuesta pedagógica.

Pues bien, para mí, el eje en el que pivota toda la fuerza de esta forma de entender la EI es precisamente la fe en la Resurrección de Jesús y en nuestra Resurrección individual y colectiva. Intentaré explicarme lo mejor que pueda porque el tema es ciertamente muy denso.

En un contexto en el que la espiritualidad está siendo rescatada de la mirada despectiva nacida de cierta comprensión de la ciencia y la técnica, tal espiritualidad adopta muchas formas. Actualmente fascina y atrae sobremanera esa línea de comprensión de la realidad profunda que llamamos "no dualidad". Ese “no dos" que nos llega desde oriente es el equilibrio de la dualidad en la que occidente se mueve con mayor comodidad. Dualidad y no dualidad nos pueden parecer hoy contrapuestas, hasta excluyentes formas de vida espiritual y de comprender las cosas. Nada más lejos. No obstante, darse cuenta de ello requiere un saber que no es sólo racional, sino "sapiencial".

Personalmente me da la impresión desde hace mucho tiempo, que de "no dualidad" sólo puede decir algo quien ha tenido experiencia de lo que es. Antes de haberse puesto "de moda" ese término y de alcanzar el asentimiento de muchas personas que lo miran con buenos ojos, aunque apenas entiendan hacia donde señala, los místicos y místicas de todas las tradiciones espirituales han hablado de ello con los términos y las categorías de comprensión propias de sus épocas.

Actualmente, autores como David Carse en su libro "Perfecta Brillante quietud" entran en el tema del "no-yo" sin ambages. En el panorama actual Jeff Foster, Eckhart Tolle y otros forman parte de esa corriente de espiritualidad sin Dios que nace de la experiencia de esa no dualidad, de ese "no yo" que también tuvieron los místicos y que ha sido más propia de las religiones oceánicas que de las tres grandes religiones del Libro (Islam, Judaísmo y Cristianismo).  Con respecto al importante tema de la adecuada comprensión del ego en los procesos de crecimiento personal y en el camino espiritual me remito al capítulo titulado “no-ser” de mi libro SER (pág. 113-118).

No puedo en el espacio de esta entrada profundizar como debiera en todo lo referente a la fenomenología de las Religiones. Voy a usar categorías que precisan de una explicación más detallada, pero intentaré ser lo más didáctica posible. Si en el intento alguien hecha en falta mayor exactitud en los términos, ruego se me disculpe.

El hecho es que, en un creciente interés por la no dualidad ¿qué sentido tiene creer en la Resurrección? Porque la Resurrección es un canto a la individualidad, al yo, a lo individual: quien Resucita en primer lugar es Jesús de Nazaret. Así es en un primer nivel de comprensión de ese hecho de la Resurrección (hecho captado por la fe, acontecimiento, más que acto).

Resucita Jesús, resucita el hombre, pero revelando ya sin tapujos, al Cristo, es decir, al modelo de ser que está llamado a nacer y desarrollarse en nosotros como en “una segunda encarnación” de la que habló Sor Isabel de la Trinidad. Dicho de otro modo y con terminología propia de la propuesta de Karlfried G. Dürckheim: en la Resurrección de Jesús, el yo existencial transparenta ya plenamente el ser esencial de Jesús. Es cierto que, en la persona histórica de Jesús de Nazaret, afirmamos que vemos a un ser humano sin fisuras. Su yo existencial transparentaba perfectamente su ser esencial. Esa transparencia del ser que somos es lo que el resto buscamos, anhelamos, vivimos a medias, nos cuesta... en Jesús, su interioridad y su exterioridad forman un todo armonioso y coherente. Pero, al igual que sucede en la Trasfiguración en el Tabor, más tarde, al Resucitar, todo velo que podía dificultar a las personas descubrir tal totalidad de armonía, desaparece. Cae el velo y los ojos pueden ver sin dudas esa perfecta unidad entre cuerpo, mente y corazón, entre interior y exterior, entre el hombre y Dios. Todo ello acontece en la persona concreta y en la vida, gestos y palabras de Jesús de Nazaret.

