La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

martes, 5 de marzo de 2019

Espiritualidad cristiana y contemplación: la mente en la oración (III)


Frei Betto: "Los desafíos de la oración: cómo rezar" en Leonardo Boff y Frei Betto:” Mística y espiritualidad" Ed. Trotta, Madrid 1999. Págs. 117-118.

Cuando se está ansioso con relación al tiempo no se consigue detenerse para orar. San Juan de la Cruz tiene una frase genial: “Ante el trabajo, debemos ser como el corcho en el agua”. El agua nunca consigue sumergir el corcho, éste siempre flota. En otras palabras: nunca debemos dar demasiada importancia a los trabajos que estamos realizando, no permitir nunca que nos hagan sacrificar el tiempo de oración. Por lo que toca al trabajo, la vida ya le dará una solución. Lo que ganamos con quince minutos de oración es muy superior en términos de calidad humana, incluso de dominio de la ansiedad en el trabajo.
Son pequeños recursos presentes en la espiritualidad de Jesús quien, aun siendo un militante, siempre encontraba tiempo para orar y estar a solas.
Estudiando las nueve maneras de orar que tenía Santo Domingo, descubrí que ninguna de ellas era comunitaria. Yo pertenezco a una familia religiosa que pone el acento en la oración comunitaria, La oración comunitaria es pobre cuando no se alimenta de la oración personal, del mismo modo que ésta se alimenta a su vez de la liturgia de la oración comunitaria y también 8ª ejemplo de la espiritualidad de Jesús) de la lucha por la justicia, del compromiso con los pobres, del proyecto del Reino. EL compromiso objetivo de cambiar este mundo nos lleva a sumir la exigencia de cambiarnos a nosotros mismos, todo ello con una trasparencia típica de la espiritualidad cristiana: el mérito es siempre de Dios. No esperes que la oración te lleve al primer grado de santidad. No oramos para dejar de pecar ni para sentirnos mejores que los demás. Oramos para sentirnos tan amados por Dios que nos resulte muy difícil ser infieles a su proyecto. Vamos a tener contradicciones, limitaciones, neurosis, locuras, pecados, pero sin los dualismos o culpas que tenemos cuando no hacemos la experiencia de Dios que nos ama tal como somos. En otras palabras, no oramos para ser mayores ni menores de lo que somos, sino para ser del tamaño que Dios nos hizo. El místico es alguien que percibe su propio tamaño, su verdadera identidad ante Dios. Y no es válida la idea de que el místico es alguien que ya está éxtasis y no necesita pisar el suelo. Eso es todo fantasía, folclore religioso.
En la experiencia cristiana, san Pablo aparece excesivamente machista, vanidoso, pretenciosos: “Yo no conviví con Jesús, pero soy el mayor de los apóstoles. Nadie combatió como yo combatí…”; pero la gracia estaba allí. Había espacio para la gracias. Por consiguiente, hemos de cuidarnos mucho de andar diciendo “ese tipo reza mucho, pero está lleno de contradicciones…” Lo que importa es abrir espacio a fin de que realicemos nuestra vocación más íntima y universal que no es otra que la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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