Por diferentes razones siento hoy el impulso de recordar lo que el "padre" de la no-violencia, Gandhi, dice sobre la misma en su libro "Antiguas como las montañas":
"Si amamos a quienes nos aman, esto no es no-violencia. No-violencia es amar a quienes nos odian. Sé cuán difícil es seguir esta sublime ley del amor. Pero ¿no son siempre difíciles todas las cosas grandes y buenas? El amor al enemigo es la más difícil de todas. Pero con la gracia de Dios también esta cosa dificilísima llega a ser fácil, si lo queremos. (...) La regla de oro es ser amigos del mundo y considerar como una sola familia a toda la familia humana. Quien distingue entre los fieles de su propia religión y los de otra, maleduca a los miembros de la suya y abre el camino al rechazo y a la irreligión" (págs. 120.164)
En el Evangelio de Mateo (5, 43-48) encontramos esta referencia clave en el cristianismo sobre el amor a los enemigos:
"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial."
Como reflexión copio este comentario de Marià Corbí en su libro "Cantos de eternidad" que es una versión comentada del Masnavi de Rumi:
Cuando hacemos de
nuestra imagen del Absoluto un ídolo,entramos en conflicto y guerra con los ídolos construidos por otros. Esa es la guerra de religiones. La guerra de religiones
es guerra de ídolos colectivos.Quienes no toleran que sus egos construyan ídolos, no van a esa guerra. Quienes van a esa
guerra no conocen “al que es”, porque lo han sustituido por un ídolo. Y hay
guerra no sólo cuando se derrama sangre, también la hay cuando se ignora y
cuando se menosprecia. Aunque hay guerras de muchas clases, los ídolos, al fín,
siempre terminan por reclamar sangre.
La única prueba de la
existencia de “Eso otro”, que no es “otro”de nada, al que la tradición ha
llamado Dios, es únicamente su calor y su luz. Un calor y una luz que es como
un fuego ausente, pero que transforma cada átomo de lo que existe en espíritu,
en aliento de vida.Ese espíritu muta la realidad de manera que lo que parecía
no existir, existe esplendoroso y sutil; y lo que parecía existir
sólidamente, muestra su inexistencia. No hay más prueba de Dios que ésa. No es
una prueba de argumentación, sino de verificación.
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