Escribo hoy desde la honda preocupación ante las situaciones vitales que deben afrontar nuestros adolescentes. Me pregunto cómo podemos pretender que algunos de nuestros alumnos se concenten en clase cuando lo que viven en sus casas es algo parecido a un infierno o a un gran vacío.
Niños y niñas de 13 años que son monedas de cambio en procesos de divorcio. Otros que crecen sin autoridad, sin límites porque sus padres hace tiempo que tiraron la toalla y se sienten sobrepasados y muchos otros casos que ponen a los educadores ante chicos y chicas nerviosos, agresivos, pasotas, pesimistas, pasados de rosca... pero que piden de mil formas ser importantes para alguien.
Me procupa y mucho, que nadie hable de ellos y ellas en ningún foro educativo serio. Que en ningún programa político se hable de ellos, se piense en ellos, más allá de programas de prevención de drogas y de sexo seguro o píldoras del día después.
Yo con ellos y ellas me encuentro en los talleres de imterioridad, una mañana entera de trabajo para conocerse mejor, para relacionarse mejor, para mirar la vida desde más adentro e incluso con el deseo de que pueda aparecer la inquietud y la pregunta sobre Dios. Pero, día a dia, año a año, constato que debo comenzar de más y más atrás. La capacidad simbólica practicamente ha desparecido de sus vidas, la capacidad argumentativa brilla por su ausencia, su umbral de concentración es cada día más bajo. Y los educadores debemos seguir educando con estrategias y herramientas del siglo XIX y algún ordenador más.
No es justo ni para ello ni para nosotros, los adultos. No es justo que nos resignemos y que no busquemos alternativas y apliquemos creatividad. Necesitamos ya un debate educativo muy profundo en este país. Nos va en ello el presente y el futuro, el de los adolescentes y el nuestro.
Dejemos de quejarnos de una vez de cómo son los adolescentes porque lo que nos debe preocupar es que ellos y ellas son hijos e hijas de nuestra sociedad y ésta la hemos ido construyendo entre todos. Si son como son es porque nosotroso somos como somos. Ya sé que esta afirmación"pica" pero estoy convencida de ello.
Los colegios tenemos un enorme reto ante nosotros. ¿Para cuándo una huelga de profes no por los salarios sino clamando por el bien de nuestros niños y adolescentes?
5 comentarios:
Cada vez que salgo de clase y me entra la tentación de quejarme de algún chaval... me doy cuenta de que no tienen ningún defecto que no tenga yo o alguno de mis compis del claustro de profes.
Y lo más curioso es que cuando noto que me van fallando las fuerzas, son ellos los que recuerdan por qué me dedico a esto.
Me da pena mirar al futuro y ver lo que les espera...
Todo lo que no se quiere no se puede cambiar. Necesitamos ser buenos profesionales que aprendamos a querer a cada alumno/a con los que trabajamos. Solo así, se estimula la sensibilidad, la observación el sentido crítico, y a pesar de nuestras carencias, uno se levanta al día sigueinte queriendo hacer bien su trabajo.
GRaciasJavi y Natxo por vuestros apuntes tan pertinentes. NO somos de distinta "pasta" que nuestros alumnos pero sí podemos tener una sensibilidad diferente, nuestra responsabilidad es mayor. Un abrazo. ELENA
Suscribo al 100% tus palabras, Elena.Los profes deberíamos "rebelarnos" y exigir un debate serio y profundo sobre la realidad que viven nuestros chavales. A lo mejor necesitamos menos "Informes PISA",menos "ordenadores para los niños de 5º de Primaria", menos "competencias"... y más alternativas creativas para afrontar el reto que como educadores supone buscar el bien para nuestros alumnos.
Feliz noche
Amaia
GRacias por tu comentario, Amaia y por o que cada día aportas en la vida de tus alumnos. Felices días de descanso.
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