La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

jueves, 19 de mayo de 2016

A veces...

A veces me gustaría irme lejos, muy lejos de este "tinglado" al que llamamos "vida". 

Desde muy pequeña sentí que la vida de verdad fluía por otros cauces que no son precisamente los que se nos ofrecen como auténticos.

Me atreví a soñar y eso me llevó a tierras de una belleza inimaginable. En pos de mi sueño he cometido errores y hasta he hecho daño a algunas personas. Pero me he arriesgado y doy por buenas mis equivocaciones porque sin ellas no hubiera aprendido tanto. 

En todo ello la Vida me ha ido mostrando su sublime Belleza que no reside en nada que tenga un precio ni en nada que se base en una imagen. 

En esa navegación en pos de un sueño, se ha ido arraigando más y más en mí la certeza de que en lo que nos dicen que nos toca hacer o pensar, no reside mi felicidad. Por experiencia sé que lo que llamamos "normal" por estar dentro de la norma, me asfixia, me empequeñece, me adormece, me lastima el alma.

A veces, en cambio, he deseado vivir dormida para tener de qué conversar, para saber qué decir, para sentirme normal y una más. Los cantos de sirena pueden llegar a resultar sumamente atractivos, pero sólo causan naufragios.

Pero gracias a su generosidad la Vida me ha mostrado espacios abiertos de tal esplendor y magnitud que no adentrarme en ellos hubiera supuesto mi muerte.

Hoy, como sucede con los ríos bravos, mis aguas parecen llegar a un remanso que a ratos leo como una traición al dinamismo imparable del pasado. Sin embargo, percibo que la Vida quiere hoy manifestarse así en mí: en un remanso más pequeño, aparentemente menos bravío en su ritmo, pero quizá más profundo en sus fondos. Como si la potencia del agua durante tantos años hubiera horadado más y más el cauce otorgándole mayor profundidad y anchura aunque en su superficie parezca haber perdido vitalidad.

Esa es la labor del Espíritu: amplificar el espacio hasta hacernos puro espacio, aparente vacío plenificado por la Presencia. 

Por eso me resultan tan ajenas tantas cosas a las que dedicamos tanto y tanto tiempo y energías y se me confirman como esenciales tan poquitas o apenas ninguna... Quizá sólo una es esencial y eterna y no es "una cosa", se trata del Amor, ese que "es paciente, es servicial, no tiene envidia, no se alegra de la injusticia y goza con la verdad, espera siempre, aguanta siempre y no acaba nunca"

Ese sueño que me tomó y me modeló hoy me regala algunos frutos jugosos que alimentan mi ser y me ayudan a continuar este otro trecho de la travesía vital sin perder mi conexión con la Esencia de todo cuanto es.

A veces todo cuanto calificamos de "real" se me antoja un sueño y una estupidez y, sinceramente, comprendo que sea así pues lo Real sonríe y nos espera paciente tras el desfile de sombras mientras no nos atrevamos a salir de la cueva dejándonos deslumbrar por la luz del Sol.

A veces... A veces me siento tan sumamente extranjera, extraña, ajena... Y es por ello que a veces, algunas veces, vivo la vida como si fuera un juego.





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