La Compañía de María me pidió el año pasado que reflexionara sobre la dimensión espiritual de la persona y la búsqueda de sentido. Como se trata de un texto extenso os la ofreceré "por entregas". Hoy la primera parte. ¡FELIZ PASCUA!
La vida espiritual
empieza a cobrar un valor explícito en cada uno de nosotros cuando descubrimos
que no hemos de hacer simplemente lo que se nos impone desde fuera en virtud de
la ley o de los acontecimientos y las circunstancias; la vida espiritual
empieza cuando descubrimos que hay algo en nosotros que se nos impone desde
dentro –aunque pueda haber sido provocado desde fuera- y que, en cierta manera,
nos exige corresponder a ello con todo nuestro ser, en la medida de nuestra
capacidad. Una exigencia así hace que cada uno emerja en su singularidad.[ii]
Intentar reflexionar a la vez
sobre la dimensión espiritual del ser humano y sobre la búsqueda de sentido es
todo un reto. No escogemos como objeto de nuestra reflexión cualquier aspecto,
sino dos cuestiones que apuntan y que afectan al Ser de cada uno de nosotros y
que tienen unas derivaciones educativas de gran calado.
Podríamos comenzar haciéndonos
algunas preguntas que nos sirvan de guía. Siempre nos llevará más lejos
comenzar dejándonos interrogar en lugar de dar por sentado que lo sabemos todo.
¿Qué es “lo espiritual”?
Uno de los primeros interrogantes
que plantea este tema es “¿qué entendemos por espiritual?”. En muchas lenguas la palabra “espíritu” significa
literalmente “aire”, por ejemplo, en latín spiritus,
en griego pneuma, en hebreo ruáh, âtman en sánscrito, ruh
en árabe, etc. ¿Es entonces, y atendiendo a su etimología, lo espiritual algo
vacuo, es decir, falto de contenido, vacío? En muchas mentalidades sí. No son
pocos los que identifican “lo espiritual” con una pérdida de tiempo o con la
carencia del realismo necesario para afrontar de forma práctica las cuestiones
de la vida. Otros entienden por espiritual algo intangible como el aire, por lo
tanto, inaprensible y, finalmente inasequible para el común de las personas.
Sin embargo, desde una
antropología cristiana, afirmamos que el ser humano, hombre y mujer, porta en
sí una dimensión a la que llamamos espiritual, es más, los cristianos creemos
en un Dios que es Padre/Madre, Hijo y Espíritu, aludiendo a la dimensión
pneumatológica de la fe. De Dios afirmamos que es trascendente, pero también
decimos que es inmanente. Un Dios misterio que paradójicamente se manifiesta en
la carne de Jesús de Nazaret.
Por ello, lo espiritual o el
espíritu en el cristianismo no hace referencia a algo vacío de contenido o a
algo intangible. A partir de la experiencia de Pentecostés, el cristiano acoge
el pneuma, la ruáh como la presencia del mismo Dios en el interior de los
corazones, presencia que capacita para la comprensión del Misterio de Dios de
forma íntima y que genera un impulso que transforma esa experiencia interior en
implicación social. En clave cristiana es el don del Espíritu el que unifica la
dimensión interior y la exterior. Nada más práctico, pues, para un seguidor de
Jesús que la vida espiritual.
Religiones y dimensión espiritual
Otra pregunta importante que
podemos hacernos es si la dimensión espiritual es específicamente cristiana. La
respuesta, por obvia, se nos olvida a veces. Por supuesto la dimensión
espiritual está a la base de todas las religiones y todas proponen caminos para
su desarrollo y crecimiento. Pero conviene traer a primer plano de nuestra
reflexión algo esencial para avanzar en nuestra comprensión de la dimensión espiritual:
se puede ser religioso y poco o nada espiritual
del mismo modo que se puede ser nada religioso y muy espiritual.
La vida espiritual
no es específicamente cristiana. Diría incluso
que muchos cristianos, por practicar su religión, se consideran dispensados de
cultivar la vida espiritual. Ahora bien, si una vida espiritual que profundiza
en sí misma, en unas circunstancias determinadas, penetra en la comprensión de
ese hombre singular que fue Jesús hace veinte siglos, y, si esa vida espiritual-por
así decir- queda transformada por ese encuentro en profundidad, de hombre a
hombre, con Jesús, entonces, indudablemente, dicha vida espiritual debe
considerarse como cristiana. Pero-insisto-se puede tener vida espiritual sin
ser cristiano. Incluso se puede tener vida espiritual sin creer en Dios puesto
que la vida espiritual de que hablamos-correspondiente a las exigencias interiores
que crecen en nosotros-no es necesariamente resultado de una fe en Dios. Dicha
vida espiritual es resultado de una toma de conciencia de sí mismo, por parte
de cada uno, en virtud de la cual uno renegaría de sí si no correspondiese a
ella; es decir, si no afirmase en sí una grandeza de la que él mismo es responsable
puesto que es libre.[iii]
Así pues, nuestro acercamiento a
la dimensión espiritual es desde una comprensión universal de dicha dimensión y
no como patrimonio de las religiones. Éstas han hecho y siguen haciendo su peculiar aportación a la
búsqueda de sentido y a la vida espiritual, pero no pueden pretender si son
fieles a su entraña y al mismo espíritu que las hizo nacer, acotar y cerrar la
vivencia de lo espiritual a sus parámetros. Hacer tal cosa iría en contra de lo
que las mismas religiones afirman y que no es otra cosa sino que el ser humano
es espiritual. Si no lo podemos afirmar de todo hombre, de toda mujer, sea
creyente de una u otra religión o sea no creyente, entonces tal afirmación es
falsa.
Pero una mirada profunda y atenta
al ser humano nos muestra que éste continuamente da muestras de portar en sí
tal dimensión espiritual.
3 comentarios:
Aunque ahora no pueda estar tan pendiente del mundo virtual, no dejo de leerte puntualmente... Gracias, Elena, por todo lo que vas suscitando en nosotros... No quiero olvidarme de mandarte abrazo pascual aunque sea desde la distancia.
Muchas gracias, Javi, tu hija es el espacio real que debes frecuentar ahora. Un abrazo lleno de la Luz del Resucitado.
Me gustó la información amigo en relación al sentido de la vida, y en otro término el de la trascendencia.
Nada más quisiera hacer una observación, a pesar de que soy católico, el ámbito del "ánmia" o "espíritu" NO tiene nada que ver directamente con la religión aunque en la actualidad se haya confundido esta lejana relación.
Publicar un comentario