La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 10 de abril de 2020

¿QUÉ ÉXITO? ¿QUÉ ASCENSO? ¿QUÉ CRECIMIENTO? (parte 1)

VIERNES SANTO: Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho (Is 52, 13)


El canto del Siervo del libro de la Consolación del Deuteroisaías nos acompaña durante la semana santa. Es un conjunto de cantos (cuatro) que a mí personalmente siempre me han resultado atractivos, misteriosos, poéticos, sugerentes y complejos... El personaje que se describe en los cantos  (hay quien opina que sería un rey, o un profeta, otros que sería el pueblo de Israel) es, para los cristianos la prefiguración de Jesús de Nazaret en su Pasión, muerte y Resurrección.

Resulta paradójico que se abra ese capítulo 52 afirmando el éxito del siervo, para, en la siguiente frase y en el resto de texto, describir su ultraje, fracaso, abandono... "Como un varón de dolores ante el cual se ocultan los rostros"

Es la paradoja de las paradojas que afronta Jesús y que supone su vida. Es el "escándalo de la cruz" que menciona Pablo. Es lo que nos inquieta y asusta del seguimiento de Jesús. La lógica del Reinado de Dios es una lógica antagónica a la del mundo.

Ahí están la Bienaventuranzas, con su extraña definición de la alegría y la dicha: dichosos los pobres, los que lloran, los mansos, los perseguidos...

Todo son paradojas,  otras lógicas, cuando nos acercamos a Jesús. No me extraña que sus discípulos no entendieran casi nada. No me extraña que sigamos sin entender mucho más.

Hoy, Viernes Santo, la cruz me escandaliza cuando la miro con los ojos de la parte más mediocre de mi yo. En cambio, la Cruz deviene promesa de Vida cuando la miro con los ojos de las bienaventuranzas, con los ojos de María, los de Juan o los de Nicodemo. Entiendo el juego de entrecruzamiento de sus travesaños teniendo como Centro ese hombre-Dios Jesús si me acerco a la cruz con los ojos del Amor. En la Cruz no está la Justicia de Dios. En la Cruz queda retratada la injusta justicia de la parte más mediocre y oscura de lo humano.

Los clavos que atraviesan el cuerpo del Justo, son la ceguera, el miedo, el ansía de control y la falsa religiosidad. Atraviesa su costado el egoísmo y su sangre calma la sed de los vengativos, de los envidiosos y de los "trepas" del mundo.

No es Dios quien sube a Jesús a la Cruz. Nunca lo fue. A Jesús lo subieron a la Cruz los negocios del Templo y del Imperio. Le subieron a la cruz las multitudes "veleta" que se dejan manipular por lo que todos dicen, lo que todos hacen, lo que todos gritan...

No es Dios quien se sintió satisfecho viendo morir al Hijo de los hombres. Fueron los hombres quienes vieron calmada su incertidumbre y su miedo viendo morir al Hijo de Dios.

¿Qué exito hay en todo ello? ¿Quién o qué triunfa en ese Calvario? NADA ni NADIE triunfa en el Gólgota. Mas bien todo parece quedar sepultado bajo toneladas de inquina y perversión.

En el Gólgota queda expuesta la sinrazón humana, no el designio de Dios. No hay éxito alguno. Todos pierden, todo se oscurece, sí, como se describe en los evangelios, todo tiembla porque muere el hombre y muere Dios.

Y, una nueva paradoja, es justo ahí, en ese fracaso absoluto, en esa noche total, cuando Dios se des-vela: "Y el velo del Templo se rasgó de parte a parte". Allí, extramuros, en el maldito, en el blasfemo, en el revolucionario Jesús de Nazaret Dios se muestra (pocos lo ven...). En el sacrosanto Templo, caido el velo del Debir, se revela un vacío inesperado, insoportable.

Como si el mismo Dios que allí era adorado, nos mostrara la vacuidad de nuestra relación con Él dentro de los muros de la la ley y los ritos. Y nos señalara la abundancia de su Presencia en los malditos, en los proscritos, en las prostitutas, en los infieles...

¿Quién entendió y entiende hoy que Dios no crucifica a nadie?  Esa cruz se fue construyendo desde el momento en el que, retirado en el desierto, Jesús alejó de sí al tentador y renunció al aparente éxito del tinglado de la ignorancia humana: Al no optar por realizar milagros de relumbrón, al no querer ser alimentado por arte de magia, al no querer postrarse ante la Mentira, al optar totamente por la verdadera divinidad y amar la verdadera humanidad, Jesús deja ya inscrita su sentencia de muerte. Cada una de sus palabras, cada parábola, cada milagro, cada conversación con una mujer samaritana o con una prostituta, cada gesto de amistad con un publicano, su sabiduría serena dejando en evidencia la ignorancia de los maestros de la ley, su denuncia del negocio de lo religioso a costa de los pequeñuelos... Todo ello fue preparando su cadalso. La cruz es una construcción humana. 

Viernes Santo... Ahí me quedo. Preguntándome una y mil veces más: ¿Qué éxito, qué ascenso y qué crecimiento puede haber en esa Cruz y en los millones de cruces a las que subimos a los crucificados de nuestro mundo? 

Mañana, en el silencio del sábado, se irá despejando el sentido. 




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