La Vida se manifiesta en nuestras vidas siempre y cuando mantengamos abiertos los caminos del interior. El actual ritmo de vida y los requerimientos de nuestra sociedad dificultan cada vez más ese acceso al interior personal en el que se encuentran las materias primas para la construcción de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nos autoexiliamos de nuestro hogar interior. Allí, utilizando la imagen del Maestro Eckhart, Dios se encuentra como en su casa, pero nosotros nos sentimos extranjeros.

Educar la Interioridad es favorecer los procesos y proporcionar las herramientas que nos permitan volver a casa, al hogar interior para desde allí vivir unidos a los demás, al mundo, a Dios.

miércoles, 5 de junio de 2019

La EI en la Escuela (artículo publicado en Religión y Escuela, nº.308, 2017, pág.18)



LA EDUCACIÓN DE LA INTERIORIDAD (EI) EN LA ESCUELA. Elena Andrés Suárez

1. Un previo: “Invitado o no, Dios está presente”

  Hace poco recibí a través de un amigo la Revista Meditatio. Meditatio es la extensión de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (WCCM). Formada en 1991, la Comunidad Mundial está presente en 114 países y hace hincapié en la práctica regular de la meditación dos veces al día. Su misión es comunicar y fomentar la meditación como ha sido trandmitida a través de la enseñanza de John Main OSB (1926-1982), en la tradición cristiana. En el número de la Revista Meditatio que he leído se exponen las experiencias, frutos y consensos a los que se está llegando en USA, Canadá y Reino Unido tras años de aplicación de la Meditación Cristiana en el colegio. Puedo decir que todas las ideas y frases más importantes de cada artículo podría copiarlas textualmente bajo el epígrafe “La Educación de la Interioridad en los colegios concertados de España”. Quizá dentro de no mucho tiempo podamos disponer de un fondo de datos lo suficientemente amplio que permita añadir a lo que hoy expondré aquí cifras que faciliten una lectura más científica de los niveles de aplicación y fiabilidad de la EI en las escuelas españolas. En este momento los datos a los que podemos tener acceso nos hablan de un camino pedagógico en construcción. Ciertamente los centros que más tiempo llevan aplicando en el aula los contenidos y metodología de la EI tal y como la expondré en este artículo, no pasan de los seis años de andadura. Evidentemente me refiero a los proyectos que conozco y que tienen objetivos, contenidos y metodologías que personalmente sí califico como Educación de la Interioridad (EI)[1]

  Pero no me olvido de la frase que he elegido para iniciar esta exposición: “Invitado o no, Dios está presente”. Aparece en uno de los artículos de la mencionada Revista Meditatio. La autora del artículo, Dra. Cathy Day, directora de la Oficina de Educación Católica de Australia, dice que esa es la frase que se lee a la entrada de su oficina principal. Para mí podría ser una buena forma de expresar lo que entiendo por Educación de la Interioridad en el ámbito educativo. Como creyente cristiana creo firmemente en la presencia de Dios en su maravillosa creación y, en ella, de forma especialísima en el ser humano, “imagen y semejanza” de Dios. Afirmar esta condición del ser humano, hombre y mujer, de imago Dei conlleva unas consecuencias muy serias que a veces olvidamos. Para mí, una de ellas o quizá la principal es que cada ser humano, crea o no en Dios, es un reflejo de la Bondad, de la Belleza y de la Verdad y tal reflejo mora en esa dimensión que nos constituye como personas que es la interioridad y que debe entrelazarse con nuestra otra dimesión consitituiva que es la exterioridad para que, entrelazadas de forma coherente, nos ayuden a cada uno de nosotros a vivir una vida plena. 

  Sí, Dios está presente, pero somos nosotros, los seres humanos, quienes andamos perdidos, desorientados. Así lo expresaba un místico del siglo XII, el Maestro Eckhart:

       Nunca un hombre, no importa lo que sea, ha mostrado un deseo tan vivo como Dios muestra por conducir al hombre a conocerle. Dios está siempre dispuesto, pero nuestra falta de preparación es grande; Dios está cercano a nosotros, pero nosotros estamos lejos de Él; Dios está en nosotros, pero nosotros estamos fuera de nosotros; Dios está en nosotros como en su casa, nosotros somos allí extranjeros.[2]

  Así pues, nosotros, ciudadanos del siglo XXI no somos tan diferentes de los hombres y mujeres de otros siglos en lo referente a la vivencia de lo profundo y caminamos igual de despistados y desconectados de nosotros mismos. 

