La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Cuaresma "quijotesca"

CAPÍTULO LXVI


Que trata de lo que verá el que lo leyere o lo oirá 
el que lo escuchare leer.

Al salir de Barcelona, volvió don Quijote a mirar el sitio donde había caído y dijo:
—¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias, aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas, aquí se escurecieron mis hazañas, aquí finalmente cayó mi ventura para jamás levantarse!
Oyendo lo cual Sancho, dijo:
—Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades; y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, agora que soy escudero de a pie no estoy triste, porque he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y, así, no vee lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza.
—Muy filósofo estás, Sancho —respondió don Quijote—, muy a lo discreto hablas. No sé quién te lo enseña. Lo que te sé decir es que no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos, y de aquí viene lo que suele decirse: que cada uno es artífice de su ventura. Yo lo he sido de la mía, pero no con la prudencia necesaria, y, así, me han salido al gallarín mis presunciones, pues debiera pensar que al poderoso grandor del caballo del de la Blanca Luna no podía resistir la flaqueza de Rocinante. Atrevíme, en fin; hice lo que pude, derribáronme, y, aunque perdí la honra, no perdí ni puedo perder la virtud de cumplir mi palabra. Cuando era caballero andante, atrevido y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y agora, cuando soy escudero pedestre, acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de mi promesa. Camina, pues, amigo Sancho, y vamos a tener en nuestra tierra el año del noviciado, con cuyo encerramiento cobraremos virtud nueva para volver al nunca de mí olvidado ejercicio de las armas.

Debieran nuestros políticos y todos/as aquellos/as que asumen y pretenden "mandar", "dirigir", "organizar" la vida social de este país, leer y releer muchas veces "El Quijote". Ahora que tanto se piensa en cómo festejar la vida de Cervantes quizá fuera la mejor manera no desdeñar y arrinconar el estudio de las humanidades en los colegios y facilitar de mil formas el adentramiento en los grandes relatos de la literatura universal donde tan claramente queda retratado el ser humano en sus luces y en sus sombras.
Rodeados como estamos cada día de funestas noticias de corrupciones, mentiras, medias verdades, soberbias personales, manos no tendidas, manos rechazadas, gestos abruptos y palabras vacías, Don Quijote y su soñadora caballerosidad se ausentan de la tierra que trotó subido a lomos de Rocinante y quizá camina cabizbajo también junto con los miles de refugiados que deambulan por la dormida europa que, con cada niño "perdido" en el camino, se hace más vieja y más alejada de la Vida. Tampoco hay apenas "Sanchos" filósofos que recuerden a su señor la realidad de las cosas cuando el sueño se transforma en desvarío y se tira por la ventana, junto con el agua sucia, el bebé lleno de posibilidades y de vida.
En medio de todo este "caos" social de dimensiones mundiales, urge una vez más la mirada del corazón, la mística de ojos abiertos de la que está haciendo gala Francisco (que me recuerda tanto a Quijote en medio de tantos molinos). Urge que aquellos que nos decimos enamorados del Evangelio, lo testimoniemos descubriendo las semillas de vida presentes en medio de tanta muerte, anunciando esperanza de la de verdad por entre tantas falsas esperanzas que detrás ocultan intereses bastardos de tipo personal y/o partidista.
Urgen palabras y gestos preñados de lucidez, sobran lugares comunes y topicazos. Urge reflexión profunda, escucha atenta a lo que de verdad se esconde tras tanta a mascarada. Pero si estamos esperando a que ese camino lo transiten "los de arriba" no haremos el camino necesario de comenzar los cambios significativos por la base, por la vida cotidiana de cada uno/a de nosotros/as, como es "no perder la virtud de cumplir mi palabra" que en este pasaje del Quijote evoca el compromiso con uno/a mismo/a de tomar mi vida entre mis manos y ser fiel a los compromisos que brotan en "tiempos fáciles" manteniéndolos en los tiempos difíciles.
Y si todo esto lo llevamos al terreno de la Cuaresma, entonces podemos aprovechar para vivir un ejercicio concreto de cuarenta días de fidelidad a lo hondo, de rechazar miradas banas y superficiales e intentar con todo el ser mirar como Dios mira dejándonos, para ello, mirar nosotros por Él. Si esto es así el dejarnos mirar por Dios nos transformará progresivamente en seres amantes, personas alejadas de la actitud de quien "echa una ojeada" o de quien "otea el horizonte" en busca de fallos que criticar o de anécdotas que contar (como quien con su móvil graba accidentes y tranquilamente los hace correr por las redes sociales sin ninguna sensibilidad ni respeto). Dejarse adentrar en "el mirar de Dios" nos conduce irremisiblemente al compromiso con al realidad, a la denuncia profética, al gesto misericordioso, al anuncio de que "algo nuevo está naciendo". Armas del Amor, el arma más poderosa.

Pudiera ser Don Quijote nuestra inspiración cuaresmal: Camina, pues, amigo Sancho, y vamos a tener en nuestra tierra el año del noviciado, con cuyo encerramiento cobraremos virtud nueva para volver al nunca de mí olvidado ejercicio de las armas.

2 comentarios:

Javier Palacios dijo...

Amén y amen, Elena, con y sin tilde cada una de tus palabras. Un abrazo

Elena dijo...

Un "quijotesco" GRACIAS, caballero Javier.