La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 11 de agosto de 2011

¿CUÁL ES MI CENTRO?

"¡Tienes que centrarte!"..."Estás muy descentrado". A los educadores seguro que nos suenan estas frases. Solemos decirlas con más frecuencia de la que creemos. Centrado y descentrado son dos calificativos que aplicamos a los/as alumnos/as en función, generalmente, de su avance en el proceso de aprendizaje.

Sin embargo, es algo absolutamente normal el hecho de que nuestros/as chavales estén descentrados de algunas cosas y muy centrados en otras. Estar centrado tiene que ver con tener un centro. Un niño y un adolescente aún están creando su identidad. En su mundo interior aún no hay opciones que configuren la vida, todo está en proceso, "abierto por obras". Será durante la juventud cuando se den los procesos que permitan la aparición de centros de interés personalizados. Por ello no debiera preocuparnos que durante unos años, para algunos de nuestros/as alumnos/as el "centro", lo central, lo que les centra y concentra, sean el fútbol o la moda. poco a poco irán llegando otros "centros" con un poco más de hondura: la experiencia de la amistad,  los primeros amores y desamores... Y así, poco a poco, sin quemar etapas, irá emergiendo en cada uno de ellos y de ellas, algo que se configure como central. Eso "central" tiene el poder de descentrarnos de nosotros mismos, porque es preciso salir de uno mismo tanto como lo es entrar dentro de uno. He aquí la magia del centro: nos des-centra para centrarnos.

Esto del centro lo percibí con fuerza ayer, visitando el monasterio budista del Garraf, en Barcelona. Allí pude dar las tres vueltas a la Stupa. Tres vueltas en torno a un centro de energía espiritual, de bendición, de oración, de ofrenda. Es el Centro el que atrae, el que orienta, el que focaliza las energias de las personas.

Como cristiana, girando en torno a la Stupa budista, no pude sino evocar al Cristo. Él es mi stupa, mi centro, Aquel que atrae mi Ser hacia honduras mayores. La atracción de Cristo, optar por Él como Centro del centro, focaliza mi vida unificándola, alejándola suavemente de la dispersión.

¿Cuál es mi centro? Hagamos nacer esta pregunta en el corazón de nuestros/as alumnos/as y les habremos hecho un enorme regalo.

1 comentario:

Andrés dijo...

Es apasionante ayudar a los adolescentes y jóvenes a ir cofigurando, desde la libertad, su identidad como personas. Y si la vida te permite encontarte luego con ellos y percibir que han optado por Cristo, como Centro de sus vidas... se experimenta un gran gozo. Aunque también hay que gozar y estar al lado de los que no logran encontrar el Centro y se quedan en otros centros. A todos los quiere Dios y les tenemos que querer nosotros.