1. Importancia del contexto socio-cultural: “Cambia, todo cambia…”

    Como hace unos años apuntó Javier Elzo[3] estamos ante una mutación histórica, mutación que comenzó en el último cuarto del siglo pasado y que continúa manifestando su evolución en lo que llevamos de este siglo. Este concepto de “mutación” también es utilizado por el gran epistemólogo español y director del Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas de Barcelona (Cetr) Marià Corbí que apunta hacia el hecho de que la sociedad que nos ha tocado vivir padece una de las mutaciones más profundas de la historia humana[4] Creo que aludir a la “mutación” social resulta central para entender el porqué del auge de la presencia de la EI en los colegios españoles y de otras propuestas de la misma raíz. 

  Cambio de época que tiene como una de sus características peculiares lo que Zygmunt Bauman en el 2007 denominó el pensamiento líquido que da origen a sociedades líquidas:

             Durante siglos las estructuras sociales se mantuvieron estables; los límites y estándares instaurados por las mismas eran inalterables y hasta cierto punto también incuestionables. La sociedad occidental estaba compuesta por instituciones rígidas donde se valoraba lo perdurable, la unión, la tradición y la capacidad de comprometerse a largo plazo. Instituciones sociales como el matrimonio y la familia estaban creadas a partir de moldes que no dejaban lugar para la improvisación. Precisamente por la rigidez de las instituciones sociales y por la naturaleza de los valores que se enaltecían es por lo que el sociólogo Zygmunt Bauman califica a esa época como la modernidad sólida. La modernidad sólida y sus múltiples características parecen tan lejanas a la actualidad donde lo característico es precisamente lo contrario: lo efímero, lo mutable y lo impredecible[5]

  Este estado “líquido” que tiene mucho de caleidoscópico y de mezcla, está presente también en las pedagogías educativas que:

                Ya no solo se fundamentan en pensadores, referentes como antaño, sino que entran de lleno, los mass media a través sobretodo de Internet y de las Redes Sociales, en este caso las educativas, en las que se generan complicidades y compromisos. Son redes que comparten una identidad pedagógica y que a su vez se diluyen en el colectivo educativo y su entorno (Carbonell, 2015). Así nos encontramos hoy, con la presencia de pedagogías alternativas, sistémicas, lentas, no directivas, positivas, inclusivas, propias de las inteligencias múltiples, de trabajo cooperativo, por proyectos, el aprendizaje-servicio etc., de las que podemos encontrar miles de páginas web, intercambios, con colaboraciones, recursos y materiales publicados al alcance de todos. Vivimos en una época de pedagogías híbridas, en las que todas, de una u otra forma, se nutren de otros campos del saber en una interdisciplinariedad, que traspasa los límites de la escuela, dando justificación también desde ellas, a la formación continua y para la vida, que sin duda está presente en la mayoría de las pedagogías del este siglo.[6]

  La aparición de la Educación de la Interioridad como marco pedagógico hemos de situarlo dentro de esta efervescencia de pedagogías múltiples y en relación unas con otras y como propuesta de retorno a lo profundo en un contexto donde lo caractéristico es lo efimero y lo mutable.

  Junto con lo anterior, me parece importante remarcar que el retorno a una vida más profunda, más armónica, es una demanda de no pocos sec­tores de la sociedad y también dentro del ámbito cristiano. Todo ello brota de uno de los grandes “agujeros negros” generados por el estilo de vida occidental. Para comprenderlo debemos aludir al hecho de que, junto con esa “realidad líquida”, vivimos insertos en un proceso de globalización en el que las leyes del mercado organizan la estructura y la vida de nuestras sociedades. Así, de forma progresiva, pero parece que imparable, occidente ha ido creando un estilo de vida basado principalmente en dos verbos: hacer y tener. El resultado es que en la agenda vital de la mayoría de nosotros, el espacio prioritario está dedicado al hacer que favorezca el tener quedando relegado a espacios cada vez menores el gran verbo de la construcción de la persona, el verbo SER. 