Por lo tanto, en la Resurrección de Jesús, en la revelación plena del Cristo, quedan recapituladas el ego y la esencia, el yo y el "no-yo". La forma en la que Dios decide darse a conocer plenamente en Jesús es una forma individual, en un individuo concreto. Dios se encarna, Dios incluso decimos los cristianos, renuncia a su ser Dios para ser hombre ¿cómo es esto posible? El misterio de amor de la kénosis del Hijo, de su vaciamiento, de su hacerse uno de tanto y siervo de todos, nos está indicando que el camino de la manifestación de Dios que nos habita, del Dios “más interior a mí que mi propia interioridad” (San Agustín) pasa por las leyes de la verdadera encarnación. Precisamos de un YO para ser, para crecer, para expresarnos. Un yo que está llamado a ser trasparencia de nuestro ser esencial que, a su vez es reflejo de Dios en nosotros. La no dualidad nos dirá que ese yo que creemos ser, no existe de veras. Entiendo lo que quiere decirse, pero hoy necesito iluminarlo a la luz de la fe en la Resurrección y ello porque me parece de capital importancia entenderlo bien o lo menos mal posible, para situar la raíz de nuestra fe en nuestras propuestas de Educación de la Interioridad que señala a dos objetivos que recuerdo de nuevo:

·         Unificación de las dimensiones de la persona: interioridad-exterioridad//cuerpo-mente-corazón).
·         Construcción de la unidad con los demás, con el mundo y con Dios.

Hablar de unificación no me parece a mí que sea sinónimo de disolución. Unificación y unidad señalan a la ampliación, y potenciación de mi persona, de lo más esencial y bello de mí para vivirlo y ponerlo en juego con y para los demás que siendo parte de mí en una mística profunda relacional, no dejan de ser ellos como yo no dejo de ser yo.

Y ahí quiero llegar: Creer en la Resurrección es creer en la Eternidad y tal Eternidad para un seguidor de Jesús, deja de ser una "sopa informe" para pasar a ser una conjunción de lo más genuino y verdadero de cada uno. Cada persona está llamada a vivir su Tabor, quizá no como momento puntual con un inicio y un final marcados, sino como un proceso de desvelamiento de lo que soy progresivo, a veces con parones y hasta a veces quizá retrocesos por miedo o pereza. Eso que le pasa al individuo, impacta en la sociedad. Del mismo modo, el mundo, la familia humana está preñada de un dinamismo evolutivo hacia lo mejor de sí misma. Este es también el mensaje de la Resurrección: El fuego de Dios arde en la entraña del planeta, de la vida humana. Jesús nos lo desvela plenamente al resucitar. Lo que parecía tumba y, por lo tanto, final de todo, lugar de muerte, se transforma en un útero gestante de una Vida plena y Eterna. Ese sepulcro que queda abierto al resucitar Jesús, sugiere ahora una puerta de paso a la Vida por la que la humanidad puede transitar de la noche al día, de la muerte a la vida, de la desesperación a la esperanza. Todo ello como individuos y como sociedades. Todo ello, atravesando las “muertes” individuales y colectivas que sean precisas.

Todo esto es, a mi modo de ver, de una importancia capital en la EI. Que esto esté o no presente en el trasfondo de la EI marca la diferencia. Sin esto, la Ei puede convertirse en un canto a la no-dualidad desprovisto de hondura y carente de aportaciones para la individuación necesaria en esas edades escolares. Además de, llevarnos poco a poco a perder la potencia revolucionaria y transformadora del Evangelio.

