Existía en el antiguo Israel una ceremonia en la que se elegían dos chivos. Uno era sacrificado en el Templo, el otro, era cargado con todas las culpas del pueblo y llevado al desierto en medio de insultos y gritos y allí abandonado. Una forma de lavar las conciencias, de echar fuera de sí los pecados del pueblo, una catarsis, una limpieza colectiva.
No andamos muy lejos nosotros de ritos como este. Recordemos, por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial. El nazismo avanza, el mundo tarda en reaccionar y, cuando lo hace, descubre horrorizado que millones de seres humanos han sido exterminados por una cuestión de raza. Hitler se suicida y su cuerpo es quemado... se le arrebata a Europa la posibilidad de apresar a aquel que concreta en sí el mal del mundo. Poco a poco los cabecillas y asesinos nazis van siendo apresados. Comienzan los juicios de Nüremberg. Las naciones aliadas juzgan a los protagonistas e ideólogos del exterminio. Algunos terminaran en la horca, otros cumplirán pena de cárcel quedando libres años después, en algunos casos enriqueciéndose al explicar sus experienciasn en conferencias y libros. Muchos nazis escaparán y se refugiarán en países como España viviendo tranquílamente el resto de sus días.
Los juicios de Nüremberg permitieron que las naciones aliadas encontraran sus chivos expiatorios. Evidentemente se debía juzgar a los culpables. No eran seres inocentes sobre los que descargaban culpas colectivas, eran evidentemente culpables. Sin embargo, una vez concluídos los juicios y castigados los grandes nombres de terrible memoria como Himmler... ¿fue el mundo un lugar mejor?¿tuvieron los miles de judíos sobrevivientes un trato justo? ¿se crearon las condiciones sociopolíticas para velar por la no proliferación de regímenes totalitarios y xenófobos? Estudiar los acontecimientos políticos tras el fin del nazismo no nos lleva a ser muy optimistas. Simplemente se descargó el golpe en unas personas pero se siguió sin ir al fondo de la cuestión. Lo mismo sucedió antes tras la Primera Guerra Mundial. Lo mismo continúa scediendo con los acontecimientos del mundo árabe y sus revueltas. Tranquilizamos nuestra conciencia presenciando la ejecución de Sadam Hussein, la victoria sobre Gadafi o la muerte de Bin Laden.
De alguna manera la raza humana tira balones fuera ante el problema del Mal. Es más fácil concretar en ciertos nombres, rostros o grupos el problema del mal que reconocer que ese mal lo llevamos todos dentro, al igual que el Bien y que optar por uno u otro es eso, una opción personal que se juega en el interior de la persona. Es más complicado reconocer y denunciar las estructuras que posibilitan la injusticia y las atrocidades que culpar a unos pocos y perseguirlos.
¿Celebrar en la calle el asesinato de un ser humano, por más culpable que fuera, nos hace mejores que los asesinos? ¿Cómo puede decir el presidente de la gran democracia americana que "el mundo es ahora un lugar mejor"? Frase superficial e infantil donde las halla. El mundo sigue poblado por seres violentos, el hambre continúa haciendo estragos, las guerras de mayor o menor escala continuan vigentes, una gran crisis económica está aplastando a los más débiles... ¿Es el mundo un lugar mejor smplemente porque se ha asesinado a Bin Laden?
¿Cuál es el nivel moral de las naciones que se autodenominan desarrolladas cuando seguimos tomando la vía más facilona: la del chivo expiatorio?
Crear catarsis colectivas para sentirnos más buenos que el vecino malvado no sirve de nada. La sanación de la herida de la Humanidad precisa de otros bálsamos que, como siempre, no se sitúan en los centros, sino en las periferias y los desiertos de las sociedades.
3 comentarios:
¿Qué deciros?... somos un desastre... no sabemos gestionar los conflictos, ni los de dentro ni los de fuera... ideologizarlos nos ayuda a engañarnos y justificar las atrocidades, que dos días antes denunciamos. Somos torpes, y aún a riesgo de caer en una etiqueta, asumo que nosotrOS más...
Mañana surgirá otro Bin Landen, ¡y nosotros sin la lección aprendida!
Un abrazo.
En momentos como este sentimos la urgencia de feminizar las relaciones, de introducir el cuidado en todos los ámbitos de nuestra vida, en la justicia, en la naturaleza devastada… Las mujeres renuncian a todo a favor del otro y es ahora que se necesita de la vivencia de los valores de lo femenino y del alma. Es necesario poner en el centro a la vida, al cuidado, la compasión y son las mujeres, profundamente ligadas a los procesos generadores de vida, las vías para lograr el equilibrio de la Madre Tierra y para asegurar el respeto a la vida en todas sus manifestaciones.
Un abrazo
Amaia
Guauuuu, Amaia, super inspirada. ¡Qué cierto! Un abrazo inmenso.
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