Y otro curso escolar que termina. Algunos alumnos/as han terminado una etapa, los pequeñines del último curso de Infantil, al regreso serán alumnos de Primaria; los que han terminado Primaria estrenarán la Secundaria en su fase preadolescente. Algunos alumnos de Secundaria darán el salto a Bachillerato o Ciclos y, los que ya terminaron Bachillerato, pasando el susto de la selectividad se adentrarán en los territorios universitarios. Todo en movimientto, todo fluyendo. Sólo nosotros, los/as "profes" seguiremos en el mismo lugar, quizá nos cambien de etapa, o de clase, quizá alguno deje atrás la responsabilidad de la tutoría y otro la estrene entre nervioso/a e ilusionado/a. Pero los/as "profes" seguimos firmes como rocas en medio del océano siempre en movimiento del crecimientode nuestros/as alumnos/as.
A veces es bueno recordar esto tan evidente: nuestros/as alumnos/as crecen, cambian, han venido y, cuando sea el momento se irán y, entonces ¿QUÉ RECORDARÁN? Seguramente no recordarán la lección 17, ni otras muchas cosas, a no ser las que les sirvan en su formación futura y en su vida laboral, pero, ni aún así eso será lo que más recordarán. Todos/as, con el paso de los años, recordamos del paso por el colegio algo más total y definitivo: me sentí querido/a valorado/a o no.
Cuando un curso termina siempre me pregunto cuantas de mis palabras o insistencias habrán calado de verdad en los chavales. Mi voz es una más en medio de un mar de voces. Pero sé que algo sí puede quedar en el recuerdo y es la PRESENCIA. La presencia de un/a educador/a es más que sus palabras, la presencia de un/a educador/a es una forma de estar que hace que cada niño/a, cada adolescente con el que se cruza, se sienta o no querido/a, se sienta o no escuchado/a, se sienta o no tratado/a con respeto, se sienta o no potenciado/a en sus capacidades y ayudado/a en sus puntos débiles.
La presencia se construye de miradas, de silencios, de paciencia, de sonrisas y guiños, de "toques", de interés real, de escucha del alumno/a, no sólo de lo que dice, sino de cómo lo dice. La presencia presupone un adulto/a que se conoce y que tiene autocontrol, capaz de no dejarse llevar por las aguas más tumultuosas de las salidas de tono de los/as alumnos/as.
No va mal relativizar un poco otras cosas, otros resultados y volver a
gustar internamente que el/la educador/a lo es de personas en construcción,
es decir: un cúmulo de pensamientos, emociones, capacidades y límites,
cuerpo, mente y espíritu aún por desarrollar. Somos jardineros/as que han de saber cuidar un jardín pujante de flores de diferentes formas y colores. A todos no les podemos dar ni pedir lo mismo, a cada uno la dósis de presencia amorosa y respetuosa que necesita.
Cuando se vayan...¿Qué recordarán? Ciertamente sólo las presencias, y de ellas, las que haya percibido como presencias amables.
4 comentarios:
...estar presentes de manera significativa requiere dar tiempo y en la escuela estamos tan presos del reloj... que ahora, a final de curso, entre la burocracia y el papeleo... que no se nos olvide que el centro de nuestra escuela son los chavales. Gracias Elena por tu reflexión y los ecos que despiertas. Un abrazo.
Presencia también es estar en el aula antes de que lleguen los chavales y decirles un "buenos días" sonriente mirándoles a los ojos, de eso tú sabes mucho.
Realmente trabajamos con personas, nuestr@s chic@s no son números ni notas ni... Yo veo en ellos potencialidad, futuro, vida... y seguramente por eso me gusta mi trabajo. Seguramente tenemos mucho que enseñar, pero también mucho que aprender. Este es un trabajo de aprendizaje mutuo y de camino compartido.
¡Qué verdad! Aprendizaje mutuo y camino compartido. Gracia, Emilio. Sé que así lo vives, tus alumnos lo notan...
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