  ¿Por qué la alusión al sistema neoliberal y a sus modos y ritmos vitales es imprescindible? Porque los adultos que somos hijos e hijas de ese sistema vamos a proponer vivir la experiencia de conexión con la dimensión interior a nuestros niños y jóvenes y tal propuesta implica ritmos y modos que, en no pocas ocasiones, piden precisamente una desconexión tecnológica, ritmos pausados, repetición de técnicas, procesos a largo término, ruptura con el individualismo, toma de conciencia de nuestras verdaderas necesidades... Aspectos y propuestas que tanto a los adultos que deseamos hacer esta propuesta como a los mismos niños y jóvenes, nos pueden suponer un auténtico “agere contra”. 

  Educar la Interioridad en occidente supone un retorno al verbo esencial de la humanidad, el verbo SER. El retorno al SER nos remite y conduce irremisiblemente al compromiso ético al romperse las barreras egóicas.

2. La EI como novena competencia: Aprender a ser

  Y he aquí otra clave pedagógica de la Educación de la Interioridad que apunta hacia la novena competencia de aprender a ser: crear nuestra personalidad poniendo en ello la pasión y la sabiduría de quien sabe que ello es su gran obra. 

  Cada persona se instruye y ejercita integrando sus experiencias y a través de un entrenamiento para desarrollar su oficio. Esto es igualmente válido para el logro más importante de la vida: que el SER se haga realidad. Sin embargo, el ser humano nunca llegará a ser lo que está llamado a ser si no contribuye con su esfuerzo, para ello ha de tomarse a sí mismo en sus manos. La obra más importante para el ser humano es él mismo, él en cuanto persona.[7]

  En este sentido, la Educación de la Interioridad como proyecto educativo, tiene como uno de sus objetivos capacitar a los niños, adolescente y jóvenes para “tomarse a sí mismos en sus manos” viviendo con la guía y acompañamiento de adultos conscientes y formados, experiencias profundas que aludan a tres de sus dimensiones principales: corporal, psicológica y trascendente[8] tomadas como unidad, es decir, desde la conciencia de que no somos seres parcelados, sino que somos una unidad “corpóreopsicoespiritual”. De este modo, al concluir la etapa escolar, esa persona que comienza una fase nueva en su vida ya lejos de la tutorización propia de la escuela, podrá utilizar en la vida y para la vida su inteligencia espiritual.[9]

2. 1. Objetivos, contenidos y metodología de la EI

        2.1.1. Objetivos principales:

                    a. Favorecer procesos de unificación de las dimensiones de la persona: dimensión                                    corporal, dimensión psicológica y dimensión transcendente. 

                    b. Crecer en capacidad para ser agentes activos en la construcción de la unidad con los                            demás (eje relacional), con el mundo (eje ético/eje político/eje ecológico) y con Dios                            (posicionamiento creyente-no creyente). 


          2.1.2. Contenidos esenciales:
                    a. El trabajo corporal.

                    b. La integración emocional.

                    c. La apertura a la trascendencia.


          2.1.3. Metodología: Activa, basada en el uso de múltiples técnicas que aludan a los tres                                  contenidos básicos. Metodología que favorezca una experiencia que provoca, interroga,                        conecta y dé origen a una palabra que ilumina y da sentido. Palabra y vida íntimamente                        unidas para recuperar una palabra coherente, que nazca en el corazón iluminado por la                          razón.


  La Educación de la Interioridad busca que, de forma secuenciada, atendiendo a las diferentes edades, cada alumno/a pueda construir un yo sano viviendo experiencias, gestando una reflexión, adquiriendo unas destrezas y unos conceptos que le vayan llevando a sentirse como una unidad corpóreo-psico-espiritual y encontrando “su lugar en el mundo” desde claves de realización personal y de servicio a los demás

  La EI, en este sentido, no trata de generar momentos extraños que no conducen a nada, cayendo en el “consumo de experiencias”, sino hacer un camino personal y en grupo que ayude a cada alumno/a a vivir con sentido sus circunstancias, que le capacite para “empalabrar” lo que vive, lo que siente, lo que piensa. Todo ello en una etapa vital en la que lo que toca es precisamente construir un ego fuerte y sano que permita a la persona tener una identidad y responder a la realidad en la que vive con eficiencia. Algo que Rilke expresó tan bellamente en sus “Cartas a un joven poeta”: 

