La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 9 de abril de 2020

¡Lávanos los pies, Señor!

Y aquella noche se recluyeron en casa todos los hebreos. Quedaba un último aviso, una última plaga para conseguir que el Faraón dejase ir a los esclavos. 
Aquella noche, un visitante silencioso se llevaría a todos los primogénitos de Egipto. Los hebreos debían marcar las jambas de sus puertas para que el visitante no entrara en ellas.
Un ángel exterminador para los Egipcios, una bendición para los hebreos.
Fue la Pascua, el paso de la esclavitud a la libertad.

En otra noche, el Maestro Jesús de Nazaret, desea ardientemente celebrar la Pascua con sus amigos y amigas. Él los llama así, amigos, así los siente en su corazón. Y allí están, recordando con cantos e himnos, con el pan ácimo, con el cabrito, ceñida la cintura, aquel hecho que los judíos celebran y recuerdan como liberación y que para los egipcios fue luto y llanto por sus hijos muertos.

Jesús siente dentro de sí que ha llegado el momento. Lo viejo pasó, lo nuevo está naciendo: no es Dios un Dios de muertos sino de vivos. No es Dios juez inclemente ni patrimonio de unos y no de otros. Jesús ha enseñado de mil maneras, con sus gestos, con sus palabras, que Dios es Abbá, es Padre y Madre amoroso. Por eso, en el momento supremo, toma una toalla y una jofaina y se arrodilla como lo hacen las mujeres y los esclavos y limpia los pies de aquellos hombres que no pueden dar crédito a lo que ven. Él, el Maestro y el Señor, allí, en el lugar más bajo... Jesús lo revoluciona todo con una toalla. Elimina al ángel exterminador y en su lugar coloca la imagen y la estela del hijo Amado que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los enfermos. Él ha venido a abrir las puertas y las ventanas de la humanidad. No nos quiere su Abbá, nuestro Abbá, recluídos y temerosos, sino sentados en una mesa en la que hay un lugar todos y para todas, con las puertas abiertas, y la fiesta en el alma.
Pero, para ello, sabe que debe dejará que otro "ángel" exterminador se lo lleve a él, lo devore y lo destroce con su ansia de poder y de control. 
Es la Pascua, el paso del Señor.

Hoy, nosotros, Jesús, tus amigos y amigas, tus seguidores, estamos recluídos en nuestras casas. En este año de la historia de la humanidad, un diminuto ángel exterminador está pasando por nuestras casas. En muchos hogares hoy hay llanto y dolor y no se puede ni despedir a los muertos, ni acompañar al enfermo. Hoy nos sentimos confusos, como perdidos. Tenemos que aprenderlo todo de nuevo, Jesús. Pero, míranos, aquí estamos. Recordándote, pasando tu vida una vez más por nuestro pequeño corazón que se amplía cuando vivimos como Familia tejiendo una y otra vez esta cadena de recuerdos.
Hoy, tus amigos Jesús, quizá como nunca antes también deseamos con ardor sentarnos a la mesa contigo y que nos hables al corazón. Urgentemente necesitamos que nos laves los pies. Y sabemos que si no lo hacemos nos faltará lo esencial, porque quien se deja lavar por ti aprende a servir y a amar y esa es, en esta tarde santa, la estela de tu enseñanza: "amaos unos a otros, como yo os he amado". Sin ese amor no hay iglesia que valga, ni rezo que llegue a Dios. Si no hay abrazo y ternura, si no hay ayuda y comprensión, si no hay un des-vivirse por el prójimo haciéndose cercano en gestos verdaderos, no hay nada. Somos vasijas huecas si no amamos.

Hoy ya no creemos en ningún ángel exterminador. Sabemos, Jesús, que la clave está en la opción de cada uno, o Pedro, o Judas o Juan, o María de Betania o en la multitud curiosa pero poco nada implicada. Eso hemos aprendido. Que cada uno elige su lugar en esta historia: o con las víctimas o con los verdugos, el "en medio" nos hace ser vomitados de la boca de Dios.

Tú fuiste, Jesús, hijo del carpintero y de María, un Ángel de Amor. Médico de cuerpos y almas, médico, sí, como el batallón que ahora está atendiendo tanto dolor. Tú no temiste tampoco el contagio. Al contrario, nos enseñaste que sólo vale la pena vivir si uno se "embarra" hasta los tuétanos en el campo sembrado de la humanidad. Que sólo así, yendo profundo en la tierra, como la semilla, se descubre la perla escondida en toda realidad.

Hoy, desde las paredes de nuestros hogares, Jesús, Amigo nuestro, Médico y Maestro, Ángel de Bondad, te pedimos poder vivir este momento como un paso más hacia nuestra verdadera libertad, la de todos. 
Que nos visite el ángel de la compasión, le abrimos nuestras puertas.
Que nos visite el angel de la comunión, le abrimos nuestras puertas.
Que nos visite el ángel de la sabiduría, le abrimos nuestras puertas.
Que la humanidad entera se siente a nuestra mesa, porque con ella, con la humanidad, viene, siempre está viniendo, Dios.


¡Lávanos los pies, Señor!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hoy deseamos que nos hables al corazón con el amor que solo tu sabes que necesitamos para cambiar el mundo de acuerdo a tu voluntad para el bien de todos.
Gracias Elena por compartirme este Jueves Santo desde la interioridad.Esperaré cada día de esta semana tu reflexión.Un abrazo.

Anónimo dijo...

Intentando escuchar mi corazón. Intentando abrir la puerta al Amigo de siempre, que perdí y siempre estuvo ahí. Gracias Elena.