La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

lunes, 6 de abril de 2015

Pascua "a la intemperie"

Ya está, he atravesado "mi Pascua a la intemperie", de la mano de mi querido Emilio y de mi madre, de la mano de la comunidad parroquial de San José de Romo y de su párroco Juanjo Elezkano.

¿Que porqué hablo de una "Pascua a la intemperie"? Me explico. A los quince años pude asistir a la primera "Pascua joven" de mi vida gracias a mis queridas hermanas de Santa Ana. Nos invitaron en el colegio. Aquello para mí fue el inicio de algo profundo, experiencia fundante en toda regla. Un Encuentro con el evangelio a través del paso de Jesús, de su Pascua, encuentro que venía de antes y allí encontró hondura, voces, rostros, canciones, silencios, símbolos litúrgicos que emocionaban todo mi ser, amistad, conversaciones, paisajes... Desde entonces y de forma ininterrumpida, cada Semana Santa la he vivido en ambiente de retiro, de oración, priorizando en los días del Triduo el silencio que permite contemplar y dejarse tocar por el Misterio. Viví después la Pascua en Manresa, luego la "creación" junto con con una gran sacerdote de la Pascua urbana en una parroquia de Barcelona,  al instalarme en el País Vasco de nuevo, la Pascua urbana en Vitoria e incluso por dos años el regalo de animar y motivar la vivencia en retiro de la Pascua de hermanos de La Salle en Sevilla y en Bujedo.

En cada caso ambientes "cuidados", es decir, silencio y liturgia que se unen para provocar la apertura del interior a algo mucho mayor que uno mismo, algo grande, bello, verdadero, bueno... Ambientes en los que todo se confabula para permitir captar algo de ese Misterio al que llamamos Dios y que en Jesús de Nazaret enamora y escandaliza a la vez.

Y a mis cuarenta y siete años he vivido lo que llamo "Pascua a la intemperie", para mí tiene sentido, lo comparto por si te sirve a ti que lees estas líneas. 

Pascua acompañando la soledad de mi madre que no es soledad llorosa ni depresiva, pero es soledad al fin y al cabo, la de quien no tiene junto a sí a quien fue su compañero durante casi sesenta años, ni a sus cuñadas-amigas. Pascua que no podía ser de otra manera porque ¿qué sentido tenía buscar esa "pureza ambiental" sabiendo a mi madre sola? A veces, en la vida, hay decisiones que se te dan hechas y poco hay que pensar, pero a pesar de "verlo clarísimo", como solemos decir, luego aparecen otras emociones, otros pensamientos que "tiran de ti" hacia otro lado y ahí es donde toca mantenerse en esa "muy determinada determinación".

Pero debo confesar una gran ayuda: Emilio. La belleza del matrimonio brilla en momentos así, cuando hay cosas que cuestan o que no apetecen mucho o que...¡vete a saber! y en cambio, ahí estamos, el uno junto al otro, el uno facilitando el paso al otro, el uno acogiendo las necesidades del otro, casi priorizándolas por sobre las propias, el uno caminando junto al otro. Y así, he vivido una Pascua nueva. ¡Qué extraño se me hacía pasear por Bilbao el viernes por la mañana y no vivir un Via Crucis en comunión con el dolor del mundo! Pero... ¿y el dolor de mi madre? ese era el verdadero lugar para esta ocasión en la que comulgar con las muertes de la humanidad. Extraño caminar por la calle, tomar un pintxo, ir a un museo, extraño, sí... En algún momento me sentí infringiendo no sé qué regla tácita de mi vida o siendo infiel "a algo", "a alguien..."

He sentido un montón de mociones interiores, de sensaciones agradables y desagradables y lo que me ha ayudado a situar las cosas en su lugar y no dar cancha a cierta melancolía que quería establecerse en mí, ha sido vivir el presente, vivir cada momento ratificando la razón por la que estaba ahí, en Getxo y no en otro lado y la certeza afincada en mí en los últimos años de que Dios es el Dios de la vida, el que está y es en la vida, en lo pequeño que luego, si toca, nos lleva a lo grande porque "quien no es fiel en lo pequeño, no lo será en lo grande".

Llegaban así los momentos de "los oficios". Me recuerdo a mí misma tan cuidadosa y amante años atrás de los detalles litúrgicos que me da risa, una risa amorosa, porque hoy me sobra la mitad. Y por ello la sobriedad litúrgica de la Parroquia de Romo me ha ayudado a centrar la mirada interior, a agradecer estar allí. Emilio y yo los más jóvenes. Asamblea de personas mayores, sencillas, que te dan la paz con un gran cariño, que leen, que escuchan las palabras sencillas y directas de Juanjo y con él cantan a pleno pulmón aunque seamos "cuatro gatos". 

Allí he sentido fuerte dentro que se cerraba una etapa de mi vida, que llega otra que no sé en qué consiste, pero que está ahí y que pasa por el cuidado de los mayores que hay en mi vida, comenzando por mi madre, como ya lo hice con mi padre. Etapa quizá de mayor interiorización sin tanta "ayuda" exterior porque me toca vivir más a la intemperie, sin los apoyos que en otros lugares y momentos he tenido. Etapa de madurez, de ir mucho más allá, de abrazar tanto recibido, tantísima riqueza humana, espiritual y dar fruto en lo cotidiano traduciendo todo en el "pan de cada día".

No os oculto que hay algo de "vértigo" en esta certeza que va llegando, pero lo acojo y no lo hago sola aunque sea sólo mía la responsabilidad última de secundar esta llamada.

También quiero compartir la percepción de que aunque lo que sucede "dentro de los templos" vaya envejeciendo en edad y vaciándose de participación, lo que sucede en los templos de carne de nuestros corazones y nuestras vidas, va hacia delante, no caduca y es lo que a Dios de veras le importa, en mi humilde opinión.

Por todo ello y por más que me quedo para mí, puedo sonreír, reír y cantar y proclamar con fe renovada y recreada: ¡CRISTO VIVE! Todo lo bueno, bello y verdadero de la Vida vive por siempre y para siempre y el resto es cosa de mi camino, de tu camino, de nuestro camino de seres humanos perfectamente imperfectos.

Entonces veré el sol con ojos nuevos
y la noche y su aldea reunida,
la garza blanca y sus ocultos huevos,
la piel del río y su secreta vida.

Veré el alma gemela de cada hombre
en la entera verdad de su querencia,
y cada cosa en su primer nombre
y cada nombre en su lograda esencia.

Confluyendo en la paz de Tu mirada,
veré, por fin, la cierta encrucijada
de todos los caminos de la Historia

y el reverso de fiesta de la muerte.
Y saciaré mis ojos en Tu gloria,
para ya siempre más ver, verme y verte.

Pedro Casaldáliga. Sonetos neobíblicos, precisamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sirve... sí que sirve... claro que sirve!! hace mucho tiempo que que yo vivo mis "Pascuas a la intemperie" (cojo prestada tu definición) y no por eso dejo de celebrar + VIDA, con + Luz y + Color!!!! y créeme que funciona aunque duerma a la intemperie sin techos ni paredes...
Gracias por compartir.
Un saludo.
Angélica.