            “Camine hacia sí mismo, y examine las profundidades en las que se origina su vida. Nada puede estorbarle con mayor violencia que mirar hacia fuera y de allí esperar una respuesta a preguntas que sólo su más íntimo sentimiento, en los momentos más silenciosos, puede acaso responder (…)” 

4. Todo educador es educador de la interioridad: del proyecto al paradigma
  Uno de los ejes sobre los que pivota la EI como propuesta pedagógica es que sus objetivos, contenidos y su metodología es asumida y aplicada por toda la comunidad educativa. Es por eso que propongo entender la EI no como un mero proyecto más entre los numerosos proyectos que pueblan nuestras escuelas, sino como un verdadero paradigma educativo: una forma de ser y de estar en la escuela que imprenge toda la vida escolar y que se irradie a la familia. 

  Es como si cada educador/a susurrara al oído de cada niño y de cada joven estas palabras de Rilke: 

(…) Usted es tan joven, está tan lejos de toda iniciación, que quisiera pedirle, lo mejor que sé, querido señor, que tenga paciencia con lo que no está aún resuelto en su corazón y que intente amar las preguntas por sí mismas, como habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua muy extraña. No busque ahora las respuestas: no le pueden ser dadas, porque no podría vivirlas. Y se trata de vivirlo todo. Viva ahora las preguntas. Quizá después, poco a poco, un día lejano, sin advertirlo, se adentrará en la respuesta. Quizá lleve usted en sí mismo la posibilidad de formar y crear como una manera de vivir especialmente feliz y auténtica. Prepárese para ella, pero acepte todo lo que venga con absoluta confianza. Y siempre que algo surja de su propia voluntad, de alguna honda necesidad, acéptelo como tal y no lo odie." 




[1] Hago incapié en ello ya que al escribir estas líneas me inspiro en la propuesta teórico-práctica de EI que he gestado a lo largo de dieciseis años y en los modelos educativos de EI que asesoro y acompaño personalmente y que ahora forman parte del Posgrado que impartimos en el campus La Salle. Sin embargo, soy consciente de que bajo la denominación de Educación de la Interioridad actualmente existen numerosas propuestas que en parte o en todo se parecen o se alejan de lo que personalmente propongo. Desearía que, al leer este artículo, el lector entienda que sólo puedo certificar y referirme a lo que personalmente conozco pero que ni mucho menos rechazo otros estilos y propuestas que son presentadas como EI en el contexto educativo español.
[2] Maestro Eckhart, semón 8
[3] ELZO, Javier: Los jóvenes y la felicidad. Ed. PPC, Madrid 2006.
[4] Cf. Marià Corbí Hacia una espiritualidad laica. Ed. Herder 2007.
[5] Carlos De la Rosa Xochitiotzi: Pensamiento líquido. Análisis del pensamiento de Zygmunt Bauman.
[6] María Mercedes Álvarez García: La educación para la interioridad como desafío educativo. Tesis Doctoral Universidad de Murcia.
[7] Cf. Karlfried Graf Dürckheim: La vida cotidiana como ejercicio de superación moral. En Ed. Mensajero lo encontraremos con el título “Práctica del camino interior”.
[8] Para profundizar en los tres contenidos de esta propuesta de Edución de la Interioridad en la escuela, E. Andrés: La Educación del Interioridad, una propuesta para Secundaria y Bachillerato” Ed. CCS, Madrid 2009.
[9] El concepto de inteligencia espiritual se relaciona con la educación holista. El Dr. Ramón Gallegos define la Inteligencia Espiritual como la capacidad de ser feliz, de estar en armonía con la totalidad generando sentido para vivir. Existen tres grandes momentos en la comprensión de la inteligencia humana: El primero es el de la visión uniforme de la inteligencia que surge al principio del siglo XX e inicia su decadencia en los ochenta; el segundo es el de la teoría de las inteligencias múltiples que se generaliza en los últimos 20 años del siglo pasado; el tercer momento es el de la inteligencia espiritual que se está desarrollando en este siglo XXI. En todo caso creo que la “inteligencia espiritual” y la “interioridad” pueden considerarse como sinónimos de alguna manera.


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