Del mismo modo que sucede con el recuerdo del nacimiento de Jesús, la Semana Santa queda desdibujada por el ansia de devorar días de vacaciones, convirtiendo, en el mejor de los casos, los tradicionales "pasos" en un bien cultural (sin dudar de que para muchos son una expresión de fe profunda, no deseo menospreciar nada ni a nadie).
Sin embargo, estos son los verdaderos días centrales para un/a cristiano/a, porque sin Resurrección "vana es nuestra fe". Nuestro morboso gusto por el dolorismo, herencia de teologías que deberíamos superar, opaca -parece mentira- la eterna Luz de la Resurrección. El Viernes Santo dura un día en el calendario litúrgico cristiano, las Pascua se prolonga cincuenta días, más de lo que duran el Adviento y la Cuaresma. A lo mejor somos un tanto duros de corazón y de "mollera" y tendemos a anclarnos en los oscuro, en la muerte, en el sufrimiento más de lo "justo y necesario". Lo del famosos "valle de lágrimas" está aún demasiado presente.
Con todo, la Resurrección es la emanación de un proceso de vaciamiento total de Jesús: Encarnación, vida y muerte, tres pasos, tres fases que generan Resurrección.
Me pregunto: ¿Puede ser que mi vida individual con mi nacimiento, mi vida y mi muerte fuera preámbulo de Resurrección? ¿Pudiera ser que nuestros nacimientos vidas-procesos y muertes colectivas fueran el preámbulo de una colectiva Resurrección de la Familia Humana? Pablo dice que la creación entera aguarda expectante la plena manifestación de los hijos e hijas de Dios... ¿Sería ese el gran resumen de todo? ¿será que este tiempo de gracia que estalla en el "big-bang" y adquiere rostro en la Encarnación, vida muerte y resurrección de Jesús, prosigue su devenir en cada ser, en cada vida individual y en el desarrollo colectivo de cuanto es?
Cerca de poder celebrar de nuevo el Triduo Pascual en silencio, oración, atenta a la belleza de la simbología, siento muy dentro que sí, "es la Pascua, el Paso del Señor". El paso del "yo existencial" al "yo esencial" al que soy y somos invitados, convocados, paso trascendental en el que nos jugamos "ser o no ser". Paso que en Jesús se convierte en Amor desbordado y desbordante, en abrazo que abarca a todo ser, sin miedos, sin límites, sin rémoras, sólo con el límite de la propia aceptación de ese don eterno.
Paso de Jesús, pero paso también de tantos y tantas hombres y mujeres que han despertado y despiertan y despertarán a la Verdad, una Verdad que no es posesión de nadie porque simplemente "es", está ahí para quien tenga ojos y oídos, es gratuita, universal, libre, eterna y totalmente libre. Por eso el Viernes Santo Pilato preguntará a Jesús acerca de la Verdad y Jesús no responderá con palabras, sino con la Palabra rotunda de su cuerpo entregado, de su corazón abandonado en los Designio amorosos del Padre/Madre, perdonando porque le duele más la ignorancia y oscuridad de quienes le matan que su propio dolor...
Esa es la Verdad: la Pascua, el paso del "ego" a la Esencia, del "yo" al "nosotros", de la división a la comunión amorosa, activa, perdonadora... ¡¡RESUCITANTE!!
FELIZ PASCUA A TODOS Y A TODAS.
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