La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

viernes, 22 de julio de 2011

MUJER, ¿POR QUÉ LLORAS¿ ¿A QUIÉN BUSCAS?

Todos lloramos a veces. De hecho, nacemos llorando y provocamos lágrimas en otros al dejar este mundo. En el trayecto de la vida, las lágrimas brotan por el dolor y por la alegría que la vida nos trae. El evangelio de hoy nos introduce en uno de los encuentros más profundos del evangelio, el de el Resucitado y María Magdalena junto al sepulcro.

Jesús pregunta a María: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?" María ha ido en busca de alguien a quien no encuentra y eso le genera una gran tristeza, una honda frustración. ¿No nos pasa a veces? Vamos en busca de alguien y no le encontramos... Encuentros frustrados por la incomprensión, por el enfado, por la traición, por el miedo, por la inseguridad. Salgo a tu encuentro y no estás, vienes a mi encuentro y no estoy. Busco ser amado y no siento haber encontrado el amor buscado, deseado. Busco ser acogido y no percibo tal acogida. Busco ser escuchado y no encuentro quien me escuche. Busco ser comprendido y soy malinterpretado. Entonces sentimos frustración, quizá rabia o tristeza. Y lloramos. Esas lágrimas son la cara visible de un dolor interior.

Y Jesús me pregunta: ¿Por qué lloras? ¡Es tan importante saber qué causa el dolor, dónde nacen esas lágrimas! Identificar lo que llevo dentro clavado, lo que me derrumba, lo que me resta alegría e ilusión. A Dios le importa, Él me pregunta, se interesa por mí, no le da igual si lloro o río y si lloro quiere saber porqué, porque si se lo digo sabe que comenzaré a curarme. Expresar las tristezas cura, alivia. Dios se hace mi paño de lágrimas si lo necesito. Pero la pregunta sigue y lleva más allá, a la causa: "¿A quién buscas?"

Y es que todos somos buscadores de algo. ¿No busca acaso todo ser humano ser feliz? ¿No buscamos todos amar y ser amados? María buscaba en Jesús a aquel que le había hecho sentir especial, a aquel que había sabido ver más allá y había regenerado su corazón. La búsqueda de María no era la de un cuerpo muerto, sino la de la Vida. Yendo a buscar un cadaver, le sale al encuentro el Resucitado pero no le puede reconocer. ¡Tantas veces no podemos ver lo que se nos pone delante porque seguimos buscando algo que ya no existe! ¡Tantas veces se nos está regalando lo que anhelamos, pero no lo reconocemos porque lo buscamos bajo otra forma, bajo otros parámetros! Se pide de nosotros una apertura interior.


María llora  porque busca y no halla. Asi nosotros. Buscamos y no hallamos porque el dolor nos ciega, el deseo nos ciega, el miedo nos ciega, la tristeza nos ciega. Hace falta entonces que alguien diga nuestro nombre. Sólo el amor nos rescata. María reconoce a Jesús cuando escucha su nombre pronunciado como sólo el maestro sabía pronunciarlo. Es una llamada directa. Una voz que se clava en las entrañas y despierta el ser. Entonces soy levantado del sueño de mis deseos frustrados, de mis búsquedas compulsivas y soy llevado al lugar del Encuentro donde todo es renovado, donde los esquemas antiguos ya no sirven. Soy citado fuera del sepulcro pues en éste ya no hay nada que buscar, nada que encontrar.

Llega un momento en el que hay que dejar atrás nuestros sepulcros y abrirnos a la vida de par en par. Llega un momento en que hay que enjugarse las lágrimas y abrir los ojos y ver lo que se manifiesta y escuchar lo que se pronuncia fuera del sepulcro. Eso es lo que nos pone en pie. Dejamos de ser eternos llorones, insatisfechos buscadores y pasamos a ser TESTIGOS.

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