En el contexto de la escuela católica, la Resurrección de Cristo es tan importante como la encarnación del hijo de Dios. Encarnación y Resurrección como dos momentos de un proceso inseparable, devienen horizontes de sentido que resitúan las acciones y propuestas concretas de la EI para que no sea esta un mero divertimento o un camino de relajación y disminución del estrés.

Creo adecuado aludir aquí a la bella y rotunda expresión del teólogo José Ignacio González Faus que dice de Jesús Resucitado que es  ÉL MISMO, PERO NO EL MISMO. Resurrección entonces significa permanencia de todo aquello que identificaba a Jesús en todos los ámbitos de su ser, pero también revelación del núcleo de su Ser. Vivir mi resurrección personal, ser quien estoy llamado a ser no significa diluir los contornos de mi yo, sino poner ese yo al servicio total de mi Esencia, de esa esencia en la que Dios ha dejado su huella. Fe en la resurrección y trabajo denodado por favorecer los procesos de personalización de nuestros alumnos/as, van inseparablemente juntos.

Transferir esta densidad a las propuestas pedagógicas de EI es un reto maravilloso y una aventura facinante, a la vez que requiere de nosotros sabiduría, lucidez y experiencia interior.

(Mañana compartiré un texto de Pierre Teilhard de Chardin que expresa todo esto y mucho más y lo hace mejor).

1 comentario:

Javier Palacios dijo...

Planteas una cuestión de gran calado filosófico: ¿es posible compatibilizar en un discurso la noción de no-dualidad oriental (advaita) y la noción de persona individual occidental (para poder hablar así de resurrección cristiana? El reto es enorme y apasionante. Creo que Mónica Cavallé es la persona que con mayor acierto ha encarado ese reto, al hacer una relectura de Heidegger (el filósofo del ser) en "La sabiduría de la no-dualidad". (Prefiero el concepto de ‘ser’ o ‘persona’ al de ‘personalidad’ para huir de psicologismos)

Las consecuencias teológicas de tal diálogo están por descubrir aunque, como bien sabes, sólo Enrique Martínez Lozano se ha acercado a tal proyecto y con resultados desiguales; porque Javier Melloni hace un genial trabajo descriptivo y nos anuncia una síntesis, pero no nos da más detalles. (Por cierto, la segunda vez que leí "Hacia un tiempo de síntesis" descubrir infinidad de tríadas hegelianas en su planteamiento).

Por un lado, tanto la física como la vanguardias artísticas son imposibles de entender desde el dualismo sujeto-objeto. Los dualismos nos han conducido a antinomias o aporías. Hans Küng se plantea en su libro "Credo": ¿podemos seguir rezando el credo y decir como creyentes del siglo XXI “creo en la resurrección de la carne”? Por eso, me parece una gran intuición acudir a la categoría de no-dualidad para explicar la resurrección y, de alguna manera, me parece un camino a explorar. El dualismo antropológico de inspiración platónica ha hecho, y sigue haciendo, mucho daño en interpretaciones sesgadas del mensaje del Evangelio. Por eso, yo existencial y yo esencial no pueden estar en el mismo nivel de realidad, para no generar un nuevo dualismo. Por otro lado, el diálogo oriente-occidente es fecundo, sin duda, aunque sea para descubrir nuestra propia tradición y nuestra propia identidad.

Pero, las mujeres que anunciaron al resucitado no necesitaron más teología que la experiencia personal; por eso, la educación de la interioridad se empeña en la pedagogía de la experiencia. Los educadores han de vivir experiencias de resurrección, más que tener un discurso muy coherente sobre la existencia post mortem. Ahora bien, sin un mínimo de formación coherente y bien narrada será difícil que ninguna experiencia sirva para ser estructurar su itinerario personal y, mucho menos, transmitir un mensaje de interioridad con sentido cristiano a los alumnos.

En fin, te prometí un comentario y aquí está. Seguramente necesitaría más reflexión para ser más atinado. Espero haber aportado algo. Un fuerte abrazo, Elena, y seguimos compartiendo inquietudes.