Frei Betto: "Los desafíos de la oración: cómo rezar" en
Leonardo Boff y Frei Betto:” Mística y espiritualidad" Ed. Trotta, Madrid
1999. Págs. 117-118.
Cuando se está ansioso con
relación al tiempo no se consigue detenerse para orar. San Juan de la Cruz
tiene una frase genial: “Ante el trabajo, debemos ser como el corcho en el agua”.
El agua nunca consigue sumergir el corcho, éste siempre flota. En otras palabras:
nunca debemos dar demasiada importancia a los trabajos que estamos realizando,
no permitir nunca que nos hagan sacrificar el tiempo de oración. Por lo que
toca al trabajo, la vida ya le dará una solución. Lo que ganamos con quince
minutos de oración es muy superior en términos de calidad humana, incluso de dominio
de la ansiedad en el trabajo.
Son pequeños recursos presentes
en la espiritualidad de Jesús quien, aun siendo un militante, siempre
encontraba tiempo para orar y estar a solas.
Estudiando las nueve maneras de
orar que tenía Santo Domingo, descubrí que ninguna de ellas era comunitaria. Yo
pertenezco a una familia religiosa que pone el acento en la oración
comunitaria, La oración comunitaria es pobre cuando no se alimenta de la
oración personal, del mismo modo que ésta se alimenta a su vez de la liturgia
de la oración comunitaria y también 8ª ejemplo de la espiritualidad de Jesús) de
la lucha por la justicia, del compromiso con los pobres, del proyecto del
Reino. EL compromiso objetivo de cambiar este mundo nos lleva a sumir la
exigencia de cambiarnos a nosotros mismos, todo ello con una trasparencia
típica de la espiritualidad cristiana: el mérito es siempre de Dios. No esperes
que la oración te lleve al primer grado de santidad. No oramos para dejar de
pecar ni para sentirnos mejores que los demás. Oramos para sentirnos tan amados
por Dios que nos resulte muy difícil ser infieles a su proyecto. Vamos a tener
contradicciones, limitaciones, neurosis, locuras, pecados, pero sin los
dualismos o culpas que tenemos cuando no hacemos la experiencia de Dios que nos
ama tal como somos. En otras palabras, no oramos para ser mayores ni menores de
lo que somos, sino para ser del tamaño que Dios nos hizo. El místico es alguien
que percibe su propio tamaño, su verdadera identidad ante Dios. Y no es válida
la idea de que el místico es alguien que ya está éxtasis y no necesita pisar el
suelo. Eso es todo fantasía, folclore religioso.
En la experiencia cristiana, san
Pablo aparece excesivamente machista, vanidoso, pretenciosos: “Yo no conviví
con Jesús, pero soy el mayor de los apóstoles. Nadie combatió como yo
combatí…”; pero la gracia estaba allí. Había espacio para la gracias. Por
consiguiente, hemos de cuidarnos mucho de andar diciendo “ese tipo reza mucho,
pero está lleno de contradicciones…” Lo que importa es abrir espacio a fin de
que realicemos nuestra vocación más íntima y universal que no es otra que la
comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario